Desde que comenzó el Festival Internacional de Cine, el jueves fue el primer día de lluvia en la ciudad de Mar del Plata. Día ideal, como si los soleados no lo fueran, para guarecerse en las salas.
Una buena opción para los periodistas es acercarse a la sala de prensa y tomar un café con una exquisita pasta frola de dulce de batata. He notado que este es uno de los pocos puntos de conflicto entre periodistas. Conversamos sobre las películas, es cierto, pero no discutimos mucho, ya que hay un consenso sobre el nivel parejo de la programación. En cambio con esta torta tradicional hay un debate importante. Los argentinos tenemos al respecto diferencias irreconciliables, incluso más profundas que algunas diferencias políticas.
Hay quienes garantizan que el duelo será un enfrentamiento con tenedores, y aquellos que buscan cerrar la grieta sosteniendo que la pasta frola es de membrillo y el queso y dulce, de batata. Como defensor de este sutil producto de nuestra gastronomía, reclamo respeto para quienes pertenecemos a esa minoría intensa, capaz de defender a capa y espada nuestra preferencia. Aprovecho estas líneas para destacar a las responsables de atender al periodismo en el festival, que no nos discriminan.
Luego del fin de semana largo las salas comienzan a tener más público. Tal vez el festival se haya hecho más visible luego del paso de cientos de miles de personas. Quizás turistas cinéfilos, que no encontraron alojamiento durante aquellos días, hayan llegado a partir del martes. Tal vez los marplatenses tienen más tiempo para ir al cine, luego de trabajar durante esos días. Lo cierto es que se nota mayor afluencia en las distintas funciones.
Un solo tema preocupa al respecto, incluso a las autoridades del festival. Se nota con el correr de los días un relajamiento sobre el uso del barbijo durante las proyecciones. Las personas están obligadas a ingresar con la protección correctamente colocada a las salas, pero una vez que la luz se apaga, nadie puede controlar que el cuidado se mantenga. Mencionarlo aquí puede ser útil para que todos los que queremos el cine en las salas tomemos conciencia de que el cuidado es colectivo y que todos somos responsables.
Documentales sobre mujeres, arte e historia
María Álvarez encontró la historia de las hermanas Isabel y Amelia Cavallini mientras lo que buscaba era darle forma a un proyecto de ficción. Estaba escribiendo un guion sobre dos hermanas ancianas. Las Cavallini eran gemelas, tenían 90 años –cumplieron 91 durante el rodaje- y antiguamente habían conformado un dúo de piano. Nunca se casaron ni tuvieron hijos. Apostaron a su carrera de pianistas, que se frustró tempranamente, y nunca se separaron. La realidad nuevamente superaba a la ficción.
Las cercanas es la última parte de una trilogía documental que había comenzado con Las cinéphilas (2017) y continuó con El tiempo perdido (2020). En esta película continúa su mirada sobre mujeres adultas, desarrollada con una intimidad notable. Aquí el momento en que la realizadora encuentra a las hermanas Cavallini no tiene mucho espacio para cierta luminosidad que se advierte en las anteriores. Es un tiempo difícil para ambas, no ya de melancolía sino de dolor por lo que no fue. Dolor que en más de una ocasión parece un llanto casi definitivo, tan profundamente íntimo que el espectador se conduele.
Las Cavallini conformaron un dúo de pianistas que tuvo su momento de fama. Han sido destacadas por grandes personalidades como el maestro Carlos Guastavino, que tuvo con “las niñas Cavallini” una fructífera relación cuando, a fines de la década de 1940, ellas estrenaron la pieza para dos pianos “Tres Romances argentinos” en el Teatro Odeón. Viajaron por EEUU y luego del regreso al país, la carrera finalizó. Si bien al comienzo dan a entender que fue “este país” el que impidió la continuidad, lo cierto es que una de ellas decidió un día que no quería tocar más. Suspendieron ese concierto y no volvieron a subir a un escenario.
En un departamento pequeño, abrumadoramente dominado por un gran piano de cola y un enorme cuadro que retrata a ambas mujeres cuando eran jóvenes, Álvarez deja que la cámara registre lo cotidiano y lo íntimo. Los recuerdos, las peleas, las fotos viejas, los olvidos y las memorias. El espectador por momentos siente que invade sus vidas y eso genera sentimientos encontrados ¿hasta dónde tiene sentido fisgonear la vida de esas dos mujeres en el ocaso, rememorando algo que ni siquiera llegó a ser lo que soñaban? La película cierra recuperando el arte de las Cavallini, dueñas de un talento del que, sin esta película, muchos de nosotros jamás hubiéramos sabido.
De quien si conocimos masivamente su obra y su talento es de la directora María Luisa Bemberg. En la película de Alejandro Maci, María Luisa Bemberg: el eco de mi voz, hay una recuperación de su condición feminista, de su militancia desde el arte y la calle.
A partir de un gran trabajo de recuperación de archivo de entrevistas y textos de la propia Bemberg, el director logra articular esas declaraciones con su obra cinematográfica. Aunque lineal en su estructura, lo cronológico a veces atenta contra la mirada holística, la película muestra a una mujer creadora, convencida de su búsqueda y de las herramientas del arte con las que desea trabajar. Una notable entrevista a su amiga y productor Lita Stantic sirve para articular, también, su crecimiento como realizadora.
Quienes recordamos el impacto que causó en el estreno de su ópera prima Momentos (1981) en plena dictadura, sabemos que en ese trabajo había algo que nos interpelaba. Una mujer casada y con un matrimonio convencionalmente feliz, decide dejar a su marido y tener una relación con un hombre más joven. Parece extraño, cuarenta años después, explicar que eso era motivo de críticas, protestas y censura.
Hacer cine fue parte de la militancia feminista de Bemberg, hija de una familia rica, que pasó su infancia en París y fue educada por institutrices para ser una joven culta y bien casada. Esta película (re) construye esa historia en relación con cada una de sus películas y es un documento valioso para entender su cine y su tiempo.
Hacer de la tragedia, belleza
El tema del doble (o del Doppelgänger, según el término alemán que refiere al doble fantasmagórico, al alter ego amenazante o malvado) ha sido muchas veces tratado tanto en el cine como en la literatura. Jesús López aparece en ese escenario con un relato que tiene algunas particularidades interesantes: el proceso de la identificación se da en el momento de pasaje de edad, en un escenario que determina las características del personaje principal –una pequeña chacra de producción familiar tradicional alejada de la urbanidad- y la existencia de fuertes mandatos familiares del otro.
Jesús López era el primo de Abel, un joven mayor que él, corredor de autos de una categoría local en una región rural y falleció en un accidente. Abel irá asumiendo el lugar de Jesús. Los padres de Jesús buscan en él alguien que ocupe el lugar del hijo, y Abel encuentra en esa casa una manera de salir de la chacra familiar. Siente fugar hacia adelante a través de esa conversión, en la apropiación de ese fantasma; los padres de Jesús se apropian de él e imponen poco a poco sus mandatos al nuevo hijo; la madre y la hermana de a poco reconocen que no hay un lugar para él en ese mundo perdido de la chacra.
El otro y el afuera, el mito y la salvación, los espejos, los ritos y los rezos, los mandatos, el pasaje de la edad son contados mirando algo más: la pobreza y la lenta destrucción de formas de vida, los largos ciclos temporales y las identidades en busca de un imaginario hegemónico de felicidad. Sobre eso trabajan Schonfeld y Almada en el guion, que está plasmado con agudeza por el director.
Alrededor de una muerte y un dolor se desarrolla también Piedra noche, la nueva película de Iván Fund, basada en un guion de Santiago Loza, de quien hay en la película una marca reconocible. El encuentro de ambos creadores, que trabajaron juntos en Los labios, da lugar a una historia que encuentra el registro fantástico la forma de poner en escena la defensa del ambiente, la violencia de la que son capaces los dueños del negocio inmobiliario, el sueño heroico de infancia y el amor. El amor filial, de la amistad y la pareja.
La Piedra noche a la que refiere el título es un objeto que permite evolucionar a otros niveles un monstruo, creado por un niño en su pequeño artefacto de video juego. Ese monstruo, verde y rosado con patas de mosquito, lucha para destruir ciudades y edificios. Esa lucha soñada por el niño, que está junto a sus padres en la costa, es la de varios contra una plataforma petrolera construida sobre el mar.
El niño desaparece y de él solo aparecerá meses después su mochila. Cargada de sus juegos preferidos, una linterna y un largavistas, esa mochila está guardada en esa casa de playa. Cuando sus padres regresan para vaciarla de pertenencias, se enteran que un monstruo está rompiendo los cables e impidiendo que la plataforma pueda funcionar. Ese monstruo mítico no puede ser visto por nadie, pero existe. ¿Acaso será que los monstruos están ahí solo para ser vistos por quienes los aman?
La película de Iván Fund construye un discurso sobre el amor absoluto y cándido, comprometido y generoso, tramado alrededor de un cuento fantástico con monstruos infantiles. Con absoluta sencillez narrativa Piedra noche logra transformar la tragedia en belleza.
*Las cercanas, Piedra noche y Jesús López pueden verse de manera online y gratuita en el sitio. María Luisa Bemberg: el eco de mi voz se estrenará en salas comerciales en el mes de Abril de 2022
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