En ¿Cómo se fabrica un best seller político?, el sociólogo Ezequiel Saferstein remarca que, aunque los editores coinciden en que la receta infalible para hacer un best seller político no existe, las derechas tienen a la usina editorial como un espacio para dar a conocer sus ideas, difundirlas y disputar con las izquierdas y el progresismo bajo la forma de lo que llaman “batalla cultural”, en la cual el caso de “Javier Milei es interesante porque se constituye como un personaje político en un proceso que tiene múltiples vías de análisis”, señala el investigador.
El libro publicado por la editorial Siglo XXI da cuenta de un nicho fructífero para las editoriales: las publicaciones sobre política, ya sean investigaciones, ensayos o biografías escritas por periodistas, escritores, ensayistas o por los mismos políticos que narran o analizan las tramas de poder. Sus autores suelen tener fuerte presencia en los diarios, en los portales, en la televisión, la radio y las redes sociales, lo que “los ubica en un lugar de mucha visibilidad, como figuras que son a la vez ‘marcas’ en sí mismas y de sí mismos. El best seller político se inserta en ese circuito de múltiples plataformas que lo hacen estar muy presente como referencia”, resalta Saferstein.
El sociólogo, investigador y doctor en Ciencias Sociales explica que en las últimas décadas el sector editorial se concentró y transnacionalizó y eso llevó a que se conformen conglomerados editoriales con novedosas maneras de hacer libros, en un proceso comercial, rápido y muchas veces con una obsolescencia llamativa, como es posible detectar en las mesas de saldos, que hoy se nutren con títulos muy recientes.
De las decenas de títulos que las editoriales publican cada mes, solo algunos tienen éxito editorial y entre ellos seguramente aparezcan libros de política. “En mi investigación muestro el proceso de fabricación de estos libros: desde el surgimiento, detección o invención de una idea por parte de los editores o autores, hasta su llegada al debate público, pasando por el proceso de selección del tema y el autor, de negociación del contrato, de su inserción en una colección, del diseño de la portada y la campaña de comunicación y difusión por todas las vías posibles hasta los ecos que generan los libros en la arena pública” señala Saferstein.
—¿Existe una receta para fabricar un best seller político?
—Los editores coinciden en que la receta infalible para hacer un best seller no existe, porque en el consumo y la potencial lectura intervienen muchos factores imponderables. Pero las editoriales apuntan a planificar el fenómeno editorial: de los títulos publicados, los editores y las editoriales saben cuáles serán los que más éxito pueden tener y ponen toda la carne al asador sobre esos pocos. Esa estrategia y visión comercial para hacer libros no se logra con meros estudios de mercado y tampoco alcanza con la campaña de publicidad y marketing. Lo que los editores llaman “olfato editorial” a esa capacidad para detectar los libros que van a funcionar sigue siendo un recurso muy valorado y necesario para dar con el tema y el autor indicado para que ese libro venda y resuene. Por eso los editores están muy atentos a los temas del momento, los más visibles y los que todavía no están materializados en productos pero tienen potencial. Identificar esos temas es el desafío para desarrollar ese “olfato”.
—¿Un libro puede tener influencia en el electorado?
—Es muy difícil decir que el libro influya directamente sobre las elecciones porque en ese proceso se juegan muchísimos factores. Pero es importante tener en cuenta y estudiar el lugar que ocupan las industrias culturales y el sector editorial en relación con la política teniendo en cuenta: el papel de los editores que publican libros políticos, el lugar de los lectores que forman o refuerzan sus opiniones a partir de los libros que compran y leen y el lugar que ocupan los autores en la arena pública. El libro es un objeto históricamente valorado y legitimado por la sociedad argentina. Como dice el historiador Robert Darnton, un libro puede generar un efecto en la trama social porque es un objeto que articula un relato que se conserva y persiste en el tiempo, que tiene la capacidad de difundirse y amplificarse, le da voz a un autor con nombre y apellido, es decir, autoriza y consagra a una figura que va a ser reconocida como autor o autora.
Por eso veo al sector editorial como un espacio relevante para contar aspectos de cómo se hace política en la actualidad, por la red de relaciones que habilita, teniendo en cuenta que allí se cocinan parte de las ideas que circulan en una sociedad y emergen sus portavoces. Y eso se ve en la resonancia que tienen los libros en el debate público. Que el espacio editorial esté dominado por jugadores comerciales, que exigen a sus editores la generación de ganancias de manera constante, no anula la potencial capacidad de intervención cultural, intelectual y también política que allí se juega.
—¿Cómo podés explicar esta situación particular?
—Eso lo muestro con las trayectorias editoriales y políticas de los editores de libros políticos durante el kirchnerismo, con los temas y escritores publicados en ese momento y el lugar de referencia y visibilidad que adquirieron, en gran parte, gracias a la construcción de su figura autoral en tanto formadores de opinión, intelectuales y referentes periodísticos o políticos.
En mi libro muestro cómo los títulos sobre la corrupción política escritos por periodistas de investigación, los libros que abordaron la cuestión del ser nacional como explicación de la supuesta decadencia argentina escritos por ensayistas o los libros de historiadores y divulgadores que discutieron el kirchnerismo a partir de una crítica revisionista de la visión que ese gobierno, los organismos de derechos humanos y gran parte de la sociedad argentina tenía sobre los años setenta tuvieron una fuerte llegada al debate público acompañados por múltiples plataformas: no solo el libro sino también la prensa, la televisión y las redes. Las ideas que transmiten estos libros y autores no deben pensarse por fuera de los soportes que les permiten circular. Ese “efecto libro” que mencionaba antes es importante tenerlo en cuenta a la hora de pensar cómo las ideas se construyen, se transmiten, se materializan en objetos concretos y tienen pregnancia.
—¿Qué diferencia tiene con los libros escritos por políticos?
—En el caso de los políticos en particular, vemos cómo muchos de ellos son autores de libros y utilizaron ese medio para construirse, asentarse o publicitar sus ideas. El caso de Sinceramente, de Cristina Fernández de Kirchner, es elocuente por el impacto que tuvo en ventas para la editorial que lo publicó, pero también por la resonancia mediática y política que generó.
El libro de Mauricio Macri también fue presentado y difundido como un acontecimiento político importante. En casi todas las fuerzas políticas que se presentaron en las PASO vemos candidatos que tienen sus propios libros porque funciona como herramienta para presentarse públicamente, porque tiene ese prestigio asociado al objeto libro que, aun en épocas de redes sociales y de auge del formato audiovisual, no desaparece sino que se complementa.
—¿Por qué señalás que el caso de Javier Milei es interesante?
—Milei se constituye como un personaje político en un proceso que tiene múltiples vías de análisis, que tienen que ver con un proceso político de crecimiento y articulación de las derechas así como también su construcción como marca de referencia a través de intervenciones en espacios mediáticos, en las redes sociales y también en el mercado editorial. Además de sus apariciones histriónicas en los medios y en los videos que circulan en las redes, Milei escribió libros que son best sellers y prologó obras de autores de la Escuela Austríaca traducidos al español por la editorial Unión, que son los autores que permanentemente cita y en los que se referencia en sus intervenciones mediáticas y políticas. Aunque aparezca como un personaje que representa la llamada antipolítica, que en este contexto de crisis aparece como oportunidad, hay también un programa político de derechas que está en crecimiento y que tiene a su costado editorial y cultural como una de sus dimensiones relevantes.
De hecho, el fenómeno de Milei no puede escindirse del universo del que forman parte otros correligionarios de las derechas como Agustín Laje y Nicolás Márquez, fundaciones como Libre y Cruz del Sur y editoriales como Unión, que aglutinan a jóvenes libertarios y a jóvenes nacionalistas reaccionarios de distintas clases sociales y que se articulan en estos espacios de sociabilidad, así como también en las calles, como vimos durante las manifestaciones anticuarentena del 2020, cuestiones que estamos investigando junto a colegas como Martín Vicente, Sergio Morresi, Analía Goldentul y Pablo Stefanoni.
Fuente: Télam.
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