Jamaica es una mancha verde en las cálidas aguas del Caribe. Una isla enorme con montañas, clima tropical, bancos de arena, cayos y arrecifes. Representados por esa colorida bandera verde, amarilla y negra, los jamaiquinos son —según el último censo del año 2020— 2726.667 personas que divagan por una geografía fascinante. Eso mismo sintió William Berryman en 1808 cuando llegó al lugar. Venía de Inglaterra, de un mundo diferente, de una vida distinta.
De este artista británico se sabe poco y nada. Como las buenas biografías, sólo nos quedan sus dibujos. Más de 300 obras que fueron recuperadas muchos años después y conforman, todas juntas, una excelente representación de la Jamaica de aquella época, su pasaje selvático, sus habitantes, sus oficios, sus roles en ese rincón del mundo natural. Berryman desarrolló su actividad en Jamaica durante el período que va de 1808 y 1816, eso es todo lo que sabemos.
Caminata en la plantación es uno de sus trabajos más bellos. Una acuarela con tinta negra y lápiz de 21 centímetros de alto y 14 de ancho que se encuentra en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos situada en Washington D. C., una de las mayores bibliotecas del mundo con más de 158 millones de documentos. Entre ese monumental archivo cultural están las más de 300 piezas de William Berryman.
“Realmente no puedo vivir fuera de Jamaica. Puedo estar alejado, pero sólo por un momento”, dijo hace poco el ex atleta Usain Bolt, uno de los más veloces de la historia. Algo similar comentó Shaggy, músico jamaiquino: “Una vez que dejamos Jamaica, automáticamente, cualquier ciudadano se convierte en embajador de la bandera, porque Jamaica, es un país tan rico en cultura, incluso tenemos un equipo de bobsled, y nunca tenemos nieve. Hacemos todo en extremo”.
¿Qué vemos en Caminata en la plantación, una obra sin fecha exacta, creada entre 1808 y 1816? Un hombre a caballo en el extremo derecho, una mujer en el centro que parece señalarle a un muchacho blanco —por su vestimenta, un aristócrata—, al fondo una choza. Luego, todo lo demás es naturaleza: un paisaje con dos árboles de plátanos enormes, un cielo celeste con algunas nubes, la tierra casi rojiza y una enorme variedad de verdes en las hojas diversas de la vegetación jamaiquina.
Berryman tenía pensado elaborar una serie de grabados basados en sus obras de arte de Jamaica, pero murió antes de poder llevarla a cabo. Su obra quedó inédita y se descuidó hasta que fue redescubierta recientemente en un álbum. La Biblioteca del Congreso adquirió la colección y la expuso en el Centro de la Universidad de Yale de Arte Británico en New Haven y en el Museo de la Commonwealth y el Imperio británico en 2007 y 2008.
La Jamaica que nos muestra Berryman es un lugar verdaderamente soñado. Es una mirada subjetiva, fascinada, estetizada de un país con altos índices de desigualdad. Lo dijo el rapero Michael Franti: “Hay una gran dicotomía. Por un lado, tienes una industria turística con grandes playas y resorts, pero por el otro, tienes tanta pobreza y violencia que va con ella”. Hay un proverbio que los jamaiquinos suelen repetir: “Un fantasma sabe a quién asustar”. Y Jamaica sabe a quién fascinar.
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