Paul Auster odia Zoom.
La pandemia lo obligó, bastante a regañadientes, a sucumbir a las videollamadas para participar de eventos, diálogos y entrevistas que en otra época se harían de manera presencial. “Simplemente no sé cómo usarlo. He estado haciendo muchos eventos de Zoom. Pero cada vez que hago eso, necesito que mi esposa Siri me ayude a configurarlo”.
Este odio deriva directamente de su conocida aversión a las computadoras. Se sabe que Auster es un chapado a la antigua: a sus 74 años, escribe todos los días a mano, y cuando está satisfecho traspasa el trabajo a su querida máquina de escribir Olympia.
El domingo 24 de octubre participará junto a su esposa, la escritora Siri Hustvedt, de la próxima edición del Filba ¿Cómo se ha adaptado a esta nueva forma de llegar a sus lectores este autor a pesar de su famosa antipatía hacia las últimas tecnologías?
“Es una bendición mixta, pongámoslo de esta manera”, dice desde su casa de Brooklyn, Nueva York, a Infobae Cultura durante una entrevista que se realiza mediante una tecnología del siglo XIX: el confiable teléfono de línea. “Encuentro frustrante tener que conocer gente en dos dimensiones y a menudo hay muchos problemas técnicos, a diferencia de esta llamada. ¡La conexión es tan clara! Al mismo tiempo, es mejor que nada y estoy agradecido. De hecho puedo hacer una gira mundial por mi nuevo libro (La llama inmortal de Stephen Crane, publicado por Seix Barral) sin salir de casa. No hay Jet Lag. Eso es muy bueno, especialmente para alguien tan mayor como yo”.
“Eso sí: extraño conocer gente, oler nuevos lugares y comer la comida y simplemente estar bajo un cielo diferente caminando por las calles de una ciudad diferente. Es emocionante. No hay duda al respecto”.
Paul Auster, oriundo de Newark, Nueva Jersey, cuenta con un amplio abanico de talentos que puso a prueba a lo largo de sus tantos años de carrera. Además de escritor, es traductor y cineasta. Entre sus obras se destacan La invención de la soledad, La trilogía de Nueva York, Leviatán, La noche del oráculo y Diario de invierno. Pero también ha escrito los guiones de las películas Smoke y Blue in the Face, y su obra poética está reunida en el tomo Poesía completa. En 2006 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, y es miembro de la American Academy of Arts and Letters y Comandante de la Orden de las Artes y las Letras francesa.
-Estará en el evento de FILBA con su esposa, Siri Hustvedt, por primera vez para una audiencia de habla hispana. ¿Cómo mantienen un matrimonio y una asociación literaria tan duraderos, y cómo es trabajar juntos?
-Bueno, es muy interesante. Llevamos viviendo juntos más de 40 años. Es difícil de creer. Lo increíble también es que Siri y yo siempre trabajamos muy duro los dos, pero lo que hacemos es muy diferente. Y las preocupaciones intelectuales de Siri son muy diferentes a las mías. Ella está escribiendo sobre psicoanálisis, biología y neurociencia, y también sobre arte visual, y estas son cosas que me interesan, pero realmente no sé tanto como ella, así que cada vez que leo uno de sus ensayos, aprendo mucho. Es fascinante porque al principio ella me usó como un lector prototípico, alguien que no sabe nada, ya sabes, yo era el “Sr. Público General” y si yo le decía: “Estoy confundido por lo que estás diciendo allí porque simplemente no lo entiendo”, ella buscaba la manera de ser más clara. Pero he aprendido tanto de ella que ahora dice que soy realmente inútil en ese sentido.
Nosotros lo que compartimos es esto. Compartimos el trabajo. Cada vez que escribo algo se lo muestro y cada vez que ella escribe algo me lo muestra a mí. El pacto de silencio que tenemos es que vamos a ser lo más honestos posible, porque si hay algún problema, cualquier cosa que necesite ser arreglada, profundizada o eliminada, hay que decirlo. No buscamos una palmada en la espalda. Queremos ser desafiados para ayudar al otro a hacer el trabajo lo mejor posible. Siento que no puedo dejar que nada de lo que escribo salga de la casa hasta que Siri me haya dado el sello de aprobación. Elimina la necesidad de conversar mucho con nuestros editores porque cuando entregamos los manuscritos están listos y nadie que trabaja en una editorial es más inteligente que Siri.
Para Hustvedt, entonces, debe haber sido una tarea casi tan ardua y extensa como para él trabajar con la titánica nueva obra de su marido: La llama inmortal de Stephen Crane, una apasionante biografía literaria de unas mil páginas sobre el autor estadounidense que vivió tan sólo 29 años (1871-1900), y escribió El rojo emblema del valor en 1895. En su corta vida, cultivó la novela, los cuentos, la poesía y fue un aventurado periodista que cubrió conflictos como la Guerra de Cuba. Fue amigo íntimo de Joseph Conrad y Henry James, y, según Auster, su obra cambió las letras estadounidenses para siempre.
“No es para todos, sólo una persona que ama los libros y se preocupa por la lectura se molestaría en leer lo que he escrito sobre Stephen Crane”, bromea el autor. “Pero sentía que era un nuevo escritor para muchas personas que no están familiarizadas con su obra -la mayoría- y que tenía que presentarlo mostrando lo que se siente al leer una oración o un párrafo o una historia de Stephen Crane. Cuál es el efecto, qué lo diferencia de otros escritores. ¿Cuáles son sus características distintivas? Y luego, al mismo tiempo, quería contar la historia de su vida porque era muy interesante y estaba tan llena de contradicciones y aventuras locas y giros inesperados”.
Auster fue especialmente escrupuloso en su investigación de Crane, utilizando la obra del autor, sus artículos en la prensa, su correspondencia, y, muchas veces, anécdotas de terceros registradas en libros y cartas.
-Debe ser una tarea un tanto difícil hacer un estudio de una persona cuando a veces la única evidencia que hay sobre ella en un momento determinado de su vida es la evaluación que otra persona tiene sobre ella...
-Es verdad. Y dependía totalmente del trabajo de otras personas. Creo algo que me ayudó mucho a la hora de entender a Crane y su personalidad fue el hecho de que hay bastantes cartas escritas por personas que lo conocieron, ya sean familiares, amigos o colegas. Y eso fue muy útil porque todos tenían una visión ligeramente diferente de él, porque así es en el mundo. Todos tienen un sentimiento ligeramente diferente sobre cualquier persona en particular, pero al leerlos todos juntos, todos estos relatos un tanto contradictorios de Crane, pude tener una idea de quién era y así comencé a ser capaz de penetrar en su personaje de la misma manera que lo había hecho toda mi vida con los personajes de mis novelas. Así que, de una manera divertida para mí, Stephen Crane, el hombre real que nunca conocí, que estaba muerto mucho antes de que yo naciera, se convirtió en una especie de personaje de ficción.
-También aborda sus rasgos más cuestionables, como algunos de sus dichos más racistas y xenofóbicos. Pero señala, por ejemplo, que Crane no odiaba a las personas que eran diferentes, simplemente no las entendía, ni intentaba hacerlo. Se apartaba y las observaba. ¿Cree que por esto la gente en general es tan parcial y prejuiciosa? ¿No se acerca lo suficiente?
-Eso es absolutamente cierto, y creo que, para su época, Crane era realmente tolerante, una persona abierta. No estaba ardiendo de odio contra las personas que eran diferentes a él, pero simplemente no las entendía del todo y tal vez no estaba tan interesado en ellas. Pero por ejemplo, se burló de los irlandeses en Nueva York. Sin embargo, una vez que se fue a Irlanda, sintió en profundidad el espíritu irlandés y se enamoró de él. Creo que la personalidad de Crane se parecía un poco a Irlanda, ya sabes, tenían el mismo sentido del humor, de la ironía y también la misma sospecha sobre el poder. Durante cientos de años fueron un pueblo oprimido, pero mantuvieron su cultura a pesar de todo y creo que él respondió a todo esto. Lo entendió intuitivamente.
Auster y Crane tienen varios puntos en común. Su voracidad por la lectura es una. Ambos leían con un desquicio fenomenal en sus años formativos. “Leí mucho cuando era joven. En mi adolescencia y a los veintipico leía alrededor de un libro por día. Comía libros prácticamente. Ya no hago eso. Leo mucho menos”.
También, como Crane, se rehusó a dejar atrás sus obsesiones de la infancia. “Es cierto”, reconoce. “Creo que muchas de las cosas que me importaban cuando era joven, todavía me importan ahora, como el béisbol, sin dudas, como él. Ya no lo juego. Pero lo miro y lo sigo y es genial. Es un gran escape de las cosas horribles que están sucediendo”.
Del Estados Unidos post Donald Trump -de quien es un arduo opositor y hasta creó con su esposa la plataforma Writers Against Trump durante su mandato- prefiere ya no hablar: “Lo único que te puedo decir es que no me siento muy optimista en este momento acerca de lo que va a suceder en el futuro en mi país”.
Stephen Crane cosechó sus dosis de fama en su época, aunque conseguirla no fue nada fácil, y requirió años de peleas con editoriales. En eso también Auster se puede identificar.
-Crane fue famoso, tenía amigos literarios muy exitosos, pero la gente hoy parece haberse olvidado de su obra. ¿La fama es tan efímera en el mundo de las letras?
-Los escritores famosos en su época son los que desaparecen. No siempre, por supuesto. Los escritores populares, muy populares que venden muchas copias de sus libros y que interesa mucho a la gente, 20 años después mirás su obra y dices: “Realmente no es muy buena”. Quizás estaba bien en ese entonces, pero ahora no nos habla. Y los libros realmente geniales continúan hablando con los seres humanos a lo largo de los años y creo que Crane es uno de esos escritores. Sigue siendo relevante. Todavía nos dice cosas que necesitamos saber y por eso creo que mi principal motivo al escribir el libro fue hacer que la gente se interesara en volver a leerlo.
-Al principio de su carrera literaria, Crane estaba dispuesto a quemar su novela si la rechazaban de nuevo. ¿Se ha sentido así usted?
-Ciertamente me he sentido rechazado, tengo que decirlo. Al principio de mis días de escritura tuve muchos problemas para que la gente quisiera publicarme. Fui rechazado una y otra vez, y es difícil. Pero si estás realmente decidido no vas a dejar que eso se interponga en tu camino y lo entendí temprano.
El primer volumen de La Trilogía de Nueva York, que fue mi primera novela, fue rechazado por 17 editoriales de Nueva York. Y obviamente no me hizo muy feliz, pero seguía diciendo “bueno, no me va a impedir escribir. Sólo voy a seguir haciéndolo. Y si tengo que escribir un trabajo que nadie publica nunca, no importa. Voy a seguir haciéndolo y lo pondré todo en un armario y después de que muera la gente lo encontrará“. Y estaba lo suficientemente loco como para pensar que tal vez ése sería mi futuro; simplemente escribir libros que nadie publicaría. Fue muy instructivo para mí saber por qué estaba escribiendo. Estaba escribiendo no para ganar dinero y no para ser famoso, sino por la mera necesidad de expresarme con palabras. Así que una vez que lo comprendí cambió mi perspectiva sobre todo.
Tampoco escucho lo que dice la gente. Las buenas críticas y las malas críticas son igualmente insignificantes porque la mayoría de las personas que se ocupan de esto no piensan con mucha claridad. No se toman la palabra muy en serio. Y, por lo tanto, no debes tomarlos en serio y eso también es algo liberador. No me importa. Sólo continúa. Sigue adelante, sigue en pie y sigue moviéndote, y así es como he estado tratando de vivir todos estos años.
-Y, por supuesto, debe tener una alta tolerancia al dolor y al rechazo. No hubo escasez de sufrimiento en la vida de Crane. Era huérfano, pasaba hambre, estaba enfermo y siempre andaba endeudado. ¿Usted es de los que piensan que la angustia es necesaria para generar arte?
-Sí, puede y a menudo lo hace. Crane dijo que el arte surge de este dolor y sufrimiento, y parece ser cierto; tiendo a estar de acuerdo con él. Pero hay diferentes formas de pensar en esto. Recuerdo haber leído algo que pensé que sonaba muy inteligente. ¿Conoces a Billy Wilder, el director de cine? Dijo que cuando te sientes realmente bien contigo mismo, cuando todo va bien, ése es el momento de sentarse y escribir una tragedia. Y cuando te sientes realmente horrible, suicida y miserable, es cuando debes escribir una comedia. Contradice todo lo que acabamos de decir, ¿no? En mi caso, cuando me sentía muy deprimido, en la época del 11 de septiembre y las guerras que estaban comenzando, fue entonces cuando escribí la única novela que definiría como comedia, Brooklyn Follies. Yo me sentía tan miserable que tuve que tratar de levantarme el ánimo escribiendo un libro sobre algo un poco más esperanzador y recordarme todas las cosas hermosas que tenemos y lo afortunados que somos de estar vivos.
-El rojo emblema del valor, la obra más conocida de Crane, que es más un estudio psicológico del miedo que un libro sobre la guerra, solía estar en el plan de estudios de las escuelas de EEUU pero luego fue eliminada. ¿Por qué cree que ocurrió?
-Es un misterio para mí. Le ha pasado no solo a Crane, sino a muchos escritores estadounidenses del siglo XIX. Ya nadie lee en la escuela secundaria La letra escarlata de Hawthorne, por ejemplo. Tal vez los maestros sienten que el lenguaje del siglo XIX es demasiado difícil para los niños de hoy y quieren darles libros que sean más contemporáneos para que puedan conectarse más inmediatamente. Creo que esto es un error, pero entiendo que es un error bien intencionado. Están tan preocupados de que los jóvenes estén perdiendo el interés por la lectura. Quieren darles libros que los emocionen e inspiren a seguir leyendo.
-Creo que la intención en EEUU ahora también es intentar actualizar la lista de lectura dotándola de más diversidad.
-Es bueno seguir incluyendo cada vez a más personas. Ha sido una especie de club de hombres blancos durante mucho, mucho tiempo. Y, obviamente, hay muchas grandes escritoras. Hay muchos grandes escritores de color, y todos merecen ser leídos. Escritores como Hawthorne, Crane y Melville quizás caigan de la lista, es una lástima, pero tal vez haya formas para poder abarcar todo sin eliminar demasiado.
-Hoy parece haber una tendencia a escribir libros más cortos y, sin embargo, usted parece estar produciendo trabajos más y más largos desde 4321. ¿Es intencional?
-No sé por qué lo hago la verdad, es sólo que mis últimos libros parecen desarrollarse de esa manera. Escucha: no quiero escribir más libros largos. Es muy difícil y el libro de Crane iba a ser un librito de unas 200 páginas, pero simplemente creció y creció. Se convirtió en un lienzo mucho más grande de lo que imaginé originalmente. Estoy tratando de escribir cosas más cortas ahora. Ya no quiero escribir un libro largo.
-Debe ser muy agotador. Me refiero a mental y físicamente, porque usted escribe a mano y en máquina de escribir, ¿verdad?
-Sí, es una actividad física. No es como levantar pesas o correr 15 kilómetros, pero te quita algo del cuerpo; es más que un agotamiento mental. Escribir me deja completamente exhausto, como si hubiera estado corriendo todo el día. Es difícil y hay que dar mucho para hacerlo bien.
Lo extraño es que pasé mi vida mayormente sentado en una mesa escribiendo todos los días, pero el tiempo desaparece. Comienzo por la mañana y sólo estoy pensando en el trabajo. Y luego miro hacia arriba y veo que han pasado seis horas, pero se siente como si fueran 10 minutos. Para mí un largo día pasa muy rápido. Son como días más cortos. Tal vez por eso me sigo sintiendo tan joven, porque estoy viviendo con tiempos diferentes al resto. La gente que tiene trabajos aburridos en una oficina o en una fábrica y está mirando el reloj todo el tiempo, no puede esperar a que termine e irse a casa y relajarse. Pero yo no miro el reloj. Un día pasa en un chasqueo de dedos.
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