El colectivo de artistas Mondongo, que integran Juliana Laffitte y Manuel Mendanha, presentan desde este sábado la exposición Conejos blancos en la galería Barro, de La Boca, una invitación a perseguir la magia que proponía aquel animalito en el libro de Alicia en el país de las maravillas, materializado en una serie de tondos –composiciones pictóricas de forma circular– donde juegan con los relieves de las plastilinas de colores con las que amasan sus obras, a las que rinden tributo con la pieza central de la muestra: una suerte de capilla cuyas paredes están recubiertas de 3.275 ladrillos que representan todas las tonalidades posibles.
El baptisterio de los colores se titula la pieza central –en sentido metafórico y literal también–, una invitación al paraíso de los colores donde tres mil ladrillos amasados en plastilina que recubren las paredes ofrecen todas las tonalidades posibles de descomponer rojo, violeta, amarillo o verde, en una habitación cerrada cuyos extremos –techo y piso– al estar espejados reproducen al infinito el espectro cromático.
Esta instalación inmersiva –que al finalizar la muestra será trasladada y emplazada de forma permanente en Bartolomé Mitre 434, donde funcionará ArtHaus, un nuevo espacio de arte contemporáneo– está hecha a imagen y semejanza del Baptisterio de San Giovanni de Florencia, un dodecaedro de seis metros de ancho, inspirado en la imaginería renacentista que los Mondongo acopiaron en su último viaje a esa ciudad italiana a principios de 2020. “Es lo último que vimos antes del encierro. Volvimos a Buenos Aires una semana antes del aislamiento total”, cuentan en una entrevista realizada en la galería, donde terminan de ultimar detalles de la exposición.
“Esta instalación es la descomposición total de la plastilina”, grafica Laffitte, mientras Mendanha añade: “Es un círculo cromático inmersivo, donde tenés el espectro completo, los colores saturados, los puros, luego se desaturan, luego se oscurecen”, detalla el artista mientras señala las distintas paredes de esta pieza que demandó meses de trabajo, experimentaciones de mezcla de los colores, “un montón de pruebas” hasta dar con cada tinte, “para que veas el pasaje completo y entender de qué está hecho el color”.
“Quisimos compartir esto con todos porque la plastilina nos parece un material muy interesante para explorar. Es el final de un aprendizaje larguísimo”, confiesan.
Pero antes de llegar a ese centro gravitacional y meditativo abocado al universo cromático hay que atravesar el hall de la galería, un inicio en penumbras, y adentrarse en un pequeño pasadizo, una escenografía que remite a un angosto salón del Palacio de Versailles, cuyas paredes están repletas, ordenados en hilera de pequeños retratos de seres cercanos a la dupla, donde resaltan principalmente los ojos. Son 60 pequeñas pinturas en óleo, realizadas durante la cuarentena.
“La idea de estos retratos surgió a raíz de una charla por Zoom que tuvimos con una amiga que es poeta, la estadounidense Ariana Reines. Un día nos dijo ‘En este mundo que estamos viviendo cada cual tendrá derecho a su propio rectángulo’, y nos pareció que era esa la manera de comunicarnos. A través del rectángulo, y lo empezamos a retratar”, detalla Manuel Mendanha, en referencia a la zoomificación –como llamaron algunos– a la invasión de pantallas que permitió conectarnos durante el encierro de la pandemia.
Y además, en ese túnel se muestran obras donde el dúo retoma la pintura al óleo, en vez de los materiales poco convencionales que usualmente emplean con gran destreza artesanal, como plastilina, o hilos, y en sus comienzos, más diversos aún, como chicles, cigarrillos, caramelos, fósforos e incluso panes o fiambres.
“Empezamos a pintar al óleo nuevamente después de muchísimos años, en formato pequeño. Y esto fue parte de la salvación en la cuarentena. Es un espacio íntimo, repleto de ojos de todas personas muy allegadas”, agrega Laffitte.
Este túnel, como un pequeño museo transitable que consta de 60 piezas, va variando en la iluminación por lo que arranca muy oscuro, “como en un amanecer”, detalla Mendanha, y va variando el color y la luminosidad hasta pasar por todos los tonos de azules y luego de todos los colores del espectro cromático.
“La pandemia fue difícil para todos, pero del otro lado de la balanza nos permitió reencontrarnos desde otro lugar”, dice Mendanha. La invitación a la muestra (el flyer que envían vía mail) es una foto de ellos perdidos en un beso apasionado, que data de 1998. “Más allá de la angustia general –dice ella– lo que nos pasó es que tomamos la decisión de volver a conectarnos con el arte. Fue un tiempo de angustia absoluta, y no ha terminado. Pero el arte a nosotros nos salva. Es magia. Por eso el nombre de la muestra… Conejos blancos, es ir atrás de la magia. No sabemos a dónde nos va a llevar, pero estamos confiados”, sostiene Laffitte.
Una vez dentro de la galería el visitante se encontrará con una serie de tondos (aquellas composiciones pictóricas realizadas en forma de disco, y no en rectángulo como es tradicional, que han realizado, por ejemplo, figuras como Miguel Ángel) esta vez modelados en plastilina, donde varían las postales iconográficas, aunque no la increíble destreza manual del colectivo para darles forma: “Empezamos a profundizar en el volumen con la plastilina. Es como seguir indagando en las posibilidades que nos da este material, y son infinitas”, asegura esta pareja en el arte y en la vida que se animó a buscar formas en la plastilina en un objeto como la pastalinda e, incluso, a trabajarla como un pequeño rastrillo, como los de esos diminutos jardines zen.
En esta serie de cinco obras se ve, por ejemplo, una vista aérea de la ciudad de Florencia, cuna del Renacimiento, detrás de una cruz. En otro tondo, un homenaje a El origen del mundo, de Gustave Courbet; detrás de unas rejas; en otro, el tablero de El juego de la vida donde sobresale una mujer. ¿Laffitte? “Sí y no”, responde ella. También, otra inmensa postal circular da forma a hileras de viviendas típicas de villas de emergencia de distintas partes del mundo y que conforman un único mosaico. “Es como una villa conceptual. Para inspirarnos, buscamos villas de todo el mundo, de Argentina, de la India, de Brasil y diversos lugares. Y conviven”, sintetiza Mendanha.
Para el final del recorrido se encuentra un inmenso retablo de casi tres metros por dos –la única obra que tiene cuatro años de antigüedad, por ende, no pertenece a la era postpandémica–; que con el título Piedad invertida –y realizada en óleo y plastilina sobre madera– muestra a Juliana Laffitte sentada sobre el regazo de Francisca, la hija adolescente de ambos artistas. “Este cierre es una esperanza. Ponemos muchas fichas en las nuevas generaciones”, agrega Juliana acerca del retablo que hace referencia a una figura clásica de la historia del arte, la representación de la Virgen María sosteniendo el cuerpo de Jesús.
“¿Qué tienen en común estas obras? Son todas reflexiones sobre la vida contemporánea. Y el formato es determinante, porque es donde pensamos en las cuestiones que más nos preocupaban de lo que estábamos viviendo, por eso hay jaulas, cruces, raíces”, dicen, y enumeran algunos de los objetos incluidos en las obras.
Además de esta exposición que permanecerá hasta marzo de 2022 en Barro (Caboto 531, La Boca), el próximo 4 de diciembre, Mondongo inaugura en el museo MAR, de la localidad Mar del Plata, quince paisajes continuados hechos íntegramente en plastilina y montados en forma de elipse. Una caminata de 45 metros encadenada de una geografía exuberante, arremolinada y abrumadora. La narración visual atraviesa una metamorfosis desde la espesura de un pantano hasta el remanso de un río a cielo abierto, justo frente al mar de la ciudad balnearia por excelencia, en la costa argentina, donde permanecerá en exhibición toda la temporada de verano.
Fuente: Télam.
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