Antes de su muerte, en 2017, Wolfgang Haney estableció que su colección de 15.000 objetos, valuada en € 1 millón, no fuera dividida ni vendida a individuos: esas postales, panfletos, tarjetas de racionamiento, fotografías, juegos de naipes, afiches de cine y adornos dan testimonio del antisemitismo en Europa, en particular del nazismo, y debían permanecer en alguna institución. Una donación para el Museo Histórico Alemán, de Berlín, acaba de cumplir esa voluntad, informó The Art Newspaper.
En vida la había empleado para explicar en las escuelas alemanas lo que había sucedido durante el nazismo. También la había prestado al Museo Judío de Frankfurt y al de Berlín, al Museo Imperial de la Guerra en Londres y al Museo del Holocausto en Washington DC. Ahora será reclasificada para muestras y para investigaciones sobre la historia del genocidio en Europa.
Haney había nacido en 1924 de un padre católico y una madre judía, lo cual lo convirtió, por las leyes de Nuremberg de 1935, en “judío mestizo en primer grado”. Muchos miembros de su familia murieron en la Shoah; él ayudó a escapar a varias personas perseguidas —incluida su madre, que se escondió en un bosque al este de Berlín— mientras su padre era sometido a trabajos forzados. Debió abandonar la escuela primero y, finalmente, también él tuvo que huir.
“Mi tío, mi tía, toda nuestra familia fue enviada a Lodz y luego a Auschwitz. Nadie regresó”, dijo Haney a la asociación sin fines de lucro Widen the Circle, que en 2015 le entregó el Premio Obermayer por Servicios Distinguidos a la historia de los judíos-alemanes. Cuando regresó hizo una larga carrera en ingeniería civil municipal —había mucho que hacer en el Berlín destrozado por la guerra— y, tras su retiro, se dedicó completamente a la tarea de coleccionismo que había comenzado años atrás.
Comenzó a viajar por Alemania en busca de objetos vinculados al antisemitismo y al Holocausto: sellos, caricaturas, publicaciones, calcomanías, objetos de uso cotidiano, cartas enviadas desde los campos de concentración. Junto con su esposa, sobreviviente de la Shoah, visitaba escuelas para educar a los niños sobre la historia trágica de su país.
“Mi deseo y mi objetivo es informar a la población alemana, en especial a los jóvenes, y explicar que los nazis hicieron un desastre inimaginable para Alemania”, explicó a Widen the Circle. “Es muy importante que sepan lo que pasó. En los primeros años los alemanes admitían que lo habían hecho y reconocían que había sido muy malo. Pero ahora, poco a poco, el antisemitismo está recomenzando”.
La ministra de Cultura alemana, Monika Grütters, coincidió: “La colección es un valioso conjunto para analizar el antisemitismo, que actualmente nos está desafiando una vez más”, según un comunicado que reprodujo Art News. Sólo en el último año, los episodios denunciados de antisemitismo en Alemania llegaron a 2.000. “Contiene testimonios históricos únicos que muestran la opresión y los crímenes contra la humanidad del nacionalsocialismo, y la gradual escalada hacia un sistema de terror racista”.
El presidente de la Fundación del Museo Histórico Alemán, Raphael Gross, también aludió a la vigencia del problema: “Es importante que la institución se ocupe del antisemitismo pasado y presente de un modo más significativo que antes”. Los objetos permitirán que el público “obtenga una comprensión más profunda de cómo las actitudes antisemitas, las imágenes y la propaganda de odio dieron forma a la vida cotidiana en Alemania y otros países europeos desde mediados del siglo XIX”, lo citó Smithsonian Magazine.
La Colección Haney —que le valió la Orden al Mérito de Berlín, el máximo honor que otorga la ciudad— contiene materiales desde la época del Caso Dreyfus en Francia; también los brazaletes amarillos que debían usar las personas judías en Alemania, material promocional de la película de propaganda nazi El judío Süß y otras piezas que solían incluirse en “El judío eterno”, la muestra itinerante del nacionalsocialismo antes de la guerra, para alentar los estereotipos del antisemitismo.
Como también contiene diarios, pasaportes, cartas y dibujos de personas detenidas en los campos nazis, la adquisición enfrentó al museo con preguntas éticas. Se decidió que estos documentos se compartirían con los Archivos Arolsen, un centro internacional originalmente creado para rastrear a las víctimas.
Dudas similares presentaron los retazos de rollos de la Torá saqueados en las sinagogas de Europa del este, que los soldados alemanes usaron como papel de envolver. El museo solicitó la cooperación de la Conferencia sobre Reclamaciones de Material Judío contra Alemania, a los efectos de identificar los fragmentos y determinar qué correspondería hacer con ellos.
El museo también trabajará con el Centro de Investigaciones sobre Antisemitismo para aprovechar mejor la donación recibida.
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