Aunque murió temprano, a los 42 años, George Bellows (1882-1925) está considerado como uno de los máximos exponentes del realismo pictórico en los Estados Unidos, y sin dudas guarda un lugar especial en el arte estadounidense del siglo XX. Famoso sobre todo por sus cuadros de boxeo y sus escenas de la vida urbana de Nueva York, Bellows documentó como nadie en su época la transformación de la ciudad en una meca moderna. Las maravillas arquitectónicas y tecnológicas, como la diversidad de sus habitantes y mucho de lo que hasta entonces era nuevo para cualquiera que recorriera sus calles, pasaron al lienzo a través de una aguda observación de la dinámica social en desarrollo.
A este pintor de la vida moderna, que cambió su Ohio natal y un promisorio futuro como beisbolista por la pujante Manhattan, no le interesaba pintar de acuerdo a un ideal, según era la costumbre de otros contemporáneos. Recién llegado a la isla de asfalto, estudió con el influyente Robert Henri, de quien también fue discípulo Edward Hopper. Henri fue el impulsor de la Escuela de Ashcan, un grupo de pintores conocido por sus representaciones a veces sórdidas del paisaje urbano. Con poco más de veinte años, Bellows se convirtió pronto en el principal miembro joven de ese círculo. Era el más audaz y versátil en la elección de temas, paletas y técnicas, y además en sus cuadros no se advierte indulgencia alguna a la hora de retratar tanto a los pobres inmigrantes como a los más ricos de la sociedad. Más que pintar a la gente, ponía su dedicación en la composición de escenas que veía a su alrededor, con un don especial para captar la energía y el movimiento de las multitudes en la calle.
La versatilidad del artista se extendió también a la litografía. Al igual que varios de los pintores de Ashcan, Bellows trabajó como ilustrador en la prensa gráfica y algunos de sus trabajos con esa técnica igualan sus logros como pintor. Pero aunque el arte de Bellows estaba enraizado en el realismo, la variedad de sus temas y sus experimentos con muchas teorías de color y composición, así como su pincelada suelta, lo alineaban con el modernismo, al igual que su compromiso con la libertad de expresión de los artistas y su derecho a exponer sus obras sin la interferencia de los criterios académicos. Algo de esto se puede apreciar en Mañana azul (86,3 x 111,7 cm, óleo sobre lienzo), que pintó en 1909 y está exhibido en la National Gallery of Art de Washington D.C.
El cuadro es parte de una serie de cuatro piezas que el artista pintó entre 1907 y 1909, los cuales representaban las obras de construcción de la antigua terminal ferroviaria de Penn Station, uno de los proyectos más ambiciosos de aquella época y un claro símbolo del progreso técnico. Llama la atención del espectador el contraste entre las zonas claras y oscuras del paisaje urbano, con un predominio del azul en distintos matices, y se puede advertir la habilidad de Bellows para combinar un gran sentido de luminosidad y textura visual. Por esos años el pintor creó además una serie de obras que mostraban Nueva York bajo la nieve, en las que trabajó el contraste entre las extensiones azules y blancas de la nieve y las ásperas y sucias superficies de las estructuras propias de la ciudad. En este caso, puede notarse también el claroscuro que crea el plano cercano de unas vigas de tren con el fondo del cuadro.
Comparada a menudo con el Canal de Panamá, la construcción de Penn Station fue una proeza tecnológica que contribuyó a transformar Nueva York en una próspera y moderna metrópolis. La obra, que requirió de la excavación de un túnel bajo el río Hudson para dar cabida a una nueva línea de tren eléctrico que conectaría Manhattan y Nueva Jersey, despertó un gran interés entre los neoyorquinos y durante la construcción diarios y revistas informaron con regularidad sobre su progreso. El 20 de agosto de 1905, The Washington Post se refirió a esta empresa como “El mayor agujero jamás excavado en la isla de Manhattan”. El lugar de la excavación estaba a poca distancia del estudio de Bellows y es posible que tuviera una afinidad personal con el tema porque su padre había sido arquitecto y constructor.
Excavación en Pensilvania, el primer cuadro de la serie, es un sombrío y descarnado retrato que contribuyó a consolidar la reputación nacional de Bellows. El segundo de este conjunto, Excavación nocturna, también fue bien recibido. Sin embargo, aunque su originalidad, su fuerza expresiva y su impecable técnica impresionaron a los conocedores del arte, los elogios de la crítica también manifestaban algunas reservas sobre lo que percibían como un realismo excesivo del artista. Cuando Excavación en Pensilvania se expuso en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania en 1908, el New York Times expresó: “su fuerza y franqueza de tratamiento raya en la crudeza desenfrenada y brutal, que es ‘perfectamente impresionante’, sin duda, pero difícilmente satisfactoria desde el punto de vista artístico”.
En Mañana azul parece que Bellows se tomó muy a pecho las críticas, porque no vemos en él la crudeza y el aspecto sombrío de los otros dos. El cuadro, por lejos el más estético e impresionista de la serie, toma su título de la luz brillante y azulada que impregna la escena y está pintado con la característica técnica fluida y pictórica del pintor. Por otro lado, es interesante el punto de vista que le dio a esta pieza. El enorme pozo de excavación apenas se muestra a los ojos del espectador, toda su profundidad es más bien sugerida con el inquietante vacío que ronda el centro del cuadro.
Tanto la composición como los efectos de iluminación son complejos, producto de la vía de tren elevada que atraviesa todo el margen superior y de la viga vertical que se extiende verticalmente por el lado derecho. Estos dispositivos de encuadre comprimen y aplanan el espacio y realzan las cualidades abstractas del cuadro. La escena está espectacularmente iluminada a contraluz, de modo que las figuras se recortan contra el fondo nebuloso, donde la parte trasera del edificio de la terminal, parcialmente completado, se eleva desde la fosa indistinta, con un aspecto muy parecido al de una fotografía contemporánea.
A pesar de las protestas del público, la vieja estación de Pensilvania fue demolida en 1963 y su grandiosa estatuaria se trasladó a otros lugares para dar paso al Madison Square Garden. Lamentablemente, Mañana azul, junto con los otros tres cuadros de Bellows sobre Penn Station, son los pocos recuerdos que quedan de lo que fue uno de los edificios más importantes de la Edad Dorada de Nueva York.
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