Cuando el mundo profundiza su crisis, suele ocurrir que los modos de explotación se perfeccionen para, de este modo, extraer más ganancias del trabajo de los operarios y maximizar así los beneficios de los empresarios.
Estos mecanismos son traducidos al lenguaje cinematográfico mediante Lazos de familia, la última obra de Ken Loach. quien después de varias películas que quedaron en buenas intenciones (salvo el documental Espíritu del 45), logra una pieza que se sumerge en el mundo contemporáneo y crea unos personajes atravesados no sólo por los conflictos de estos tiempos de incertidumbre, sino que convoca a los miembros de una familia que deben lidiar con sus conflictos personales.
Rick es la cabeza de una familia de la clase obrera británica que encuentra trabajo en un depósito de distribución de pedidos. Se trata de un sucedáneo de Amazon o incluso empresas más cercanas en la Argentina.
Al ingresar se le informa que no tendrá trabajo en relación de dependencia, que no será un “trabajador” sino un “socio” de la compañía, que debe comprar una van (a menos que quiera alquilar una por día a la empresa) y que su remuneración depende de la velocidad con la que haga los pedidos. Para comprar la camioneta, Debbie su esposa debe vender su auto, una herramienta de trabajo para su rol como enfermera a domicilio. Los dos hijos de la pareja, la menor que debe estar sola en casa todo el día, y el mayor, que se dedica al graffiti, deberán adaptarse a la nueva época y a los nuevos lazos familiares.
Cuando la situación familiar se polariza, Rick pide unos días al encargado del depósito, que enumera: “este mes vinieron a pedirme días un chofer con graves problemas de salud, un chofer cuya mujer tuvo un ataque cerebral, un chofer cuya hija intentó suicidarse”, preconfigurando la negativa.
La situación continúa y cada vez con mayores problemas no sólo laborales, sino familiares. A diferencia de otros films, Loach no plantea una salida “justiciera” a toda la situación, creando así un obra política pero no panfletaria.
La película muestra en todo su esplendor todo el nuevo ritmo del trabajo basado en la flexibilización, a la vez que las consecuencia íntimas que atañe. Loach de 85 años y que acaba de ser expulsado del Partido Laborista junto a todo un ala de izquierda, crea una gran obra, que debería ser vista. Sobre todo porque también atañe a un sector de la clase obrera argentina.
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