Recién había pisado suelo argentino. Venía de Barcelona, del Festival de Literatura Latinoamericana que organiza cada año en su librería Lata Peinada. No es la única, tiene otra —con el mismo nombre— en la ciudad de Madrid. Sonó el teléfono. La convocaban para una reunión. Fue el propio Santiago Cafiero, que pasó de Jefe de Gabinete a Canciller tras el resultado de las PASO, quien le hizo la propuesta: ser la nueva directora de Asuntos Culturales de la Cancillería, en reemplazo del periodista Martín Granovsky, que estaba interinamente tras la renuncia del guitarrista Juan Falú. “Hace muchos años que milito en el peronismo y he tenido responsabilidades de gestión ejecutiva y electivas, pero el ámbito de la gestión cultural hasta ahora había sido parte de mi desarrollo en el ámbito privado. Estoy muy contenta por la posibilidad de reunir la gestión cultural desde la cooperación internacional con mi vocación política”, dice ahora Paula Vázquez, en diálogo con Infobae Cultura.
Nació en Pilar en 1984 y es allí donde desarrolla su carrera política: fue elegida como concejal por el Frente de Todos y su mandato vence el 10 de diciembre. En 2008 se fue a España a hacer un Master en Sociología Jurídico Penal en la Universitat de Barcelona y la especialización en Derecho Penal en la Universidad de Salamanca. De regreso a la Argentina, fundó el estudio Paula Vázquez & Asoc. y cursó la Maestría en Escritura Creativa en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Mientras tanto, escribía: publicó el poemario Los hombres de mi oficio, el libro de cuentos La suerte de las mujeres y la novela Las estrellas. Fue 2019, cuando Mansalva publicó su último libro, el año en que abrió Lata Peinada en en el barrio del Raval de Barcelona, en el mes de abril. Y en noviembre de 2020 inauguró una nueva sucursal en el centro de Madrid, en Malasaña. El acento en ambos lugares está puesto en mostrar la fuerza de la literatura latinoamericana contemporánea.
—Ni bien asumiste, dijiste que pretendías poner el foco en la edición independiente. ¿Qué ves en ese sector de la industria del libro que te entusiasma?
—La industria editorial argentina tiene una historia sumamente rica y diversa, con hitos como la primera edición de Cien años de soledad hasta el catálogo y diseño maravilloso de Jorge Álvarez, los cincuenta años de trayectoria de una editorial como Corregidor, y el fenómeno de las últimas décadas –que es a nivel regional pero con gran foco en nuestro país- de las editoriales independientes, que hacen un gran trabajo y han revitalizado el escenario literario, porque son quienes en gran medida impulsan el surgimiento de voces nuevas o recuperan las escrituras sepultadas por el canon.
—Como escritora y como librera conocés bien el proceso de exportar nuestra literatura. Al Programa Sur se le sumó Argentina Key Titles. ¿Cómo ves que funcionan estos dos programas? ¿Qué es lo que creés que se debe trabajar para profundizar ese camino?
—Funcionan muy bien, gracias a ello, por ejemplo, este año la Argentina tuvo presencia por primera vez en la Feria del Libro de Beijing. Pero es importante, más allá de iniciativas particulares sobre traducción y selección de títulos, que son claves, impulsar la exportación en general del libro argentino. Por mi experiencia creo que España es un mercado que tenemos que recuperar. Hoy España nos vende mucho más de lo que nuestra industria editorial lleva del otro lado. Me gustaría aportar nuestro trabajo para revertir ese indicador.
Su área, su fuerte, su métier es la literatura y el universo de los libros. Para abordar las diferentes especialidades que el cargo necesita —por ejemplo, la definición de quién será el artista que representará a la Argentina en la Bienal de Arte de Venecia— “hay un equipo que trabaja hace muchos años en todas estas áreas”. “Sucede en toda área de gestión, lo importante de una Dirección es la mirada integral en la estrategia y el sentido de la política pública, pero luego las áreas están integradas por excelentes profesionales con mucha experiencia en cada campo”, continúa. Con un pie a cada lado del Océano Atlántico, su tarea consistirá en mejorar las relaciones y hacerlas más beneficiosas para el país. “Tengo la mirada de la cultura latinoamericana vista desde cierta cultura europea mainstream, en donde se mezcla, en términos de etiqueta del mercado, en productos culturales, una preocupante exotización de la violencia con una suerte de fetichización de la pobreza”, sostiene.
“Tengo la experiencia de intentar llevar a Europa —continúa— una visión menos simplificadora, más compleja y rica, de quiénes somos, de cuáles son las características de nuestros territorios, de nuestros pueblos y sus culturas. Las etiquetas, los catálogos, los géneros, a veces son necesarios, pero es imprescindible que trabajemos por mostrar la diversidad y la riqueza de nuestra cultura, de nuestra historia y de nuestra contemporaneidad”. Mientras tanto, escribe. La pandemia dio sus frutos: un “libro extraño” de relatos sobre Lata Peinada y dos novelas “casi terminadas que ahora tendré que corregir y ver qué camino encuentran”. “Estoy muy acostumbrada a buscarle huecos a mi escritura. Mi vida profesional y política va por un carril y la literatura por otro, eso me da mucha libertad. Escribo cuando se me impone como fuerza, no tengo un método cotidiano de escritura ni obligaciones que cumplir”, explica.
—Estamos en un momento de crisis muy profundo. ¿Cuánto determina este contexto la planificación de políticas culturales?
—La crisis atraviesa todas las áreas de gestión y se convierte en un foco de preocupación a la vez que en un objetivo obligatorio de la política pública. Durante la primera parte de la pandemia, por ejemplo, el Ministerio de Cultura estuvo abocado a sostener con asistencia directa a los miles de artistas que no podían realizar sus trabajos. La cultura fue una de las áreas más golpeadas por las restricciones que impuso la pandemia, esperamos que con el avance de la vacunación la economía consolide su tendencia de recuperación y podamos retomar la agenda de políticas a largo plazo.
—Hay una pregunta obligada cuando se abordan estos temas: la cultura de la cancelación. ¿Qué opinión te merece este tema y cuánto creés que repercute esa “susceptibilidad social” en tu trabajo: pensar políticas culturales?
En lo personal no estoy de acuerdo con la “cancelación” de obras culturales, si entendemos por esto la censura o supresión de una obra o bien cultural de la escena pública. Sin embargo, por supuesto que la política pública en cultura hoy debe estar atravesada por la mirada de género y diversidad, también debemos apostar por construir una mirada decolonial, que abrace la diversidad de nuestros orígenes como pueblo.
—Pensando a futuro, cuando te toque dejar el cargo, ¿cómo te gustaría que se recuerde tu gestión? ¿Dónde te gustaría dejar una huella?
Me gustaría poder desarrollar e implementar programas que se conviertan en política pública sin importar las gestiones. Creo que es una aspiración y a la vez una falencia que tiene históricamente el Estado argentino.
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