Tatiana Goransky: “Hace años que pienso que el amor es mucho más pornográfico que el sexo”

Con el primer verso de un poema de Luis César Amadori como título, “Quisiera amarte menos”, la escritora presenta su última novela, publicada antes en Chile y España, y cuenta por qué no tenía apuro por verla impresa

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(Foto: Ana Portnoy)
(Foto: Ana Portnoy)

“Quisiera amarte menos,// no verte más quisiera,// salvarme de esta hoguera//que no puedo resistir”, dicen los versos de un vals de Luis César Amadori que le da título a la novela más reciente de Tatiana Goransky, donde precisamente esa pasión violenta y abrasadora es la que vertebra la historia del triángulo amoroso que conforman Clara, Julia y Juan.

Apelando a la concisión y a una estructura polifónica, la autora de Fade out y La mujer poco probable subvierte el género negro y lo convierte en una suerte de tragedia griega en la que cada personaje dice su verdad y sus voces exploran las aristas del amor: el cariño, el deseo, la locura, los celos, la decepción.

A pesar de que inicia el libro invocando la letra de la canción de Amadori y algunos versos de Cristina Peri Rossi que asimilan el amor con una tragedia aérea, Goransky no apela a los eufemismos ni a las frases hechas para describir la pasión que enlaza a sus seis personajes. Elige el lenguaje más explícito a la hora de narrar la corporalidad de su triángulo y de los personajes de su entorno, pero también la impiedad para relatar sus fracasos, sus falencias y la violencia que ejercen y , a la vez, de la cual son víctimas.

Sobre el largo tiempo que le llevó escribir un texto tan breve, el trabajo de editarse a sí misma y su decisión de dar a conocer una novela a la que califica como “sexual, violenta e incómoda”, conversó la autora. A continuación, los principales tramos de esa entrevista.

—Esta novela tiene una génesis bastante particular ya que se gestó a través de varios años, y en el medio editaste varios libros y te dedicaste a los textos de otros...

— Creo que la terminé en algún momento del 2016, año en el que salió publicada Fade out, pero le di aire mientras compilaba dos antologías, empezaba un texto nuevo bien diferente en forma y tono (que después se convirtió en La mujer poco probable) y acompañaba a colegas en sus propias producciones literarias.

Quisiera amarte menos me generaba sensaciones encontradas. No estaba apurada por verla impresa, no estaba convencida de que estuviera terminada, y algo del contexto que había construido a su alrededor me parecía falso, escrito para esconder la carnalidad de los personajes, para hacerla más fácil de leer, para que no fuera tan sexual, violenta, corta, incómoda o políticamente incorrecta.

Y es que la industria cambió mucho en estos últimos años. Ahora los libros “duros” escritos por minorías latinoamericanas son de lectura obligatoria, pero eso recién se dio a la par de la explosión de la marea verde y el resto de las luchas. Antes se buscaban otro tipo de libros: más gordos, más llevaderos, más fáciles de clasificar, sobre todo si venían escritos por mujeres. Me pidieron (como mínimo) que la engordara, que así podría colocarse en una editorial europea grande, pero no pude, no quise. Al final, le saqué todo lo que no era absolutamente necesario y me concentré en los personajes. Los dejé solos, desnudos, sin artilugios, narrando una historia que al ser publicada por primera vez iba incluso a “contramano” de algunos de los movimientos que tanto apoyo. Y es que, como dice un colega al que admiro, “en tiempos donde no paran de declamarse los empoderamientos y las emancipaciones, saliste con una novela sobre los sometimientos: sus formas y sus goces”. Y tiene razón.

—¿Cómo surgió la estructura coral? ¿Qué antecedentes tiene? Lo primero que pensé fue en Rosaura a las diez, pero Denevi usa las distintas voces para reconstruir un crimen y no para narrar su gestación.

Rosaura a las diez es uno de mis libros preferidos. Esos que leés de chica y te construyen un poco como lectora. Lo tengo siempre presente, pero en este caso no pensé tanto en Denevi ni en el Puig de Boquitas pintadas. Esta vez hice pie en el teatro. Alguna vez me recibí de dramaturga, y Quisiera amarte menos es mi humilde homenaje a la tragedia. Una tragedia en seis monólogos y una confesión. Seis personajes abandonados por su autora, que se narran a sí mismos y a los demás, que están inmersos en una trama oscura y polifónica.

"Quisiera amarte menos” (Galerna), de
"Quisiera amarte menos” (Galerna), de Tatiana Goransky

—El título es un vals muy conocido de Luis César Amadori que incluso citás, ¿cómo juega esa declaración de amor en una historia que parece regida por el sexo? Ahí hay casi un contraste ya que narrás sin eufemismos, de un modo bastante explícito...

—Aunque el título vino al final, creo que, como tantas veces, la escritura nos precede. En este caso, la letra de ese vals estuvo operando en la narración desde el principio. Es un libro sobre cómo el amor puede destruirlo todo y, a su vez, ese acto de destrucción puede refundar un amor nuevo. Acá el sexo es explícito, sí. Pero también lo es el amor. Y entonces se vuelve todavía más pornográfico. Hace años que pienso que el amor es mucho más pornográfico que el sexo. Todo el mundo coge, todo el mundo habla de cómo y con quién coge, pero casi nadie habla de cómo y a quién ama. Y no nos olvidemos del deseo, esa fuerza que todo lo arrasa. Eso que cada día intentamos poner por delante.

—¿Qué le aporta la brevedad a esta especie de nouvelle coral?

—La promesa de que nada se interpondrá entre el lector y los personajes. No va a haber un Deus Ex Machina que los salve ni narradores en tercera persona que intenten explicarles nada. La única puesta en escena es la de los cuerpos, que se cuentan, que se abisman.

—La única voz que se repite es la de Clara. ¿Por qué ese privilegio para quien parece ser la “villana” de la historia?

—¿Acaso sabemos cuáles son nuestros verdaderos límites? ¿Qué estaríamos dispuestos a hacer por deseo o por amor? Yo no la veo como a una villana. Como siempre le digo a la gente con la que trabajo: si juzgamos a nuestros personajes, no nos queda nada. Ya es difícil no juzgarnos a nosotros mismos a la hora de escribir. Alrededor hay cepos, se nos cancela, se nos dice quiénes deberían ser los narradores de la Historia, se nos relega a contar una actualidad que yo prefiero dejarle al periodismo.

—La novela se publicó originalmente en España y después en Chile, pero tiene cuestiones muy argentinas, ¿puede entender el lector de otras latitudes las referencias, por ejemplo, a los crímenes cometidos por los hijos del poder?

—Creo que si se les escapa esa referencia no pasa nada porque en Chile y en España también hay hijos del poder. Hay hijos del poder en todo el mundo. Tal vez el caso tiene otro nombre, tal vez las mujeres fueron asesinadas de otra manera, pero, lamentablemente, es una historia sin fin.

Dentro del libro se narra, periféricamente, un crimen que aconteció de verdad. Un femicidio que ocurrió en una provincia argentina. Ese femicidio es fundacional, es una marca en el cuerpo de un país, pero también del mundo.

—La muerte y el sexo brutal no son la única violencia que sufren los personajes ya que son víctimas de su situación social, de su familia en algunos casos...

—Sí, antes dije que le dejaba la actualidad al periodismo, pero esto no es actualidad, es barbarie. Una barbarie que se repite desde el principio de los tiempos.

Tatiana Goransky presenta una novela
Tatiana Goransky presenta una novela coral cruda, "Quisiera amarte menos", en la que sexo y amor cobran nuevas dimensiones (Foto: Alejandro Meter)

—¿Por qué elegiste contar de modo fragmentario, con saltos temporales, como si las voces armasen un rompecabezas?

—Porque nadie narra de la misma manera. Somos todos protagonistas y testigos. Protagonistas de nuestra historia, testigos de la de los otros. Lo único que nos queda, en efecto, es un rompecabezas. Un rompecabezas que se completa con el lector.

—¿Cuál es la diferencia entre editar tus textos y editar los textos de otros?

—Al editar textos ajenos me concentro en no meterme con el estilo, con esa voz que a veces recién asoma y otras es muy identificable.

Al editar los míos cuido también el estilo, pero puesto siempre a disposición de la novela que estoy escribiendo. En este caso el estilo está ligado al tono, por momentos, paródico. La novela se mete también con los juicios y prejuicios de un mundo literario lleno de chismes y qué dirán. Un mundo que, hasta el día de hoy, sigue priorizando a las y los autores por sobre sus textos.

—¿Cuál es el papel que tiene el personaje de Vera, que parece ser ajeno, venir de otro lado, y al mismo tiempo, traer otra ingenuidad, otro modo de relacionarse con la gente?

Vera aporta una ternura que es esencial. Y es a la vez un pedacito de ese Santiago del Estero que quedó fracturado. Su mirada de provincia está llena de miedo, pero también de expectativa. Aunque teme desilusionar, se identifica como fea, no se quiere. Su encuentro con Ricardo y la Turca construye un segundo triángulo, muy distinto al de Julia, Juan y Clara. Vera no viene de ese mundo cargado de erotismo (del que vienen casi todos los otros personajes), ella todavía es una niña, aunque no lo sea en edad.

Escribir Quisiera amarte menos fue casi como dirigir una obra de teatro, dándole a los actores la información sobre la vida de sus protagonistas para después pedirles que dijeran una sola línea que lo contuviera todo. Una sola línea que, en algún caso, podría haber sido el comienzo del poema “La pasión”, de Cristina Peri Rossi: “Salimos del amor como de una catástrofe aérea”.

Fuente: Télam

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