Con dos novelas en español, El amigo y Cuál es tu tormento (ambas publicadas por Anagrama), y otras siete esperando ser traducidas, la escritora estadounidense Sigrid Nunez se ha convertido una contraseña para los lectores. Sus libros son inteligentes, reflexivos, elegantes. Durante años, Nunez trabajó en el New York Times y tiene, como tantos otros autores que pasaron por allí, la capacidad de ser profunda sin llegar a ser vanidosa. Nacida en 1951, hija de una madre alemana y un padre chino-panameño, en su biografía también aparece una larga amistad con Susan Sontag.
Las dos novelas comparten los temas y el tono: casi podrían leerse como anverso y reverso una de otra. En El amigo (2019; recibió el National Book Award), la protagonista es una escritora que se entera casi al mismo tiempo que su amigo y mentor se ha suicidado y que a ella le toca hacerse cargo del perro, un gran danés viejo y artrítico, pero querible hasta el infinito. En Cuál es tu tormento no hay perros, pero sí un gato-Sherezade que cuenta historias en los sueños de la narradora. Esta mujer, que podría ser la misma en un universo paralelo, acompaña a una amiga con cáncer terminal que está decidido a apurar el desenlace. Las dos novelas tratan sobre el duelo y la pérdida, pero también sobre el amor, la amistad y una cierta insubordinación ante cómo los otros esperan que uno reaccione frente a la muerte.
Desde su casa en Manhattan —un departamento pequeño y despojado que pudo haber tomado como el escenario de El amigo— y a través de una videollamada, Sigrid Nunez habló con Infobae Cultura.
—Lo primero que quería decirle, no es tanto una pregunta como una idea: yo creo que usted es una pesimista rebelde.
—Bueno, definitivamente no soy optimista. Soy alguien que a menudo siente que va a pasar lo peor. La gente parece cometer los mismos errores todo el tiempo: políticamente, románticamente. No estamos condenados al fracaso, pero sí a una especie de incomprensión sobre cómo hacer para progresar y no repetir los mismos errores y problemas. En ese sentido, sí tengo una perspectiva pesimista. Mi madre tenía una sensibilidad alemana, que históricamente es una forma pesimista de ver las cosas. Alcanzó la mayoría de edad durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces, tal vez el pesimismo esté en mi ADN, pero seguramente está en mi educación.
—En tiempos de nihilismo, el dolor y la pérdida son sentimientos ocultos, relegados. ¿Por qué le interesaba abordar estos temas?
—Eso es algo que me ha sorprendido toda la vida. Son sentimientos que todo el mundo experimenta: todo el mundo pierde gente, pierde a sus padres, algunos pierden a sus hijos, todo el mundo pierde cosas. Todos tenemos dolor y pena, pero la gente no habla de eso. Hay un par de frases que se dicen, como “Lo siento” o “Avísame si puedo hacer algo”, pero, aunque se digan con sinceridad, no son más que una fórmula. Son las emociones más importantes que tenemos y no parece haber un lenguaje poderoso para hablar de ellas. Y en las personas que sufren a menudo se da un sentimiento de vergüenza. Al menos aquí, en Estados Unidos, te hacen sentir que decir: “No me siento muy bien, estoy deprimida” es como cruzar una línea. Yo creo que desde que la psicoterapia se volvió en algo muy común, esos temas pasaron a ser apropiados para hablar con el terapeuta, pero no en una cena.
Nos comportamos como si fuera una enormidad escuchar a alguien, como si no tuvieran derecho a pedírtelo
—Justamente, el otro tema de las novelas que está asociado al duelo es la empatía.
—Es que eso está erosionando nuestra calidad de empatía y de ponernos en el lugar del otro. Nos comportamos como si fuera una enormidad escuchar a alguien, como si no tuvieran derecho a pedírtelo. Creo que la gente tiene miedo de ser demasiado empática porque sienten que podrían ser un felpudo. Acá decimos “No seas un felpudo”. Pero, por otro lado, la empatía es algo natural en las personas. Por eso los libros y las películas funcionan.
—¿Piensa en la muerte?
—Claro, cuando llegas a cierta edad piensas en la muerte. Es natural y no es necesariamente algo malo. Tu vida se está acortando, debes enfocarte en el hecho de que no estarás aquí para siempre: qué quieres hacer, cómo vas a comportarte, qué te importa. La mayor parte de mi vida adulta pensé en el suicidio; en lo que dice Albert Camus sobre que es la única pregunta filosófica. Yo creo que quiere preguntar es si vale la pena vivir la vida. Si no es así, vámonos. Pero si sí lo es, ¿qué hace que valga la pena vivir? Hay personas, como Simone Weil, que se volvían locas sobre cómo es posible vivir día a día cuando hay gente inocente que sufre.
—Es llamativo que en las novelas no juzga ni al que se suicida ni a quien se decide por la eutanasia.
—Hay un gran número de personas que dicen que el suicido es egoísta, que es terrible, que el suicida está tratando de vengarse de otros. Yo creo que todo eso está mal. Es un misterio lo que sucede cuando una persona se quita la vida. Es tan poderoso que no tienes derecho a juzgarlo con dureza. No sabes lo que ha pasado. Es tan dramático que no me parece fácil decir que simplemente fue por egoísmo. Tal vez podrías desear haberlo detenido o ayudarlo, pero no creo que debas condenarlo. Tengo una enorme empatía con cualquiera que lo haya hecho. Y lo mismo con la eutanasia.
—¿Hay límites para la eutanasia?
—Tengo sentimientos muy fuertes al respecto. Estoy de acuerdo con las personas que trabajan en cuidados paliativos en que no estamos abordando esto de la manera correcta. En Estados Unidos tenemos un sistema de atención de salud que no funciona. Buena parte del dinero se destina a mantener con medidas extremas la vida de las personas que, en ciertos casos, ni siquiera quieren que lo hagas. Yo creo que hay que considerar la eutanasia cuando realmente no hay esperanza de cura, cuando la persona sabe con certeza que los próximos días o meses van a ser muy dolorosos y aterradores, o cuando quiere estar despierta en el momento de morir. No estoy de acuerdo con la idea del suicidio asistido a personas que sufren de depresión o enfermedades mentales; eso me resulta demasiado impreciso. Nunca estuve en la situación de mi personaje en Cuál es tu tormento, pero si estuviera en la situación del amigo moribundo querría que alguien me ayudara. Es necesario que sientas empatía por la otra persona para entender por lo que está pasando y no decirle, como solemos hacer, “siempre hay esperanza, tienes que luchar hasta el final”. No es justo.
—Déjeme llevarla a un terreno menos oscuro. Cuando salió El amigo, usted dijo que era una cat-person, lo que me sorprendió muchísimo. Ahora, en su nueva novela, el gato tal vez sea el único personaje con un final feliz.
—¡Es cierto! Pero sólo después de haber sufrido mucho.
—¿Qué busca decir cuando habla de perros y gatos?
—Como mucha gente, a mí me gustan mucho los animales. Puedo verlos todo el día. No tengo perro, pero a veces los observo en el parque durante 45 minutos. Son maravillosos. ¡Y son tan divertidos! Creo que lo que me gusta es lo que sacan a relucir en las personas. No sé si esta frase la inventé o la leí en alguna parte: “Lo que me hace no renunciar totalmente a la humanidad es que los perros nos aman”. ¡Tiene que haber algo! Un hombre está paseando a un perro, tú haces contacto visual con él y él mueve la cola. No le importa que seas un desconocido. (Hay excepciones, claro, hay perros enojados. Y, por cierto, cuando hablo de perros quiero decir perros y gatos). Me gusta lo que hacen en las personas. Este es un ejemplo extraño: no me gusta nada Putin, pero me conmueve su actitud hacia los tigres. Algo bueno tiene Putin.
No sé si esta frase la inventé o la leí en alguna parte: “Lo que me hace no renunciar totalmente a la humanidad es que los perros nos aman”
—En Cuál es tu tormento menciona el discurso de Faulkner cuando recibió el premio Nobel. ¿Qué representa Faulkner para usted?
—Es una pregunta interesante, porque, en realidad, no soy una gran admiradora de Faulkner. Es un genio, pero no es mi modelo. Me cautivó lo que dijo en el discurso del premio Nobel, sobre la importancia que tiene lo que eliges escribir, pero nunca me consideré como una escritora en su estilo. Los que siguen esa línea son siempre sureños. Es “el escritor del Sur” y todos los escritores del Sur han tenido que lidiar con él.
—¿El amigo y Cuál es tu tormento podrían ser novelas de aprendizaje para adultos?
—¡Sí, puedo ver la idea! Creo que en parte es porque quería que el lector sintiera que estaba hablando con él. Hablo contigo y ya sé que tú sabes lo que siento. No hay sorpresas. Quería mantener una relación íntima con el lector. Y un tono íntimo. Particularmente en El amigo quería que el tono fuera tranquilo. El mismo tipo de tono con el que recibirías una carta de amor. Algunas personas lo malinterpretaron y salieron reseñas que decían El amigo era una carta de amor al mentor que se había suicidado. No, no, no. La intimidad es con el lector. La carta de amor es para el lector.
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