Marina Yuszczuk: “La maternidad es la gran pasión de mi vida, algo transformador y que también se padece”

Tras obtener el Primer Premio Nacional Sara Gallardo por su novela “La sed”, la autora habló sobre esta novela y también sobre la recientemente reeditada “La inocencia”

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Con precisión y audacia, Marina Yuszczuk apuesta en "La sed" a reflexionar sobre las formas de procesar la muerte. Foto: Gentileza Catalina Bartolomé (Télam)
Con precisión y audacia, Marina Yuszczuk apuesta en "La sed" a reflexionar sobre las formas de procesar la muerte. Foto: Gentileza Catalina Bartolomé (Télam)

La maternidad como estado de gozo y padecimiento atraviesa la narrativa de Marina Yuszczuk, un tópico que la autora define como su “gran pasión” y que además de estar presente en La inocencia –texto que acaba de ser reeditado– también impregna el planteo de La sed, novela que convoca la oscuridad de lo gótico para sondear la sexualidad, el erotismo y la muerte, y por la que obtuvo esta semana el Primer Premio Nacional de Novela Sara Gallardo, otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación.

Aún sorprendida por la decisión del jurado integrado por Ana María Shua, María Teresa Andruetto y Federico Falco ya que, según manifiesta, La sed es “una novela retorcida, violenta de alguna manera”, Yuszczuk destaca la evolución experimentada por los sellos independientes –como el caso de Blatt y Ríos que vuelve a poner en circulación su libro La inocencia– al señalar que las fronteras entre las grandes editoriales y las pequeñas “se hicieron más permeables, ya que los autores pasan de unas a otras, cosa que antes era mucho más difícil”. Editora del sello Rosa Iceberg, y autora de los poemas “Lo que la gente hace”, “Madre soltera”, “La ola de frío polar” y los cuentos incluidos en Los arreglos, la autora dialogó sobre La sed y La inocencia, que narra la historia de una niña que crece apegada al fanatismo de una religión por influjo de su madre, lo que condicionará su sexualidad y crecimiento.

—¿Cómo evaluás el hecho de haber ganado el premio por una novela editada por un sello independiente?

—No sé cómo será en otros países pero en Argentina en estos últimos años pasó algo con la división entre grandes grupos y editoriales independientes. No lo termino de ver todavía pero algo cambió, las fronteras se hicieron más permeables, los autores y autores pasan de unas otras, cosa que antes era mucho más difícil. Y por otra parte varias editoriales independientes, entre ellas Blatt y Ríos, empezaron a funcionar con una estructura que no es para nada menor; digo, publican unas diez o doce novedades por año, traducen, distribuyen, hacen prensa, hacen tiradas grandes, a veces más que sellos como Penguin Random House o Planeta. Creo que persiste la idea de que independiente es chiquita y de corto alcance, pero esto ya no es así.

"La inocencia", de Marina Yuszczuk, acaba de ser reeditado
"La inocencia", de Marina Yuszczuk, acaba de ser reeditado

—En paralelo al premio por La sed, en estos días se acaba de reeditar La inocencia, que tiene la estructura de una novela de iniciación dominada por la voz de la protagonista. ¿Cómo fue construir esa voz?

—Creo que este era un libro que necesitaba la primera persona. De hecho, ahí está su potencia, si es que la tiene: habla una chica. Y habla de todo lo que no debe hablar: sexo, cuerpo, comida, religión, y con cierto tono incluso naif desmonta toda una estructura autoritaria que abarca Dios-comunidad-familia. Soy de una generación que creció con límites muy claros en cuanto a lo que una nena, y después una mujer, debía decir públicamente o no, y La inocencia arremete contra esos límites. Por eso me interesaba que esa voz tuviera una nota brutal.

—En la novela aparece “la extranjería”, el ser extranjero en tu propio entorno como forma de vinculación debido a que el fanatismo religioso aísla a la protagonista y a su madre del resto de la familia. ¿Por qué pensás que ciertas personas se apegan a esas religiones, qué respuestas o contención pueden dar a quien sondea en ellas?

—Porque la vida es terrible y estamos a la intemperie. No hay certezas, no hay sentido, en algún punto es comprensible que para algunas personas esto sea intolerable y que haya alivio en una institución que te resuelve todas las dudas. Todos somos fanáticos de algo, o sostenemos creencias, no creo que sea algo privativo de las religiones. Yo por ejemplo ahora creo en la literatura.

—La protagonista tiene una mirada o concepción muy naif del vínculo con los varones. ¿En qué medida creés que eso se debe a la mirada sesgada o limitada que le dio la religión?

—Es una adolescente, durante la mayor parte del relato. En este punto no sé si habrá tanta diferencia entre personas religiosas o no; ese caminar por las brasas lo atravesamos todos con los primeros amores, las primeras relaciones. Elegí contar esta historia porque tenía la intuición de que, si bien es muy singular la historia de una chica en una religión fundamentalista, había puntos en común con la experiencia de crecer de muchas, al menos en cierta época. Todas estábamos vigiladas, se nos enseñaba a pensar en los varones en términos de depredadores.

Marina Yuszczuk recibe el Premio Sara Gallardo por su novela "La sed" (Foto: Soledad Amarilla - Ministerio de Cultura de la Nación)
Marina Yuszczuk recibe el Premio Sara Gallardo por su novela "La sed" (Foto: Soledad Amarilla - Ministerio de Cultura de la Nación)

—Otro tema que aparece en la novela es el de la obesidad de la protagonista. En ese sentido, cómo creés que se juega la discriminación en la sociedad actual? ¿Creés que la mujer la sufre más que el varón? ¿Ha habido avances en los últimos años en la mirada hacia las personas con obesidad?

—Sí, claro que la mujer la sufre más que el varón. No conozco, creo, ninguna mujer cuya peor pesadilla no sea ser gorda. Es el gran tabú; de sexo podemos hablar, pero de esto, no tanto. Claro que algo cambió, pero solo en una zona iluminada de la sociedad, como siempre pasa. Y por ahora muy reducida.

—La soledad como forma del desamparo está presentes en la obra. ¿Considerás que la soledad está subvaluada culturalmente?

—No la veo tan relacionada con el desamparo sino más bien como el único lugar de la autenticidad. Ella se encierra en su pieza para hacer las dos cosas que más le interesan: leer y masturbarse. Creo que es una soledad llena de contradicciones, sí, pero de alguna manera podría decirse que es el lugar en el que ella se encuentra. Yo soy una persona tremendamente solitaria, creo que es mi estado ideal, y sí, claro que está subvaluada. Da mucho miedo.

—Hacia el final, hay una escena donde la protagonista lamenta perder un embarazo. ¿Cómo se juega la maternidad en una mujer que expresa dificultades para ingresar al mundo adulto?

—Lo que se juega es la pregunta de si entregarse otra vez a la maternidad o no. Lo que me interesaba de ese final, que es una especie de coda, porque sucede muchos años después, era no cerrar el libro como una historia de “superación”, ese tipo de relato que está tan de moda. Alguien logra salir de una situación opresiva y tiene por delante un futuro espléndido, pleno, maravilloso... La verdad que a esa nota triunfal, no la quería en la novela. Acá se trata más bien de una expulsión del paraíso, un paraíso horrible, sí, pero después lo que hay es la vida cotidiana, parir, trajinar, el trabajo, como en la historia de Adán y Eva. Los bebés llorando.

La escritora Marina Yuszczuk dirige también la editorial Rosa Iceberg (Anita Bugni)
La escritora Marina Yuszczuk dirige también la editorial Rosa Iceberg (Anita Bugni)

—En La inocencia y La sed aparecen los temas de la maternidad y la sexualidad de la mujer. ¿Por qué te interesó abordar esas temáticas?

—Escribo desde mí, que no significa necesariamente que escribo autoficción o lo que me pasa a mí, es distinto. Pero sí desde ciertas experiencias, desde el cuerpo. La maternidad creo que es la gran pasión de mi vida, pasión en el sentido religioso, de algo que se atraviesa, se padece también, claro, y es transformador, lo mismo que ser hija o hijo: todo un dilema.

—¿Qué vínculos se establecen entre ambas obras?

—Veo continuidades entre las novelas: las protagonistas son mujeres que tienen muchas facetas pero hay un punto en el que son movidas por la calentura y no hay vuelta atrás, tanto en La inocencia como en La sed. Y en cuanto a la maternidad, me interesan sobre todo sus aspectos más contradictorios, las madres terribles y el anhelo de las hijas por esas madres y también, creo que esto aparece más en La sed, lo primitivo de la presencia de la madre, de su cuerpo, y lo que esa presencia convoca de la propia infancia.

—¿Qué evaluación hacés de la feria de editores desde el sello Rosa Iceberg, que dirigís?

—Esta feria en particular fue muy emocionante, el año pasado durante la cuarentena la hicimos virtual y salió muy bien, hizo muy bien, era la única posibilidad de encuentro, pero este reencuentro físico en el mundo real se sintió como una fiesta, todo el mundo estaba contento, entusiasmado, feliz de verse. Lo que siempre es lindo de la feria es que los lectores se acercan al stand y se llevan los libros, ya los conocen, no hace falta decir nada, los vienen a buscar, nos dicen que les encanta la editorial, está buenísimo.

Fuente: Télam

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