La escritora Angélica Gorodischer, una de las voces femeninas más importantes de la literatura argentina y de ciencia ficción en Iberoamérica, responsable de introducir la distopía en sus obras para retratar a una sociedad desigual e injusta, murió en Rosario a los 93 años según confirmaron sus familiares. Es considerada una de las tres voces femeninas más importantes dentro de la ciencia ficción en Iberoamérica, junto con la española Elia Barceló y la cubana Daína Chaviano.
“Angelica es sin dudas una de nuestras grandes escritoras y una referente en la ciencia ficción en español. Pero, además, era una colega dispuesta a presentar tu libro, a sumarse a una causa donde haya que dar batalla, a acompañarte en Rosario, compartir una cena y desplegar una charla inteligente y llena de humor. Me acuerdo de la pregunta que hace en Menta, ‘¿Se puede ser mortal y ser feliz?’. Daba la sensación de que ella lo era. Se la va a extrañar”, le dijo la escritora Claudia Piñeiro a Infobae Cultura luego de conocer la noticia.
Angélica Beatriz del Rosario Arcal de Gorodischer, tal su nombre completo, nació en Buenos Aires el 28 de julio de 1928. Sin embargo vivió desde su infancia en Tiro Suizo, uno barrio pequeño y residencial, emblemático de la ciudad de Rosario, un triángulo enclavado entre la Avenida José de San Martín al este, el Ramal Retiro-Rosario del Ferrocarril Mitre al oeste y la calle José María Gutiérrez al norte. En una reciente entrevista, reveló que durante sus primeros años prefirió los libros a las muñecas y que admiraba a escritoras como Virginia Woolf y Silvina y Victoria Ocampo.
A través de una extensa trayectoria publicó libros muy diversos, pero fue más reconocida por su obra de fantasía y ciencia ficción. Tanto sus relatos como sus novelas, entre las que se encuentra Kalpa Imperial (un ciclo cuya primera parte fue publicada en 1983, y cuyos dos volúmenes se publicaron conjuntamente en 1984), fue una de sus obras más admiradas. Otras novelas relevantes fueron Opus dos; Floreros de alabastro, alfombras de bokhara; La noche del inocente; Fábula de la virgen y el bombero; Doquier; La cámara oscura; Tirabuzón; Las señoras de la calle Brenner; Palito de naranjo; entre otras.
“Aunque apenas la vi un par de veces, me despido de una maestra y una guía. En los 80 sus libros ya sobresalían en el coro general. Podía variar de registro y género con absoluta libertad, era una escritora original y potente. Los que empezábamos a escribir en ese momento la leíamos con admiración por su voz, el tono suelto, la profundidad y el humor de su escritura. Y también porque su obra exenta de solemnidad, hecha de variaciones, se plantaba sola frente a los grandes modelos. Su universo es inagotable y sobresale como entonces, por las mismas razones. Hace unos años editamos con Ángela Pradelli una versión argentina de la Biblia y le pedimos que escribiera una de las historias. Nos respondió con un cuento maravilloso sobre las plagas de Egipto”, dijo la novelista Esther Cross a este medio.
En 2003 se publicó la traducción al inglés de Kalpa Imperial, realizada por Ursula K. Le Guin, máxima figura femenina de la ciencia ficción anglosajona. La historia del legendario imperio que le valió el reconocimiento de los lectores de habla hispana también le sumó admiradores entre los lectores y especialistas de habla inglesa.
Cuando recibió el Gran Premio a la Trayectoria Artística del Fondo Nacional de las Artes en 2018, contó que empezó a leer desde muy pequeña (”láminas Billiken con peces del Río Paraná”, detalló) y, aunque dijo no recordar quién le enseñó, tempranamente se dio cuenta -a los siete años mientras leía Las minas del Rey Salomón- de que quería ser escritora: “Sacaba un libro y leía. A veces no entendía, pero no me importaba nada; la cuestión casi de aventura era leer, descifrar lo que había en ese libro. La cuestión era adueñarse del mundo”, contó.
En esa misma entrevista contó que entre sus primeras lecturas también se encontraron El Capullo Rojo y Los Colosos Antiguos y Modernos, que fueron tan cruciales en su vida como la lectura de Jorge Luis Borges y Honoré de Balzac. “De ahí pasé a los libros que debía leer y a los libros que no podía leer”, dijo. También reconoció entre sus influencias las Crónicas marcianas de Ray Bradbury y libros de autores como Philip Dick, Isaac Asimov y Julio Verne, entre otros. “La lectura es el aire que uno respira”, aseguró. Le interesaban la imaginación, no la realidad, y lo que pasaba alrededor: “Del entorno tomo poco, lo menos posible. Prefiero imaginarme todo”, dijo.
Aquejada por un cáncer, en 2011 publicó Diario del tratamiento, en el que narra cómo sobrellevaba la enfermedad. Sus últimas novelas fueron Las señoras de la calle Brenner (2012) y Palito de naranjo (2014). En 2017 publicó la colección de relatos Coro cuentos, su última obra publicada.
En 2007 fue declarada ciudadana ilustre de Rosario, y en 2012 fue nombrada personalidad destacada de la cultura de Buenos Aires. También obtuvo el Premio Mundial de Fantasía por su trayectoria en 2011, otorgado por la Convención Mundial de Fantasía que se celebra cada año en una ciudad estadounidense distinta.
A su vez en 2017 fue homenajeada en la Biblioteca Nacional durante la visita de la canadiense Margaret Atwood. En mayo del mismo año fue distinguida con el título de doctora honoris causa por la Uncuyo (Universidad Nacional de Cuyo) y al recibir su diploma aseguró que “el libro es la puerta del universo”. Cuando se dirigió a los estudiantes y lectores que la acompañaron, invitó a todos a leer y a contar para poder “descubrir el universo”. “La receta para escribir un libro es contar cosas que no le pasaron nunca a la gente, que no existieron jamás”, afirmó.
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