“Música de incendios” o una poética que vibra al ritmo del blues y el jazz

El autor, creador del festival #BorgesPalooza, reflexiona sobre cómo fue el proceso creativo de su cuarto libro de poesía, a partir de siete ideas principales

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Música de incendios (Ediciones en
Música de incendios (Ediciones en Danza), de Daniel Mecca

Música de incendios (Ediciones en Danza, 2021), mi cuarto libro de poemas, está compuesto por 68 poemas basados en canciones de blues y, fundamentalmente, de jazz. El yo poético (masculino y femenino) de estos poemas jazzeros está organizado en primera persona, como si yo fuera el intérprete de las canciones selectas, desde Billie Holiday, Nina Simone y Bessie Smith a Duke Ellington, Louis Armstrong o Elvis Presley. Estas canciones, a su vez, están reunidas en una lista de Spotify —llamada igual al libro— para acompañar una lectura multiplataforma de los poemas. Hasta acá datos clásicos de contratapa.

Pero este libro es, sobre todo, el resultado de ideas de años, preguntas, equivocaciones, lecturas, formaciones, reescrituras, en torno a la escritura poética, por lo cual comentaré siete ideas —el encanto de lo arbitrario y sentencioso— para presentar la circunferencia de escritura de este libro. Esta es la experiencia de trabajo en un texto. Hay ideas, con las que se puede estar de acuerdo o no, pero que buscan ser una seria reflexión sobre el trabajo del poema. El trabajo detrás de Música de incendios le debe a las enseñanzas de mi gran maestro jedi de la poesía y corrector de este libro, Eduardo Mileo.

1) Primera idea: El poema empieza a escribirse cuando se termina de escribir. Música de incendios parte de esa orientación: escribir poesía es corregir, es decir un trabajo sin complacencia de edición sobre el propio texto, pacientemente. Poesía es cortar. Esto no busca ser una descalificación sobre otras posibilidades estéticas —en todo caso, puede ser un gesto de debate—, sino la defensa de un método de trabajo. Toda voluntad se desvanece en el aire si no hay un método de trabajo detrás, una idea. La voluntad no sirve para nada sin dirección, incluso bajo una dirección eventualmente equivocada. La inspiración, tampoco. El método es la estética. Corregir es la ética de la poesía. Cada poema de este libro tiene al menos cuatro o cinco pasadas de corrección. Hay una frase de Oscar Wilde que lo resume: estuve toda la mañana poniendo una coma… A la tarde la saqué.

2) Segunda idea: lo único que importa es el poema. No importa si el poeta —en este caso yo— escribió que tal sentimiento ocurrió durante la noche si, a los fines del poema durante la corrección, queda mejor poner que el hecho pasó durante la mañana. La emoción es un recurso técnico, no un destino. Como decía mi primer maestro de poesía, el injustamente olvidado César Bandin Ron: nunca dejes que la verdad te arruine un buen poema.

3) Tercera idea: Poesía no es prosa con enter. Este libro está escrito y fundamentalmente corregido sobre la base de la lectura en voz alta. El oído es el mejor corrector. Aquel verso que en una primera lectura silenciosa suena de tal manera requerirá modificaciones al leerlo en voz alta ya que en esta práctica se advierten los silencios, las respiraciones, las puntuaciones, etcétera. Esta indicación, a mi entender, es muy útil para ver dónde “cortar” el verso (jamás da lo mismo dónde dar enter, sino que requiere de una delicada decisión), como así también —importantísimo—para ver cómo rematar el poema.

Daniel Mecca
Daniel Mecca

4) Cuarta idea: no rehusar de palabras o expresiones porque consideramos que están “trilladas”. Música de Incendios incorpora palabras frecuentes de la “tradición” poética. Por ejemplo “Te amo hasta el deseo”. O aquel otro final: “Los sueños / son cosa de otros”. O “Una temporada de adolescencias / me llega como un sol”. No hay palabras negadas: cualquier uso dependerá de cómo opera singularmente dentro del poema. Tampoco hay originalidad alguna. La idea de texto definitivo, como bien dice Borges en su genial ensayo “Las versiones homéricas”, pertenece a la religión o al cansancio.

5) Quinta idea: coherencia. Los poemas de este libro —al menos ese fue el objetivo— trabajan con una línea de conducta temática, un eje. Un poema no puede dislocarse, es decir venir trabajando con una metáfora sobre el mar y renglón seguido pasar a otra sobre los libros o los trenes. En el poema Body and Soul escribo: “Te quiero desde el abandono. / ¿Volverás / como se vuelve en las películas, / con besos en la boca? / Hago del recuerdo / esta voz que suena / cuando tiemblo”. En este caso busco un hilo conductor entre el abandono, el recuerdo y la nostalgia de futuro. O en I Wish I Knew How It Would Feel To Be Free: “Deseo la libertad / como el viento o el agua./ La quiero / con una boca de furias. / No me hablen de cielos / si no vuelan los pájaros. / La libertad / es un deseo sin fragmentos”. En este segundo poema el eje asociativo es la libertad-el cielo-los pájaros. Una idea central por poema. Una sola.

6) Sexta idea: el poeta es un trabajador de la palabra. Esta visión apunta contra la idea romántica de inspiración sobre el hecho poético y la escritura en general. Ser poeta debe ser un ejercicio permanente de desdramatización del hecho poético. Esto —que dicho en tono de definición puede sonar a pretencioso— busca apelar, por el contrario, a lo más sencillo y elemental. Si llueve no es necesario sobredimensionar el sentimiento y poner, por ejemplo, que “se aplastan las gotas contra el suelo mientras pienso en el amor que se fue”. Si llueve hay que poner “Llueve”. Punto. La sencillez es un alto valor. Contaba Juan L. Ortiz que en las culturas precolombinas los poetas figuran con nombres que casi se los han inventado para estudiarlos porque eran anónimos, ya que era una persona elegida por la comunidad para esa función. Es interesante pensar en esa perspectiva de mundo, una poesía sin nombres como elevación de la sociedad. Además, los poetas —sobre todo los más jóvenes, pero también los que tienen enormes y prestigiosas trayectorias— deben financiarse sus propios libros de poemas en tiempos de colapsos económicos. ¿Qué mayor unión que esta la del poeta con la clase trabajadora?

7) Séptima idea: arriesgar. Música de incendios busca arriesgar. He visto las mejores mentes de mi generación esperando que le den un golpecito en el hombro para sentirse aprobados y queridos. Como escribió el poeta Mario Trejo: “La religión, la mafia/ la política y el fútbol/ el ejército y la moda/ mueven más gente que yo”. Ciertamente la poesía no “vende”, pero esa no puede ser una conclusión para escribir porquerías que aplauden tus familiares en Facebook. Pero la estética siempre es arriesgar, a pesar de todo, a pesar de todos. Desear los riesgos inéditos. Como dice Anne Dufourmantelle: la vida es un riesgo inconsiderado que nosotros, los vivos, corremos.

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