Luego de que el libro La traición de Ana Frank de la canadiense Rosemay Sullivan postulara que el delator de la autora del famoso diario fue el abogado de la comunidad judía de Ámsterdam Arnold van den Bergh, en un intento de proteger a su propia familia, media docena de especialistas e investigadores criticaron la hipótesis y señalaron varias debilidades de la investigación.
La pregunta sobre quién traicionó a Ana Frank y a su familia motorizó durante ocho décadas todo tipo de investigaciones y elucubraciones. Esta semana se publicó La traición de Ana Frank, la obra de la canadiense Sullivan en la que un equipo especializado en casos sin resolver, convocado por el cineasta Thijs Bayens y dirigido por un ex agente del FBI, postula que el delator del paradero de la niña del Diario que murió de tifus en el campo de concentración de Bergen-Belsen, habría sido Van den Bergh, que intentó, sin éxito, proteger a su propia familia de los nazis.
”Hemos investigado 30 sospechosos en 20 escenarios diferentes, lo que nos deja con un escenario al que nos gusta referirnos como el más probable”, explicó en una entrevista Bayens, responsable de reunir al equipo por el agente retirado del FBI Vincent Pankoke, e inmediatamente advirtió: “No estamos ciento por ciento seguros”. En agosto de 1944, los nazis dieron con el escondite de la familia Frank y la deportaron al campo de concentración. Las hermanas Ana y Margot murieron en Bergen-Belsen. Ana tenía 15 años. De los Frank solo sobrevivió el padre. La prueba que corrobora la teoría sobre la traición del escribano es una nota transcripta en 1946 por Otto Frank, padre de Anna, mientras hacía sus propias indagaciones sobre el destino de su familia, informó Pieter van Twisk, citado como líder de la investigación.
El nombre de Van den Bergh apareció en una nota anónima remitida a Otto al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Aún se desconoce quién la redactó y el original no se pudo encontrar, pero el investigador halló en el archivo del hijo del policía que siguió el rastro de esa información una copia hecha a máquina por el hombre. Esa es la prueba citada en el libro. Según los investigadores, en ese papel se le informaba al progenitor que los datos de su refugio “fueron reportados a la Jüdische Auswanderung (oficina de emigración judía) por A. van den Bergh”, quien “vivía cerca del parque Vondelpark, en Ámsterdam” y quien habría confeccionado una lista de direcciones para ese organismo”.
Sin embargo, la investigación de La traición de Ana Frank ya tiene detractores a horas de la publicación del libro. En declaraciones al diario New York Times, media docena de expertos arremetieron contra el libro en el que el ex investigador del FBI narra las conclusiones de sus seis años de investigación y señalaron los agujeros que pueden hacerla fracasar como hipótesis. El historiador holandés David Barnouw sostuvo que él había estudiado la posibilidad de que Van den Bergh fuera el culpable, pero que la descartó porque solo había una prueba: la nota anónima.
Emile Schrijver, actual director del Jewish Cultural Quarte de Ámsterdam, consideró que “la evidencia es demasiado escasa” para señalar a alguien de forma tan tajante: “Es una acusación muy grave que se ha hecho valiéndose de muchas suposiciones. La realidad es que no se basa más que en un pequeño papel”.
Ronal Leopold, director de la Casa de Ana Frank, coincidió con Schrijver y advirtió que debe investigarse más a fondo y que, al menos por el momento, “no hay absolutamente ninguna base para llegar a una conclusión”. La existencia de una lista con los escondites de refugiados que podría haber hecho el Consejo Judío de Ámsterdam, organización en la que estuvo Van den Bergh, es uno de los mayores enigmas. Según la investigación, el abogado habría ido entregando poco a poco la información a los nazis para ganar tiempo para él y para su familia. Según Laurien Vastenhout, investigadora del Instituto NIOD para Estudios de Guerra, Holocausto y Genocidio, la hipótesis es confusa: “¿Por qué las personas escondidas proporcionarían sus direcciones al Consejo? No tiene ningún sentido”. Explicó, además, que el Consejo Judío estaba bajo un escrutinio especial por parte de las fuerzas de ocupación y que hubiera sido muy arriesgado tener estas listas a disposición.
Fuente: Télam
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