Anticipo de “Pogromo. La semana trágica antisemita”, de Gabriel Montoya

El libro revela en detalle las causas y consecuencias de los ataques a la comunidad judía ocurridos en Buenos Aires, durante la Semana Trágica de enero de 1919, hace 103 años

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"Pogromo", de Gabriel Montoya, analiza
"Pogromo", de Gabriel Montoya, analiza la instalación de estereotipos antisemitas durante la Semana Trágica de enero de 1919

La denominada “caza del ruso”, en referencia a la persecución contra la comunidad judía, no puede entenderse por fuera del contexto de la prolongada huelga de fines de 1918 y comienzos de 1919 y el “Gran Miedo” que se apoderó de las clases dominantes.

Esta coyuntura exacerbó los sentimientos nacionalistas de los sectores conservadores y direccionó todo su odio, transformándolo en acción, en una hipotética defensa de lo nacional contra lo que identificaban como una agresión extranjera perpetrada por enemigos internos.

Si bien la matanza ocasionada por la represión oficial y la parapolicial no discriminó entre nacionalidades ni ideologías, la animadversión contra los judíos fue superior como consecuencia de las décadas de circulación de ideas antisemitas en el país, particularmente por el generalizado estereotipo que asemejaba todo lo ruso a lo judío. Esta situación tuvo una repercusión fuertemente nociva para la comunidad israelita luego de la Revolución Rusa.

El escritor José Mendelson consideró
El escritor José Mendelson consideró "un juego de niños" la persecución a los judíos en la Rusia zarista comparada con estos ataques de 1919 en Buenos Aires

Otro grupo de inmigrantes que al igual que la comunidad judía sufrió un particular ensañamiento fue el de los obreros catalanes. El odio hacia ellos estaba signado por su identificación con el anarquismo, ideología a la que las clases dominantes responsabilizaban desde hacía años de cualquier agitación social. El diario La Razón publicó el 13 de enero sobre la llegada de inmigrantes al país: “Las últimas oleadas que arrojó la represión sangrienta de la revolución de Cataluña y los castigos de la autocracia rusa, llenaron nuestro medio y lo saturaron artificialmente de vehemencia y odio de clases, factores ignorados, hasta hoy, en nuestras luchas interiores”. Dos días después el medio se refería a los responsables de la huelga: “Para muchos los sucesos ocurridos son obra de rusos, catalanes y obreros. Cierto es que la mayoría de los agitadores violentos son maximalistas y rusos; pero también los hay de otras nacionalidades y criollos”.

Los catalanes, muchos de los cuales contaban con una amplia experiencia en participación política, habían arribado en gran número después de 1909, cuando se produjo la Semana Trágica española, deportados por el Gobierno o escapando de las persecuciones oficiales. La denominación de Semana Trágica que tomaron los sucesos de Buenos Aires de enero de 1919 a partir del título que la revista Caras y Caretas le dio a su crónica fotográfica, se aplicó en referencia a los hechos ocurridos en Cataluña una década antes y que fueron conocidos de esa forma.

Un aspecto singular y que facilitó la persecución contra los judíos fue la sencilla identificación por su mayor concentración poblacional en barrios como Once o Villa Crespo, y el fácil reconocimiento a partir del idioma y la vestimenta.

El 10, 11 y 12
El 10, 11 y 12 de enero de 1919 recrudecieron los ataques contra la comunidad judía

Así como no existen datos certeros sobre las víctimas de la represión durante la huelga, en alusión al pogromo antisemita las referencias son aun más dispersas. Los hechos ocurridos se pueden reconstruir a partir de distintos testimonios de protagonistas, algunas publicaciones de la época y también resultan sumamente valiosas distintas obras de ficción surgidas a partir de la persecución.

Los días en que los ataques contra los judíos, sus domicilios e instituciones se dieron con mayor violencia fueron el 10, 11 y 12 de enero. Si bien durante el ataque contra el cortejo fúnebre del día 9 se pudo identificar al menos a un manifestante judío muerto que formaba parte de la organización Avangard, no es posible adjudicar su muerte a su condición de judío sino que más bien fue una víctima más entre los numerosos trabajadores asesinados. El día 10 coincide con la primera jornada de la ocupación militar que comandó el general Dellepiane y con la aparición de los grupos civiles armados que no solo colaboraron con las fuerzas represivas, sino que también actuaron por su cuenta con el visto bueno de la policía.

Uno de los grupos que esa tarde le ofreció su ayuda al jefe de la policía Elpidio González fue el Comité Nacional de la Juventud, de tendencia conservadora. El diario La Nación publicó su comunicado: “Atendiendo a la imperiosa necesidad de que todos los ciudadanos cooperen al restablecimiento de la normalidad a fin de que precisamente los pleitos obreros se resuelvan tranquila y jurídicamente, manifiesta al Sr. Jefe, que en caso de que la autoridad considere necesario el apoyo civil para contrarrestar la acción subversiva de los elementos aludidos, las personas de esta agrupación estarían dispuestas a prestar su ayuda”.

Distintas asociaciones civiles cooperaron con las fuerzas del orden, como el Tiro Suizo de Belgrano que ofreció 300 fusiles Máuser a la Comisaría 29ª. En la Comisaría 17ª otro grupo de civiles invitó a los vecinos a colaborar con la policía y en las Seccionales 13ª y 31ª los patrullajes los realizaron los civiles. Otras convocatorias fueron realizadas por las fuerzas políticas, como el Comité de la Capital de la Unión Cívica Radical que presentó a sus afiliados para colaborar con la policía.

Disturbios en los Talleres Metalúrgicos
Disturbios en los Talleres Metalúrgicos Vasena, en la esquina de La Rioja y Barcala

El testimonio como testigo presencial publicado en 1951 por el escritor Juan Carulla, que inició su militancia política en el anarquismo y luego viró hacia posiciones conservadoras de ultra derecha, es esencial para comprender el escenario que se vivió en el barrio de Once, uno de los sitios neurálgicos del accionar conjunto de las fuerzas represivas y los grupos civiles armados. “En medio de las calles ardían varias piras formadas con libros y trastos viejos, entre los cuales podían reconocerse sillas, mesas y otros enseres domésticos, y las llamas iluminaban tétricamente la noche destacando con rojizo resplandor los rostros de una multitud gesticulante y estremecida. Me abrí camino y pude ver que a pocos pasos de allí se luchaba dentro y fuera de los edificios. Inquirí y supe que se trataba de un comerciante judío al que se le culpaba de hacer propaganda comunista. Me pareció, sin embargo, que el cruel castigo se hacía extensivo a otros hogares hebreos. El ruido de muebles y cajones violentamente arrojados a la calle, se mezclaba con el grito de ‘¡Mueran los judíos!’, ‘¡Mueran los maximalistas!’. De rato en rato pasaban a mi vera viejos barbudos y mujeres desgreñadas. Nunca olvidaré el rostro cárdeno y la mirada suplicante de uno de ellos al que arrastraban un par de mozalbetes, así como el de un niño sollozante que se aferraba a una vieja levita negra, ya desgarrada, de otro de aquellos pobres diablos. Aparté, no sin repugnancia, mi mirada de aquel cuadro chocante, pero fue solamente para fijarla en otros del mismo jaez, pues el disturbio provocado por el ataque a los negocios y hogares hebreos, se había propagado a varias manzanas a la redonda”.

Ataque a los Talleres Metalúrgicos
Ataque a los Talleres Metalúrgicos Vasena, en el barrio porteño de San Cristóbal

La Nación también reflejó en sus páginas el accionar de los grupos civiles: “En cierta ocasión un sospechoso se salvó de ser atacado haciendo constar su carácter de súbdito italiano. Más tarde, en la esquina de las calles Corrientes y Pueyrredón, la participación del público en la obra de la tropa se hizo más efectiva. Muchos ostentaban escarapelas argentinas y vitoreaban a la patria, a la policía y al ejército. Los automóviles ocupados por oficiales eran aclamados vivamente a su paso. Y de pronto cesaban las ovaciones, y al grito de: ¡un ruso!, los grupos se dispersaban tras del que huía desesperadamente por la calle desierta. La persecución duraba poco. Un momento después el prófugo era entregado a la policía. No bien terminaba uno de estos episodios se veía a algún otro hombre que se debatía en un verdadero remolino de brazos pugnando por asirlo, y si aquél lograba darse a la fuga, la cacería se reanudaba. Estas escenas se reprodujeron durante toda la tarde en el mismo barrio”.

Durante la Semana Trágica los
Durante la Semana Trágica los trabajadores catalanes fueron también blanco de los ataques

José Ramón Romariz fue un miembro de la policía que durante la Semana Trágica cumplió servicio en el barrio de La Boca y se refirió a la responsabilidad del Gobierno en el papel que cumplieron las “Guardias blancas”, denominación que recibieron por aquellos días los grupos civiles armados por sus semejanzas con los que actuaron en la Rusia Zarista.

“Por haberlo autorizado el presidente Yrigoyen, el general Dellepiane dispuso que en la armería de la Guardia de seguridad de Infantería, se proveyera a esos colaboradores, en su casi totalidad, jóvenes imberbes, de revólveres Colt y la correspondiente dotación de proyectiles. Y con esas mismas armas de la Nación, destinadas a garantizar la vida de sus habitantes y a resguardar sus derechos, se les asesinaba sin conmiseración o se las usaba como medio intimidatorio para violar, vejar, saquear impunemente”.

El detenido y torturado acusado de encabezar el Soviet argentino, Pinie Wald, también describió el accionar de las “Guardias Blancas” en el barrio de Once: “Más salvajes aun resultaron ser las manifestaciones de los ‘niños bien’ traídos por la tormenta. Bajo los gritos de ‘¡Muerte a los judíos!’ ‘¡Muerte a los extranjeros maximalistas!’, celebraban orgías y actuaban de una manera refinada, sádica, torturando a los transeúntes. He aquí que detienen a un judío y, después de los primeros golpes, de su boca mana sangre en abundancia. En esta situación, le ordenan cantar el Himno Nacional. No puede hacerlo y lo matan en el mismo lugar”.

Edición del 12 y 13
Edición del 12 y 13 de enero de 1919 del periódico El Diario

Ese mismo día fueron atacados, saqueados e incendiados por la policía, el ejército y los grupos civiles armados, los locales de la comunidad judía de la Organización Teatral Israelita sobre la avenida Pueyrredón, del periódico bundista Avangard y de la organización Poalei Sion, ambos en la calle Ecuador. El Comité de la Colectividad Israelita relató el ataque a este último local: “El viernes 10 de enero a las 6 p.m. llegó frente al local de esta organización, Ecuador 645, un grupo de particulares armados con revólveres y palos, y encabezados por agentes de policía y conscriptos. Desde la calle hicieron una descarga al interior del local. Luego forzaron las puertas y ventanas y, posesionados del local, destruyeron todos sus objetos: muebles, ventanas, puertas y persianas, y quemaron la biblioteca. Al mismo tiempo, vigilantes y particulares invadieron las habitaciones de los vecinos de la casa, disparando sus armas, golpeando con los sables y las culatas de los máuseres a cuanta persona, hombres, mujeres y niños encontraron a mano. Acto continuo todos los hombres fueron detenidos y conducidos a la comisaría 7ª, siendo todos ellos cruelmente maltratados en todo el trayecto y en la misma comisaría. De aquí los trasladaron a la 9ª. Cuando se produjo el ataque al local, sus moradores llamaron auxilio a la comisaría 7ª, de donde se les contestó ‘que los manifestantes saben lo que hacen’”.

El propio Jefe de la Policía de la Capital Federal, Elpidio González, intentó justificar las detenciones a los miembros de la comunidad judía. En su explicación trató de relacionar a los miembros de la “comunidad ruso israelita” con el ataque a la Iglesia de Jesús Sacramentado y el asalto a las armerías producidos el día 9. También exculpó a los agentes de seguridad por los maltratos aplicados a los detenidos argumentando que: “la efervescencia popular propia del momento y la actitud sospechosa cuando no francamente hostil de los detenidos, haya determinado ataques contra ellos”. En relación al ataque al local de Poalei Sion el jefe policial sostuvo que sus empleados se dirigieron al local luego de oír una fuerte explosión y que regresaron a la comisaría 7ª con tres detenidos: Mauricio Ktilare, Simón Saconsky e Israel Bensión Shlafer. A éstos se los acusaba de haber disparado contra una manifestación de particulares, que iba “dando vivas a la Patria”, cuando pasaba frente a ellos.

"Jinetes arrastraban a viejos judíos
"Jinetes arrastraban a viejos judíos desnudos por las calles de Buenos Aires, y cuando ya no podían correr al ritmo de los caballos, su piel se desgarraba raspando contra los adoquines”

El escritor José Mendelson comparó las persecuciones contra los judíos en aquellas jornadas en la Capital con los pogromos de la Rusia Zarista: “Todos ellos fueron un juego de niños en comparación con lo que ocurrió en las calles Lavalle, Bermejo, Anchorena, Ecuador, Billinghurst, Valentín Gómez y otras. Pamplinas son todos los pogromos al lado de lo que hicieron en las comisarías 7ª y 9ª y en el Departamento de Policía. Jinetes arrastraban a viejos judíos desnudos por las calles de Buenos Aires, les tiraban de las barbas, y cuando ya no podían correr al ritmo de los caballos, su piel se desgarraba raspando contra los adoquines, mientras los sables y los látigos de los hombres de a caballo caían y golpeaban intermitentemente sobre sus cuerpos”.

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