Para Siri Hustvedt, observar es el principio de todo. Su protagonista en El hechizo de Lily Dahl espía por una ventana al objeto de su deseo. En La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, la percepción de la realidad y de los otros está en el centro de escena. Fuera de las páginas, Hustvedt cree que si uno pasa el suficiente tiempo mirando, percibiendo y escuchando, los prejuicios se disipan. “La complejidad de cualquier ser humano es enormemente rica. Muéstrame a cualquier persona, y encontrarás algo que no esperabas”.
Debe ser especialmente molesto para ella, entonces, que por algún motivo su ventana de Zoom no la deje ver a la persona que la entrevista. “Te escucho perfectamente, pero no te puedo ver. Qué lástima, me gustaría conocerte el rostro”, dice al principio de su diálogo con Infobae Cultura. Se encuentra en una especie de sala de estar de su casa de Brooklyn. Detrás suyo, sobre un hogar y al lado de una biblioteca, cuelga un cuadro: una mujer de espaldas sentada en un banquito con un vestido rojo al cuerpo del pintor británico Alan Baker. La pintura fue encargada por Sceptre, la editorial británica de Hustvedt, e ilustra la portada de varias ediciones de distintos países de Todo cuanto amé (Seix Barral), uno de sus libros más exitosos.
A diferencia de la mujer de la pared, la escritora, de frente a la cámara, luce una camisa casual de color celeste y unos lentes de carey. Cada tanto recuesta su cabeza en el puño y tiene la risa fácil. “Nueva York es una ciudad que siempre está cambiando. Creo que cambia más rápido que muchas otras. Por ejemplo, cuando regreso a París puedo encontrar de manera confiable lugares que no desaparecerán nunca. En cambio, Nueva York siempre ha sido una ciudad que se mueve más rápido”.
La Gran Manzana será precisamente uno de los temas de los que charlará en la próxima edición del Filba, durante un encuentro en el que participará junto con su marido, el escritor Paul Auster. Conforman una de las parejas de intelectuales más influyentes de la actualidad, y conversarán juntos sobre el ambiente político y social de Estados Unidos, sus procesos de escritura, la pandemia y su amor y desamor por la ciudad que los inspira.
De padres noruegos, Hustvedt nació en Minnesota en 1955. Doctora en Filología Inglesa por la Universidad de Columbia, es poeta, novelista y ensayista, experta en neurociencias y psicoanálisis. Entre sus libros se destacan Los ojos vendados, Todo cuanto amé, El verano sin hombres y El mundo deslumbrante. En el 2019, recibió el Premio Princesa de Asturias de las Letras.
En esta entrevista, Hustvedt indaga en los prejuicios y en las fallas que tenemos como individuos y como sociedad; repasa distintas experiencias de sexismo y la misoginia que siguen sorprendiéndola y explica por qué toma una posición “muy enérgica” en contra de cualquier tipo de censura.
-En La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, escribe que las posibilidades de mantener un verdadero diálogo entre personas de diferentes campos han disminuido. ¿Cree que esto se ha hecho más evidente durante la pandemia?
-Sí, lo que estamos viendo no solo en los Estados Unidos, sino en todo el mundo, es un nativismo populista antidemocrático que desconfía de las personas que se consideran élites, y eso incluye a los científicos, lo que incluye consejos sobre vacunas, la confirmación reiterada de que las vacunas son seguras.
Por cierto, creo que es justo reconocer que la medicina no siempre ha sido un campo ideal de altruismo y bondad. Se han realizado experimentos en poblaciones vulnerables. Por ejemplo, los pacientes psiquiátricos a menudo han sido los más afectados por experimentos médicos que, en mi opinión, eran inmorales. Y los nativos americanos en los pueblos tribales de los Estados Unidos, los pueblos indígenas, también han sido sometidos a esterilizaciones que no solicitaron, por lo que han creado comprensibles islas de desconfianza. Sin embargo, en los Estados Unidos parece que la desconfianza es mayor entre las personas que tienen afiliaciones políticas con el partido republicano, lo que significa que realmente están respondiendo de manera enojada y política a que se les aconseje que se vacunen por su propio bienestar.
-Y esto se convierte rápidamente en un discurso de odio, especialmente en un Estados Unidos post Trump, y éste es otro hecho que dices que puede hacer que el diálogo sea imposible, ¿verdad?
-Sí. Me interesé mucho en el discurso del odio porque, especialmente durante el gobierno de Trump, se convirtió en un lenguaje cotidiano. Fuimos expuestos al discurso del odio una y otra vez. Donald Trump fue citado en los medios de comunicación realmente hasta la saciedad, lo que amplificó sus formas de discurso de odio contra las mujeres, contra los negros, en particular las mujeres negras, los inmigrantes, ¿sabes? Todo el mundo, excepto los hombres blancos, fue realmente pisoteado durante ese tiempo. Y, por supuesto, este tipo de discurso está en curso, no hemos pasado la era de Trump a pesar de que tenemos a Biden como presidente, la amenaza permanece. Lo que es el discurso de odio es básicamente la aniquilación del otro. Por lo tanto, no le otorga a la otra persona el derecho a hablar. No reconoce la igualdad entre los dos hablantes. Su trabajo es en realidad sacar a la otra persona del camino en una forma de violencia simbólica.
-En un ensayo que escribió para LitHub, dice que la discusión pública en los medios populares sobre qué es la teoría crítica de la raza y por qué puede ser importante entenderla, a menudo se reduce a declaraciones vagas sobre el “racismo sistémico”. ¿Qué cree que ocurrió con el movimiento Black Lives Matter? ¿Piensa que estuvo representado de manera justa en los medios?
-Creo que los medios de comunicación a menudo tienen dificultades, especialmente en los Estados Unidos, para dar una presentación precisa. En realidad, una de las razones es que las noticias prosperan en el conflicto y cuanto más brutal es el conflicto, más emocionante es para los lectores y se lo tragan. Entonces creo que la prensa no necesariamente juzga mal al público, pero hay una tendencia a convertir todo en una pelea. También reduce el matiz que es necesario para que la gente tenga conversaciones públicas. Así que creo que el presidente de los Estados Unidos ha hecho un muy mal trabajo al explicar qué es realmente la teoría crítica de la raza y qué significa.
Y no es nada nuevo. Ha estado al menos desde 1980, y el grupo de académicos que comenzó este debate -y es un debate en curso- tiene cosas importantes que decir sobre la ley y sobre el papel de la igualdad en la creación de una atmósfera que hace que sean posibles el diálogo, el debate y los procesos democráticos. Entonces, cuando se enmarca como odio, que es lo que ha hecho la derecha, o que esa teoría está recomendando que la gente blanca comience a odiarse a sí misma, esto no tiene absolutamente nada que ver con eso. Es una tergiversación que no se corrige en la prensa y no es difícil de hacer. Creo que este material está disponible en línea. No está escrito en un lenguaje abstruso o poco atractivo para un lector novato. Así que creo que nos han defraudado en términos de aumentar, en lugar de disminuir, las posibilidades de diálogo.
-Interpretamos el mundo que nos rodea según nuestras emociones y experiencias, además de nuestros sentidos. Entonces, ¿esto significa que nuestros recuerdos pueden ser peligrosos y pueden hacernos sentenciosos, y prejuiciosos sin siquiera darnos cuenta?
-Eso creo. Y esto va para todos. Quiero decir, no estoy señalando a nadie en particular. Parece bastante claro y existe un consenso creciente en la neurociencia cognitiva de que nuestra percepción de las cosas está determinada por las expectativas. Y qué es la expectativa, excepto nuestra experiencia pasada que nos está guiando hacia el presente y hacia el futuro. Y esas son necesariamente sesgadas. Muchas veces, no es que solo estemos viendo el mundo desnudo, estamos viendo el mundo a través de nuestras expectativas. En la neurociencia computacional cognitiva lo llaman a priori. Si comprendemos que la percepción está sesgada por la naturaleza, creo que debería convertirnos en mejores observadores, ¿verdad? Entonces, ¿cómo superamos la percepción con sesgos? Bueno, descubrí que es simplemente pasar tiempo con lo que sea que estás mirando, percibiendo o escuchando. Si pasas suficiente tiempo, algunas de esas imágenes estereotipadas se disipan. Hay formas de salir de nuestro prejuicio y, por ejemplo, de un prejuicio implícito contra las mujeres o contra inmigrantes o personas de otra etnia. El tiempo también nos ayuda a superar algunas de esas nociones estereotipadas sobre cómo es la gente o cómo es el otro porque la complejidad de cualquier ser humano es enormemente rica. Dame a cualquiera, y encontrarás algo que no esperabas.
-Los seres humanos tenemos dificultad para decir: “Estaba equivocado. Pensaba esto y ahora cambié de opinión”. ¿Tiene que ver con el ego?
-De hecho, creo que la confianza está involucrada en eso. Me refiero a que para la gente más insegura parece ser más difícil decir: “Caray, estaba equivocado’'. Porque sus inseguridades hacen que sea más difícil para ellos aceptarlo. Y puedo decir que cuanto mayor me hago, más fácil me resulta decir: “Solía pensar eso y esa era mi posición como hace cinco años, pero desde entonces he estado leyendo y he estado pensando y creo que me equivoqué”.
Recuerdo que estaba en una mesa redonda en París. Fue una discusión maravillosa con personas de diferentes campos sobre el tema filosófico de la repetición. Fue una conversación muy abierta y fluida. Y dije algo que creo que se trataba de neurociencia y un científico en la mesa me dijo: “Siri, está mal”. Y yo le respondí: “Oh, por favor explícame cómo está mal y en qué me equivoqué”, lo que procedió a hacer con mucho cuidado y claridad. Recuerdo eso como una especie de momento maravilloso en lugar de vergonzoso. Es para mí divino cuando las personas pueden participar en giros correctivos para otras personas y ayudarlas. Pero tengo que aclarar que si hubiera sentido que ese hombre estaba tratando de humillarme, o ser cruel conmigo o avergonzarme frente a otros en lugar de simplemente decirme “estás equivocada en esto y puedo explicarte cómo”, entonces habría sido una experiencia diferente. Entonces, nuevamente, volvemos a este modelo de respeto mutuo, que es, lamento decirlo, más raro de lo que debería ser. Cuando lo que nos interesa es el bien de la discusión en su conjunto, el bien de que todos los sentados a la mesa comprendan realmente las cosas, esas jerarquías y esas formas de crueldad tienden a desaparecer, pero en muchos otros incidentes eso no es lo que sucede. La gente quiere mostrar su dominio. Quieren presumir o quieren humillar a los demás, hacer que se sientan mal por lo que no saben y esas situaciones creo que crean miseria.
-¿Y cree que está más abierta a las opiniones y al conocimiento y quizás ve las cosas con más claridad debido a sus muchos intereses intelectuales, como la neurociencia y la literatura?
- Creo que esto es una función de dos cosas. He tenido mucha suerte de poder perseguir intereses en múltiples campos simplemente porque estoy rastreando una idea. Escribo para vivir. Tengo un pequeño trabajo enseñando a residentes de psiquiatría, pero no trabajo allí día a día. Es solo un seminario una vez al mes. Entonces mi libertad me ha permitido leer mucho sobre muchas cosas diferentes y sí, creo que ha creado una flexibilidad mental.
Pero hay algo más sobre la personalidad. Mi curiosidad me permite asumir que nunca voy a llegar a una respuesta definitiva y absoluta a estas preguntas. Pero es el trabajo de toda una vida. Es un trabajo de aprender de los libros, pero también de otras personas, y lo que siento es confianza, una confianza que nace de décadas leyendo todo esto y asimilándolo, y también una humildad intelectual sobre lo que una persona puede saber en su vida, y una claridad absoluta sobre el hecho de que hay muchas otras personas que tienen mucho que enseñarme.
-Y los conceptos y lo que ha aprendido en psicoanálisis y neurociencia, como la ceguera por falta de atención, por ejemplo... ¿Cómo incorpora todas estas ideas en sus novelas?
-Oh, bueno, ahora me estoy embarcando en otra novela y estoy muy feliz porque realmente he estado un poco perdida en lo que llamamos no ficción o ensayos durante mucho tiempo. La persona que escribe una novela y la que escribe ensayos o trabajos académicos es la misma persona y mis intereses en novelas y ensayos se superponen dramáticamente.
Escribí una novela llamada El mundo deslumbrante que tiene 19 narradores diferentes, y gira en torno a una mujer que esencialmente muestra su obra de arte como si fuera hecha por hombres, pero es su obra de arte. Y en ese libro hay mucho sobre el problema Mente-Cuerpo, sobre cómo las mujeres están asociadas con el cuerpo y la procreación y el nacimiento y la Tierra, y los hombres están asociados con la cultura, el intelecto, etc. Y cómo esa división ha sido realmente dañina para artistas intelectuales y ambiciosas. Más tarde me senté y escribí Los espejismos de la certeza, que es un libro sobre el problema Mente-Cuerpo. Así que, de alguna manera extraña, esos dos libros son compañeros. De todos modos, estas cosas encuentran su camino en lo que sea que estoy haciendo, y la parte más divertida y aterradora de escribir novelas es que no hay una forma predeterminada. Es temporada de caza. Y la gloria de esto es que puedes bailar y dar un salto mortal, ponerte de pie y guiñar el ojo. Pero también creo que es el tipo de escritura más difícil sin duda alguna.
-Quería hablarle sobre El mundo deslumbrante que mencionó antes, y sobre la protagonista que se presenta como hombre. ¿Alguna vez ha pensado en hacerlo? ¿Alguna vez ha tenido la tentación de hacer un experimento como ese?
-Sí. Al principio de mi vida como escritora, cuando publicaba poemas, enviaba partes de Los ojos vendados para ver si podía publicarse y, a menudo, recibía cartas enviadas al Sr. Siri Hustvedt. Esto es antes del iPhone, justo antes de todas esas cosas. Nadie sabía, al menos en Estados Unidos, que Siri era un nombre de mujer. Comencé a notar que cuando los editores pensaban que yo era un hombre, me escribían en términos mucho más elogiosos, corteses y respetuosos que cuando suponían que era una mujer. Y eso me impactó, y no fue sólo un editor. Una y otra vez sucedió esto. Entonces comencé a pensar en cómo sería simplemente esconderse y asumir una Persona masculina y cómo eso cambiaría la trayectoria de una carrera. Hay ejemplos de que esto está sucediendo realmente. Había una mujer joven que había estado enviando un manuscrito durante siglos y siglos con su propio nombre y luego cambió su nombre por el de un hombre. Envió el manuscrito y recibió respuestas de muchos agentes que estaban ansiosos por recibirlo y era exactamente lo mismo. Pequeños experimentos como ese son reveladores. También se han realizado en psicología a lo largo de los años con resultados generalmente bastante similares.
-Y un ejemplo famoso, creo que es JK Rowling quien dijo que usaba sus iniciales porque sentía que los hombres se mostraban reacios a leer una obra escrita por una mujer. ¿Ha experimentado eso?
-Oh sí. De hecho, hay muchos hombres que me han dicho: “Yo no leo ficción. Pero mi esposa sí, ¿le firmas el libro?”. Esto me lo han dicho tantas veces que una vez que estaba en la radio, supongo que fue para una novela, supuse que este hombre al menos había leído parte de mi libro, pero allí me lo dio y dijo que no leía ficción. Pero su esposa sí y si le firmaría el libro. Yo lo miré y le dije: “Está bien, ¿podría hacer una pausa aquí? Me gustaría preguntarle algo. ¿Me está diciendo que en la historia de los textos occidentales? Comencemos con Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare”. Le di la lista completa de los grandes y famosos. Su cara en ese momento… Estaba sorprendido por mi tipo de confrontación directa sobre lo que estaba diciendo. Y, por supuesto, uno se da cuenta de nunca diría que Cervantes es un idiota y no quiere leerlo. Lo que está diciendo es: “No quiero leer libros escritos por una mujer, porque si lo hago me someto a su voz, a su autoridad y eso me está castrando. Eso me feminiza”. Honestamente, creo que la mayoría de los hombres que dicen estas cosas no llegan tan lejos en su investigación interna, pero creo que esa es la razón. Y cuanto más machista es la cultura, más difícil es.
-En eventos con su esposo, Paul Auster, ¿ha visto a la gente tratarla de manera diferente porque él es hombre y usted es mujer?
-Creo que lo he notado más a menudo con los periodistas. No recuerdo dónde estaba, pero un hombre que me estaba entrevistando para un artículo y básicamente me dijo: “Pero tu esposo, por supuesto, también lee neurociencia, ¿verdad?”. Y dije, no, él no lee neurociencia en absoluto. Nunca ha leído un artículo de neurociencia en su vida”. Y el chico me miró, estaba tan conmocionado, tan incómodo. Y nuevamente, tuve que darme cuenta de que para este hombre, él no quiere que sea cierto que en esta pareja la mujer está haciendo cosas que el hombre no puede hacer o que está haciendo cosas que son de tipo masculino, ¿verdad? Sí, la neurociencia es una especie de ciencia dura. Es algo varonil en contraposición a escribir poesía o algo así. Y él simplemente no quería aceptar eso. Me ha pasado esto una y otra vez; la gente insiste en que mi esposo me enseñó psicoanálisis o que tenía que venir de él.
En la película Smoke (1995), Paul tiene una escena maravillosa en la que uno de los actores cuenta la historia de M.M. Bajtín fumando su libro. Fumó su libro, su manuscrito de la novela alemana que había escrito bajo el asedio en Leningrado porque se le había acabado el dinero para comprar papel para cigarrillos. Y recuerdo que este hombre vino corriendo hacia mí en una fiesta y dijo: “Solo quiero decirte que soy un gran admirador de tu esposo y sé que él sabe todo sobre M.M. Bajtín”. Le dije que en realidad Paul nunca leyó a Bajtín. Le conté la historia y la usó en la película con gran efecto y luego le dije: “Pero yo he leído a Bajtín durante años. Sigo volviendo a él”. Y yo pienso que vamos a tener una gran charla. Y el hombre simplemente se da la vuelta y corre en la otra dirección. No quiere hablar con la mujer que sabe todo sobre Bajtín. Pero esto sucede una y otra vez. Puedes ver cómo incluso cuando una mujer sabe que el mundo es jerárquico y que el sexismo y la misoginia son parte de él, algunas de estas experiencias son, sin embargo, sorprendentes.
Seré muy honesta contigo, me tomó años poder reírme. Esto realmente ha comenzado a ser muy divertido para mí y, por supuesto, eso es porque soy mayor y porque he ganado una perspectiva sobre mi propia vida y la cultura. Eso viene de la experiencia. Muchas mujeres no están en condiciones de encontrar divertido este tipo de violencia simbólica porque pueden perder su trabajo. Pueden ser abusadas, lastimadas, victimizadas. Así que no quiero restarle importancia a nada de esto. Todo lo que estoy diciendo es que en momentos ridículos como ese ahora puedo reír. Eso es todo lo que puedes hacer. Empieza a reír y, por supuesto, tengo una pequeña pista para ti: nada enfurece más a un hombre que eso.
-Quería preguntarle sobre la llamada “cultura de la cancelación”. Mucha gente dice que hoy no se podrían publicar libros como Lolita, pero olvidan su ardua lucha por imprimirse en la década de 1950, y cómo fue prohibido en muchos países, como Argentina. Quería conocer su opinión sobre el trabajo creativo disruptivo y cómo los autores, editores y editoriales lo abordan hoy.
-Creo que esta es una pregunta realmente importante. Soy una persona que realmente toma una posición muy enérgica contra la censura de cualquier tipo. Por ejemplo, me alegro mucho de que el Mi Lucha de Hitler todavía esté impreso. Qué podría ser más pernicioso u horrible en muchos sentidos que ese libro, pero también creo que debería estar disponible para los lectores, deberíamos saberlo. Y con respecto a la cultura de la cancelación, he escrito que las estatuas confederadas en el sur deben ser derribadas. Estas son estatuas públicas; muchas de ellas fueron colocadas en la era de Jim Crow para celebrar la segregación. Si fueras a Alemania mañana y entraras en una plaza de la ciudad y vieras enormes monumentos a Hitler y Goebbels, estarías horrorizado. Bueno, todavía tenemos eso en nuestro país y es hora de eliminarlo porque supuestamente eso no es lo que el país sigue defendiendo. Esto es parte de nuestro problema, ¿verdad? Tenemos que aceptar el legado de la esclavitud, Jim Crow y sus horrores continuos y una de las formas en las que podemos hacerlo es deshacernos de esos ridículos monumentos. Eso no es cancelar, es hacer una pregunta profunda. ¿Qué representamos? Y a qué nos referimos como realidad pública.
Cuando se trata de publicar literatura, no creo que podamos pedir una pureza moral perfecta o unas opiniones maravillosas de todos nuestros artistas. Perderíamos. Tendríamos muy poco que leer si todos tuvieran que ser seres perfectos. Por otro lado, hay cierto tipo de mitos. Quiero decir, acabo de estar trabajando en esto. Por ejemplo, alguien como Picasso o Einstein, estas personas que se han convertido en más mitos que seres humanos en cierto modo y se ha moldeado la psique colectiva para que nunca se examine la vida de algunas de estas personas o el daño que hicieron o cómo, de alguna manera, su trabajo refleja aspectos preocupantes de su trabajo. Todo debe ser interrogado.
Pero yo no estoy a favor de la cancelación. No soy una persona religiosa pero crecí en la Iglesia Luterana, y uno de los pasajes más bellos del Nuevo Testamento es cuando Cristo dice: “Quien esté libre de pecado que sea el primero en arrojar la piedra”. Entonces, creo que cuando algunos de estos festivales de indignación comienzan a surgir en Internet, las personas que están tirando piedras querrán calmarse y pensar en sus propias infracciones morales y la crueldad que puede resultar de atacar a las personas de manera muy pública.
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