Desde los 60, Marta Minujín viene produciendo happenings e instalaciones que interpelan a públicos masivos con sus obras a gran escala y que proponen una revisión de los mitos universales para construir nuevos sentidos: en este 2021 todo ese caudal efervescente de producción artística cosechó una serie de hitos inéditos a nivel local y global, como la instalación en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), la centralidad de su trabajo en el reordenamiento del Reina Sofía y el Honoris Causa que le otorgó la Universidad Di Tella.
Durante este año la artista argentina revalidó su trayectoria a partir del doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Di Tella y distintas muestras dedicadas a su obra, en paralelo con una consagración internacional que tuvo hitos como la presentación en Manchester, Inglaterra, de su colosal obra El Big Ben acostado con libros políticos –una réplica del famoso monumento inglés de 42 metros de alto y recubierto con 20.000 libros–; la llegada al MoMA con una videoinstalación realizada en 1968 y el protagonismo otorgado a su obra en el reordenamiento de su patrimonio que acaba de presentar el Museo Reina Sofía, de Madrid.
Peculiar e identificable con sus grandes anteojos espejados que cubren un rostro alargado, su pelo platinado y una figura delgada embozada en enteritos coloridos o con intensidades de rojos en general, como muchas de sus obras y colchones flúor, Minujín (Buenos Aires, 1943) tuvo un año intenso entre muestras, viajes y proyectos, incluido el doctorado Honoris Causa que le concedió la Universidad Torcuato Di Tella, los primeros días de noviembre.
Autodidacta en gran medida en su práctica y con un vínculo constante con sus seguidores por medio de Instagram (@martaminujin), Minujín expone sus pasos y procesos ante un público atento y resiliente. No solo el reconocimiento y las nuevas obras se filtran entre máscaras y juegos de la artista o su tradicional “arte, arte, arte” o “vivir el arte” y explicaciones sobre sus obras, sino que la memoria de sus proyectos, los pasados y los futuros son parte constitutiva del “mundo Marta”.
Ese universo creado por la artista pop es capaz de aunar un itinerario dibujado y documentado, que va desde el Carlos Gardel de fuego en Medellín (1981), la torre de pan lactal en Irlanda, la instalación del obelisco de pan dulce en Buenos Aires, la proyectada estatua de la libertad acostada recubierta con hamburguesas; hasta las referencias al pago de la deuda externa, acción que realizó con Andy Warhol, y el maíz como pago, entre otras variantes del mismo tema. Influenciada por Alberto Greco, creador del Vivo-Dito (acto de señalar una obra de arte), la cultura pop y una escena artística muy efervescente, desde los años 60 Minujín viene generando hitos como su interacción con el Instituto Di Tella y el grupo de artistas que trabajaba sobre las acciones, happenings y arte efímero –en ese marco se gestó “La Menesunda” de 1965 co-creada con Rubén Santantonín–, las siete becas obtenidas para poder dedicarse al arte y su primera obra vendida a los 41 años –como contó en una charla con el grupo Mondongo en el marco de la feria ArteBA–, logros que le permitieron desarrollar su creatividad en ciudades como París y Nueva York.
El reconocimiento internacional de este 2021 estuvo marcado por su llegada al MoMA con la videoinstalación Minucode realizada en 1968, así como por el protagonismo que tomó su obra Amor a primera vista que fue foto de tapa de la muestra (una escultura blanda de la serie de sus coloridos colchones) en el reordenamiento del patrimonio del Museo Reina Sofía de Madrid y la exhibición “Itinerario del 68″, en ese mismo museo español, que introduce a los artistas latinoamericanos.
Minujín produce y proyecta también grandes instalaciones que interpelan públicos masivos con obras que buscan derribar “mitos universales” –como los denomina– para construir nuevos mitos. En ese sentido, este año “acostó” la emblemática torre londinense Big Ben en el Festival de Manchester (que fuera en otra época una ciudad industrial) en el Reino Unido: El Big Ben acostado con libros políticos en septiembre de este año rememora el monumental Partenón de la 14 Documenta de Kassel (Alemania, 2017) como homenaje a la democracia, o el más emblemático de 1983 realizado en Buenos Aires, por ejemplo.
Sin embargo, entre los hitos de este año, la extensa trayectoria tuvo su reválida con el doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Di Tella, “por su destacada contribución al arte contemporáneo y a la cultura argentina”. Acerca de esta distinción, la propia Minujín expresó que el Instituto Di Tella, el emblemático espacio que dio lugar a la investigación entre los 60 y los 70, había creído en esos jóvenes de 20 años, a la vez que indicó que para ella el arte siempre “estaba arriba de la política, en otro nivel, porque los artistas pueden ver el futuro y marcan un camino de creatividad consigo mismos”.
”Cada persona es creadora. El tema es que hay que darse cuenta que uno es un creador, y también tener la fuerza de llevarlo a cabo. Cada artista que se sienta genio tiene que ser genio. Me parece genial que le den el premio a una mujer, después de que vino toda la revolución de las mujeres”, manifestó. En su intervención también afirmó que “el arte no tiene sexo” y no hay necesidad de diferenciar una obra por quién la realiza, porque “el arte está por encima, no hay un imposible. Si uno lo piensa, lo posible se hace posible”, y la autorreferencia a sí misma es indispensable, como una constante en sus comentarios cimentados en su trayectoria. “El arte es una cuestión de ideas, es abstracto”, marcó como diferencia.
Para Minujín siempre fue “el arte o la vida. No podía hacer otra cosa que eso. O morir o crear”, dijo en ese acto de premiación cuando contó sobre la falta de dinero para pagar el transporte público de regreso a su alojamiento, en Nueva York, por aquellos años en los que creó Minucode, la obra de arte inmersivo por la cual el museo neoyorquino le dedica una sala en su cuarto piso. ”Creo que este premio honra, es para el futuro; es para que el premio Nobel no sea solo para escritores o poetas”, dijo sobre su doctorado. “No hay un premio Nobel para el arte, y el arte es una manera de conocer el mundo, lo que viene, el futuro y el pasado”. Y es por ello que agradeció “por los años por venir para que sean reconocidas las mujeres, la pintura y el arte como una forma de conocimiento, que es cultura. Hacer arte es producir cultura”, afirmó ante la concurrida audiencia.
En el escenario nacional, Minujín presentó Pandemia (2020), una pieza que estuvo colgado en el hall del Museo Nacional de Bellas Artes, y que dialoga a la distancia con la nueva obra en proceso, Vacunación global, también con innumerables tiritas pintadas, en tonos azules, que se propone ser objeto de exhibición el año próximo en el mismo museo. Otra de sus propuestas artísticas fue Implosión, situada en la Fundación Santander, concebida como arte de participación, que comienza con las obras Conceptos entrelazados (una escultura blanda) y Autorretrato mediático” (una cabeza de mujer, la de la propia Marta) ubicada en un espacio al aire libre –en la terraza del edificio ubicado en el Distrito de la Artes–.
En el hall, Arte inmersivo, un cubo con proyecciones y música en su interior, como espacio contenido, acotado y bajo techo, como contraparte. Es más, se invita al espectador a ser parte, interactuar, algo frecuente y buscado por la artista visual. De hecho, esta continuidad de sus propuestas se plasma en la recreación de Comunicando con tierra (1976), un nido de hornero gigante realizado en barro y ubicado en medio de una amplia sala del Centro Cultural Kirchner (CCK), que se acompaña con documentación, fotografías, objetos y videos. En el CCK, el nido, es parte de la gran exhibición “Simbiología. Prácticas artísticas en un planeta en emergencia” –disponible hasta junio de 2022– que ocupa dos pisos del centro cultural.
La muestra, que reúne obras de más de 140 artistas y traza la emergencia ambiental y su toma de conciencia, fue curada por Valeria González, secretaria de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, junto a Mercedes Claus, Florencia Curci y Pablo Méndez. Dentro del nido de Minujín, al que se puede ingresar, se proyecta el video Autogeografía (1976) rodado en Súper 8 y digitalizado posteriormente, donde el cuerpo de la artista es cubierto con tierra. Hace poco días, luego de una visita a fines de noviembre a Tucumán donde estuvo invitada al cierre de la segunda Semana de Artes Visuales que organizó el Ente Cultural de esa provincia, la artista anticipó un nuevo proyecto: recrear la Casa Histórica de Tucumán con cañas de azúcar. Aquí las asociaciones de sentido serán parte de la experiencia en cuanto concrete esta nueva iniciativa sobre los mitos.
Este 2021 fue el año en el que Minujín fue redescubierta y celebrada entre reconocimientos, exposiciones y una mayor proyección internacional como quizá nunca antes la tuvo, con obras contemporáneas y otras lejanas en el tiempo, como la de 1968 que desembarcó en el MoMA y la de 2020 que retomó los sentidos de esta época en Pandemia, que exhibió en el Bellas Artes. Porque su arte, y toda ella misma, continúan interpelando y expandiéndose en ese juego anticipatorio donde el arte permite conocer el mundo.
Fuente: Télam
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