Carla Guelfenbein: “La novela es un lugar donde yo estoy y empieza a entrar todo el mundo”

La exitosa escritora chilena habla sobre su última ficción, un relato coral que dibuja el universo de las mujeres a través de temas como la amistad, la pasión, el paso del tiempo, el arte, la poesía, la inestabilidad emocional, la maternidad y el fin del amor. Gabriela Mistral es una protagonista fantasma del relato

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La estación de las mujeres,
La estación de las mujeres, de Carla Guelfenbein, fue publicada por Alfaguara.

Carla Guelfenbein nació en Santiago de Chile y es una de las escritoras más conocidas y premiadas de su país. Sin embargo, la literatura no fue su primera elección a la hora de pensar una profesión. Durante la dictadura de Pinochet, su familia se vio obligada a salir al exilio y el destino fue el Reino Unido. Allí, Guelfenbein estudió Biología con especialización en Genética de Población en la Universidad de Essex y luego Diseño, en el St. Martin’s School of Art. La literatura, por entonces, solo vivía en los libros que elegía para leer.

A su regreso a Chile, trabajó para la agencia de publicidad BBDO y también fue directora de arte y editora de moda de la revista Elle. Es entonces cuando comienza la nueva vida de Carla Guelfenbein como autora de novelas vibrantes y exitosas. El revés del alma es de 2003, La mujer de mi vida de 2006, Nadar desnudas es de 2013 y El resto es silencio, de 2014. Su novela Contigo en la distancia la llevó a ganar el Premio Alfaguara en 2015 y, en 2018, publicó la celebrada novela juvenil Llévame al cielo.

Recientemente acaba de llegar a la Argentina La estación de las mujeres, su última ficción, en la que una vez más la narración tiene lugar a través de un relato coral en el que la narradora une diferentes recursos narrativos como cartas, diálogos, voces que narran en primera persona, otras historias que se cuentan en tercera. Algunas de las protagonistas -todas mujeres- pertenecen al mundo de la imaginación y se cruzan con otras que habitaron el mundo real, como Doris Dana, la albacea y amante de la gran poeta chilena y Premio Nobel Gabriela Mistral.

La amistad, la pasión, el paso del tiempo, la inestabilidad emocional, la creación, el arte, el poder de la poesía, la maternidad, el fin del amor: un enorme y potente friso de sentimientos tiene lugar en estas historias que confluyen en una misma historia y que, en su expresión, consiguen dibujar un gran mapa del universo de las mujeres tal cual se lo lee hoy, en su absoluta diversidad y potencia revolucionaria.

La banqueta de Jenny Holzer,
La banqueta de Jenny Holzer, en Barnard College.

— Te quería preguntar cómo surge la idea de La estación de las mujeres, es decir cuál es el disparador. Porque justamente al ser una novela coral y en donde hay tantas historias, imagino que hubo una que surgió primero y me gustaría que me lo cuentes.

— La verdad es que esta novela, como tú bien dices, es una novela coral en la que hay varias historias que se van entremezclando. Al principio aparecen historias que no tienen ninguna relación y es así porque, de hecho, al principio no tenían ninguna relación. Y surge de la siguiente manera: yo estaba en la Universidad de Columbia en Nueva York haciendo un trabajo para Columbia y de pronto se unen dos cosas que están en la novela: una, estoy esperando a un catedrático con quien tengo que sostener una entrevista y estoy sentada en una banqueta frente a Barnard College y de pronto me doy cuenta de que la banqueta está escrita, tiene textos y empiezo a ver que son unos textos explosivos. Empiezo a googlear y digo “a ver esta banqueta, obviamente tiene una existencia más allá de su simple y modesta de existencia de banqueta”. Y descubro que es la obra de una gran, gran artista norteamericana conceptual que es Jenny Holzer yo estaba sentada en su obra. Me puse a tomarle fotos, fue algo bastante epifánico, y que tenía un sentido aunque aún no sabía cuál era. Y luego descubro, a través de otras investigaciones, que en esa misma escuela, Barnard College, que hoy es parte de la Universidad de Columbia, se encontraron por primera vez Doris Dana y Gabriela Mistral. Doris Dana, para quienes no saben, fue la albacea de Gabriela Mistral, pero sobre todo fue su gran amor. Una mujer 30 años menor, norteamericana, muy bella, de una familia muy aristocrática, y que ella se prendó de Gabriela al verla en una conferencia que fue a dar Gabriela a Barnard. Doris Dana queda absolutamente prendada y comienza a perseguirla hasta que finalmente logra conocerla de verdad y bueno, ahí se inicia un gran amor, un amor muy tormentoso que está retratado en la novela. Entonces, ahí están estas dos anclas, Jenny Holzer con estas grandes frases, más Doris Dana, fueron el origen de esta novela, a la que después a la cual fueron sumándose otros personajes.

— Sos una persona que no sólo aprecia el arte sino que producís arte visual. Cómo impactó Holzer más allá de lo que tiene que ver con la literatura? Digo, como artista.

— A tal punto es tan apropiada tu preguntas que no me cabe ninguna duda de que esa intromisión de lo visual dentro de mí narrativa que fue la obra de Jenny Holzer dio origen a un trabajo que estuve haciendo durante mucho, mucho tiempo porque esta novela fue publicada en Chile y en España un poquito antes que en Argentina, y esto dio origen a una exposición. Una exposición que también se llama La estación de las mujeres y que es una muestra de collages que no solamente tiene imágenes que están recogidas de diferentes fuentes sino que también tiene objetos, tiene maderos, tiene telas, y cada una de estas obras, que es una obra más o menos grande, eran treinta obras, lleva una frase. No puse una frase de la novela, no puse ninguna de Jenny Holzer por los copyrights por supuesto, pero en el fondo lo que hice fue transmutar esta idea de una frase que tiene mucha fuerza y convertirla en imagen. Ella las convierte en luz, las convierte en obras en las cuales nunca abandona la tipografía. Yo las transformé en texto pero, además, en imágenes que conversan con este texto. Entonces la influencia de Jenny Holzer fue gigante.

Un collage de Carla Guelfenbein,
Un collage de Carla Guelfenbein, de su muestra "La estación de las mujeres"

— Mencionabas recién a Gabriela Mistral, que no es una de las protagonistas de la novela pero es como una especie de protagonista fantasma que la recorre, como una referencia muy importante en varias historias. ¿Qué es Gabriela Mistral para vos, que sos una escritora chilena? ¿Qué significa una mujer, una poeta, una premio Nobel como Gabriela Mistral? ¿Y cómo la estás leyendo hoy, tanto tiempo después? Porque como personaje está siendo releído en todo el mundo

— Absolutamente. O sea, yo creo que ahí la palabra clave es justamente releída. Yo creo que nosotros crecimos con Gabriela Mistral, los chilenos y las chilenas, pero en un ámbito bastante limitado. En el colegio leíamos a Gabriela pero leíamos su poesía, quizás la más inocente, “Piececitos de niño”, una poesía que relacionaba a la poeta con lo maternal, con lo protector, con lo intrínsecamente femenino en el mal sentido, lo femenino como la gran madre, exclusivamente. Sin sexo, sin anhelo, sin deseo, sin enfrentamiento con el mundo. Era una Gabriela Mistral pasada por la lavadora, ¿no?

— Claro.

— Entonces, esa Gabriela Mistral nunca me resultó demasiado atractiva. Había otras poetas u otros poetas más bien, muchas argentinas, o sea, yo encontraba infinitamente más interesante a vuestras poetas que a Gabriela Mistral. Pero de pronto me encuentro, y creo que ahí fue donde cambió completamente, las cartas de Gabriela Mistral a Doris Dana. Y en estas cartas, que son la base de la novela, de donde extraje esta pasión, empieza a levantarse una mujer que tiene carne. Y empiezo por supuesto a investigar, y empieza a crecer esta mujer que se enfrentó a un mundo totalmente no solamente machista sino homofóbico, es decir, su sexualidad es algo por lo que ella tuvo que salir de Chile para poder vivirla. Entonces nos encontramos un personaje gigante, estamos hablando de los años 30. Una época en que los temas que le concernían existencialmente a Gabriela Mistral eran muy complejos, muy difíciles y muy tabú, y que ella supo llevar esta vida. Empezó a crecer porque la cantidad de acciones que ella hizo, ella es una de las gestoras más importantes de la educación en México. Porque ahí sí le abrieron un espacio, en Chile no se lo abrían. Y hoy día leo y releo la poesía: es feroz. Y toda esa poesía que de alguna manera había quedado vedada, o había quedado como olvidada porque estaba elegido básicamente por hombres lo que se publicaba, lo que se hacía, lo público sobre todo, lo que era parte de los programas escolares. Y hoy día aparece una poesía de ella que es feroz, maravillosa. Bueno, hay varios extractos de su poesía en la novela.

Gabriela Mistral es un fantasma
Gabriela Mistral es un fantasma que recorre la última novela de Carla Guelfenbein.

— Uno encuentra en La estación de las mujeres como un friso maravilloso de diferentes modelos de mujeres. Otro de los temas que aparece en la novela tiene que ver con la enfermedad mental, que se aborda de distintos modos. ¿Pensás que hoy también se puede hablar de ese tema con menos prejuicios?

— Ay a ver, aquí tengo que mencionar algo que es súper importante. Porque el tema de la enfermedad mental no es la primera vez que lo trato y sobre todo lo traté en una novela para jóvenes que se llama Llévame al cielo. Cuando empecé a escribirla, inmediatamente surgió el tema de la enfermedad mental. O sea, para volver a tu pregunta, a mí siempre me ha interesado. Yo creo que nos atraviesa y creo que la palabra enfermedad es una palabra que tiene connotaciones sólo negativas, porque cosas que he descubierto a lo largo del tiempo escribiendo sobre esto es que la disfunción mental o la forma de funcionar de una manera diversa es también una forma diferente de vivir, es una forma de aportarle al mundo desde un lugar completamente diverso, diferente, y que yo creo que las cosas buenas del mundo, y esto es terriblemente prejuicioso lo que voy a decir pero condensa un poco la idea, las cosas buenas del mundo han sido concebidas por locos y locas, básicamente.

— Entre el arte, tu origen como bióloga genética, diseñadora, en realidad no dejaste prácticamente área humana por curiosear en tu vida, pero tu mirada desde la perspectiva estética también tiene mucho que ver con esto. Ahora, mencionabas tu novela juvenil, estamos hablando de otras novelas suyas, ¿qué pasa con la cuestión de lo coral? ¿Por qué es necesario para vos escribir desde varias voces para abordar una historia?

— Me encanta que me hagas esa pregunta porque yo me la he hecho muchas veces y he llegado a varios lugares. No conclusiones, pero a varios lugares. Uno tiene que ver con el collage, y no es casualidad de que finalmente mi primera exhibición visual, el lenguaje visual haya sido el collage, que es de alguna manera la idea de traer materiales de diferentes lugares para conformar una realidad que se construye en función de estos elementos disímiles, ¿no? Y que se transforma en algo que tiene otro mensaje, el mensaje de cada uno de estos elementos que conforman un collage tienen algo en sí mismos, pero una vez que se conjugan se transforman en otra cosa. Cuando estudiaba diseño también trabajé el collage y tiene que ver en el fondo con mi concepción de la realidad. Es decir, la realidad es la suma de diferentes miradas. Y que estas diferentes miradas pueden dar cuenta de una manera más aproximada de lo que constituye la realidad que si es a través de un solo lugar. En la literatura existe lo que se llama el punto de vista, ¿no?

— Sin duda.

— Eso es la literatura moderna. Yo diría que lo que define la literatura moderna es el punto de vista. Y el punto de vista de ese personaje que está narrando una realidad, una historia o su propia vida, es una versión parcial. Todas mis novelas son de alguna manera una suerte de collage en el cual a través de diferentes voces, de diferentes miradas, intento construir un cuerpo de realidad. Un poco eso es lo que creo que me llama constantemente a trabajar literariamente lo coral.

— Escribís mucho y hace varios años con regularidad. Al mismo tiempo Carla dictás talleres literarios que son muy conocidos. ¿Cuándo escribís?

— Ay, todo el tiempo. Mi vida es bastante simple en ese sentido. Me dedico mucho, todos los días escribo. O sea, imagínate que ahora en abril del próximo año publico una nueva novela y ya estoy escribiendo otra.. O sea, de La estación de las mujeres vienen dos más.

— Impresionante.

— Para mí la novela que estoy escribiendo es un lugar. Una habitación, un cuarto, donde yo estoy y donde empieza a entrar todo el mundo, todo lo que va aconteciendo. Yo no tengo una forma orgánica de escribir en el sentido de que sé lo que voy a escribir, sino que se van sumando cosas. Creo que también eso tiene mucho que ver con lo coral, se van sumando ideas, sensaciones. Si yo no estoy habitando ese espacio, me siento muy desamparada y me ha ocurrido, entonces ya tengo una forma por la cual, cuando cuando estoy empezando a soltar una novela, empiezo a pensar en la otra. Porque necesito un lugar, un cuarto donde ir a guarecerme cuando ése se haya cerrado. Si no, me quedo a la intemperie y de verdad me siento muy desamparada. Entro en todo tipo de cuestionamientos existenciales profundos y no es en absoluto constructivo.

(Risas) Comprendo perfectamente. Suelo decir que trabajar mucho no es necesariamente un talento, de lo que se trata es que uno necesita no pensar en determinadas cuestiones… A propósito, quería preguntarte si pudiste escribir durante la parte más dura de la pandemia. Si te sentiste limitada en el aislamiento o si, por el contrario, encontraste más espacio para este lugar del que estás hablando.

— Bueno, ahí se conjugaron varias emociones, como para todos, ¿no? Todos tuvimos unos altos, unos bajos, unas tormentas, una calma después de la tormenta. Todas esas emociones creo que no hay nadie que no las haya experimentado. Pero claro, uno tiene que hablar desde su lugar y en mi caso, habitualmente yo viajo, viajaba muchísimo, o sea cuatro, cinco veces al año, y desde hace muchos años, hace más de 10 años que estoy viajando con esa regularidad. Y todo se organizaba, la vida se organizaba un poco en función de esos viajes. Por lo tanto, al comienzo fue difícil, fue sentirme un poco atrapada. Así que fue como intentar reestructurar más que nada mi cabeza. Y una vez que entré en este nuevo ritmo, la verdad es que fui muy feliz porque, al final, yo no soy una persona muy gregaria, diría soy que poco gregaria, y esto de tener licencia para no tener que ver a nadie, y además tener la tranquilidad de que el resto del mundo tampoco estaba viendo a nadie, es decir, estaban todos encerrados...

Otro collage de la muestra
Otro collage de la muestra de Carla Guelfenbein.

— No te estaba perdiendo nada, digamos.

— Claro. Tengo esa dualidad, ¿no? Entre la ansiedad de que me estoy perdiendo algo y las ganas de quedarme encerrada para siempre. Entonces, la verdad fue muy fructífero. Escribí muchísimo. También empecé a hacer otra exposición visual, que la dejé botada por ahora. Pero medité muchísimo, leí muchísimo, estuve viviendo acá con mis dos hijos. Vimos familia, hicimos trabajo juntos, arte, cada uno hacía lo suyo. Fue bellísimo, bellísimo. La verdad es que de pronto, incluso, lo echo de menos. Sin echar de menos por supuesto el Covid.

— Me imagino. Recién hablábamos de los viajes, y yo pensaba que no sólo siempre viajaste mucho sino que además viviste mucho afuera y en tus novelas aparecen frecuentemente personajes chilenos fuera de tu país. ¿Qué pensás que te da o te dio la distancia para mirar tu país y tus orígenes?

— Interesante... De hecho, no hay ningún personaje de todas mis novelas que sea una mujer que viva en Chile. Todos los personajes son personajes desarraigados de alguna manera. La mayoría son chilenas o chilenos pero no viven en Chile. Y eso responde a un desarraigo, o sea, también son cosas por las que siempre me pregunto. Al principio, uno no tiene intención de crear estos personajes, estos personajes aparecen, comienzan a tomar una vida y a ser una obra en sí mismos. Y, la verdad, es que he llegado a la conclusión de que al final soy como producto de un desarraigo original, un desarraigo que tenemos nosotras dos en común, digamos, que son nuestros ancestros que llegaron a Latinoamérica huyendo. Huyendo, buscando una identidad, buscando una identidad en este continente que los acogió, y que en mi caso son mis abuelos. Pero, luego, una generación después, que es la generación de mis padres, tienen que huir nuevamente, ¿no? Mis abuelos, por ser judíos y mis padres, por ser de izquierda.

— Claro.

— Tú sabes que mi madre estuvo presa, estuvo desaparecida. Y bueno, producto de eso tuvimos que salir de Chile. Y nuevamente fuimos como expulsados de este útero que, de alguna manera, habíamos logrado construir como familia, que era ser ciudadano chileno. Y, de pronto, somos expulsados de vuelta a Europa pero llegamos a Europa y, por supuesto, no somos europeos, somos chilenos, pero chilenos exiliados, que hemos sido expulsados. Entonces, yo creo que ahí es el origen de este desarraigo primario. Y luego vuelvo y no soy ciudadana chilena tampoco. Todavía, después de haber vivido todos estos años de vuelta en Chile, hay códigos que aún me resultan extraños. No solamente eso, no logro comunicarme profundamente con aquellas personas que han vivido toda su vida anclados en esto. Hay algo que no calza.

— Ahora, es interesante lo que decís porque lo que te quería preguntar usaste la palabra, me impresiona, me impresiona esta comunión, porque te quería preguntar cómo estabas viviendo los cambios en Chile en relación a la actitud ciudadana. Usaste la palabra ciudadano y justamente me parece que lo más fuerte que está pasando en Chile tiene que ver con un cambio concreto en la actitud ciudadana. ¿Cómo lo estás viviendo?

— No, a ver, ha sido muy, muy complejo yo diría. Todo lo que está alrededor del 18 de octubre de 2019, no simplemente el día, todo lo que provocó esa revuelta popular fue maravilloso. O sea, yo iba todos los días a la calle, yo y otros cientos, miles y miles de chilenos que salimos a la calle ya intentando romper ciertos cánones y ciertas estructuras que tenían a la mayoría de los chilenos ahorcados en deshonor, en humillación, económicamente. Porque ha habido mucho abuso, en este país ha habido mucho abuso y un abuso que permaneció de alguna manera oculto. Esta oligarquía, esta derecha, aparecía como buena, ¿no? Bondadosa, intentando hacer cosas por Chile y por detrás, hoy día lo sabemos mejor que nunca después de que Piñera apareciera en los Pandora Papers haciendo negocios, es una derecha muy sucia. Y que ha dejado a los chilenos en una posición increíblemente frágil en todos los aspectos, las desigualdades en este país son gigantes, y aparecemos como un país ganador, como un país desarrollado, cuando debajo de esa capa está todo esto. Y esto es lo que surgió el 18 de octubre, del movimiento del 18 de octubre. Y fue maravilloso. Y desembocó, por supuesto, en el plebiscito...

"Yo creo que últimamente las
"Yo creo que últimamente las mujeres hemos avanzado en el planeta lo que no avanzamos en 150 años", dijo Guelfenbein.

— Y en la Asamblea para redactar una nueva Constitución.

— Es que lo ganamos por el 80%, es decir Chile completo, no era simplemente votar por una nueva Constitución sino que, sobre todo, era votar en contra de mantener una situación, el status quo que se había mantenido durante todos estos años. Así que esos fueron tiempos muy felices. Y ahora estamos armando todo esto y no es fácil, hay montones de situaciones que dejan en evidencia la fragilidad de lo que estamos construyendo.

— ¿Cómo estás viviendo los cambios en materia del tema de género de los últimos años?

— Yo creo que últimamente las mujeres hemos avanzado en el planeta lo que no avanzamos en 150 años, digamos. Lo último importante que nos ocurrió fue que nos dieron el derecho a voto y luego toda esta apertura, todo este emplazarse en la sociedad como seres autónomos, como interlocutoras válidas frente a las cosas que están discutiéndose en el mundo. El debate y la ley de aborto. En Chile, nuestras Tesis, que atravesaron el mundo con “El violador eres tú”. Son movimientos, son ideas, que están definitivamente cambiando el mundo. Creo que las cosas más importantes que han ocurrido en todos los ámbitos tienen que ver con este lugar nuevo que estamos empezando a ocupar las mujeres.

Gabriel Boric durante la celebración
Gabriel Boric durante la celebración de su victoria en Santiago. (Bloomberg)

— ¿Y cuál es tu opinión sobre el triunfo de Boric y su próxima llegada a La Moneda como presidente?

— El triunfo de Gabriel Boric es un triunfo monumental. Es el presidente elegido con más votos en la historia de Chile y el más joven. Viene a suceder a un mandatario acusado de delitos económicos, y que para el estallido del 2019 disparó contra los ojos de la gente. Boric representa el surgimiento de una nueva generación en nuestro planeta. Las causas por las cuales él aboga son aquellas por las cuales los jóvenes del mundo están luchando: el calentamiento global, los derechos humanos, los derechos de las mujeres, de la comunidad LGTB, de las comunidades indígenas y de los inmigrantes. Posee, además, dones escasos en la política: flexibilidad y apertura. Dones que demostró con creces en las semanas que mediaron entre la primera y la segunda vuelta, cuando era necesario crear alianzas verdaderas y abrir la discusión con sectores democráticos que en la primera vuelta no lo habían apoyado. También en el discurso que dio el día de su triunfo, tal vez uno de los discursos más inspiradores que he escuchado nunca. Sin embargo, el camino que tiene hacia adelante no es fácil. Mal que mal, un 44 por ciento de la población votó por un ultraderechista. Boric se enfrenta a una derecha dispuesta a sabotear como sea cualquier intento gubernamental que ponga en peligro su poder económico. A esto se suma el hecho de que en el Senado no tiene mayoría para poder implementar con eficiencia y rapidez los cambios que plantea. Se enfrenta además a un país arrasado por la pandemia. Un escenario adverso que requerirá no solo de voluntad, inteligencia y temple de su parte y de la de sus colaboradores, sino también la voluntad de nosotros los chilenos de -en lugar de ponerle más piedras en el camino- acompañarlo en estas dificultades. “Que la esperanza le gane al miedo” fue nuestro lema para ganarle al miedo impartido por la ultraderecha, y le ganamos. Ahora nuestro desafío es que la esperanza le gane a la impaciencia, a la intolerancia y a los extremismos. Difícil desafío. Pero en absoluto imposible.

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