“…en verdad, vivimos como murciélagos o búhos,
trabajamos como bestias y morimos como gusanos”
(Margaret Cavendish)
Inclasificable
Una de las cuestiones que más llaman la atención es la producción diversa y extraordinaria de Margaret Cavendish: su trabajo es difícil de clasificar. Poeta, dramaturga, filósofa, Cavendish mezcla los géneros y las disciplinas. Le decían Mad Marg, la loca Margaret, y ese mote funciona como una síntesis de la situación de la mujer filósofa en el contexto en el que le tocó vivir. Era la loca porque se salía del molde y porque proponía ideas que estaban fuera del marco de la filosofía académica. Siri Hustvedt dice sobre Cavendish en la novela El mundo deslumbrante: “La duquesa a veces se vestía de hombre, con chalecos y sombreros de ala ancha. Inclinaba la cabeza en lugar de hacer una reverencia. Era una curiosidad barbilampiña, una confusión de roles. Se representaba a sí misma como una máscara o una mascarada”.
Cavendish no figura en el diccionario de José Ferrater Mora y no se estudiaba cuando cursé la materia Filosofía Moderna en la Universidad Nacional de Tucumán. Cavendish era una outsider siendo noble, era una “sentimental” siendo racional en sus argumentaciones y era una loca siendo reflexiva en sus escritos.
¿Qué nos depara Fantasías filosóficas? El libro fue escrito en tres semanas y fue publicado en 1653. No había sido traducido al español. Breve, gracioso, lírico y reflexivo, reúne textos escritos en prosa y otros en verso. En algunos capítulos leemos la combinación de ambas posibilidades textuales. Los capítulos son brevísimos y el tono oscila entre la osadía, la petulancia, la ironía y el humor. Cavendish tenía conciencia de su propuesta irreverente y, quizás por eso, no dejó de escribir al ser vista como marginal en el sistema científico y filosófico de la época. Discutió con Descartes y Hobbes, a los que conoció personalmente, y repensó el lugar del pensamiento y la imaginación en relación con los animales y las plantas.
Todo es materia
Para la autora, el universo es material y la materia es infinita y eterna. Los espíritus son pequeños cuerpos, una forma sutil de materia. “No hay primera materia ni primer movimiento, porque materia y movimiento son infinitos, y siendo infinitos deben… ser eternos”, dice Cavendish. En la materia hay grados y existen infinitas figuras, esto significa que hay desde lo más pequeño a lo más grande. Esto significa que la materia contiene “infinitos grados de conocimiento e infinitos grados de sentido”. “La mente es materia en movimiento o materia movida”.
En contra del atomismo sostiene que hay una sola materia “porque si fuera dividida en grados hasta volverse un átomo, ese átomo seguiría siendo la misma materia, tanto como el mayor de los volúmenes. Sin embargo, no podemos decir más pequeño o más grande, más denso o más tenue, más suave o más duro en el infinito”. En consecuencia con lo dicho, el vacío no existe: “Si en la naturaleza los grados iguales deben ser, / todo estar lleno y vacío no puede haber… El infinito puede continuar, contrayendo y dilatándose, /despacio, por grados, y o separándose”.
Para Cavendish, la muerte no es ausencia de vida sino la continuación de esta bajo otras figuras: la “muerte o corrupción no es una ausencia de vida sino un movimiento expulsivo que aniquila las figuras que el movimiento erector había realizado”. Los distintos grados de materia son movidos por los espíritus de vida. La vida no es otra cosa que materia en movimiento movida por diferentes tipos de espíritus; y como los espíritus son versiones más sutiles de materia, el paso de la vida a la muerte implica una nueva configuración de la materia guiada por los espíritus. La muerte no es el fin de lo vital o material sino la descomposición de la forma actual de una figura; por tanto, la muerte implica el paso de una forma a otra, de una figura a otra dentro de las posibilidades de la materia: “A medida que la figura se disuelve, los espíritus se dispersan, llevando sus diferentes cargas para hacer otras figuras. Como cuando una casa se destruye por el paso del tiempo, o se arruina por accidente; sus materiales se utilizan para otras cosas, en ocasiones, para construir de nuevo otra casa”.
Como la materia es eterna, con la muerte solo cambia la composición de los fragmentos de un cuerpo: “La muerte es la aniquilación de la impresión, no del molde de las figuras; porque los moldes de esas figuras de ser humano, bestia o planta, cualquiera sea su tipo, nunca serán aniquilados mientras dure el movimiento y la materia, que puede ser siempre; dado que el molde de todas las figuras se encuentra en la potencia del movimiento y la sustancia de la materia”.
Materialismo fantástico
Materialismo fantástico o materialismo de la fantasía se podría llamar a la propuesta de Cavendish. En uno de los apartados se refiere a un mundo en el que según los cambios en las complexiones se pueden obtener figuras diversas, figuras que escapan a las clasificaciones de la realidad. En este sentido la autora imagina un mundo paralelo que amplía las posibilidades del mundo. Se podría decir que es el mundo de la ficción. Lo notable es que ella no ubica esas posibilidades fuera de lo real o fuera de la materia sino que las imagina como parte del mundo material. Cavendish propone una especie de ontología de la ficción. En otro lugar propuse la idea de una teoría ontológica del subjuntivo. Cavendish imaginó esa ontología, solo que lo hizo cuatro siglos antes:
Y así el sol podría ser como una mujer radiante,
su cabellera ondulada, los rayos fulgurantes.
Sus ojos una luz plateada emitirían,
y, al dormir, el mundo sería como la noche oscurecida.
O las mujeres podrían ser de alabastro,
suaves como marfil pulido sin rastro.
O cristal transparente donde los corazones exponer
y que todo el mundo sus falsedades pueda conocer.
O bien, estar hechas de lirios y rosas blancas,
bellas y dulces, para deleitar las almas.
O bien, ser como tulipanes recién cosechados,
vestidos por naturaleza con colores animados.
Así, cada año, jóvenes vírgenes florecerían,
aunque se marchiten y pudran con el paso de los días.
Mientras están frescas, abejas se posarían en su pecho
y sacarían miel para su provecho…
Actualidad de Cavendish
¿Qué tiene para decirnos un libro publicado en 1653? ¿Qué puede decir un libro escrito por una duquesa que se sentía vilipendiada como filósofa? Evidentemente es un hecho inusual que haya permanecido no traducido durante casi cuatrocientos años. Ese hecho ya indica que no se le otorgaba valor. También nos enfrenta a un problema. ¿Cómo leer las teorías metafísicas de una mujer que habla de espíritus como una forma de materia sutil? Las teorías de Cavendish resuenan de otro modo en el contexto actual. Poeta, dramaturga, filósofa, entrecruza prosa y poemas y no reverencia a la sagrada filosofía académica. Al contrario, escribe como si la filosofía y la imaginación fueran lo más importante y con una fresca actitud irreverente.
Mucho antes que Nietzsche, Cavendish pone en escena un estilo episódico, fragmentario, un estilo que enfatiza la escritura y el modo de poner por escrito los pensamientos. Cavendish usa alternativamente la prosa y el verso. No se ajusta a un método rígido y la furiosa plasticidad de su modo redunda en una propuesta renovadora más allá de que algunas ideas suenan vetustas o anacrónicas. La razón da paso a la imaginación y la imaginación se combina con los razonamientos. El título del libro sugiere la combinación: fantasía filosófica. Sin embargo, no creo que se trate de una filosofía fantástica sino más bien de una pensadora que no se ajusta a los cánones de la época. En todo caso, Cavendish hace un esfuerzo por pensar por cuenta propia. Discute con Descartes sobre la posibilidad de que los animales y plantas tengan pensamiento. Recordemos que Descartes considera a los animales autómatas sin pensamiento. En contra del francés, Cavendish sostiene que los animales y las plantas tienen un tipo de espíritu y que pueden conocer:
Si todo tiene razón y sentido, entonces
puede haber humanos, bestias, aves y peces:
Ellos tienen, al igual que vegetales y minerales,
para expresarlos, a su modo, la complexión de animales.
Vegetales y animales, como el hombre, pueden conocer,
por más que como árboles y piedras deban crecer…
La propuesta de Cavendish “da que pensar”, como decía la filósofa tucumana Lucía Piossek. ¿Hemos logrado salir del dualismo cartesiano? Aunque no acordemos con las especulaciones de Margaret Cavendish, su punto de vista nos hace volver a reflexionar sobre el asunto.
Conversaciones
En una de sus cartas sociales, Cavendish escribió: “Cuando ambas estemos muertas, podrías aspirar a una conversación de almas”. Cavendish habla como si hubiera querido iniciar su libro con una teoría sobre el género. Su fascinación por la conversación la empuja a desear un diálogo después de la muerte. La palabra y el pensamiento pueden ir más allá de la muerte, diríamos siguiendo a Quevedo: amor constante más allá de la muerte.
En Fantasías filosóficas incluye un diálogo entre el alma y el cuerpo. Quizás sea este uno de los fragmentos más fascinantes:
Escribo y escribo, y tal vez nunca sean leídos;
mis libros y yo, juntos en la tumba reunidos.
En el poema, el alma le anuncia al cuerpo que cuando él parta ella también morirá. El cuerpo le pregunta al alma qué puede hacer para que viva. Le pide que le indique un acto noble “donde la vanagloria no haga falsos pactos” y le solicita orientación “para hacer felices a aquellos que tienen pesar”. El alma le responde que “eso es imposible, a menos que todos los corazones puedan dividirse en iguales proporciones”. Resignado, el cuerpo le ruega que deje de buscar “la fortuna que hace al mundo venerar y adorar”.
En uno de los retratos de la autora hay una inscripción. El texto es un poema rimado. El ímpetu que mueve las palabras lidia con el deseo de fama y con el prejuicio de los hombres de su tiempo:
Mira el dibujo de su alma, su ingenio, su juicio,
luego lee las líneas que escribió sin desperdicio,
dibujadas por el lápiz de la fantasía,
piezas que solo ella puede decir, son mías.
Pensemos que Cavendish vivió, en cierta medida, en el mundo de Francisco de Quevedo, John Donne, Descartes y Hobbes. Entre los destellos de estos escritores y pensadores, ella quiso brillar con luz personal. Aunque no conoció a Newton, sus pensamientos dialogan con los principios filosóficos del físico inglés y se anticipa a las elucubraciones fantasiosas de un cierto tipo de filósofo romántico.
La loca Margaret Cavendish no sabía –no podía saberlo– que sus versos se han convertido en espejos que evidencian el poder insospechado de la imaginación. Su prosa reflexiva abre una puerta a las discusiones de nuestro tiempo.
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