Si la poesía es el acto último de la lengua, aquel que se parece a la música por fraternidad debido a la experiencia íntima que generan, ¿cómo escribir sobre ella y aportar elementos a esa experiencia, sobre todo cuando se escribe sobre el carácter político de la poesía? Jorge Aulicino lo logra y aporta variaciones sobre el tema, a través de sus columnas escritas en el diario La Jornada de México y ahora reunidas en un libro.
Jorge Aulicino es poeta y editor, además periodista. Publicó Poesía y política en Ediciones del Dock, una editorial de referencia para el género en el país. Conversó con Infobae Cultura sobre algunas cuestiones que atañen a una forma de la poesía o una esencia suya: su carácter político.
—No conocía sus columnas en La Jornada, de México. Son muy buenas. Ahora, usted sabe que la poesía es un género poco leído.
—En general todos los libros de poesía venden poquísimo. Sin embargo, una serie de poemas puede ser percibida como popular. Por otro lado, la poesía es un género muy sofisticado, en el sentido de que es el uso último de la palabra. La percepción popular de la poesía viene de siglos atrás. Hasta el siglo XIX se consideraba que la poesía se podía recitar en una reunión en un fogón, en un lugar donde hubiera mucha gente como parte de una fiesta, como parte de una tertulia. Esto es una tradición de donde yo creo viene la sensación o el sentimiento de que la poesía es popular y que se puede interpretar o recordar en cualquier momento y no hay que comprar.
—¿Y la poesía contemporánea?
—El problema con la poesía moderna es que la mayor parte de los lectores, incluso aquellos de narrativa u otros libros, consideran que es abstrusa, que no se entiende, que no se sabe qué es lo que quiere. Bueno, ahí sí hay una desconfianza hacia el género y en realidad hay que tener cierto entrenamiento para leerla, o cierto gusto. Es como la música, hay gente a la que le gusta la música clásica y otra que no la puede escuchar. Sucede hoy que la gente que lee o está preparada o tiene una inclinación a leer poesía moderna, también considera que debe llenar de felicitaciones al autor pero no compra un libro.
—Tal vez pase que se conciba a la poesía como a la música, total y por eso inasible, aunque Adorno quiso encontrar un significado en la música.
—La música se percibe como la poesía en tanto es un todo. Pero en definitiva es como un fenómeno que se produce y que vive en el momento en que se conecta alguien al que le produce esta especie de deslumbramiento y, al mismo tiempo, de alejamiento o extrañamiento.
—¿Y qué sería la poesía para usted?
—Para mí el valor poético se mediría en cuánto de sugestivo, de metafórico, de ciencia y alcance tiene desde el punto de vista significativo. Que la poesía cree incertidumbre es lo peor para la política, porque en tanto incierta, la política de la poesía es en definitiva antipolítica porque no ofrece ninguna certeza. Si la poesía en sí misma se percibe en un autor en época de represión o de dictadura es porque el nombre de este tipo significa algo políticamente pero no por lo que ha escrito. Y siempre ha habido utilización política de la poesía. Y el problema no es su utilización, sino que pasa a ser un instrumento político y esto ha dado resultados casi siempre malos para el autor.
—Pero Pasolini escribió como un gesto político de reivindicación de una lengua acallada, el friulano. Se dice que una lengua tiene un ejército por delante, que un dialecto no.
—Yo creo que escribió una sola vez y cuando era muy joven, me parece que su lucha fue en el idioma italiano más general. Él fue una figura que se construyó desde otro lugar, viste que el cine genera una figura pública. Aquel poema famoso donde dice que hubo un enfrentamiento entre universitarios y policías y en la lucha de clases ganó la clase obrera porque eran los pobres o que eran hijos de los pobres, eso lo escribió en un poema el Partido Comunista para los jóvenes que publicó en un diario, por supuesto causó una revolución, porque en aquel momento había enfrentamientos pero él decía que los estudiantes que le tiraban piedras a los policías en realidad eran hijo de burgueses y que los de la policía nacional eran los hijos de los pobres. Era cierto objetivamente, lo que pasa es que están cumpliendo distintas funciones en ese momento y todo esto fue una provocación en un sentido. Yo no creo que dependa de que el autor tenga tal o cual conducta. Yo he tenido muchos compañeros que desaparecieron y no creo que los hayan perseguido por su poesía, porque entendieron su poesía, sino porque estaban militando en la organizaciones guerrilleras u organizaciones políticas extremistas para los militares.
—También pienso en Leónidas Lamborghini, cuya poesía era hiperpolítica pero eso no lo podías llevar a las masas, no como como elementos de agitación o lo que sea.
—Pero llevaba la marca de poeta político, ¿no? Yo no creo que “Eva Perón en la hoguera” lo hayan entendido salvo en el título. Ni los militares ni los militantes. No era un poema fácil.
—¿Y hoy? En Estados Unidos sobre todo existe esta poesía performativa, recitada.
—Y acá en la Argentina también, o en Buenos Aires en particular. Son una prótesis en el sentido que reemplazan al libro. Para mí la poesía moderna se escribe sobre todo para el libro porque más que nada queda la velocidad de precipitado, que es distinta a la de la lectura, en la que se puede ir y volver sobre un verso. En el recital, lo que no escuchaste, que además está mediatizado por el tono de voz, se pierde.
En este tipo de disquisiciones, autores y poemas transcurren los ensayos de un libro que seguramente todo lector de poesía apreciará leer. Hablar sobre poesía es un acto que procede de ella o que la precede. A esto se dedica bien Aulicino en su conjunto de textos sobre un género que crea, según sus palabras, “incertidumbre”.
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