Fernando Aramburu: “La ficción permite inventar seres humanos que no tienen que ver con el escritor”

Tras el éxito de “Patria”, el escritor español presenta “Los vencejos”, su última novela, en la que recrea los diarios de un hombre que ha decidido morir

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Fernando Aramburu presenta su última novela, "Los vencejos"
Fernando Aramburu presenta su última novela, "Los vencejos"

El escritor español Fernando Aramburu acaba de publicar Los vencejos, una novela escrita en pandemia en la que su protagonista, Toni, decide que va a suicidarse al año siguiente y se pone a escribir día a día sus memorias de hombre ordinario, recién separado y desencantado del deseo, con la libertad intimista que supone estar seguro de que nadie leerá esos textos mientras viva, aunque con el condicionamiento que le sigue significando, en un muy detrás de escena, dejar esos papeles como legado para su hijo adolescente.

Publicado por TusQuets, el nuevo libro de Aramburu (San Sebastián, 1959) llega después del fenómeno editorial y social que fue Patria, multipremiada novela traducida a 34 lenguas y convertida en serie, hace un año, para la plataforma HBO, que aborda el conflicto identitario de su Vasconia natal e indaga en las consecuencias de las violencias ejercidas por el Estado español y la guerrilla separatista vasca.

Desde la ciudad de Hamburgo, donde vive, acompasado por una pandemia que en Alemania tuvo consecuencias más controladas que en España, Aramburu vuelve a crear un escenario ficticio que responde a una geografía real muy clara: cada temporada, entre fines de marzo y principios de abril, los vencejos regresan desde África y anidan en los huecos de los edificios altos de Madrid anunciando la primavera. Y como Toni, varón sexagenario de una idiosincrasia que va quedando en desuso con los cuestionamientos actuales de los feminismos, están en extinción. Los vencejos desaparecerán por efectos del cambio climático, Toni porque decide que no va a cursar la vejez.

Aramburu es filólogo hispánico y vive en Alemania desde 1985 cuando se mudó para enseñar español a hijos de inmigrantes. Recibió su primer premio con su primera novela, Fuegos con limón, en 1997, y desde 2009 se dedica únicamente a escribir. Los ojos vacíos, Los peces de la amargura, Años lentos y Ávidas pretensiones son otras novelas suyas premiadas: el Vargas Llosa de relatos, la Real Academia Española, el Tusquets de Novela. Y hay más. Considerado uno de los escritores más destacados de su generación en España tiene ensayos y libros de poesía en euskera y español, como Ave sombra/Itzal hegazti’ .

—Los vencejos parecieran tener un doble valor simbólico en la novela. Encantan a Toni, vuelven a sus nidos a empollar, traen crías y nuevas vidas. Pero en este mundo moderno de cambio climático están en extinción. ¿Cómo se fueron colando en la novela?

—A los vencejos les corresponde un papel de primer orden: con su regreso migratorio definirán la decisión del protagonista de quitarse la vida. Aunque me ocurrió un hecho curioso. Debido a la pandemia no era siquiera posible viajar a Madrid para documentarme y aproveché la presencia de amigos allá para preguntarles si veían vencejos. Me encontré con personas que llevan toda la vida ahí que ignoraban que en esa ciudad había vencejos. Lo que ocurre es que para verlos hay que levantar la mirada, dejar de prestar atención a los comercios y de vez en cuando también al tráfico, lo cual es bastante arriesgado en Madrid. Pero son habituales en la ciudad y tiene la peculiaridad de que se pasan todo el día volando, que no se posan, y entonces ni siquiera hay que ir a un parque para avistarlos, están ahí, cumpliendo su ciclo vital sobre las cabezas de los ciudadanos y esto fascina a Toni, que comparte espacio vital con unos pájaros que están libres de las ataduras laborales y del pago de facturas y proyecta sobre ellos una libertad que por momentos le gustaría tener en su propia vida.

“Los vencejos” (TusQuets), de Fernando Aramburu
“Los vencejos” (TusQuets), de Fernando Aramburu

—Habiendo sido escrita en pandemia y situada en el presente madrileño inmediato la atmósfera de la novela no da cuenta de las angustias que se vivieron cuando los contagios subían y con ellos los muertos, ¿Puede responder a que mientras escribiste respiraste el aire de otra geografía y estuviste inmerso en un escenario muy distinto, el alemán?

No tengo la menor duda de que la posición vital del que escribe, el tiempo en el que vive y el lugar en el que reside determinan la escritura, porque adjudican una perspectiva desde la que uno escribe, así como desde el particular conocimiento de los asuntos humanos. De todos modos Los vencejos transcurre antes de la pandemia, las primeras 150 páginas son anteriores al tiempo real: hubo un día en que el tiempo real alcanzó al de la novela y después el tiempo real avanzó más de prisa. De haberse producido la novela durante el tiempo que abarca la pandemia, me hubiera obligado a hacer enormes cambios, no solo por el hecho de que ocurriera un acontecimiento de alcance colectivo, sino porque el personaje está un poco abrumado por la falta de épica en su vida. Da la impresión de que decide suicidarse para vivir por fin algo grande. La pandemia me habría obligado a otro final que ahora mismo no puedo prever.

—Es llamativo que encuentre la posibilidad de hacer algo grande en la acción de aniquilar, si bien esas memorias podrían simbolizar un acto de trascendencia.

—Pues matarse es muy fácil, lo más relevante es saber con exactitud el día y la hora de la propia muerte. Este hombre se permite racionalizar esta experiencia, esto solo lo permite la ficción y eso es la columna vertebral del libro, que acompaña página a página en una especie de cuenta atrás de los días a un ciudadano urbano de nuestro tiempo en la esa experiencia de buscar las razones para su propia muerte: porque no tiene todas las cartas para estar desesperado, tiene ingresos, no está especialmente deprimido, no tiene una enfermedad grave.

—La decisión de suicidarse en Toni parece una afirmación de la vida.

—Tenía claro desde el principio que esta novela iba a ser un canto a la vida, acompaña la trayectoria vital de una persona por zonas oscuras, de decepción y rencor pero con humor. Ese hombre consigue no sucumbir al nihilismo a pesar de que no se entusiasma con apenas nada, sin embargo acepta y eso lo convierte en un vencejo: tiene su rutina, su trabajo diario, sus familiares a los que no quiere mucho, su pasado poco glorioso, pero también está hecho a partir del roce con las personas con las que convive y también tiene ayuda.

—¿Identificás el momento en que esta novela empezó a cocerse en tu interior?

—Me costó tres años escribir Los vencejos y lo empecé antes de la pandemia, en unas circunstancias no del todo favorables para escribir una novela larga, porque viajaba mucho y tenía que interrumpir el trabajo continuamente. La pandemia a mí me vino bien, lo digo sin cinismo, en el sentido de que me obligó a encerrarme en mi casa y en lugar de aburrirme, como le ocurría a otros, pues yo disfruté de un suplemento de tiempo que invertí en la escritura de esta novela. De lo contrario, probablemente no la habría terminado todavía.

Fernando Aramburu (foto de archivo)
Fernando Aramburu (foto de archivo)

—¿Cómo la armaste?

—Hay una parte artesanal de la escritura a la que presto mucha atención y sé que si la resuelvo pronto el trabajo fluye mejor. Antes de empezar a trabajar elijo imagen, estructura, la manera de modular la lengua escrita y el final, para darme cuenta si hay novela o no. Tengo el olfato de saber antes de escribir la primera palabra si es novela o no. Después el trabajo es muy gozoso para mí, ver que día a día va surgiendo un mundo narrativo coherente, independientemente de los días ásperos o estériles, que también lo hay, y de las desesperaciones típicas de los escritores cuando no encuentran soluciones valiosas, pero que se pueden aminorar sumando a la tarea confidentes literarios.

—¿Qué significó escribir estas memorias, que no son tuyas, que son ficción, pero seguramente repasan cuestiones que a vos mismo te convocan y conmueven?

La ficción permite inventar seres humanos llamados personajes que no tienen que ver con el escritor. Yo trabajo con palabras que otras personas descifrarán en sus mentes y ese trabajo supondrá la creación de la historia. No le doy a los lectores una historia, sino un suscitador y no tengo ningún problema en inventar acciones, temperamentos que no tienen nada que ver conmigo. Estoy atento en todo momento a lo que dicen y hacen otros con la mira puesta en sacarles provecho literario.

—Entiendo que escribiste Los vencejos leyendo diarios españoles y que el recorte de esa lectura es personal.

—Estuve obligado a atender a la realidad española y europea porque la novela me lo exigía: transcurre entre el 1 de agosto de 2019 y el 31 de julio de 2020 y tenía la misión de añadir a la historia privada de los personajes un dibujo social de época. Por eso los personajes se despachan sin la menor corrección política.

—¿Cambia la forma de mirar al país propio, la historia que alguna vez fue compartida in situ, con la distancia física asentada por un tiempo prudencial?

—Dudaría de que no fuera así, he asistido a los hechos de mi país desde la distancia geográfica, pero esa distancia está prácticamente anulada desde que existe Internet. Puedo estar mejor informado sobre acontecimientos de todo tipo que cualquier compatriota que reside en España.

—Claro, pero ese escenario no lo respirás. El olor todavía no llega por Internet.

—Lo cual tiene ciertas ventajas, cuando ese olor es desagradable.

Fuente: Télam.

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