Cómo se construye un lector: María Fernanda Maquieira

Escritores, editores, mediadores de lectura y expertos en literatura responden preguntas acerca de un tema clave para la formación y la felicidad de los más chicos

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María Fernanda Maquieira (Crédito: Paloma
María Fernanda Maquieira (Crédito: Paloma Ramos)

El trabajo artesanal del editor es el primer acto de mediación lectora. Escoger autores, obras, pensarlas dentro de las colecciones y de los catálogos en consonancia con las demás obras impactará en la recepción y en las lecturas que se hagan a posteriori.

María Fernanda Maquieira nació en 1966 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, se formó como licenciada y profesora en Letras, y ejerció la docencia en todos los niveles educativos. Mientras eso sucedía, continuó especializándose, escribió un libro para niños, participó de otro, y comenzó a transitar un camino dentro del sector editorial.

Realizó un máster en Edición, en el Instituto Universitario de Posgrado de la Universidad de Salamanca; cursó la especialización Libros Infantiles y Juveniles: producción, usos y recepción, de la Universidad Autónoma de Barcelona, y obtuvo un diploma superior en Culturas y narrativas para la infancia y la juventud por FLACSO, en plena pandemia.

Fue docente en todos los niveles educativos, participó en seminarios y ferias del libro en el país y en el exterior; integró la comisión directiva de ALIJA y participó como jurado del Premio Vivalectura. Desde hace más de veinte años está a cargo del área de Literatura Infantil y Juvenil en Santillana Argentina, para continuar la transición y llegar a ser, a partir de 2015, el sello Loqueleo, del que es directora editorial.

Coordina talleres de escritura creativa en Cocina de autores, y ella misma ha publicado como autora, en Argentina y varios países de Latinoamérica, la novela Rompecabezas (Alfaguara, 2013/ Loqueleo, 2015) que recibió el premio Fundación Cuatrogatos 2015. Participó, además, del libro colectivo La edición de libros en tiempos de cambio, a cargo de Fernando Esteves Fros y Patricia Piccolini como compiladores, editado por Paidós de México en 2017.

En "La edición de libros
En "La edición de libros en tiempos de cambio" (Paidós), compilado por Fernando Esteves Fros y Patricia Piccolini, escribió uno de los capítulos

—¿Cómo se construye la identidad lectora?

—La identidad lectora se construye a lo largo de la vida, desde que nacemos, con esos primeros textos que nos nombran y ponen en palabras el mundo que nos rodea. Y un día revelador nos damos cuenta de que esos objetos llamados libros guardan historias, personajes, música que podemos encontrar una y otra vez; hay otro mundo, que no es el que conocemos, hecho con palabras, que nos invita a expandir lo que nos rodea, nos hace pensar, nos hace imaginar, vivir otras vidas.

El camino es incierto y lleno de ripios, así las lecturas nos van acompañando y nos van constituyendo como personas.

—¿Cómo ves la realidad de la lectura en los niños y en los jóvenes? ¿Leen más, menos o igual que lo que leíamos en nuestras infancias?

—Creo que hoy se lee de manera diferente, más veloz, híbrida e intermitente; no sabría decir si más o menos, mejor o peor que en otras épocas. Veo unas infancias y adolescencias con menos espacio para el ocio, el tiempo libre y el aburrimiento, que son grandes propiciadores de la lectura. Hay una urgencia por “hacer”, un mandato social que dice que hay que aprender determinadas cosas, por eso los chicos y chicas van a jornadas escolares larguísimas y están llenos de “actividades extraescolares”. En las casas, pocos ratos de sosiego y lecturas compartidas. En las escuelas, se oscila entre lectura por placer, como un pasatiempo entretenido, y lectura comprensiva, para ocupar un casillero en el currículo. Veo en unas muy buena voluntad de parte de las y los docentes por hacerse cargo de la cuestión, y en otras instituciones, vacío total, donde ni siquiera tienen una biblioteca. Y no hablo en este caso de lugares con falta de recursos económicos, porque allí se hace lo que se puede y es el Estado quien se encarga de llegar con libros, sino de escuelas que podrían hacerlo, pero no tienen a la lectura entre sus prioridades, no tienen al libro en el centro de la escena pedagógica.

A pesar de todo esto, creo que muchos niños, niñas y jóvenes de hoy leen, con gusto y afán. Andá a cualquier lugar donde haya un grupito de chicos y poné libros sobre una mesa, verás que son un imán, ahí van felices, seguro.

¿Qué es ser mediador de lectura? ¿Es algo ligado a la educación?

—Un mediador de lectura es una persona que facilita a los demás el acceso a la lectura. No siempre está ligado a la educación, a veces es una maestra, un profesor, una bibliotecaria quien nos tiende ese puente; pero otras, puede ser alguien de la familia o amigx quien nos acerca a ese mundo, nos regala un libro, nos abre su biblioteca, nos sugiere un autor. Pero, sobre todo, transmite amor por los libros, comparte la felicidad de ser lector.

"Rompecabezas" (Loqueleo) recibió el reconocimiento
"Rompecabezas" (Loqueleo) recibió el reconocimiento de la Fundación Cuatrogatos en 2015

—¿De un hogar sin madre ni padre ni familiares lectores ¿puede surgir un ávido lector?

—La escena de madre o padre leyendo a sus niños es fundamental para constituir ese primer acercamiento amoroso con la lectura. Pero sucede que hay lectores y lectoras que se han formado sin una familia lectora, sin ese modelo (seguramente allí hubo maestro o bibliotecaria qué ayudó, como a Matilda). No diría que es una condición, pero sí creo que favorece el hecho de transitar la infancia en un entorno con libros.

—¿Te acordás de tu primer encuentro con libros?

—Me crie con libros al alcance de la mano, en una familia de clase media que le daba mucho valor al estudio. Como yo aprendí a leer a los 4 años, entonces el chiste familiar era, cuando había visitas, que me hacían leer algo en voz alta porque los demás no lo creían (la niña freaky).

Mi casa tenía una biblioteca variada, podías encontrar poesía de García Lorca, Storni o Guillén, novelas históricas, bestsellers, cuentos de Quiroga o de Cortázar. Estaba la colección de clásicos Robin Hood, que habían comprado mis abuelos. Mis padres recibían al vendedor a domicilio del Círculo de lectores que traía novedades de las grandes editoriales (para adultos y niños). También había muchas enciclopedias y colecciones que se compraban en kioscos. Además, estaban los discos de Pipo Pescador y de María Elena Walsh, recuerdo especialmente los Cuentopos de Gulubú leídos por la autora. Y se compraban revistas (Billiken, Anteojito), cómics. Mi madre, docente y gran lectora, fue una influencia indudable, pero también lo fueron algunas maestras de los primeros años de primaria y la biblioteca de la escuela pública a la que fui, de donde podíamos retirar libros todos los viernes para llevar a casa: ¡eso era una felicidad!

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