El “otro” no está nunca afuera o más allá de nosotros; emerge necesariamente en el discurso cultural, cuando pensamos que hablamos más íntimamente y de manera autóctona “entre nosotros”
(Homi Bhabha, “Nación y narración”)
No hay consenso en la literatura poscolonial en lo que respecta a los escritores africanos y de otras ex colonias que escriben en el idioma del opresor y desde los centros de poder. La lista es larga, los países de los que han emigrado históricamente los pensadores, intelectuales y escritores del continente africano es vasta, las ex colonias son de diferentes países de Europa y la relación con estos países a partir de sus independencias es muy diversa, conflictiva y bastante viciada, como es de esperar. Los que se quedaron reprochan a los que se fueron, les quitan autoridad para hablar porque su mirada es externa, sus diatribas son lanzadas desde la comodidad de escritorios en universidades centenarias, con presupuestos que superan ampliamente cualquier idea de ingresos posibles en los lugares de origen. Reprochan también, y sobre todo, la seguridad jurídica de estos escritores que, las más de las veces, tienen prohibida la entrada a sus países bajo la amenaza de ser detenidos y encarcelados. Se llega incluso a argumentar que la “caza” de talentos por parte de las universidades y organizaciones eurocéntricas es, por qué no, una nueva forma de colonialismo. Los absorben, los educan, les permiten criticar la historia de la colonia y, en muchos sentidos, escriben e inscriben la historia del colonialismo desde el centro y en sus idiomas.
Por otro lado, es casi imposible pensar un corpus de literatura poscolonial que denuncie el sistema y que sea conocido a nivel mundial si no fuera por estos autores, que en su mayoría huyeron exiliados por sus luchas políticas en cada país, donde se jugaron el pellejo. Toda esta literatura accesible en idiomas occidentales, vista y reconocida por los centros (ya sea universidades, premios, congresos, cátedras) permitió históricamente conocer detalles, actuar como testimonio, confesión y registro necesario para superar el trauma. Pensemos en autores de la relevancia de Edward Said, Gayatri Spivak, Salman Rushdie, Bhabha, Mandela o Ghandi, para nombrar unos pocos, que han constituido la voz del “subalterno” (en la propia definición de Spivak) desde centros europeos o norteamericanos. Asimismo, autores de la talla de Coetzee, Ngugi, Achebe, V. S. Naipul, escriben desde el exilio. Nadine Gordimer, por ejemplo, es un caso diferente: nunca se fue de Johannesburgo y su literatura habla precisamente de los que se quedaron y aprendieron a vivir en las nuevas realidades, conflictos y problemáticas que surgieron a partir de las independencias. En todo caso, los autores que han gestado la cultura del continente africano (y de todos los territorios colonizados durante los siglos XVIII y XIX) pintan un friso complejo y apasionante compuesto por la variedad de colores de todos aquéllos que conforman hoy la pluralidad de voces, historias, traumas y, sobre todo, culturas sometidas al intento de aniquilación y que vuelven cualquier intento de explicación una simplificación fallida. África es un continente, y es un planeta, un universo y una cosmogonía.
El caso del Nobel de literatura 2021 Abdulrazak Gurnah plantea en su propia escritura y en su vida mucho de esta complejidad. Gurnah es, a la vez, un escritor zanzibari, un escritor de África Oriental, un escritor africano, y un escritor británico ya que vive en Inglaterra desde los 18 años y toda su obra está escrita en inglés. Nacido en Zanzíbar, emigró a Inglaterra a los 18 años y volvió a su tierra natal solamente una vez, para despedir a su padre enfermo. Zanzíbar es un caso muy especial en la historia del colonialismo europeo. Una isla en el océano índico pegada a Tanganica, logró su unidad con el continente en un tratado que le dio a la vez independencia y anclaje el 26 de abril de 1964. De esa unión es que surge Tanzania (el nombre surge de la unión de Tanganica y Zanzíbar). Pero lo cierto es que Zanzíbar -en cuyo territorio se registra la presencia de seres humanos de una antigüedad de más de 20.000 años- fue una isla ocupada sistemáticamente por su ubicación estratégica para el comercio.
Los árabes construyeron fortalezas en las islas y también la primera mezquita del hemisferio sur. Los portugueses ocuparon la isla durante casi dos siglos y fue un centro de venta de esclavos muy importante. Pasó por manos de persas y luego un sultanato de Omán. Muchas especias, marfil, riquezas, pero sobre todo un comercio de esclavos fundamental con Arabia e India. El gobierno británico puso fin al tráfico de esclavos a finales del siglo XIX y tomó posesión del lugar en lo que fue la guerra más corta del mundo: duró solamente 38 minutos. Mientras tanto, el entonces territorio de Tanganica fue tomado por los alemanes como parte del África Oriental Alemana que comprendía los territorios de Ruanda, Burundi, Tanganica (hoy Tanzania) y Mozambique. Es importante este marco para entender al premio Nobel ya que su literatura, como pocas literaturas poscoloniales, abarca el tema de la colonia alemana en África y el ocaso de la misma durante la Primera Guerra mundial.
Gurnah ha publicado diez novelas y una serie de cuentos. Comenzó a escribir cuando tenía 21 años en el exilio inglés, y aunque el swahili (o kiswahilii) es su primera lengua, el inglés se convirtió en la lengua de elección para escribir. Un rasgo importante de su obra -y aquí puede compararse con Chinua Achebe- es que, lejos de romantizar una África precolonial, elige poner en evidencia la complejidad y por ende los claroscuros de la cultura que lo vio nacer. Esto se entiende por la propia naturaleza de una isla culturalmente diversificada en el Océano Índico, marcada por siglos de diferentes enclaves y colonias que le dieron una pluralidad cultural única.
Es en su cuarta novela, Paraíso, que Gurnah plantea de manera más acabada todo el universo de su literatura. Escrita en 1994, la novela juega de manera intertextual con Corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, en su representación del viaje del inocente joven héroe Yusuf al corazón de la oscuridad. Su padre lo ha vendido a un comerciante al que le debe mucho dinero. Este comerciante viaja por todo África central, y entonces Paraíso es una novela de viajes y también una novela de iniciación para el personaje principal que, en esta travesía, se verá interpelado por diferentes mundos y sistemas de creencias.
Con el trasfondo de una descripción violenta y detallada de la colonización de África Oriental a finales del siglo XIX, el reclutamiento de nativos por parte de los alemanes para abultar las filas de soldados durante la Primera Guerra Mundial, la lucha entre los árabes, los británicos y los alemanes por el territorio habitado ancestralmente por etnias que nada comparten con los occidentales, Gurnah reúne en esta novela personajes itinerantes entre culturas y continentes, entre una vida que fue y una vida que surge inhóspita y amenazante. Ese estado, el estado de ser poscolonial, un estado inseguro que se pregunta, en la evolución de las nuevas formas de habitar el territorio, cuándo se termina el hecho de ser poscolonial y, más complejo de responder aún, cuando este estado termina, ¿en qué nos convertimos?
El Nobel de literatura 2021 nos interpela. Estamos transitando un siglo en el que las comunicaciones, las migraciones, las diásporas, los exilios son diferentes pero esencialmente iguales. Los migrantes, los pasajeros en tránsito, los subalternos, los ilegales, las nuevas formas de colonización, los fundamentalismos reeditados y los totalitarismos emergentes dan cuenta de que siempre es necesario escribir y leer sobre los oprimidos, los que no tienen voz, los desterrados, sus testimonios rescatados.
Y tal vez sea, como siempre, la voz de los poetas, de los artistas, de los trovadores, la que vuelva a crear conciencia de que “el otro no está nunca afuera o más allá de nosotros” y que es entre nosotros, con todos nosotros, que podemos salvarnos y no recrear la historia que tanto nos ha costado en vidas, culturas, historias, idiomas, y pueblos enteros exterminados por no haber sabido encontrar en cada uno de ellos la belleza de la diversidad y la importancia de la aceptación de que somos unos y otros, nosotros.
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