—¿Cómo afirma un hombre su poder sobre otro, Winston?
Winston pensó.
—Haciéndolo sufrir —dijo.
—Exacto. Haciéndolo sufrir. La obediencia no es suficiente. A menos que esté sufriendo, ¿cómo puedes estar seguro de que obedece tu voluntad y no la suya propia? El poder reside en infligir dolor y humillación. El poder reside en romper en pedazos las mentes humanas y volver a reunir esos pedazos en formas nuevas que uno elige. ¿Empiezas a ver ahora la clase de mundo que estamos creando? Es el opuesto exacto de las estúpidas utopías hedonísticas que imaginaron los viejos reformistas. Un mundo de temor, de traición, de tormento, un mundo hecho de pisotear y de ser pisoteado, un mundo que ha de tornarse no menos despiadado, sino más despiadado a medida que se vaya refinando. El progreso en nuestro mundo será progreso hacia más dolor. Las antiguas civilizaciones proclamaban estar basadas en el amor y la justicia. La nuestra se basa en el miedo. En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y la autodegradación. Todo lo demás lo destruiremos. Todo. Ya estamos quebrantando los hábitos de pensamiento que sobreviven de la era anterior a la Revolución. Hemos cortado los lazos entre padres e hijos, entre hombre y hombre, entre hombre y mujer. Ya nadie se atreve a confiar en su esposa, ni en su hijo, ni en su amigo. Pero en el futuro no habrá ni esposas ni amigos. Los niños serán sustraídos a sus madres en el momento de nacer, tal como uno toma los huevos de una gallina. Se erradicará el instinto sexual. La procreación será una formalidad anual, como la renovación de una tarjeta de racionamiento. Aboliremos el orgasmo. Nuestros neurólogos ya están trabajando en ello. No habrá lealtad excepto la lealtad al Partido. Tampoco habrá amor, salvo el amor al Hermano Mayor. No habrá risa, excepto la risa de triunfo sobre un enemigo derrotado. No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. Cuando seamos omnipotentes, ya no tendremos necesidad de ciencia. No habrá distinción entre la belleza y la fealdad. No habrá curiosidad, ni disfrute del proceso de la vida. Todos los demás placeres serán destruidos. Pero siempre… nunca lo olvides, Winston… siempre existirá la embriaguez de poder, cada vez más grande y más sutil. Siempre, a cada momento, existirá la excitación de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres un cuadro del futuro, imagina una bota aplastando un rostro humano… para siempre.
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