De Hitler a Trump: cuando las teorías conspirativas se retroalimentan de la realidad

Del nazismo y el panfleto antisemita de los Sabios de Sión a la ultraderecha republicana: un libro y dos documentales cuentan cómo surgen estos relatos y se traducen en acciones políticas

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Sir Richard J. Evans es uno de los historiadores más prestigiosos sobre la Segunda Guerra Mundial
Sir Richard J. Evans es uno de los historiadores más prestigiosos sobre la Segunda Guerra Mundial

En la genial novela Los siete locos, de Roberto Arlt, el protagonista Remo Erdosain se involucra en una conspiración tramada y dirigida por El Astrólogo que –financiada por burdeles instalados a lo largo del país– desataría la revolución social en la Argentina. La obra central de Arlt describe este movimiento político delirante que sólo brinda potencia a una narración clave del siglo XX y de la literatura nacional. A la fecha, no se conoce que haya habido émulos de El Astrólogo en la variopinta hacienda de la política argentina –aunque no se descarta que burdeles o sucedáneos de los lupanares hayan tenido que ver con algún capítulo de nuestra historia política nacional–. Los siete locos fue propuesta como ficción y así fue leída desde su publicación a estos días.

Sin embargo, hay relatos ficcionales que tienen incidencia en la historia humana al ser leídos como “verdad” y que hoy se ven potenciados. Sucede que la “posverdad” no es un fenómeno hipernovedoso, sino que ha cambiado sus ropajes aunque mantiene incólume su peligrosidad. Así lo muestran el libro Hitler y las teorías de la conspiración (Crítica), escrito por Sir Richard J. Evans, uno de los historiadores más prestigiosos sobre la Segunda Guerra Mundial, y los documentales de HBO Max Cuatro horas en el Capitolio y Q: en la tormenta, ambos de gran calidad y claridad.

"Hitler y las teorías de la conspiración: el Tercer Reich y la imaginación paranoide" (Crítica) de Richard Evans
"Hitler y las teorías de la conspiración: el Tercer Reich y la imaginación paranoide" (Crítica) de Richard Evans

El prólogo de Hitler y las teorías de la conspiración termina con estas palabras (que dan comienzo, entonces, al centro del texto): “Este es un libro de historia, pero es un libro de historia dirigido a la era de la ‘posverdad’ y los hechos alternativos, un libro para los agitados tiempos de nuestro presente”. Evans revisa cinco “mitos urbanos” –los podríamos llamar así– que revisten la forma de “conspiraciones” de la era previa, contemporánea y post Hitler, pero ligados todos al régimen nazi y sus devenires. El libro busca datos, archivos y fuentes para desmontar las “conspiraciones” que, de una manera u otra, responden a intereses políticos que se valieron de estas construcciones para legitimar acciones no ya peligrosas, sino hasta genocidas.

Por caso, el libro empieza con el origen y la difusión de Los protocolos de los Sabios de Sión, un clásico del antisemitismo que no solamente les brindó un sustento pseudoteórico a los pogroms (linchamientos en masa) en la Rusia imperial y en el Este europeo, sino que fueron consignados por Hitler en Mi lucha como un libro fundamental para la construcción del pensamiento nazi. Sin embargo, frente a lo que se podría suponer, Hitler sólo hace una escueta mención de Los protocolos…, que ya contaban con cierta popularidad y que luego formaban parte del “sentido común”, a tal punto que ya instalado el régimen nazi se publicaban ediciones populares para que el panfleto llegase a todo aquel que no lo tuviera.

El texto es un rejunte de párrafos cortos con ideas básicas que conforman un manual para principiantes del antisemitismo y sus autores lo titularon Informes de los “sabios de Sión” sobre los encuentros mantenidos en el Primer Congreso Sionista, celebrado en Basilea en 1897. El pastiche fue elaborado en Rusia alrededor de 1903 y mezcla el panfleto antisemita El discurso del Rabino, supuestamente un texto filtrado que transcribe las palabras de un gran rabino frente a un auditorio con la presencia de las 12 tribus de Israel, entre ellos judíos prominentes como banqueros, empresarios y hombres influyentes en la realeza y la política, en carácter secreto. Para completar el pastiche, toma partes de un texto realizado por el jesuita Barruel que señalaba que la Revolución Francesa había sido realizada por la conspiración conjunta de masones, Iluminatti, judíos y otros grupos secretos. Una particular banda de amigos, se ve.

Adolf Hitler habla en el Parlamento alemán.
Adolf Hitler habla en el Parlamento alemán.

El texto fue publicado por primera vez en Rusia, en 1903. Como dato curioso, se podría consignar que la comunidad judía desconocía, en gran parte, las ideas del sionismo de Herzl –que propugnaba el regreso a Palestina, en aquel momento bajo el Imperio Turco Otomano– y que, por el contrario, sus grandes masas tenían un propio partido socialista, el Bund, que tuvo un papel activo en la revolución de 1905, que instauró por primera vez los soviets en Rusia. La derrota de la rebelión dio espacio a las Centurias Negras, grupos de choque derechistas que respondían al zar y a los sectores elevados de la sociedad, a organizar progroms contra los judíos a lo largo de toda Rusia.

Las versiones, cada vez mejor editadas y elaboradas, de Los protocolos… producían, incluso entre quienes no los leían, la noción de que los “judíos”, eran el enemigo, compuesto por banqueros, intelectuales y revolucionarios. Otra vez, una juntada particular. En 1920 se publicó en Weimar, la breve república democrática que sustituyó a la autocracia del Káiser Guillermo, y en medio de un clima fervoroso, contagiado también por la triunfante revolución bolchevique en Rusia en 1917, se convirtió en un éxito de ventas, a tal punto que al comenzar Hitler su régimen ya había habido 33 ediciones.

Alemania tenía una tradición asentada en el antisemitismo, con figuras que militaban la conspiración de los judíos y, a la vez, planteaban la degradación racial de ese pueblo, entre quienes se contaba a Richard Wagner, a su yerno Chamberlain que escribía libros sobre la cuestión y así.

Al mencionar Hitler (que denunciaba sobre todo el complot contra la raza aria mediante la mezcla de arios y judíos) una línea de Los protocolos… en Mi lucha, esto produjo que Joseph Goebbels, su jefe de propaganda, estudiara el panfleto para el acervo de la ideología nazi. Un clima de época: Henry Ford, el empresario de la marca de automóviles estadounidense, había escrito El judío internacional, su propio aporte al antisemitismo y los desastres históricos que causaba y causaría. Ya en medio de la guerra, en mayo de 1943, Goebbels volvió a leer Los protocolos... y escribió en su diario: “Quizás no sea una obra genuina, pero quien la inventó era un crítico brillante de nuestra era. (...) El Führer es de la idea de que Los protocolos pueden aspirar a ser un documento absolutamente genuino. Nadie es capaz de describir el afán de dominio mundial de los judíos tan bien como los propios judíos”.

Debe recordarse que la Solución Final hitlerista ya había comenzado en enero de 1942 y significó el genocidio de seis millones de judíos en toda Europa. Mientras tanto, Hitler y Goebbels comentaban Los protocolos… a la hora del almuerzo. Para Evans, el rol del panfleto no era necesariamente su lectura: con su existencia acompañaba a las masas a aceptar lo que la ideología nazi daba como verdad. Su influencia era indirecta, más que directa. Y así y todo, trágicamente efectiva.

Adolf Hitler y Eva Braun
Adolf Hitler y Eva Braun

El primer capítulo del libro de Evans revisa Los protocolos de los Sabios de Sión, sus orígenes, los procedimientos de armado del pastiche, su difusión en las primeras décadas del siglo XX, el rol que tuvo el panfleto para el nazismo y el antisemitismo del que hacía estandarte y actúa como una novela sobre el recorrido de un texto ignominioso, como la novela sobre un personaje despreciable. Luego examina el mito de la conspiración urbana de la República de Weimar, que jugaba contra el rol heroico de las fuerzas armadas en el frente (cuando eran derrotadas y los soldados huían a mansalva), que fue tomada también por el nazismo para condenar a los socialistas y comunistas post Káiser.

El tercer capítulo revisa el incendio del Reichstaig, que los nazis atribuyeron a los comunistas y que fue la excusa para imponer el estado de sitio permanente durante el resto del régimen, mientras los miembros del PC argumentaban una conspiración nazi para acusarlos a ellos y así legitimar su persecución, cuando la evidencia histórica indica que fue obra de un individuo solito y solo, a pesar de que el asunto se debatió incluso judicialmente por décadas. La siguiente novela (en el sentido de qué novelón se armaron en la cabeza) se refiere al vuelo de Rudolf Hess, que había llegado a ser uno de los lugartenientes de Hitler, a Escocia para proponer a las autoridades británicas un acuerdo de paz por separado. Si Hitler sabía, si no, si mandó matar a los que sabían, si no, si los derechistas ingleses defendían a la supuesta misión oficial secreta de Hess (fue así, ya que lo primero para ellos era la derrota del estalinismo soviético). Etcétera y fascinante.

Y, last but not least, el capítulo de cómo Hitler no murió, sino que llegó con Eva Braun a la Argentina y vivió plácidamente en la comarca de Bariloche. Es un capítulo del libro de especial curiosidad para el lector, quizás en particular para el lector ultraderechista argentino que, bueno, se decepcionará. Ah, las conspiraciones: hay de todo gusto y color.

El director de la serie documental "Q: en la tormenta" investigó durante tres años el fenómeno Q o Qanon
El director de la serie documental "Q: en la tormenta" investigó durante tres años el fenómeno Q o Qanon

Los documentales de HBO Max traen a la actualidad la teoría (y usos prácticos) de la conspiración. Q: into the storm (Q: en la tormenta) es una miniserie documental dirigida y filmada por Cullen Hoback y producida por Adam McKay (¡sí, el mismo director de comedias de Will Ferrell, productor de Succession y director de la reciente y amada y odiada Don’t look up!) que se introdujo durante tres años en la búsqueda de comprensión del fenómeno Q o Qanon y que, todo indica, logró resolver el problema que fue parte central de la periferia lunática, pero masiva, del fenómeno Trump en los años de su mandato.

Para comprender la cuestión, hay que señalar que una de las enmiendas constitucionales de los Estados Unidos protege la libertad de expresión en grado extremo, lo cual puede estar muy bien, pero que produjo en los tiempos de Internet que hubiera portales que se jactaran de poder publicarlo todo: desde lo que antes se conocía como snuff (videos de asesinatos supuestamente reales, que bajaron su cotización con los reales asesinatos de los narcos colombianos o los terroristas de ISIS), a proclamas antisemitas, racistas, homofóbicas, misóginas, nazis y todo lo que puede estar mal en el mundo, regados por memes, youtubers y, seguramente ya veremos, tiktokers de esa calaña.

La serie documental "Q en el ojo de la tormenta" examina cómo el líder anónimo Q usa las teorías de la conspiración para influir en la política.

Ese no es el objeto del documental, sino que en uno de estos portales, 4chan, comenzó a publicar mensajes cortos cual gotas de sabiduría política derechista, un usuario que se hacía llamar “Q”. Así, nada más. Ante una oferta de un padre e hijo particulares, el creador y administrador de 4chan viajó a Filipinas, donde el sitio fue potenciado como 8chan mientras Q sólo elegía esa plataforma para esparcir su mensaje en cuotas, que eran esperadas con ansiedad por sus seguidores, quienes comenzaron a hacerse llamar “Qtubers” y explicaban qué quería decir Q en sus videos hasta extravagantes personajes que se postulaban en nombre de Q. La acusación de un funcionario de Trump acerca de una pizzería en Queens, NY, en cuyos subsuelos se encontraban algunos miles de los 80 mil niños desaparecidos en los Estados Unidos y que eran sometidos a violaciones y luego comidos por jeques árabes, miembros del poder y, claro, la famosa caníbal infantil Hillary Clinton, encontraba eco en Q y refrendación en sus seguidores de la perversión del poder, digamos, de “la casta”.

La búsqueda del director acerca de quién o quiénes era Q producía que viajara a Medio Oriente con frecuencia, y constantemente por los Estados Unidos, y que mostrara en el documental el funcionamiento de los creyentes de una conspiración que, raro pero quizás no tanto, encontraban un líder sin nombre ni rostro. Aunque algunos decían que se trataba directamente de Trump, o de su asesor de comunicaciones, el híper derechista Steve Bannon. Entre otras especulaciones.

El 'Chamán de QAnon' durante el asalto al Capitolio en enero de 2021
(foto: Brent Stirton)
El 'Chamán de QAnon' durante el asalto al Capitolio en enero de 2021 (foto: Brent Stirton)

El movimiento Qanon se convirtió en uno de masas y participó organizadamente de la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021 (si recuerdan: el señor en cueros, pero con sombrero de piel y cuernos, formaba parte de Qanon). Luego de ese episodio inédito en historia estadounidense, las sanciones contra los servidores que alojaban a los mensajes de Q hicieron que tuviera que desaparecer hasta mejor (es decir, peor) momento. Las escenas de la toma del Capitolio con música folk que remite a las marchas por los derechos civiles en los sesenta y setenta le brindan una factura estética asombrosa a un episodio deleznable con el que tendrá que convivir quien habite la Casa Blanca, aunque no deba sorprender ya que la historia de los Estados Unidos suele abundar en episodios vergonzantes.

El documental "Cuatro horas en el Capitolio" muestra la irrupción de manifestantes pro Trump en el Capitolio durante la sesión en la que se designaría como presidente a Joe Biden.

Sobre este episodio en particular se centra Cuatro horas en el Capitolio, documental que compagina imágenes de la irrupción de los manifestantes pro Trump, cuando se trataban en sesión plenaria de senadores y representantes las actas de votación que erigirían como presidente a Joe Biden. El documental suma las imágenes que fueron tomadas con cámaras de los manifestantes que marchaban por Trump, por los celulares que todo lo filman todo el tiempo, por las cámaras reglamentarias de los policías adosadas a sus uniformes o por algunos camarógrafos profesionales que registraban los hechos. También cuenta con testimonios de los diputados que estaban en el recinto mientras los manifestantes ingresaban al Capitolio, de los manifestantes mismos convencidos de su acción, de algunos analistas, y de los pocos policías que defendieron el parlamento.

Así permite conocer los distintos grupos que surcaban la manifestación. Claro, los Qanon, pero también los Proud Boys (organización que sólo permite varones, cristianos y patriotas), los Cowboys for Trump y un sinfín demencial de grupos y personas que dan una muestra de los Estados Unidos hoy. Uno de los manifestantes, convencido de la toma del Capitolio, dice a cámara: “Mientras haya ochenta mil niños y niñas violados y comidos por el poder en los subsuelos de una cadena de pizzerías, lo nuestro es un acto de amor”. Bueno. Este texto comienza haciendo alusión a El Astrólogo y su revolución financiada por burdeles. A la vista de estos documentales, quién sabe si la imaginación de Arlt no era, después de todo, una muestra de las posibilidades del realismo.

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