¿Qué hacemos con Picasso en la era de la cancelación?

A 140 años de su nacimiento, la figura del artista español pasó del mito del héroe viril a una que se centra en su misoginia, a partir de los cambios sociales de los últimos tiempos. Cómo afecta esto a su obra y cuáles son los desafíos de los museos

Pablo Picasso

Fue en junio, pocos meses atrás, cuando un colectivo de artistas y activistas irrumpió en las salas del Museo Picasso de Barcelona. La protesta, que tuvo rebote sobre todo en medios españoles, buscaba reivindicar la figura de Dora Maar, importante artista plástica, destacada fotógrafa surrealista y escultora francesa, que por mucho tiempo fue considerada solo una musa del español.

Nada se descubre aquí si se asegura que la historiografía del arte tiene un sesgo patriarcal y, en muchos casos, de relaciones del poder. Desde el resurgimiento de distintos movimientos de conciencia social, primero centrados en cuestiones raciales, y que luego se extendió a temas de género, minorías, etc-, que devinieron en el MeToo, en los museos del mundo se realizan tareas de recuperación de artistas que han sido barridas del relato, literalmente, relegadas a meras menciones en los libros o se les atribuyó un valor creativo inferior con respecto a sus contemporáneos hombres. Dora Maar fue una de ellas.

Pero la figura de Maar no solo desapareció por un tiempo y fue relegada al rol de “musa de”; en su caso hay otros aspectos significativos: Picasso abusó física y verbalmente de ella, y por mucho tiempo, el comportamiento del malagueño quedó, de alguna manera, (mal) justificado a su estatus de genio.

Pero los tiempos cambian, también para Pablo Picasso. Hoy, el status de genio ya no funciona como catalizador para limitar la falta de humanidad. O, dicho de otra manera, que seas talentoso y reconocido no te exime de ser un monstruo como persona; o como Picasso se veía a sí mismo, un Minotauro.

Picasso y Dora Maar

El mundo ya es, debido a su conexión vía redes, internet en sí, demasiado pequeño, pero sigue siendo enormemente injusto. Y los pedidos de igualdad de derechos, las banderas que se levantan contra la violencia -del orden que sea- contra las minorías ya no solo interpelan a una comunidad en un punto determinado del globo. Se extienden tras fronteras. Otra característica es que la mirada es retrospectiva, no se juzga únicamente lo que sucede en la actualidad, entra también en la discusión el pasado, aún cuando las personalidades tengan décadas de muerto. En el caso de Picasso, ya casi 50.

El grupo que ingresó en el museo catalán no buscó en sí cancelar a Picasso, sino sobresaltar su historia personal de violencia, en este caso sobre Maar. Los manifestantes llevaron adelante su acción en el marco de un trabajo de fin de curso de la clase de Arte y Feminismo de María Llopis, artista y profesora de la Escuela Massana y Centro de Arte y Diseño de la ciudad condal. “La mayoría (de las mujeres de Picasso) eran artistas cuyas carreras se vieron truncadas al conocer al pintor. Picasso interpretó el papel de Barba Azul fagocitando la potencia creativa de cada una de ellas”, denunció Llopis en Instagram. Y agregó: “Dora Maar fue una exitosa fotógrafa surrealista cuya carrera se interrumpió al empezar su relación con Picasso. La historia la recuerda como musa del pintor”.

En 2017, una de las voces que se levantó contra Picasso fue la cómica estadounidense Hannah Gadsby. En Nanette, un stand-up disponible en Netflix, comentó: “Pablo Picasso, ¡lo odio! Pero no se me permite. Lo odio, pero entonces recibes muchos comentarios de ‘¡Oh, pero el cubismo!’ Y sé que debería ser más generosa con él porque sufría una enfermedad mental, pero nadie sabe eso, porque no encaja en su mitología (...) Porque lo que se nos cuenta de Picasso es sobre este apasionado, viril, genio atormentado. Pero sí sufría de una enfermedad mental: sufría la enfermedad mental de la misoginia. Y se preguntarán, ¿es la misoginia una enfermedad mental? Sí, lo es, especialmente si eres un hombre heterosexual, porque odias aquello mismo que deseas. Y si creen que no era misógino, déjenme darles una cita del mismo ‘Pica-imbécil’: ‘Cada vez que dejo a una mujer, debería quemarla. Destruyes a la mujer, destruyes el pasado que representa’. Picasso se acostó con una menor y eso basta para mí. Marie-Thérèse Walter tenía 17 cuando lo conoció. Picasso tenía 42, casado y en la cima de su carrera’”.

"Bañistas, sirenas, mujer desnuda y minotauro" (1937)

“El error de Picasso fue su arrogancia, creer que podía conocer todas las perspectivas. Y nuestro error fue invalidar la perspectiva de una chica de 17 años porque creímos que su potencial nunca igualaría el de él… Solo nos importa la reputación de un hombre, ¿y qué hay de su humanidad? Creemos que la reputación de un hombre es más importante”, agregó.

La figura de Picasso está en discución hace tiempo, y la manera de presentarlo no solo resulta significtiva con respecto al artista, sino que se presenta como una oportunidad en tanto a la relación entre la persona y la obra en general, ya que puede marcar el camino hacia una mirada más compleja y menos estereotipada sobre la condición humana y cómo consumimos o entendemos el arte, sea cual fuera.

La manifestación en el museo catalán, en ese sentido, da un paso adelante en tanto a la búsqueda de una mera cancelación, la anulación de una figura como de su obra, aunque cabe la pregunta si en el caso de Picasso esto sería posible siendo el artista que produjo el cambio más trascendental en la pintura desde el Renacimiento; o sea, Picasso es una figura central para el arte moderno y contemporáneo.

Por otro lado, el artista sigue siendo importantísimo en el mercado. Este fin de semana, por ejemplo, una subasta de 11 obras recaudó más de USD 108 millones en Las Vegas, siendo Mujer con gorro rojo-naranja, la gran joya superando los USD 40 millones.

"Mujer con gorro rojo-naranja" suoeró los USD 40 millones

A grandes rasgos, las obras de un artista se valoran más o menos según la época, la etapa, en que fue realizada o también, entre otras variables, por la cantidad de piezas que hay en el mercado de ese creador.

Mujer con gorro rojo-naranja es un trabajo del ‘38, cuando ya era un artista consagrado en el mundo (el año anterior había presentado el Guernica) y allí representa a Marie-Thérèse Walter (a quien conoció con 17 años mientras él tenía 45 y todavía vivía con su primera esposa, Olga Khokhlova), madre de hija Maya, en una época en que ya tenía una relación paralela con Maar. En la subasta también salieron Hombre y niño por USD más de 24 millones y Busto de Hombre, por casi USD 10, dos trabajos de sus últimos años, cuando realiza su obra se torna más repetitiva y, por ende, debería ser la menos atractiva para los coleccionistas.

Para poner en contexto biográfico, Picasso tiene tres grandes periodos: el azul (1901-1904), el rosa (1905 y 1906) y el cubista. Este último está abierto en extensión según el historiador consultado. Para algunos, como John Berger, las grandes obras cubistas fueron realizadas entre 1907 y 1914, cuando irrumpe la Gran Guerra. Para otros, se extiende hasta que Picasso dejó de realizarlo, en 1925, aunque mucho de su obra posterior arrastre la herencia de aquel momento.

Pablo Picasso pintando "Guernica" en su estudio, París, 1937; fotografía de Dora Maar

Cuando Picasso murió en el ‘73, sin contar lo que había vendido o regalado, sus diferentes talleres alojaban 1880 pinturas, 1335 esculturas, más de 7 mil dibujos, 200 cuadernos con 3 mil dibujos y 800 cerámicas, entre otros objetos. Se estima que a lo largo de su vida realizó alrededor de 35 mil obras. Entonces, la obra de Picasso no es, en sí, rara y sigue saliendo a subasta una y otra vez. Y vendiéndose por millones de dólares, una y otra vez.

Por supuesto, no hay obras esenciales del artista que puedan irrumpir. Todas se encuentran en museos, desde el El guitarrista ciego, Los volatineros o Familia de saltimbanquis a su obra más conocida, la proto-cubista Las señoritas de Avignon, a la que volveremos. Entonces, cuando sale al mercado su firma sigue siendo hiper valorizada, aunque el cuadro no la tenga al frente.

Con respecto a esto, en Conversaciones con Picasso, el fotógrafo húngaro Brassaï recordó esta charla: “Hubo una época en que ponía mi firma al dorso de las telas…. Todas mis obras de la época cubista, hasta 1914 aproximadamente, llevan mi nombre y la fecha en el reverso del armazón… Ya sé que ha circulado la historia de que en Céret, Braque y yo decidimos no volver a firmar nuestros cuadros, ¡pero es una leyenda! No queríamos firmarlos en la misma pintura, porque habría estropeado la composición. E incluso más adelante, por esta razón o por otra, a veces marcaba mis telas en el dorso”.

"Familia de saltimbanquis"

En Vida con Picasso, de Carlton Lake y Françoise Gilot (una de sus parejas), sostienen: “En general no rubrico una tela hasta que me separo de ella. Algunas de estas telas las he vendido y vuelto a comprar”. Esto significa que muchas de las piezas que salen a subasta pueden no estar firmadas, y más allá de los procedimientos de las casa de subasta para autenticarlas, existe alguna posibilidad de que se traten de falsificaciones, ya que en vida del artista abundaban las copias de su trabajo, algo que no denunciaba para “no encontrarse con un amigo, esposado, ante el juez”. Sin embargo, su histórico marchante, el alemán Daniel-Henry Kahnweiler, sí tomó cartas en el asunto: cuando compraba telas a Picasso, las hacía fotografiar antes en el taller del pintor.

La vida de Picasso ocupa hoy un espacio que invierte la figura que se construyó durante mucho tiempo. Al artista se lo recordaba más por el cubismo o el Guernica, la obra con que expresó los horrores de la guerra civil española. Cuando los artistas huían de París en la Segunda Guerra, él se quedó en la ciudad aún en la ocupación nazi y siguió pintando. En una anécdota se relata que la Gestapo visitó su estudio y un soldado al ver una fotografía del Guernica, le preguntó: ¿Usted ha hecho eso? Y él respondió: No, ustedes lo han hecho.

De acuerdo al francés Pierre Daix, uno de los más prolíficos biógrafos del andaluz, en El osario (1944–1945), Picasso anticipa los cadáveres amontonados que se descubrieron en los campos de concentración tras el fin del conflicto bélico global.

"El osario" (1944-45), en The Museum of Modern Art

Antes de la Segunda Guerra, Picasso no abunda en manifestaciones políticas. Al contrario. En Fifty Years of Art, Alfred Barr, primer director del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), cita a Picasso al ser cuestionado por el Guernica: “No he pintado la guerra, porque no soy de esa clase de pintor que se va como un fotógrafo en busca de algo qué representar. Pero estoy seguro de que la guerra está en estos cuadros que he pintado. Más adelante, quizá, los historiadores verán que mi estilo cambió bajo la influencia de la guerra. Pero yo no lo sé”. Luego de la SGM se afilió al comunismo y allí sí, como muchísimos artistas de la época, sus expresiones públicas (primero pro y luego contra Stalin) se hacen más periódicas, pero tampoco se convirtió en una voz activa, aunque -por ejemplo- criticó en una carta la invasión a Hungría.

Esto revela dos aspectos fundamentales: la historia de Picasso fue escrita en tanto en pos de su obra, que sigue siendo una parte importante del sistema, y en pos de su obra se creó una mitología sobre una especie de súperhombre, en el que se reivindicaba una cuestión de virilidad que no era cuestionada por ser, entre otras cosas, un genio.

De hecho, en vida, la contradicción de comunista millonario era una de las pocos críticas que se realizaron. En la actualidad ese debate está acabado y aquel costado que se consideró “humanista” por sus piezas denunciando los horrores de la guerra pasó a un segundo o tercer plano. En Picasso: creador y destructor, la escritora y periodista estadounidense Arianna Huffington, escribe: “En muchas ocasiones, el creador del icónico y pacifista del Guernica dejaba a Dora Maar inconsciente en el suelo después de golpearla”.

Su nieta, Marina Picasso, resaltó en Picasso, mi abuelo cómo el artista trataba a las mujeres de su vida: “Las sometió a su sexualidad animal, las domesticó, las hechizó, las ingirió y las aplastó sobre su lienzo. Después de haber pasado noches extrayendo su esencia, una vez que se desangraban, se deshacía de ellas”.

Si se buscan textuales del artista con respecto a sus relaciones, tampoco queda bien parado: “No comprenden que estas mujeres no se ponen allí simplemente como una modelo que se aburre sino que son presa de estos sofás como pájaros encerrados en una jaula. Las he aprisionado en esta ausencia de gente y en la repetición de este motivo, porque pretendo captar el movimiento de la carne y de la sangre a través del tiempo. Y quiero subrayar la angustia de toda carne, de ‘la belleza’ que, incluso en su hora de triunfo, se alarma por la señales que anuncian las alteraciones del tiempo. Como todo artista, pinto sobre todo mujeres y, para mí, la mujer es esencialmente una máquina de sufrir”, cita Gilot en Vida con Picasso.

Françoise Gilot y Picasso en el cumpleaños 70 del artista

La autora estadounidense Siri Hustved plantea en su ensayo La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres del libro homónimo cómo aquel periodo del Guernica y la manera en que Picasso pintó a Maar se relacionaron en la historiografía: “...se que Dora Maar tuvo un affaire con Picasso y que las mujeres que se acostaban con él, llamadas a menudo ‘musas’, actualmente forman parte de la narrativa clásica, del canon de los periodos y los estilos del pintor… El vínculo entre el deseo sexual y el arte aparece de forma obsesiva en la obra en sí”.

“Picasso pintó varias veces a Maar llorando en 1937, el año del bombardeo sobre la región vasca de Guernica en el mes de abril, acontecimiento que lo llevó a realizar el desgarrador cuadro del mismo nombre. De ahí que sus lienzos de mujeres llorando a menudo sean vistos como parte de una reacción indignada ante la guerra civil española. Por otra, ella fue quien documentó los progresos del cuadro en una serie de fotografías”, agregó, para luego comentar con respecto sobre cómo “la historia del arte está siendo revisada continuamente”: “Picasso ha llegado a personificar un heroico mito de grandeza -una narrativa agonal de influencias y revoluciones estilísticas- que coincide con una sucesión de mujeres, con su aparición y posterior pérdida de favor: Picasso como Enrique VIII”.

En una mesa redonda organizada por el New York Times de 2009, el escritor Jay Parini comentó: “¿Se puede realmente separar el arte del hombre o la mujer que crea ese arte? La respuesta es sí, definitivamente. Hay muchos ejemplos en la historia, demasiados, de grandes artistas que fueron seres humanos terriblemente imperfectos, que se comportaron muy mal y lastimaron a quienes los rodeaban. En todo caso, el público hace esta distinción fácilmente. Nadie mira un cuadro de Picasso en un museo y dice: ‘No debería tomarme este trabajo en serio porque Picasso engañó a sus muchas esposas y abusó de su hijo’”.

En ese sentido, hay un grado de verdad en su afirmación. El público en general no se plantea la vida del artista frente a una obra, aunque en el caso de Picasso se ha generado una mitología romántica que aún permanece latente. Entonces, ¿qué miramos cuando vemos un cuadro de Picasso?, ¿al genio que cambió la pintura con tintes de héroe o solo lo que, a grandes rasgos, conocemos sobre su importancia en la historia del arte? y, en el futuro, ¿miraremos las obras del artista de manera diferente a partir de la reescritura de su mito?

"Las señoritas de Avignon" (1907), la obra que fundó la pintura moderna

Pero la obra de Picasso, vista a través del cristal de su vida, ya ha sido puesta en el banquillo, por ejemplo en Las señoritas de Avignon. En la primera versión, según los bocetos que se conservan, se iba a incluir a dos hombres y se llamaba originalmente El burdel de Avignon. En los trabajos preliminares de esta obra, donde el artista comienza su proceso de descomposición de la realidad para representarla, hay una adolescente que se acerca a la pubertad, desnuda y con las piernas abiertas y los estudiosos asumen que la modelo fue Raymonde, la joven que Picasso y su primera compañera Fernande Olivier adoptaron de un convento en 1907 y luego devolvieron.

El foco de la crítica a la obra estuvo centrado en el uso del artista de una menor de edad y se hizo extensivo a su fascinación por las chicas jóvenes, que “emocionaban a Picasso”, como escribió el biógrafo John Richardson. Alguna vez el propio pintor dijo: “Si vivo con una persona joven, me ayuda a seguir siéndolo. Y al mismo tiempo ver continuamente a una persona joven es un reproche permanente”.

El hecho de la posible inclusión de una menor generó posiciones encontradas sobre si la obra debía o no exhibirse o, en todo caso, si no se debía aclarar este aspecto de la imagen. Esta discusión remite a lo sucedido en 2018 en el MoMA, hogar del cuadro, cuando la artista Emma Sulkowicz realizó una performance a modo de protesta en la que extendió los brazos y piernas para que su cuerpo pareciera un asterisco humano. Lo hizo tras un artículo del The New York Times, en el que funcionarios del espacio discutieron el uso de asteriscos en las paredes para reconocer delitos sexuales.

Los museos como espejos de la historia oficial se encuentran ante nuevos desafíos para presentar las piezas que podrían considerarse problemáticas de su acervo. Ya no solo se trata de recuperar artistas, sino también de revelar aspectos personales de los creadores a fin de ingresar en sintonía con una parte de la sociedad que pide cambios. La escritora, novelista, filósofa y ensayista de EE.UU. Susan Sontag consideraba inmoral utilizar la biografía de los artistas para interpretar su arte, aunque consideraba legítimo usar la obra para interpretar su vida, ¿cuál será el camino elegido para Picasso y otros artistas?

"Guernica'" de Pablo Picasso en el Museo Reina Sofía de Madrid

Lo que sí no sucederá, o eso parece, será la invisibilización de estas piezas que pueden generar discordancia con algunos discursos de época, Recordemos si no cuando en 2017, el Metropolitan Museum de Nueva York rechazó el petitorio de unas 10 mil personas para que descolgase el cuadro Teresa durmiendo, de Balthus, por que la imagen “romantiza la sexualización de los niños”.

En 2020, en la Real Academia británica se presentó la muestra Picasso y papel, donde se desarrolló una tesis sobre la obsesión del artista como un Minotauro, monstruo mitad hombre y mitad toro de la mitología griega y su capacidad para dominar a los demás en relación a su relación de Picasso con las mujeres. Este fue el primer abordaje donde fucionaba vida y obra con un sentido renovado, no será la última.

El caso Picasso puede ser un buen campo de discusión sobre cómo el mundo del arte puede reinventarse mirando al pasado sin negarlo ni cancelarlo en tono a las discusiones que se están realizando. Picasso, por el talante de su obra, jamás desaparecerá, ya que no se puede eliminar una figura central de la historia de la pintura, y no solo de la pintura moderna, y su obra sigue convocando multitudes en museos. Y a 140 años de su nacimiento, aún tiene mucho más para aportar más allá de los lienzos.

“Mis telas, estén o no acabadas, son las páginas de mi diario, y como tales, son válidas. El futuro decidirá las páginas que prefiere. No debo ser yo quien elija. Tengo la impresión de que el tiempo pasa cada vez más deprisa. Soy como un río que sigue fluyendo, discurriendo junto con los árboles arrancados de cuajo por la corriente, los perros muertos, los desechos de toda clase y los miasmas que proliferan en él”, dijo.

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