El arte, como el pensamiento, puede producir ideas y a veces anticiparse a ellas. Algo de eso sabe Pauline Fondevila, quien desembarcó en Ushuaia unos días antes para preparar la performance con que abrirá la nueva edición de La noche de las ideas, que tendrá este jueves su inicio local desde el punto más austral de este evento que se realiza en un centenar de países. Artista multifacética nacida en Le Havre, Francia, e instalada desde hace más de una década en Rosario, Fondevila vivió siempre cerca del agua –previamente residió en Barcelona–, cuya superficie dio origen a La promesa del mar, una pieza que inicialmente concibió para su ciudad natal y que también navegó el río Paraná hace unos años.
“El punto de partida de mis trabajos casi siempre es el lugar geográfico en el que estoy, así que la presencia del agua generó muchas obras”, le dice esta dibujante, música, escritora y performer a Infobae Cultura. Otro ejemplo reciente es la pieza que presentó meses atrás en la Fundación Proa, 13 lunas sobre el Riachuelo, un dibujo mural que se nutre de la historia portuaria de La Boca y la contaminación de la cuenca para desarrollar un relato enmarcado en el universo visual de la artista. Y especialmente se reflejan las aguas del Paraná en sus dos novelas breves publicadas por la editorial rosarina Iván Rosado, Una casa y un tambor (2014) y Cinco días en Colón (2018).
“No fue un plan, ni un proyecto, ni siquiera algo que había querido o que estaba buscando. Solo se presentó esa posibilidad una noche de invierno en casa de A., y no la descarté. Al contrario, tomé la propuesta muy en serio e hice lo posible para que se pudiera dar. Al día siguiente, con algo de dinero, una libreta, un libro y un atado de cigarrillos, me fui a pasar cinco días en Colón”. Así comienza su segunda nouvelle, que como la anterior y como sus dibujos, reúne los elementos suficientes –ni uno más, ni uno menos– para armar un espacio de creación en el que mezcla el azar y la atención hacia el entorno que la acoge. Unos días antes de viajar a Ushuaia, Fondevila dialogó a través del teléfono desde Rosario con Infobae Cultura.
–Vas a participar de La noche de las ideas con La promesa del mar, una performance que ya hiciste en otros puertos y que cada vez se va adaptando a un entorno particular. ¿Cómo la pensaste para esta oportunidad?
–Es una pieza que pienso para un idioma y para un paisaje, o para el idioma de ese paisaje, así que se va adaptando al imaginario del lugar donde la presento. En Ushuaia habrá algunas velas que navegaron en el Paraná pero también otras nuevas. En ese sentido es también una pieza que pienso mucho en términos de canción, porque siempre la vuelvo a hacer con motivos diferentes. Y además por lo breve, porque funciona con la economía de recursos de una canción o de un poema. Me tienta la capacidad referencial que puede tener un verso, por eso siempre hay frases de canciones, por ejemplo de Calamaro, Gardel o Gilda.
Por otro lado, si bien La promesa del mar la pienso yo, está puesta en movimiento por niños y niñas. Se hace siempre con veleros optimist, que soportan hasta cierto peso, entonces la energía de la infancia es la que mueve la pieza. Es ahí donde hallo esa idea de reconstrucción que articula a esta edición del evento. El optimist es el primer velero en el que uno puede navegar y es interesante porque es un formato universal, en todas las escuelas de vela del mundo se aprende a navegar con optimist, que además tiene este nombre particular que resuena con la temática de La noche de las ideas y une a toda esta comunidad de niños del mundo entero más allá de un lugar propio.
–En tus dibujos justamente se advierte esa mirada desprejuiciada del mundo infantil…
–Hay algo en la fantasía seria de la niñez que me atrae mucho. Si bien puede ser un mundo muy fantasioso el de los niños, ellos lo toman muy en serio a la vez. Me gusta esa capacidad de poder dibujar horas y perderte en un mundo imaginario.
Volviendo a la pregunta anterior, La promesa del mar también la pienso mucho como esos juegos de niños donde juegas a ser pirata o aventurero. Esta cosa de tomarse en serio algo que aparece como ingenuo va a estar presente en la versión para Ushuaia con un guiño muy directo a Greta Thunberg. Hace un tiempo escuché un discurso de ella en el que destacaba el poder de una mirada ingenua. Difícil no nombrarla como alguien que trae la esperanza de una reconstrucción, además de su juventud y de que en cierta forma es una marinera. Ella no viaja más en avión sino que usa medios marítimos. La propuesta de cambiar el mundo y de paradigma puede parecer ingenua pero quizás sea lo único que hay que tomar en serio hoy en día para salir de donde estamos.
–En esta performance se enlazan las distintas facetas de tu arte. El dibujo y las canciones, como dijiste, y también la escritura, donde aparecen inquietudes similares. ¿Le das prioridad a alguna de estas expresiones sobre las demás?
–Va surgiendo todo un poco a la vez según la necesidad. Siento que son parte de una sola cosa que va pasando por distintos momentos y lenguajes.
–Desde lo visual hay una resonancia con la obra de otros artistas locales que trastocan lo cotidiano y familiar en algo onírico y extravagante, pero no pierden lo sencillo. Con algunos de ellos tenés un vínculo cercano, por ejemplo Max Cachimba. ¿Sentís más afinidad con los modos artísticos particulares de nuestra región?
–Me reconozco en los artistas que manejan una economía de recursos, más allá de las fronteras. Por lo general considero que menos es más. Acá en Argentina encontré un grupo de artistas que me interesan muchísimo y en ese sentido sí me siento bastante a gusto en el mundo cultural argentino. Efectivamente hay muchas obras que hacen eco en mí y artistas que admiro.
–En tu nouvelle Cinco días en Colón recreás con cierta fantasía el instante fortuito que determina tu estadía permanente en la Argentina. El relato también refleja la situación ambigua en la que estabas atrapada entonces. ¿Cómo te ves ahora, más de diez años después, y cuál es tu mirada de este país que en tu imagen previa era “una llanura austera e infinita”?
–Obviamente mi visión y mi comprensión de la Argentina ha cambiado porque hace mucho que estoy acá, pero igualmente siempre me siento un poco de paso. A lo mejor es mi vida de artista que me mantiene un poco alerta. Creo que me cuesta la idea de instalarme en un lugar, aunque por supuesto la novela me dio la oportunidad de inventarme un origen y de inventar mi relación con el entorno cercano, que es lo que se puede hacer con el arte y con la autoficción como la practico yo.
Pasaron muchas cosas en el país desde que llegué en 2006, 2007, y también en el mundo y en mi vida. Todavía tengo la capacidad de descubrir cosas acá y perderme, pero estoy más anclada, si bien siempre cargo con cierta melancolía de Le Havre. Haber tenido un hijo acá me hizo encontrarle un sentido más genuino a mi argentinidad, puedo ver el país a través de los ojos de alguien que nació en este suelo y que piensa en el futuro desde acá, de un modo muy diferente a la niña francesa que fui yo en Normandía en los años 80.
–Tanto esa nouvelle como tu primer libro, Una casa y un tambor, juegan con algunas tradiciones literarias como el diario íntimo o las crónicas de viajeros. Sin embargo, lejos de estar cargadas de referencias, son relatos frescos que se desprenden de todo lo que les antecede. ¿Escribís directamente en español o tus textos pasan primero por tu lengua materna?
–Los dos libros los escribí directamente en español, en parte por una cuestión de honestidad con el lenguaje que uno decide usar. Me parece un poco artificial escribir en francés acá, y además lo que quería contar involucraba un nuevo punto de partida, ya sea en una isla o en una ciudad costera. Entonces usar el español me permitió ser más honesta y directa con el proyecto.
Las tradiciones que uno puede notar están tan naturalizadas que al momento de escribir se transmiten solas y no las evito, sino que hago con eso para poder tocar ese sentimiento de estar desubicado, en un lugar inesperado. No sé muy bien cómo lo podría trasladar al francés, pero es lo mismo que pasa en la navegación con los veleros, que te lleva el viento y no controlás dónde vas, hasta que terminás encontrando algo que no pensabas encontrar. Eso es lo lindo de un proyecto artístico, salir de lo programado.
–¿Qué escritores argentinos leés?
–Me gusta mucho Selva Almada y autores de la misma editorial en la que publico (Iván Rosado) como Ezequiel Alemián. También lo que hace Fernanda Laguna, con quien me siento bastante cercana por una cuestión generacional y en el trabajo con distintos lenguajes. En general me interesan los artistas inquietos que se mueven en distintos canales. Disfruto mucho las canciones, los dibujos y los libros de Antolín, con quien toqué hace poco con mi banda Perro Fantasma.
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