“Quiero escribir una ¿novela? que se quede sin palabras”, escribió Verónica Gerber Bicecci en un proyecto que poco tiempo después se transformó en Conjunto vacío. Una novela, sí, que –por momentos, efectivamente– encuentra la manera de narrar el silencio, esa intención de decir y no tener qué ni cómo. Una novela que pone en escena que los lenguajes son insuficientes para la vida y que ahí reside buena parte del sufrimiento humano: nos pasan cosas que, tal como escribe la autora, no se pueden contar con palabras.
Conjunto vacío está construida también con imágenes, con gráficos, con diagramas de Venn. No son ilustraciones, son el cuerpo de la historia tal como las palabras y los espacios en blanco. Es el relato de los estragos del exilio muchos años después, no solo en su protagonista (la madre, argentina exiliada en México), sino en las generaciones siguientes. Conjunto vacío narra cómo el exilio puede ser una manera de irse a ningún lugar y cómo eso tendrá la capacidad de surcar no solo a quien se exilia sino a su descendencia. Es el relato de una separación, pero fundamentalmente de una relación madre hija mediada por la ausencia, por la imposibilidad de estar para el otro.
Se trata de un libro que consigue narrar con sencillez, soltura, y por momentos humor, la desolación. “Para olvidar a alguien hay que volverse extremadamente metódico. El desamor es una especie de enfermedad que solamente puede combatirse con rutina”. En medio de los capítulos breves, amenos, sin estridencias, hasta se puede disfrutar de un paseo por una muestra de artes plásticas en las que hay homenajes a Ulises Carrión y Aliguiero Boetti, entre otros.
* Natalia Zito es escritora y psicoanalista. En 2021 Galerna editó Veintisiete noches; en 2019, Emecé, Rara. En 2014 publicó Agua del mismo caño (cuentos), que adaptó luego para teatro con la obra El momento desnudo.
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