Harold John Wilde Gilman (1876-1919) descubrió su amor por el arte en la adolescencia, a raíz de una grave lesión de cadera que lo dejó incapacitado durante casi tres años. Ese tiempo de inmovilidad y contemplación daría lugar más tarde a una vida muy activa en torno al grupo de Camden Town, un colectivo de artistas que introdujo el posimpresionismo en el archipiélago británico unos años antes de la primera guerra mundial, y gracias al cual este pintor logró dejar atrás los tonos más oscuros de sus primeras obras, influidas por Velázquez.
Gilman fue uno de los principales impulsores de ese círculo de la bohemia londinense, que tuvo como premisa la composición de escenas realistas de la vida urbana moderna y del paisaje de los alrededores de Londres a partir del influjo del posimpresionismo francés. A diferencia de su fundador Walter Sickert, como también de varios de sus miembros, quienes pusieron el foco en los aspectos más sórdidos de la metrópolis, Gilman fue el que más trabajó con la pintura espesa y los colores vivos característicos de los pintores franceses. Sus cuadros infunden escenas de la vida doméstica cotidiana con un vigor claramente influenciado por Vincent van Gogh y Edouard Vuillard.
El deseo de Gilman de captar la esencia de un personaje de la vida real y exponerla en el lienzo con todos sus matices alcanzó el mayor grado de materialización con su serie de cuadros de la señora Mounter, pintados entre 1916 y 1917. Fiel a sus creencias socialistas, Gilman no eligió como tema a las brillantes damas de sociedad preferidas por otros de sus contemporáneos británicos, sino a una modelo de estatus social más humilde. Interior con la señora Mounter (óleo sobre tela, 51 x 76 cm), como sus otras representaciones íntimas de interiores domésticos, captaron un momento en torno a la Primera Guerra Mundial en el que las percepciones de género, clase y vida urbana estaban cambiando rápidamente.
El interés por pintar a los londinenses de la clase trabajadora se remonta al menos al siglo XVIII, con el retrato de grupo de William Hogarth de sus sirvientes. Pero en sus retratos de la señora Mounter, Gilman ofrece algo más íntimo y directo, ya que los unía una relación estrecha. La señora Mounter vivía en la misma dirección que el artista, en el número 47 de Maple Street, junto a Tottenham Court Road, donde el pintor se alojó entre el fracaso de su primer matrimonio y el segundo, de 1914 a 1917.
Su condición exacta de ama de llaves, limpiadora o casera de Maple Street no se especifica, pero es evidente que los cuadros en los que la retrata registran el encuentro entre dos personas de orígenes y clases sociales muy diferentes. Se trata de una mujer londinense de clase trabajadora, de edad avanzada, pero todavía fuerte y llena de carácter autóctono. La aproximación del artista a su modelo, como ha escrito el historiador del arte Andrew Causey, la dignifica “sin halagar” y “no está limitada por ninguna condescendencia de clase”.
En su particular visión de la vida cotidiana de las empleadas domésticas de la época, Gilman prestó atención al modo en que Van Gogh representó a la gente común, aunque también se puede notar la influencia de Matisse en el fuerte color azul del empapelado, que incluyó en varios de los interiores que pintó en esa época. Además están presentes las propias ideas del pintor británico en torno a un arte neorrealista: “Ninguna flor está mejor colocada que donde crece, o en un jarrón por alguien que no piensa en la expresión. La taza de té llena muestra mejor el pensamiento que la llenó; cuando se vacíe se formará otro patrón en la mesa. La vida dicta las formas. El artista sólo las sostiene. Si las formas no gustan, busca otro motivo. Nada más que la vida puede imitar lo real. La inclinación natural de una cabeza o su aversión muestra la intención y el pensamiento más sutil. Esto es la composición”.
Gilman murió víctima de la epidemia de gripe española de 1919, a la temprana edad de 43 años, y está claro que se perdió a un pintor inglés de grandes logros, con un potencial que podría haber sido de un nivel aún mayor. No obstante, su personalidad ardiente y de mentalidad fuerte, como se muestra de forma reveladora en un retrato que hizo de él Walter Sickert, tuvo un impacto duradero en el mundo del arte británico de principios del siglo XX.
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