En Venezuela suena la música, mientras se añoran las glorias del pasado

Se cumplen 20 años de uno de los festivales internacionales más importantes y 3 décadas del encuentro de las mejores bandas del rock en español en Caracas. Hoy, los escenarios cuentan historias muy diferentes

Guardar

Hace dos décadas- desde el Estadio Olímpico de la UCV- resonaba una música foránea, géneros que habían deslumbrado desde la radio y la televisión, pero en enero de 2001 se convertían en visitantes, ahí, frente a una multitud que se congregaba para celebrar una fiesta soñada.

La primera edición del Caracas Pop Festival comenzaba en un nuevo milenio con el augurio de afianzar al país como ineludible plaza musical, parada obligada para artistas internacionales de toda inspiración.

Desde el jueves 18 hasta el 21 de enero, el estadio de fútbol fue tribuna para artistas como Sting, Sheryl Crow, Maná, Rubén Blades, Christina Aguilera, Five, Collective Soul y Oasis. Hay quienes rememoran que el sonido fue tan potente que llegó a escucharse a 2 kilómetros alrededor, como en el sector Santa Rosa, donde claramente llegaron las notas de “Don’t Look Back In Anger”, de la banda de los Gallagher, o “Genie in a Bottle”, de Christina Aguilera. La prensa que anunciaba estos conciertos, organizados por la compañía Evenpro, pronosticaba una asistencia de 200.000 personas durante todos esos días.

En 2002 hubo otra edición, esta vez en un extenso terreno llamado el Valle del Pop, ubicado Guatire, un suburbio a 30 minutos de Caracas. El cartel internacional estuvo conformado por Alanis Morissette, No Doubt, La Ley, Korn, Papa Roach, Roger Waters, además de agrupaciones venezolanas como Caramelos de Cianuro y Candy 66.

No era la primera vez que músicos foráneos viajaban al país, con una larga tradición de ser locación de los más reconocidos músicos de toda índole, pero el Caracas Pop Festival fue un esfuerzo por institucionalizar una propuesta que siguiera la tradición del Lollapalooza en Estados Unidos o del Glastonbury en Gran Bretaña. Además, en 1999 se había organizado una nueva edición de Woodstock, cuyas imágenes llegaron al país en extractos transmitidos por canales de televisión abierta.

En noviembre se cumplirán, además, 30 años del Festival de Rock Iberoamericano, que congregó en el Autocine de El Cafetal, en Caracas, a bandas como Soda Stereo, Patricia Sosa, Fito Páez, Miguel Ríos, La Unión, Os Paralamas do Sucesso, Los Prisioneros, Los Rodríguez, Los Lobos, así como a Desorden Público, Zapato 3 y Sentimiento Muerto, que se consolidaban como referentes en Venezuela.

Cúsica Fest 2019 (Gentileza de
Cúsica Fest 2019 (Gentileza de Régulo Gómez)

Son tan solo algunas muestras de actividades culturales que buscaron reunir multitudes alrededor de la música, una intención que tiene antecedentes décadas atrás, como en los festivales realizados en lugares como la Concha Acústica del Parque del Este de Caracas. Además, el Poliedro de Caracas desde los años setenta se convirtió en centro de distintos conciertos y espectáculos, una construcción con una capacidad de 13.500 personas sentadas y un aforo máximo de 20.000 asistentes.

Por ahí han pasado artistas como Queen, Charly García, Metallica, Gloria Gaynor, Donna Summer, Soda Stereo, Juanes, Tina Turner, The Police, Gloria Estefan, Whitney Houston, Juan Gabriel y Maluma. En 1983 el Teatro Teresa Carreño también empezó a ser escenario para figuras como B.B. King, Marcel Marceau, Luciano Pavarotti, Juan Luis Guerra o Nina Hagen.

Pero la revolución bolivariana paulatinamente empezó a mellar todas las dinámicas. La economía venezolana empezó a sufrir un vertiginoso aumento de la inflación y, por consiguiente, una desmejora de la capacidad de compra. Por ejemplo, en 2018 la inflación acumulada fue de 1.698.488,2%, mientras que en 2017, fue de 2.616%, según datos de la Asamblea Nacional.

Más allá de lo económico, en Venezuela se empezó a ver la intensificación de la inestabilidad política y social: protestas, detenciones, denuncias de fraude electoral, distintos factores que han llevado a emigrar a 5,6 millones de venezolanos, de acuerdo con lo publicado en septiembre por la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela. La situación ha sido más hostil y adversa para muchos, con obvia repercusión en la producción de espectáculos. Venezuela dejó de ser lugar de parada para grandes artistas internacionales.

La periodista Yaneth Fernández con
La periodista Yaneth Fernández con integrantes de la banda Los Amigos Invisibles (Gentileza Yaneth Fernández)

Las experiencias

Yaneth Fernández es una periodista caraqueña y melómana. Rememora esos grandes conciertos en los que ha estado.

“El primero al que asistí con mis amigos fue el Astor Light Show, en La Carlota, en 1991. Estaba por comenzar o ya cursaba el primer año de bachillerato. Me sentía independiente, responsable de mis actos. Le siguen todas las Experiencias Roja que disfruté con mis amigos también en el mismo lugar”, cuenta sobre las presentaciones que en los noventa se llevaron a cabo en la base aérea ubicada en la capital venezolana, donde pudo ver a agrupaciones como Os Paralamas do Sucesso, Los Pericos, Desorden Público, Caramelos de Cianuro, Aditus, Los Amigos Invisibles, Fauna Crepuscular, Illya Kuryaki and the Valderramas y Aterciopelados.

“A esa edad sentía que estábamos en nuestro propio Woodstock”, comenta quien en 2001 durmió junto con cientos de fanáticos en las adyacencias del Poliedro de Caracas, donde se presentaron los Backstreet Boys. Los fanáticos querían estar lo más cerca posible de la tarima sin importar los días que se tuvieran que invertir.

Fueron tres conciertos en esa visita de la banda juvenil al país. Un total de 40.000 espectadores hubo en el primer show en Caracas, según reportes de prensa de la época.

Ese año, 2001, fue bastante activo para la reportera. En enero vio a Maná y a Rubén Blades en la primera edición del Caracas Pop Festival, y en 2002 volvió. “Disfruté de Alanis Morissette, No Doubt, La Ley y Caramelos de Cianuro. Amo demasiado a Alanis, iba principalmente por ella y No Doubt. Ese concierto fue un lujo. Todos los artistas estuvieron a la altura. La Ley no se quería despedir. Gwen Stefani se sorprendió al escuchar a miles coreando una de las canciones más famosas de la banda, ‘Don’t Speak’ y, bueno, Alanis fue el broche de oro”, relata Yaneth Fernández. En octubre de 2002 disfrutó de los Red Hot Chili Peppers en el Valle del Pop, y en 2010 de Gustavo Cerati en la Universidad Simón Bolívar, donde la estrella argentina dio su último concierto.

“La emoción es indescriptible. Va más allá de ver al artista en vivo. Se trata de disfrutar con mucha gente que no conoces, pero que termina siendo tu pana. Canciones que marcaron una época, recuerdos, experiencias. Es vivir un momento como si fuera el último, donde tienes la oportunidad de expresar al artista lo mucho que significa para ti, así como sentir su estado de ánimo o escuchar alguna anécdota que no está en los discos”, remata la comunicadora venezolana.

Una de las tarimas que
Una de las tarimas que la compañía Evenpro solía armar para sus grandes conciertos (Gentileza Evenpro)

Desde la organización

Claudio Mendoza fue el productor del Festival de Rock Iberoamericano realizado en Caracas en noviembre de 1991. Se llevó a cabo durante dos fines de semana en los que se congregaron entre 15.000 y 20.000 espectadores.

Cuenta que en aquella época muchos artistas internacionales veían a Venezuela como un punto importante de promoción. “Si pegaban un disco en el país, les iba bien en el resto de la región”, asevera el gestor cultural, que había trabajado también para Sonográfica, otrora disquera importante en Venezuela.

“Los artistas convocados aceptaron inmediatamente. De hecho, algunos expresaron su deseo de participar. Por ejemplo, Los Rodríguez llamaron desde España. Recuerdo que Andrés Calamaro se comunicó con la oficina”, afirma Claudio Mendoza.

Para ese momento, las negociaciones estaban cerradas y no había más presupuesto, pero de acuerdo al organizador, solo pidieron alojamiento y comida, pues se comprometieron a pagar el pasaje.

El canal MTV cubrió el festival. Daisy Fuentes fue la encargada de hacer las respectivas entrevistas y presentaciones.

Hubo intenciones de concretar una segunda edición, pero no se pudo por discrepancias legales con el socio. “Ocurrió dos días antes del evento. De hecho, Joaquín Sabina se estaba subiendo al avión cuando le avisaron que se cancelaba. Caifanes también iba a estar”.

Pero Claudio Mendoza no se amilanó. Logró organizar ciclos de jazz y blues en los que participaron artistas como Chick Corea, Edgar Winter, Branford Marsalis, Otis Rush y Michael Brecker. Actualmente vive en Panamá.

Afiche promocional de la primera
Afiche promocional de la primera edición del Caraca Pop Festival (Gentileza Evenpro)

Hasta 2015 era común todavía ver esfuerzos por traer el país a artistas internacionales, pero ya no tanto bajo la figura de grandes festivales, sino presentaciones únicas. Viajaron figuras como Maluma, Nicky Jam, Calle 13, Kylie Minogue, Luis Miguel o Motörhead.

La empresa privada tuvo algunos intentos. En 2008, el Festival Movistar Música ofreció al público a Duran Duran, Maroon 5, R.E.M. y Travis.

Por otro lado, también hubo oportunidades para que se mantuvieran encuentros musicales tradicionales, como el Festival Nuevas Bandas, que se realiza desde 1991 con el objetivo de mostrar agrupaciones noveles de la movida nacional. En una época llegó a tener a invitados internacionales como Juanes y Enrique Bunbury, pero luego fue más cuesta arriba. Sin embargo, no ha estado inmune a la conflictividad política y económica. En 2007 no se pudo realizar por falta de recursos. Primero, la empresa privada empezó a disminuir los patrocinios, y el Estado condicionó cualquier apoyo al proselitismo.

En su libro El acecho de una silenciosa exclusión, Félix Allueva, presidente de la Fundación Nuevas Bandas, relata que se reunió con representantes de la estatal Cantv -compañía de telecomunicaciones- para discutir un eventual apoyo. Asevera que en el encuentro le manifestaron la disposición a financiar el festival de ese año, siempre y cuando se desligara de unas declaraciones que dio a varios medios, en las que criticó la gestión cultural del Estado venezolano.

Entre 2010 y 2016 compañías ofrecieron festivales con grupos nacionales en playas, plazas y anfiteatros, pero luego, la inestabilidad política, económica y social empezó a dificultar más la producción de conciertos, no solo de gran envergadura.

En diciembre de 2019 fue icónica la realización en Caracas del Cúsica Fest, que durante dos días reunió a bandas clásicas y recientes de la escena venezolana, como Desorden Público, Los Amigos Invisibles, Los Mesoneros, La Vida Bohème, Viniloversus, Okills, Malanga, Tomates Fritos y Anakena, buena parte de ellas en la diáspora. Fue un reencuentro con las tarimas para muchos, mientras que para otros, los más jóvenes, representó la primera vez en un concierto a cielo abierto, en una locación grande en comparación con lo habitual en años recientes, cuando la música se ha concentrado en pequeños teatros, plazas y locales nocturnos.

Estaba previsto realizar una segunda edición en 2020, pero debido a la pandemia se tuvo que suspender. También antes del COVID-19 estaba en planes que en abril se hiciera en el estado Anzoátegui, en la región costera de Venezuela, el Sunset Roll Festival, que había negociado a varias bandas nacionales, y a Los Cafres como internacional.

La multitud congregada en el
La multitud congregada en el Cúsica Fest en diciembre de 2019 (Gentileza Mafe Burbano)

Una figura vinculada a los patrocinios y la producción cuenta que hace 10 años era mucho más factible traer a bandas extranjeras. “Tenías los presupuestos de las marcas que pagaban los talentos, así se podían ofrecer entradas que no fueran muy costosas. Actualmente son pocas las que invierten, y esos talentos foráneos no están al alcance”, comenta la persona, que prefiere no dar su nombre para no comprometer a las compañías con las que ha trabajado.

Agrega: “La inversión dependía de si la firma era transnacional o local, y del tipo de actividad, pero podía ser de entre 4 millones y 12 millones de dólares en patrocinio. El presupuesto de mercadeo total suele ser 2% del ingreso neto de la marca, después de restar los costos operativos, pero eso ha disminuido muchísimo. Además ha mermado la cantidad de marcas globales en el país”, indica. Sin embargo, destaca que ahora se le da mayor apoyo a los músicos locales y emergentes.

Max Manzano, director de la Fundación Nuevas Bandas, precisa que hasta 2019 el esfuerzo era sobrevivir a la crisis política, económica y social. Momentos de adaptación. “Si bien no hacíamos los eventos con la envergadura de antes, la apuesta ha sido llevar a cabo el festival con un menú de agrupaciones nuevas. Eso ha sido lo importante. Después de 2020 hemos estado bajo perfil, a la espera de que el régimen, el Estado, garantice un mejor momento para actividades públicas sin riesgo. Nosotros apostamos primero por la responsabilidad y seguridad de la gente. Por eso realizamos eventos virtuales, mientras logramos más adelante hacer los actos de antes”, subraya el también locutor y editor del portal musical Cúsica.

Manzano detalla que entre 2012 y 2013, cuando el festival se realizó en el amplio estacionamiento del diario El Nacional, podían congregarse durante dos días aproximadamente 14.000 personas. En las ediciones recientes, en un lugar con menos aforo, la cifra es de 2.000 asistentes.

Ana María Díaz Amengual es una de las productoras más reconocidas de Venezuela. Con una experiencia que empezó a contar desde 1999, reconoce las limitaciones del momento. Ha trabajado en el Festival Nuevas Bandas en la época en la que venían invitados internacionales. También ha estado involucrada en la realización de los Premios Pepsi, que se celebran desde 2012 en el país.

“Viví una buena época, cuando había grandes eventos y las giras pasaban por Venezuela”, recuerda quien fue parte del equipo que organizó el Cúsica Fest.

Las recientes ediciones del Festival
Las recientes ediciones del Festival Nuevas Bandas se han realizado en la plaza Altamira de Caracas. (Gentileza Ruben Maza, de Kluster Music)

Afirma que uno de los puntos a tratar en el país es el de los lugares para llevar a cabo conciertos. “En Venezuela adolecemos de locaciones. O son muy grandes, como el Poliedro, o muy pequeñas. Para el Cúsica Fest acondicionamos un terreno baldío que cumplió con las características del evento”, relata la productora, graduada en Sociología.

Ha tenido la oportunidad de ir dos veces al festival Vive Latino en México, una referencia para ella. “He soñado siempre con replicar esa experiencia en Venezuela, con diferentes escenarios, distintos géneros”.

Menciona además cómo hace 10 años estuvo involucrada en la organización de varios festivales en plazas caraqueñas y playas cercanas a la capital con la participación de bandas nacionales, entre ellas el What The Fest y Diablitos Experience, impulsados por la empresa privada. Ahora, a la situación conocida en el país se suma la pandemia. “Por momentos, hay que procesar la situación en la que estamos, ver con mucha lupa las experiencias de festivales de otros países. No todos las podemos adaptar a nuestra realidad por razones económicas y de espacios. Creo que las marcas lo están pensando muy bien. Saben que hay mucha más responsabilidad, todo el asunto de que se convierta o no en un foco. Es importante redoblar las medidas de bioseguridad y los protocolos para que la experiencia sea agradable”.

Mientras, confía en que se repliquen experiencias como la que hubo recientemente con Desorden Público en un anfiteatro de la capital, donde con un aforo limitado por la pandemia, se dio el reencuentro de la legendaria banda de ska con su público. La banda a la que se refiere organizó el año pasado un concierto en la zona de Petare que se transmitió por streaming.

La banda Compay Son en
La banda Compay Son en el Festival Nuevas Bandas 2019 (Gentileza Ruben Maza de Kluster Music)

Las comparaciones

Otro tema en el debate de los conciertos son los precios de los espectáculos que se han empezado a realizar en el país, luego de más de un año de paralización por la pandemia.

Recientemente en Twitter varios usuarios se escandalizaron por el costo de las entradas al concierto de la banda caraqueña Caramelos de Cianuro en la capital venezolana. Previsto para realizarse el 17 de septiembre en un lugar con 90 mesas, de entre 4 a 6 puestos cada una, en agosto se viralizó que el boleto más económico para la presentación de los músicos era de 108 dólares, con derecho a un par de tragos.

Un tuit del periodista Arnaldo Espinoza con los detalles generó revuelo. Otros usuarios mostraron el costo de los boletos para ver a la banda en su gira por Estados Unidos. En Miami, por ejemplo, 50 dólares. También sacaron a colación la inversión para ver a conjuntos como Weezer o Metallica, en comparación con Caramelos de Cianuro en su show acústico en Caracas.

No es la primera vez que ocurren este tipo de diatribas en la dinámica económica venezolana. Para el economista Domingo Sifontes hay que ser cuidadosos al emitir juicios sin mayor profundización. “Hay varios factores a tomar en cuenta. La economía venezolana tiene muchas distorsiones, distintos problemas. Operar acá tiene muchos más riesgos que en cualquier otra parte”, advierte.

Asevera que hay que leer los matices cuando se piensa que debido a esos precios, podrían darse beneficios mayores. “Venezuela dejó de ser una plaza para presentarse. Pero hay quienes se están arriesgando a hacer conciertos. Entonces, debemos pensar también en el aforo. Mientras más pequeño es el espacio, los organizadores deben evaluar bien cuánto cobrar. Si es un concierto más íntimo, eso puede influir en las entradas, que sean más costosas. Que un show acá cueste más caro no es normal, pero sí puede ser lógico”, menciona el profesor de la Universidad de Carabobo.

La productora Ana María Díaz
La productora Ana María Díaz durante los preparativos del concierto online de Desorden Público en Petare (Gentileza de Ana María Díaz)

Acota: “Las características de la economía venezolana no permiten que este tipo de conciertos sean accesibles como en otros países. No sé si llamarlos un bien de lujo, pero recordemos que un gran porcentaje de la población vive en precariedad. La gente que va a esos shows es una minoría que probablemente vive en una burbuja. Recordemos también que la economía venezolana está contraída desde los años 2013 y 2014″.

Más allá de las diatribas, en Venezuela se mantiene un ímpetu por la creación musical, pues constantemente los artistas que permanecen en el país, estrenan canciones o videos con regularidad. Si bien las circunstancias son adversas tanto para lograr los objetivos, hay un grupo de personas que sigue de pie para producir, no solo música, sino conciertos. Es persistente la necesidad de mostrar lo que se genera en la intimidad del compositor, y el público ansía vivir la experiencia de adentrarse en la creación musical.

SEGUIR LEYENDO

Guardar