Lucky Luke, el pobre vaquero solitario que dispara más rápido que su sombra, probablemente viva por siempre a través de sus hazañas en el mítico oeste norteamericano. Pero, sobre todo, su leyenda sigue vigente en la imaginación de las distintas generaciones de lectores alrededor del mundo que año a año se entretienen con las aventuras del cowboy que, a caballo del inseparable Jolly Jumper, recorre el gran espacio salvaje para llevar un poco de orden a las poblaciones más remotas acechadas por bandidos como los Dalton, esa pandilla torpe de cuatro hermanos que se las arregla para salir una y otra vez de la cárcel.
Publicado por primera vez a fines de 1946 para el almanaque de la revista Spirou, este martes 7 de diciembre se cumplen 75 años de uno de los más grandes íconos de la historieta francobelga. Por ese entonces, el justiciero lucía algo distinto de como lo conocemos hoy, con una figura más redonda. Su creador, el dibujante Maurice de Bévère, conocido por todos como Morris, dijo que aún no tenía estilo para dibujarlo: “Era una especie de mezcla de Hergé con mucho de Walt Disney y una pequeña porción de Max Fleischer, porque Popeye me influyó mucho”. Según el demiurgo, fue gracias a Joseph Gillain –Jijé, el dibujante estelar de Spirou– que pudo darle una forma más reconocible.
El personaje que nació de la fascinación de su autor por los westerns de Hollywood encontraría su mejor versión en el nuevo continente. En Nueva York, donde Morris vivió durante algunos años, el dibujante belga conoce a René Goscinny, su mejor aliado para alcanzar nuevas fronteras con Lucky Luke. El creador de Astérix aún no le había dado vida al pequeño guerrero galo y con el jinete alargado descubrió su primer éxito como historietista. Sus ideas fueron fundamentales para poblar el salvaje oeste de Morris con personajes e historias de alcance universal, una labor que llevaría a cabo durante veintidós años.
Con su dupla histórica, la popularidad de Lucky Luke llegó rápidamente a la televisión, al cine y más tarde a los videojuegos, aunque en ninguno de esos terrenos brilló tanto como en el medio centenar de páginas que ocupan las viñetas de cada álbum. “Las películas de Astérix suelen ser grandes éxitos, pero las de Lucky Luke no. Hay una manera de sintetizar la acción que es difícil de llevar a la pantalla. Trabajé un poco en la adaptación para una serie de Lucky Luke en Netflix y te puedo decir que no es algo fácil de hacer”, le dice a Infobae Cultura Jul (Julien Berjeaut), el guionista de los tres últimos álbumes.
Durante mucho tiempo, el cómic llegó a los hogares latinoamericanos a través de la editorial española Grijalbo, aunque fue en Argentina la primera vez que se publicó en idioma español: en 1957, Héctor Germán Oesterheld, el creador de El Eternauta, dio a conocer al cowboy de Morris en su revista Frontera. Desde hace unos años, Libros del Zorzal repatrió sus andanzas con una traducción nueva “más acorde a nuestra propia cultura e idiosincrasia”, le dice a Infobae Cultura el editor local y para la región, Leopoldo Kulesz. “Nos permite alcanzar una mayor cercanía con el personaje, pero también una mayor complicidad con el humor de sus autores”, agrega quien realizó la traducción junto a un grupo de colaboradores.
En 2022, Del Zorzal terminará de completar la colección con los álbumes de Lucky Luke guionados por Goscinny y también lanzará dos números recientes de Jul y Achdé, la dupla que hoy moderniza al héroe: La tierra prometida y Un cowboy entre algodones. Los nuevos autores tomaron las riendas de la saga luego que quedara casi huérfana con la muerte de Morris en 2001 y le han encontrado algunos giros inéditos: en Un cowboy en París, hacen cruzar a su personaje por primera vez el Atlántico, y también abrieron el ingreso de la cultura judía y las comunidades afroamericanas (en los próximos números que publicará Del Zorzal), casi ausentes previamente. En la última hasta la fecha, Lucky Luke es ayudado por los Dalton. “El desafío es que haya cada vez nuevas sorpresas sin salir de las referencias clásicas de la serie”, dice Jul, quien adelanta que el siguiente álbum será totalmente en el oeste. En un español casi fluido –lo aprendió por su cuenta–, el humorista gráfico describió a Infobae Cultura cómo mantiene vivo al cowboy.
–Seguramente en tu infancia eras fan de Lucky Luke. ¿Recordás cuál fue el primer número que leíste o cómo fueron tus primeros contactos con la historieta?
–No recuerdo exactamente por qué número empecé, porque antes de saber leer ya había ingresado en ese mundo a través de mi padre, que me leía muchas veces los álbumes. Y lo hacía de una manera muy especial, porque acentuaba cosas que no se pueden pronunciar, por ejemplo los signos de interrogación, que en la historieta es muy común que aparezcan solos sin una palabra. Esos son los primeros recuerdos que tengo. También por aquel entonces, en los años 70, las estaciones de servicio regalaban cómics cada vez que cargabas nafta, y mi tío que era un viajante de comercio que atravesaba el país me traía todos esos números. Todavía guardo esa colección de Lucky Luke con los nombres de las gasolineras estampados sobre los álbumes.
–Creciste en una de las épocas de mayor popularidad de Lucky Luke...
–Sí, en los setenta y ochenta hubo un auge, aunque para alguna gente el mejor Lucky Luke es el de los años 60. El estilo de la tira fue cambiando mucho a lo largo del tiempo, y hay quienes les gusta un tipo de dibujo con formas más redondas. Al día de hoy son más de 80 números, algunos son un poco malos y desaparecieron del mercado, pero yo todavía conservo esas copias raras.
–Me imagino que tu etapa preferida es la de Morris con Goscinny
–Sin duda, para mí Goscinny es como una deidad. No solo inventó Lucky Luke, sino también Astérix, El pequeño Nicolás o Iznogud. Tenía un espíritu increíble, podía mezclar la cultura clásica con las referencias a la vida cotidiana y la cultura popular, lo alto y lo bajo. Sus historias pueden llegar a todas las edades y a todas las clases sociales.
Goscinny creó un universal que es muy raro en el mundo del cómic, porque generalmente hay un tipo de sociología para cada historieta, según la gente que la lee. Más hoy en día, en que todo nos llega digerido por los algoritmos. Lucky Luke tiene esa rara cualidad de unir a todas las generaciones.
–¿Te pesa su influencia o, al contrario, te facilita el trabajo?
–Para mí es una responsabilidad, implica hacer no solamente algo divertido sino que además permita pensar. Para mí es importante poder generar ese otro nivel de comprensión. Y también me gusta creer que hay una influencia mágica. En cierto modo lo que hizo Goscinny con la serie funciona como un amuleto que me ayuda a concentrarme para sentir la sombra de esa herencia.
–¿Es más difícil hoy en día sostener la universalidad de Lucky Luke? El último número (Un cowboy entre algodones, que Del Zorzal editará en 2022) incluye a las comunidades afroamericanas del sur, que casi no aparecían en la serie. Sin embargo, en Canadá consideran que el cowboy propaga una representación negativa de los pueblos indígenas.
–Sí, los canadienses de hecho quemaron libros de Lucky Luke y otras obras que no le hacen justicia a la memoria de sus pueblos originarios. Sé que son temas difíciles de abordar sin que se pierda el humor y el equilibrio de la historia, pero no creo que eso me impida llevar adelante lo que me propongo hacer. Sí me hace trabajar de más, pensar y documentarme muchísimo, especialmente con libros sobre comunidades, etnias o religiones.
Con Un cowboy entre algodones, que aborda la esclavitud y el racismo, he hablado mucho en Francia con militantes de la causa negra, de Affirmative Action y de Black Lives Matter, para saber qué es lo que pensaban de este tipo de historietas y de los clichés que tenemos a la hora de contar estas historias y esa época. Hay cierto uso de palabras que puede ser problemático, pero también hay que ser fiel a la historia, porque seguramente quienes tenían esclavos no los llamaban de formas muy correctas.
En definitiva, pienso que es legítimo exigir a los autores más precauciones y trabajo para no usar directamente clichés y automatismos que derivan en un humor más fácil.
–¿Cómo es el trabajo en conjunto con Achdé?
–No es tan fácil para mí porque yo también soy un dibujante. Cuando pienso la historia dibujo para mí mismo las secuencias y los personajes, aunque eso queda conmigo, no se lo muestro a Achdé porque no lo quiero influenciar demasiado. Es algo que me sirve para afianzar la historia.
Generalmente tengo la idea y el tema del álbum y después nos ponemos de acuerdo con Achdé, con la casa editorial y con la familia de Morris, que es la albacea del cómic. Hasta el momento no tuvimos conflicto sobre los temas que le presentamos. Si bien son temas que tienen un eco especial con la actualidad, son fieles a las raíces de la serie, que basa sus aventuras en hechos históricos.
–Además de guionista y dibujante, sos historiador. ¿Disfrutás del trabajo de investigación que requiere cada aventura?
–El trabajo de archivo es muy interesante y a veces me da temas para las próximas historias. Lo que me gusta mucho son las fotos, hay una peculiaridad y es que la época de Lucky Luke coincide con la de las primeras fotografías. Las imágenes de esa época son totalmente novelescas, las caras y los tipos de vestidos que uno ve favorecen mucho la imaginación. Me sirvo de ciertos personajes a partir de esas fotografías de archivo, son rostros que me dan ideas para hacer vivir a esos personajes dentro de la historia.
–El viejo oeste de Lucky Luke alberga una fauna de personajes patológicos que uno puede asociar con algunas figuras públicas de la actualidad, por ejemplo en Un cowboy en París hay un personaje que recuerda a Trump. ¿Creés que el mundo actual le da más vida a Lucky Luke?
–Sí, y diría que no ocurre solo con los personajes principales. Lo que es interesante en Lucky Luke es el pueblo, en cada pueblito que visita está la peor población que uno puede imaginar: traidores, violentos, cobardes, tibios. En ese aspecto se parecen bastante a nuestras sociedades de hoy en día. Si miramos lo que pasa actualmente en las elecciones a nivel global, podemos pensar que Lucky Luke tiene todavía mucho que enseñarnos. Él es como un alquimista que puede transformar el barro en oro. Cada vez que ingresa a un pueblo, los habitantes que encuentra son gente terrible, y cuando los deja logra sacar lo mejor de cada uno, los convierte en personas decentes. En ese sentido es como un Harry Potter en versión cowboy.
–En Latinoamérica Lucky Luke siempre se leyó a la par de Tintín y Astérix. ¿Hay una base común a estos personajes, así como existe por ejemplo el universo de DC o Marvel?
–Pertenecen a un mismo tipo de historieta que es la bande dessinée francobelga, que no necesariamente se limita a esos países, también hay autores italianos, españoles, portugueses. Comparten una estética y una manera de contar las historias con menos códigos, a diferencia de los cómics de DC o Marvel, que por lo general son muy previsibles. En las historietas francobelgas la imaginación se puede desarrollar más, hay una ruptura en la estructura de las historias.
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