Camille Claudel: la genial escultora que Rodin nos quiso olvidar

La artista decidió apartarse de Auguste Rodin en 1892, consciente de que nunca podría encontrar el éxito bajo la sombra de su mentor y amante. Su obra ha sido tardíamente reconocida gracias a la investigación

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La escultora francesa Camille Claudel.
La escultora francesa Camille Claudel. Plombelec (CC BY-SA 4.0)

Se cumplieronn 157 años del nacimiento de Camille Claudel, escultora francesa cuya obra podemos contemplar hoy en día en unos 40 museos de todo el mundo. Son especialmente relevantes, por el número de piezas que poseen, el recientemente abierto Musée Camille Claudel en Nogent-sur-Seine, el Musée Rodin de París, el Musée Sainte-Croix de Poitiers y el Musée d’Art et d’Industrie de Roubaix.

Aunque Claudel vivió 78 años, las últimas tres décadas de su vida las pasó encerrada en un asilo, donde fue internada por su madre y su hermano, el poeta Paul Claudel, sin producir ni una sola obra. Sus creaciones, por tanto, quedan enmarcadas entre su juventud, aproximadamente en 1882, cuando aborda sus primeras pinturas y esculturas, y el momento de su reclusión en 1913. Son, asimismo, unos 30 años de creación.

La vida y obra de Camille Claudel estará siempre ligada a la de Auguste Rodin, ya que fue su alumna y su amante. Es evidente la influencia que ejerció en ella la obra del escultor de La Puerta del Infierno, pero hace años que la investigación nos ha revelado que la influencia fue recíproca, que su talento era equivalente, que ciertas obras atribuidas a Rodin eran de ella y que este realizó algunas esculturas inspirándose en piezas que Camille había creado.

Circunstancias de Camille Claudel

Es importante, antes de detallar algunos aspectos de su vida y de su obra, contextualizar la situación de la mujer artista en el siglo XIX y los obstáculos con los que se encontraba.

Primero estaba la oposición familiar y del entorno, ya que el papel de la mujer estaba relegado a la esfera privada. Después, existía una problemática con la formación, puesto que la asistencia a l´École de Beaux Arts, donde aprendían los artistas, estaba prohibida a las mujeres, que se veían obligadas a acudir a la enseñanza privada. Siempre planeaba sobre ellas la crítica, no solo artística sino social, y la lucha por el reconocimiento era más difícil, puesto que eran consideradas amateurs, como si lo suyo tan solo se tratara de un hobby o una diversión, pero no una profesión seria con la que ganarse la vida. Por no hablar de la conciliación de la decisión de ser pintora o escultora con el hecho de ser esposa o madre.

Camille Claudel y Jessie Lipscomb
Camille Claudel y Jessie Lipscomb en el taller de Rodin, ca. 1899. William Elborne / Wikimedia Commons

Camille Claudel (1864-1943) se inició en el modelado desde muy pequeña. Le encantaba hacer figuras de barro y, a su alrededor, enseguida se dieron cuenta de su potencial. La familia se mudó a París y ella se inscribió en la Académie Colarossi, donde coincidió con otras artistas.

El escultor Alfred Boucher había sido ya su primer maestro, clasicista, antes de que la familia se mudase a París, y siguió supervisando su formación en la academia. Pero, tras ganar un premio en el Salón de París de 1882, se marchó a Italia. De ahí que hablara con Auguste Rodin para que lo sustituyera en la formación de la artista. Así, a partir de 1883, Rodin sería el mentor de Claudel y, posteriormente, su amante.

Si bien este contacto con el escultor es evidente y manifiesto en su producción de manera más clara, no será la única influencia en su obra. Claudel encontrará en el Art Nouveau otra fuente de inspiración (fácilmente visible en su pieza El gran vals), así como en el simbolismo y el japonismo (La edad madura, La ola). Sabemos de su admiración por los objetos que venían de Extremo Oriente, gusto que compartía con su amigo el compositor Claude Debussy. Además, Claudel expone un Busto de Rodin y El gran vals en la galería Art Nouveau de Siegfried Bing, creador a su vez de la revista Le Japon artistique.

Una escultora con genio

El estilo de Claudel es enérgico, con un dominio de la técnica extraordinario. Sus piezas tienen posturas complejas, forzadas, que aportan dramatismo y vigor. Irradian una fuerza expresiva a través de la textura y el movimiento, pero sin dejar de lado lirismo y sensualidad, sensibilidad y emoción.

Cabe remarcar que decidió apartarse de Rodin en 1892, consciente de que nunca podría encontrar el éxito bajo la sombra del escultor. La voluntad de independencia y de encontrar su camino la llevan a alquilar otro taller, logrando hacerse un hueco en el panorama artístico del momento. El crítico de arte Léon Gauchez (que firmaba como Paul Leroi) la siguió y admiró desde su juventud y le encargó diversas obras para los Rothschild. Otra de sus acaudaladas clientas fue la condesa Arthur de Maigret, quien le encargó distintos retratos.

"La edad madura", de Camille
"La edad madura", de Camille Claudel

Eugène Blot, editor y marchante, tenía una galería en la que habían expuesto regularmente artistas impresionistas y posimpresionistas (Monet, Pissarro, Renoir, Van Gogh, Gauguin, Cézanne…). En 1905 expuso piezas de Claudel con muy buenas críticas y se las quedó en su colección permanente. Repitieron exposición en 1907 y 1908. El crítico de arte Louis Vauxcelles se rindió ante el talento de la artista: “Camille Claudel es sin duda la única mujer escultora en cuya frente brilla el signo del genio”, escribió en 1907.

Camille Claudel estuvo unos 20 años trabajando sin Rodin. Siempre tuvo que luchar por difundir su trabajo, por tener autonomía financiera y la independencia artística que tanto deseaba. Tuvo también fracasos y desilusiones, especialmente cuando no conseguía los encargos deseados por parte del Estado, hecho que hubiera significado reconocer su talento de manera oficial.

Su trayectoria y obra han tardado años en ser reconocidas y lo han sido gracias a la investigación. Es tarea hoy ineludible desde el mundo académico continuar con el estudio de mujeres artistas de todas las épocas y movimientos, rescatarlas del olvido y darles la importancia que merecen para restituirlas al lugar de la historia del arte del que nunca debieron salir.

*La autora es decana de la Facultad de Humanidades y Dra. en Historia del Arte, Universitat Internacional de Catalunya

Publicado originalmente en The Conversation

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