A la reedición en los últimos meses de las novelas de Charlie Feiling (1961-1997), El agua electrizada y Un poeta nacional, se sumó El mal menor, una historia que, además, fue inspiradora de la película El prófugo, de Natalia Meta, y es la elegida para representar a la Argentina en las precandidaturas a los premios Oscar, reubicando de esta manera al autor rosarino y a su obra, atravesada por un despliegue de indagaciones sobre distintos géneros, en la escena literaria argentina.
Anotado en el Registro Civil como Carlos Eduardo Antonio, el escritor, docente, poeta y periodista fue durante años un autor de culto, sus novelas no se conseguían fácilmente, pero el año pasado el sello La parte maldita se encargó de volver a editar El agua electrizada, un policial publicado originalmente en 1992; la editorial Alto Pogo hizo lo propio con Un poeta nacional, una historia de aventuras que se conoció en 1993; y La Bestia Equilátera se ocupó de reeditar El mal menor.
“En su singularidad, la breve obra de Charlie parece haber sido muy renovadora e inspiradora. Lo que tienen en común los tres sellos que publicaron los tres libros es que están hechos o dirigidos por gente joven. Otra generación. Cada sello pidió un libro en particular, por el interés específico de sus editores por una de las novelas, que les había abierto la puerta a las demás”, reflexiona la periodista y editora Gabriela Esquivada, su pareja y a quien Feiling dedicó El mal menor.
Luis Chitarroni, su amigo y primer editor, es uno de los responsables de La Bestia Equilátera y fue quien escribió el prólogo de esta reciente edición. En esas páginas plantea que “El mal menor es un libro imprescindible para nuestra literatura” y también hace referencia al intento de Feiling, con su novela El agua electrizada, de “enmendar de alguna manera cierta tendencia del policial argentino a un laconismo infestado por (Osvaldo) Soriano” .
Sobre estos puntos explica que el escritor nacido en Rosario en 1961 “propuso, aunque es difícil enunciar el propósito de otro, ofrecer alternativas a las restricciones, ni lejanamente chandlerianas, que habían impuesto Triste, solitario y final y su secuela”. Para Chitarroni, lo que este autor aporta es “buena escritura, estilo, ritmo inmejorable. Una inflexión que no es irónica ni distante sino absolutamente identificable, una identidad, por lo tanto”.
En una entrevista inédita que publicó Infobae en 2017, Feiling le decía a Cynthia Sabat que siempre había sentido “el nombre Carlos como una imposición ridícula, no porque tenga algo malo el nombre en sí” pero firmaba como C. E. Feiling, ya que tampoco le gustaba firmar Charlie porque no se consideraba “una estrella de rock”.
El autor del libro de poemas Amor a Roma murió de leucemia a los 36 años el 22 de julio de 1997 y dejó una cuarta novela La tierra esmeralda, cuyo último capítulo publicó, cuando se cumplieron 10 años de su muerte, la editorial Norma en un solo volumen que incluía sus tres novelas. En ese libro inconcluso, Feiling daba forma a su proyecto de abordar un nuevo género en cada libro. En el que iba a ser su último trabajo, el desafío era indagar en el fantasy.
Licenciado en Letras en la Universidad de Buenos Aires, el autor fue docente en Argentina y en Reino Unido. Desde 1990 sus ocupaciones centrales fueron la literatura y el periodismo cultural. Pasó por las redacciones de La Nación, Clarín, El Cronista, El Porteño y Página/12, donde se desempeñó como secretario del mensuario Página /30.
“Charlie se propuso explorar distintos géneros literarios con un criterio: lejos de repetir las reglas, las reconocía para respetarlas y a la vez forzarlas. A comienzos de los 90, cuando salió El agua electrizada, también aportó algo que era muy difícil para su generación: hablar de la dictadura y su legado en la vida cotidiana y en la cabeza de los que crecimos como si el autoritarismo fuera normal”, resalta Esquivada.
En el prólogo que la periodista y escritora escribió para la reedición de esa novela, cita anotaciones de Feiling: “No tengo ideas. Jamás he tenido una idea. Lo único que tengo son obsesiones”. Sobre cómo se tradujeron esas obsesiones en su obra, Esquivada responde: “En una escritura muy trabajada, literalmente palabra a palabra, para que no sobren, antes que nada, pero también para ahondar en todo aquello que se acumula detrás de una obsesión, de lo que no siempre tenemos conciencia. El resultado fueron novelas muy fáciles de leer y a la vez muy abiertas a capas de interpretaciones”.
Natalia Meta es, junto con Chitarroni y Diego D’Onofrio, una de las fundadoras de La Bestia Equilátera y la directora de El prófugo, una película que no considera una adaptación de la novela. “Es una inspiración. Extraje un elemento central de la novela: la idea de los prófugos y que el mundo del sueño tiene una ubicación específica, con una frontera que lo separa de la vigilia y hay seres soñados que cruzan esa frontera, vienen de visita a este mundo y luego intentan encarnarse. Ese fue el elemento que más me atrajo. En ese traslado del sueño a la vigilia, el sonido era un elemento clave así que llevé la película para ese lado”.
Así como Ricardo Piglia escribió que El mal menor no era una novela de terror sino sobre el terror, Meta asevera que su película “podría ser sobre el sonido y sobre lo aterrador del elemento sonoro”.
Meta logra, a través de los días pero sobre todo de las noches de Inés (Erica Rivas), llevar al cine lo que Feiling planteó en su novela: lo onírico como forma de habitar esa intersección entre lo real y lo imaginario pero también como una puerta de entrada para la escisión entre ambos mundos. Y elige poner en escena ese movimiento a través del sonido como elemento central.
“Lo que más me atrajo es la voz narrativa, sus juegos. Luis (Chitarroni) me decía que la novela empezaba con la idea de los tacos, los ta-qui-tos divididos en sílabas -explica- y eso fue un camino que se abrió. La voz que está tan presente en la novela también marcó mucho. Conocía el Coral Femenino de San Justo, cuyo trabajo fui a ver al Colón y me encantó el repertorio, entonces pensé en un personaje que pudiera acompañar y eso me llevó al órgano. Después conocí el órgano del CCK de la sala sinfónica y me asombró esa construcción tan misteriosa, tan enigmática. En mi película anterior hice un doblaje larguísimo, aprendí y me asusté con todo lo que se puede hacer para manipular la voz y cómo esa voz que para nosotros es tan natural, con procesos tan sencillos como ralentarla, cambia totalmente, se vuelve algo tan siniestro”.
Si bien le encantó la novela y pensó que era ideal para una adaptación cinematográfica, creyó que tenía que hacerla otra persona porque era “muy truculenta” y no era algo que ella pudiera encarar. Pero se animó y hoy identifica que “quedaron elementos del terror de la novela pero en lo inquietante, no de ese terror tan truculento”.
También señala que “hay un montón de cuestiones que tienen que ver con la comedia que ya están presentes en la novela, sobre el amor, la relación con los hombres, con el deseo” y asevera: “Es una película de amor y miedo al amor”.
Para Esquivada, en su segunda película la directora logró “una versión que conservó el clima aterrador de la historia de Inés, Nelson y otros personajes, pero sin ceñirse al texto escrito, que tiene episodios muy difíciles de representar en una narración audiovisual. Por ejemplo: la novela termina con una frase que pone los pelos de punta por la revelación que trae consigo aunque es un lugar común; en la película eso lo hace una canción, que parece empalagosa pero es un misil”.
“Me hizo acordar a una serie basada en The Man In The High Castle, de Philip K. Dick: la primera temporada más o menos sigue al libro, pero luego se dispara por sus propios caminos, que son igualmente dickianos”, grafica.
Chitarroni considera que “un gran mérito del film es la adaptación, tan efectiva como desaforada, capaz de inventarle a El mal menor otro ámbito y otros sentidos que pongan en juego ‘la realidad’. Al revés de lo que ocurría con el film anterior, Muerte en Buenos Aires, juega con otra dimensión temporal, no el pasado”.
En ese sentido, subraya que “al borrar o ahorrarnos los aspectos epocales de un libro escrito en los noventa, no lo actualiza ni lo distorsiona. Cambia en gran medida aquello que pertenece a las proyecciones distintas de dos artes que no compiten, como lo demuestra el travelling ‘excesivo’ después del accidente de uno de los protagonistas” y celebra que haya sido elegida para competir en la sección películas extranjeras de los premios Oscar: “Es un gran honor para los argentinos y los amigos”.
Chitarroni fue el primer editor de Feiling y ahora, al ver la centralidad que recupera en la escena literaria, analiza: “El programa y el sistematismo de Charlie anticipan un regreso a los géneros que hoy parecen proféticos, pero la profecía no es un tema que me consterna, aun cuando no se cumplan. ‘Qué maquinaria compleja es el deseo’, decía un sabio alemán, ‘que logra saciarse incluso cuando aquello que se desea no ocurre’”.
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