En un contexto de crecimiento de la literatura del yo y de redes sociales que invitan a construir una narrativa de la propia vida, llega por estos días a la venta un libro que sacude y rompe los tradicionales pactos de lectura: una portada en absoluto blanco, sin información en la solapa ni en la contratapa y con un autor o autora anónimo, todos elementos que instalan miradas sobre la potencia de la escritura a la hora de construir vidas y la ficción como artificio.
Lo único que tiene la tapa es el logo de la editorial Seix Barral, aunque Mercedes Güiraldes, editora de ese sello, cuenta que no fue una idea de la empresa sino que surgió del/de la autor/autora y que decidieron acompañarlo/a. “Nos gustó, a la vez que representó un desafío inédito para nosotros como editores, porque nos obligaba a desprendernos de muchas de las funciones características de nuestro oficio, como es escribir textos de contratapa y solapas, consensuar una imagen de tapa, presentar el libro, etcétera”, explica.
Para la editora y autora “no se trata de un mero capricho ni de una simple estrategia de marketing. Detrás de esa idea está la curiosidad genuina por ver qué pasa si un libro se presenta a sí mismo desnudo de todo lo que supone una información previa acerca de él. Este libro propone a los lectores una especie de cita a ciegas, y en ese sentido es a la vez un desafío y un juego, y nos pareció que valía la pena intentarlo”.
La llegada del “libro blanco” a las librerías estuvo acompañada de una carta del Grupo Planeta y el sello Seix Barral en la que convocan a la llamativa propuesta a la que hace referencia Güiraldes: “En un mundo regido por algoritmos que nos conducen a lo que se supone que deseamos a partir de datos sobre nuestras preferencias, los invitamos a una cita a ciegas. Este libro sin autor ni título, sin imagen de tapa ni texto de contratapa, del cual solo diremos que es una novela, establece con sus lectores un pacto de confianza que encierra una incógnita a develar”.
En la misma carta la propuesta es que los lectores se encuentren “verdaderamente a solas” porque asumen que se trata de una iniciativa que “altera nuestra forma habitual de elegir y comprar libros para arrojarnos, por una vez, a la aventura de leer sin saber, por el solo hecho de disfrutar de algo acerca de lo cual no conocemos nada de antemano”. “Se trata de un desafío para quienes acepten entregarse a una experiencia de lectura cruda, no mediada por ninguna información previa”, resumen. Según un librero de la tradicional Ateneo Grand Splendid, la pregunta por la autoría de la obra no fue la principal en estas primeras semanas, sino que las consultas fueron si era un cuaderno, si se trataba de una novela de suspenso y si la tapa en blanco era un elemento más de esa propuesta o si la trama pertenecía al género policial.
Desde la librería Cúspide de la Ciudad de Mendoza (Av. San Martín 931), Débora, una de las vendedoras, dice que cuando llegaron los ejemplares con la tapa blanca en un principio pensaron que se trataba de un error de impresión: fue una clienta atenta la que les contó que había escuchado que se trataba de un libro sin información en la tapa, ni en la contratapa y que tampoco se sabía el nombre del autor o autora. Lo cierto es que los ejemplares que llegaron se vendieron. En El Ateneo de La Plata cuentan que la novela fue cargada en el sistema y definida como “ciencia ficción-fantástico” y se divierten con la idea de que un autor o autora acepte correrse de la escena, o ubicarse de otra manera, en relación a su obra.
La novela juega con la capacidad de la escritura a la hora de construir vidas posibles, con la ficción como artificio que convoca a la acción y ofrece un guiño a este artilugio editorial al plantear como personaje central a un guionista que muestra su potencia al decidir firmar como anónimo aquello que va escribiendo mientras se ve involucrado en la vida de su amigo Micky Sandoval, al que define como “un techie, como le decían en el pasado a quienes empleaban la totalidad de su tiempo en el desarrollo de novedades tecnológicas que muy pronto caían al abismo de la caducidad y la vergüenza de haber existido”.
En un momento hay un salto abrupto que interpela a los lectores: “Y ahora (el único ahora verdadero de este libro), tengo que suspender la escritura de la novela que están leyendo. Lo lamento mucho, pero a diferencia del ‘narrador’, el escritor tiene una vida de interrupciones más o menos parecida a la del lector. Mañana operan a mi padre en Junín, donde voy a quedarme cuatro días e intentar escribir un diario breve, que será todo mi aporte al género”.
Ese párrafo antecede a las entradas de un diario que expone pistas del posible autor: es un escritor varón, hincha de Boca Juniors que nació en Junín. Ese viaje funciona como un paréntesis que deja también definiciones sobre el acto de escribir, ya que mientras acompaña a su padre y se reencuentra con fragmentos de su pasado, escribe o intenta hacerlo. “Al margen de las distancias de inmediatez que se pretendan establecer entre la realidad que pasa y la escritura que usurpa su lugar sin que nadie se lo pida (salvo los pocos que escriben y leen), lo cierto es que no es posible escribir sobre la realidad que produce la experiencia”, reflexiona en esas notas a modo de paréntesis que se corta porque avisa: “Vuelvo a casa, a seguir con la novela”.
¿Qué conversación plantea esta historia? Para Güiraldes, “la novela plantea la cuestión de la ficción como puro artificio, como un acto de plena libertad creativa que se despoja de todo lo demás. El verdadero asunto acá es el propio libro y el reto de que se lo acepte así como es ofrecido. Que al lector o la lectora le pase algo con él, más allá de cualquier cuestión autoral”. “Yo no voy a figurar en nada”, dice el narrador en un momento y al instante se arrepiente: “Sí, voy a figurar. En idea y realización poné: ‘Anónimo’”. Y esa postura unifica a autor y narrador en un contexto de crecimiento de la literatura del yo, de redes sociales que invitan a construir una narrativa de la propia vida o de estructuras de promoción que implican a los autores en un circuito de exposición creciente.
“Un libro en el que la autoría está borrada de algún modo está en las antípodas de la literatura del yo, si bien sabemos que el yo de las novelas autobiográficas está inevitablemente ficcionado. Pero la pregunta misma sobre el contenido autobiográfico de una obra de ficción, que cada vez aparece más en primer plano (aunque es una pregunta tan vieja como viejos son los libros), se vuelve imposible, o por lo menos vana, ante un libro anónimo”, analiza Güiraldes. Claro que si alguien quiere buscar pistas sobre ese autor/a las va a encontrar. Por ejemplo, Brenda, librera de Zivals, ubicada en la esquina de Callao y Corrientes, dice que cuando llegó el libro la curiosidad la llevó inmediatamente al ISBN, que ubicaron a la obra cerca de las novelas de un autor reconocido y lo hicieron siguiendo una hipótesis sobre esa autoría.
En la librería De la mancha, en Avenida Corrientes 1888, cuentan que tienen un público muy atento a las novedades editoriales que no se topa con el libro como sorpresa sino que llega con información sobre qué le puede interesar. Hasta el momento identifican que quienes se llevaron el libro blanco, ya habían leído sobre la propuesta y en muchos casos apuestan nombres sobre el posible autor.
La editorial no tiene pensado develar esa autoría y sobre eso Güiraldes explica: “Este es un libro de autor/autora anónimo/a. Eso no significa, obviamente, que no lo haya escrito alguien, sino que esa persona no se da a conocer por voluntad propia, una voluntad que la editorial acompaña. En cuanto a las pistas y elucubraciones, son todas válidas y forman parte del juego. Pero imaginamos que habrá algún lector, alguna lectora que entre plenamente en el pacto propuesto y lea el libro sin preguntarse quién lo escribió, sin que eso le importe, por el mero placer de leer. Ese sería el escenario ideal”.
Fuente: Télam
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