Los días de Agatha y su hijo Leónidas transcurren en la letanía de un pueblo, de cenas de a dos y de videos de autoayuda vistos en el televisor desde la cama. Hasta que, en su cumpleaños, Agatha se descompensa y despierta a la mañana siguiente en el cuerpo de una niña de nueve años. Su otra hija, Elisa, quien hace tiempo se alejó de la absorbente monotonía de esa casa, acude en su ayuda.
Protagonizada por Lide Uranga, Cristián Jensen y Antonella Saldicco y con la entrañable actuación de la pequeña Matilde Creimer Chiabrand, la segunda película de Sol Berruezo Pichón Rivière, Nuestros días más felices, la afianza como una de las jóvenes promesas del cine argentino. La cinta, que fue producida con el fondo Bienale College del Festival de Venecia y ovacionada por la crítica internacional, se estrena este jueves en el 36º Festival Internacional de Mar del Plata tanto en salas como en la plataforma gratuita del festival.
En el film se cuelan la melancolía y esa sensación de que inevitablemente algún día a los hijos les tocará ser quienes cuiden a sus padres, aunque en clave de comedia y fantasía. A diferencia de su primer trabajo, Mamá, mamá, mamá, en el que retrata el paso de la niñez a la adolescencia de cuatro niñas con un trasfondo de pérdida y por el que recibió una mención especial en la Berlinale, la directora de 25 años aborda esta vez la vejez haciendo un giro hacia el cine fantástico.
En la previa al estreno en Mar del Plata, Berruezo Pichón Rivière conversó con Infobae Cultura sobre cuál fue el punto de partida para filmar sobre una mujer que un día amanece “chiquita” y adelantó de qué se tratará su tercera película.
— ¿Cómo surge la idea de Nuestros días más felices?, ¿tiene que ver con alguna vivencia personal o familiar?
— La idea nace porque quería volver a trabajar con Matilde, que es la protagonista también de mi primera película y con quien entablé una relación muy linda de amistad. Tenía ganas de volver hacer algo con ella y ella siempre me transmitió esa sensación de una niña vieja. Para la historia también tomé cosas de mis abuelos, que siempre fueron personas muy joviales. Cuando se llega a la vejez hay algo muy de la infancia que se retoma, que es esa necesidad de afecto o de estar en un momento muy existencial de la vida. Me parecía un momento muy poético para retratar en el cine.
— En la película, hay varias escenas de comedia o delirantes, además de fantásticas, ¿dirías que es una película de cine fantástico?
— Es un drama fantástico, porque el drama a veces tiene esto de lo agridulce, de que a veces lo que es tan triste empieza a ser por momentos gracioso, además de lo fantástico por el suceso de la película.
—-¿Y ese suceso, podríamos decir que es una metáfora de la vejez y leerlo como que hay cierta senilidad de la protagonista o esa sensación de que en algún momento nos toca convertirnos en las mamás o los papás de nuestros padres?
— Es una metáfora para hablar de la muerte, pero de otra manera, no de una forma naturalista que ya hemos visto, sino una metáfora para mostrar cómo la vida se basa en querer ser niños de nuevo, recuperar eso que de niños queríamos tapar y que en la vejez nos damos cuenta de que era la posta de la vida.
— Hay un personaje, interpretado por Claudio Martínez Bel, que es una mezcla de Twin Peaks y Pare de sufrir y que la protagonista, Agatha, mira en la televisión, ¿qué papel cumple?
— Es el personaje que introduce la fantasía en el relato, porque a partir de él vemos todo el cambio que hay en Agatha. Empieza siendo algo kitsch y cliché de un tipo que te enseña a buscar la felicidad en unos videos medio viejos, que no se sabe de qué momento son, pero después empieza a ser un personaje mucho más profundo, que excede la pantalla, aparece en los sueños y va guiando el relato fantástico.
— Esta película es bastante diferente a tu ópera prima en el sentido narrativo y estético, si bien en ambas se retratan distintas etapas de la vida de las mujeres, ¿por qué quisiste dar ese giro?
— Mi primera película se acerca más al cine argentino que estamos acostumbrados a ver y Nuestros días más felices tiene algo diferente, y es un cambio al que estoy apostando. Pero las veo como parte de una misma cosa, una habla de la infancia y la otra de la vejez, en las dos hay algo de lo onírico que empieza a jugar un rol. En esta hay más fantasía que en Mamá, mamá, mamá, pero porque yo me animo un poco más a abordar lo fantástico. Ambas películas son retratos de la melancolía en distintos momentos, por distintas razones, son ensayos sobre la tristeza y en definitiva también sobre la felicidad.
— En ese sentido, ¿la línea onírica es algo que vas a seguir profundizando en tu próximo trabajo?
— Sí, pero no como en este caso que fue un tanto estrafalario por el cambio de cuerpo, o sea, no desde la ciencia ficción, sino desde lo onírico, del mundo de los sueños que todos tenemos y donde creo se encuentran las respuestas de la existencia. Eso y el vínculo con la madre, que siento que es algo que se repite en ambas películas, y en la tercera que estoy escribiendo también, porque es el rol más fuerte que tenemos en la vida, que una vez que lo perdemos, queremos reflejarlo de nuevo en diferentes relaciones.
— ¿Tenés pensado volver a trabajar con Matilde en esa tercera película?
— No, en esta película solo hay un niño o una niña, pero habla de una chica de treinta años, de la mitad de la vida. Ya no es con niños. Se llama Amor, sexo y lágrimas y trata sobre una chica que está en crisis y su travesía para entender su deseo tanto sexual como existencial. Tiene algo de psicoanálisis porque escarba en su mente en el pasado y ahí entra lo onírico, que tiene mucho valor.
— Nuestros días más felices fue financiada por el fondo Bienale College Cinema del Festival de Venecia, ¿cómo fue esa experiencia?
— Este es el segundo estreno de la película. El fondo Bienale College Cinema se le da a tres directores de todo el mundo que estén haciendo su primera o segunda película. Te ofrecen tutorías, terminás de escribir el guion con ellos, te dan un presupuesto, filmás y te dan un feedback para cuando estás editando y tenés que hacerlo todo en un año. Filmamos, además, en pandemia. Así que fue una película con muchos desafíos, pero fue una experiencia muy linda.
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