Isabel Allende, la escritora de habla hispana más leída del mundo, tiene nuevo libro, “Violeta”. Ambientada sobre todo en la Patagonia chilena, pero con momentos en Argentina, Miami y Noruega, la novela aborda diversas temáticas, desde el feminismo y las violaciones a los derechos humanos hasta la homosexualidad, las pasiones amorosas, la infidelidad e incluso el calentamiento global.
Sin embargo, “lo que más importa son las relaciones humanas, es eso lo que me interesa contar en las novelas”, destacó la autora de La casa de los espíritus. Asimismo, se reconoció como una “romántica empedernida”: “El amor mueve al mundo y le da un sabor lindo a la vida, y además es indispensable para la literatura”.
La idea original del libro surgió tras la muerte de la madre de Allende a los 98 años. Sabiendo que ambas habían tenido una relación muy estrecha que se había plasmado en las miles de cartas que intercambiaron, algunos amigos le sugirieron que escribiera un libro sobre la vida de su madre.
Cuando se sintió más fuerte tras esa pérdida, la autora comenzó Violeta inspirada en su mamá, pero también con una marcada diferencia: la protagonista es una mujer que se sustenta a sí misma y a buena parte de su familia. “Mi madre fue una mujer bella, inteligente, irónica y con gran visión para los negocios, pero fue educada para permanecer sometida a su marido. Por eso nunca logró la independencia económica”, cuenta a los periodistas.
Esta épica y emocionante historia de una mujer cuya vida abarca los momentos históricos más relevantes del siglo XX empieza y termina con una pandemia. Cuando comenzó, Allende no tenía un plan detallado sobre quién sería o qué le pasaría exactamente a su personaje, aunque sí tenía claro que hablaría de un siglo entero, de esos cien años que podría haber vivido su madre. Francisca, madre de Isabel, había nacido en 1920, en tiempos de la llamada gripe española, y murió un año antes de que se declarara la pandemia de coronavirus aún activa.
La lucha de las mujeres por su liberación tiene además un papel determinante en el libro. Violeta es una mujer que rompe estereotipos y puede forjarse un porvenir, algo que les era negado a las mujeres de su tiempo. De algún modo, Violeta no es la historia de Francisca Llona, sino de lo que hubiese podido ser la madre de la autora, de lo que a Isabel, su hija, le hubiese gustado que fuese.
En la novela, Allende recorre casi un siglo de vida de una mujer que nace en el seno de una familia chilena conservadora y adinerada, que cambia radicalmente cuando queda en la calle por la Gran Depresión. Moldearán su vida algunos de los grandes sucesos de la historia: la lucha por los derechos de la mujer, el auge y caída de tiranos y, como se ha dicho, dos pandemias.
Allende comenzó a escribir Violeta en tercera persona, pero “el tono de la novela empezó a fluir cuando me di cuenta de que tenía que escribirla en primera persona; ahí apareció la voz genuina del personaje”, cuenta la escritora chilena, “y fue como si la novela ya estuviera escrita y sólo faltara tipearla”.
En una carta dirigida a una persona a la que ama por encima de todas las demás –su nieto Camilo, a quien ha criado desde el día en que nació–, Violeta le dice que su vida es digna de ser contada no tanto por sus virtudes como por sus pecados. Rememora así devastadores desengaños amorosos y romances apasionados, momentos de pobreza y también de prosperidad, pérdidas terribles e inmensas alegrías.
Un nuevo tiempo político en Chile
Allende se alegró con la victoria de Gabriel Boric, porque “es una generación joven que asume el poder” y señaló: “En Chile, los viejos carcamanes de la política y del mundo financiero se tienen que ir para su casa o para un asilo”. “Además no es que solamente gana la presidencia este joven y nombra un gabinete con 14 mujeres y 10 hombres, sino que a ese Gobierno le va a tocar aplicar una nueva Constitución. Y esa nueva Constitución es una oportunidad de preguntarse qué país queremos”, señaló la escritora chilena.
En ese sentido expresó su expectativa porque “entre los puntos que se han planteado para redactar la Constitución está una absoluta paridad de género. Se ha planteado también la inclusión de todos en su redacción, incluidos los pueblos indígenas”. “Hay que aceptar que Chile es un país diverso. También hay muchos puntos respecto a la defensa de la naturaleza que son novedosos para nosotros. Y hay que tratar que todo eso sea parte del país sin dañar el sistema económico, que ha dado progresos a Chile, pero muy mal distribuidos, lo que ha creado una desigualdad tan pavorosa que la gente está furiosa”, afirmó.
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