La belleza del día: “Banquete de la Guardia Civil de Ámsterdam...”, de Bartholomeus van der Helst

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

“Banquete de la Guardia Civil de Ámsterdam celebrando la Paz de Münster” (1648) de Bartholomeus van der Helst

I

Duró casi un siglo, ocho largas décadas: del 23 de mayo de 1568 al 30 de enero de 1648: 79 años, 8 meses y 7 días. Los historiadores la llamaron la Guerra de los Ochenta Años. De un lado, España (allí se la conoce como la Guerra de Flandes); del otro, los Países Bajos (la llaman Guerra de Independencia). En esa disputa, el territorio conocido como Diecisiete Provincias se enfrentó a su soberano, el entonces Felipe II de España. Fue una verdadera rebelión.

Es un período complejo porque los países que hoy se conocen como Bélgica y Luxemburgo formaban parte de las Diecisiete Provincias, pero permanecieron leales a la Corona formando los Países Bajos Españoles. En 1581, las siete provincias del norte de esa zona (Frisia, Groninga, Güeldres, Holanda, Overijssel, Utrecht y Zelanda) pasaron a llamarse Provincias Unidas de los Países Bajos. Hasta que en 1648 se le puso fin con el Tratado de Paz de Münster.

El tratado formó parte de un acuerdo mayor europeo conocido como la Paz de Westfalia, la cual acabó con la Guerra de los Treinta Años y la Guerra de los Ochenta Años. Las Provincias Unidas de los Países Bajos se independizaron de España y pasaron a ser, simplemente, los Países Bajos. Quizás la pintura icónica de ese momento es la de Bartholomeus van der Helst, pintada ese preciso año, titulada Banquete de la Guardia Civil de Ámsterdam celebrando la Paz de Münster.

II

La hostilidad siguió viva en aquella obra de grandes proporciones —232 centímetros de alto y 547 de ancho— que hoy se encuentra en Museo Nacional de Ámsterdam, más conocido como el Rijksmuseum. Fue casi cuatro siglos después, el 25 de junio de 2006, que un hombre se acercó al cuadro, lo miró, lo miró, lo miró y de pronto le arrojó gasolina y luego sacó un encendedor para prenderlo fuego. El personal de seguridad evitó su destrucción.

Hans-Joachim Bohlmann se llamaba este hombre; era alemán. De chico había estado internado en un centro psiquiátrico por trastornos de la personalidad. Tenía cuarenta años cuando comenzó a atacar obras. Empezó con El pez dorado de Paul Klee. Entre 1977 y 1988 dañó más de cincuenta obras: Lübeck, Hannover, Düsseldorf, Lüneburg, Essen, Bochum, Kassel. También rompió tres Rembrandt y roció con ácido sulfúrico tres Durero.

“Posee sentimientos de odio y venganza contra la sociedad”, asumió el tribunal y lo encerró en una clínica. En 1998 escapó pero lo atraparon a los dos días. En 2001 volvió a huir pero regresó voluntariamente dos días después. En 2005 lo liberaron sin encontrarle cura. Los museos, que le habían prohibido la entrada, no lo habían olvidado. Hasta que el 25 de junio de 2006 se camufló y logró ingresar al Rijksmuseum, se paró frente a la bellísima obra de Bartholomeus van der Helst y...

III

Bartholomeus van der Helst nació en 1613 en Haarlem, hijo de un posadero. No se sabe de quién aprendió a pintar, pero luego de hacer retratos en su ciudad decidió viajar a Ámsterdam. Fue contemporáneo de Rembrandt y posiblemente más famoso ya que algunos discípulos (como Ferdinand Bol y Govaert Flinck) del hoy considerado uno de los grandes pintores de la historia adoptaron el estilo de van der Helst en lugar que el de su maestro.

Luego de ganar cierto prestigioso, le encargaron el Banquete de la Guardia Civil de Ámsterdam... Tuvo un gran éxito, tanto que dejó una huella en la historia de la pintura de su país. Cada retrato de este gran cuadro grupal tiene la solidez técnica de convertirse en un retrato aparte. Los protagonistas que se toman la mano son el capitán Cornelis Jan Witsen y el teniente Johan Oetgens van Waveren. Detrás del capitán están los sargentos Thomas Hartog y Dirck Claes Thoveling.

En el centro, frente a la mesa, está el alférez Jacob Banningh con el estandarte de la virgen de Ámsterdam sobre su hombro. Junto a él hay un tambor que lleva sujetado una hoja. Haciéndole zoom, o viendo el cuadro en el Rijksmuseum de cerca, se lee. Es un poema. Lo escribió el erudito holandés Jan Vos que pone en palabras las sensaciones de ponerle fin a la Guerra de los Ochenta Años e independizar a los Países Bajos de España: “En el pacto eterno, / la audiencia de la paz”.

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