Fueron tres días, 1, 2 y 3 de octubre, una ráfaga, en que la Feria de Editores volvió a la presencialidad con libros, muchos libros, novedades que se fueron acumulando durante la pandemia y que de pronto estaban todas acomodadas una al lado de la otra sobre los 210 stands en la calle Perón, entre Gallo y Agüero, a la sombra del Parque de la Estación. “El primer fin de semana de un nuevo mundo”, en palabras de Santiago Kahn, editor de La Parte Maldita. Por momentos, por el aforo limitado, la cola de gente esperando a entrar llegó a las cinco cuadras y eso explica el nuevo récord: 16 mil personas visitaron la feria. “El balance es súper positivo”, dice del otro lado del teléfono Víctor Malumián, editor de Godot y uno de los organizadores de la feria. “Estamos muy contentos de volvernos a encontrar con las y los lectores. El desafío era hacer la feria con todos los protocolos, que todos los cumplan, y creo que se logró”, agrega.
“Coincidimos todos los colegas en que fue una sorpresa la cantidad de gente que asistió. Pareciera que la gente busca retomar las costumbres prepandemia, y las ferias son parte de ellas para un sector de lectores que es destacado en nuestro país”, explica Andrea Robles, editora de Ediciones IPS, en cuyo stand se pudo ver a Myriam Bregman, candidata del Frente de Izquierda Unidad, que pasó por la feria. Inés Ripari, de Elemento Disruptivo, editorial nacida en 2014 y dedicada íntegramente a la publicación de poetas argentinos jóvenes, sostiene que “las ferias son instancias fundamentales porque son espacios de intercambio en los que nos cruzamos y llegamos a tener momentos mano a mano con les lectores. A mí me gusta pensar las ferias como viajes largos en auto: cargar cajas, compartir horas entre mates y chipá, charlas hacia un lado y el otro, situaciones inesperadas, y rosquear sobre autores y libros”.
La Feria de Editores no inauguró la vuelta a la presencialidad: en septiembre del año pasado se hizo la feria MIGRA y en noviembre la FELBA, que repitió en abril de este año. Ambas estuvieron en el Parque de la Estación, que se empieza a coronar como el lugar de referencia. Sin embargo, la masividad de la FED estuvo en otro nivel. “Fue muy intenso —cuenta Santiago Kahn—, había muches a quienes no veía desde hace dos años casi. Con algunes manteníamos algún tipo de vínculo virtual, así que fue un encuentro muy intenso y emotivo. Por otro lado también estábamos con la incertidumbre de cómo se iba a dar este un encuentro tan grande como suele ser la FED al aire libre, y la verdad que la organización estuvo muy bien, pensaron en un montón de cosas que no se me hubiera ocurrido. Y nos encontramos con los lectores que, ante la pandemia, nos contaban que le siguieron el rastro a la editorial en las librerías. Y también fue un encuentro muy lindo con lectores nueves”.
Cuando Marcas Almada, editor de Alto Pogo, escucha la palabra cansancio, se ríe. Después dice: “Fueron tres días nomás. Acostumbrado a la Feria del Libro, a la locura de los 21 días, esto fue una fiesta”. Y continúa su voz en el teléfono: “Una virtud de la organización de la Feria de Editores es que se adapta rápidamente. Fue muy importante para nosotros volver a exhibir libros, encontrarse entre los colegas, con escritores, con periodistas, con los públicos. Fue una fiesta”. Además destaca que “el público lector de la FED es el público ideal para cualquier proyecto que tengas. Es curioso, sabe las novedades, va y busca y compra; y lo que no compra, lo mira, lo conoce y después va y lo compra en las librerías, entonces eso se potencia”. “¡Fue hermoso!”, exclama Camila Chenlo de la editorial Odelia, y continúa: “Sin dudas, el evento cultural del año. Tanto lectores como colegas estábamos esperando volver a ferias, volver a la presencialidad y encontrarnos nuevamente”.
Luces y sombras en la industria editorial de hoy
“La FED es una inyección anímica”, sostiene Almada. “Ésto, se sabe, viene en picada. También se sabe que hubo cuatro años de no políticas públicas, porque una cosa es que un gobierno no tenga políticas públicas y otra muy distinta es que las vaya eliminando poco a poco; es lo que entendemos que pasó en los cuatro años de macrismo. En pandemia hubo una pequeña preocupación desde el Estado, pero a este sector nunca se le tiende políticas a largo plazo; hay políticas de remiendo. La pandemia fue una bisagra para pensar todo de otra manera. Las librerías hicieron un gran esfuerzo el año pasado, por ejemplo. Además, la gente se volcó a leer porque también era un escape de la pantalla, no sólo de la pantalla del trabajo, también la del ocio. Las editoriales siguieron publicando, los autores se siguieron moviendo. Este es un sector muy versátil que a veces desde, los lugares de decisiones, no se lo tiene muy en cuenta; o sí, pero no del todo”, agrega.
Efectivamente, la industria del libro está en una crisis que con los años se agudiza. La pandemia fue una prueba de fuego. “Está claro que la pandemia fue durísima para esta industria y para muchas otras —cuenta Inés Ripari, quien integra la editorial Elemento Disruptivo junto a Nicolás Colfer y Clara Inés—. Las editoriales independientes que logramos sobrevivir fue a fuerza de un empuje descomunal. El éxito de la Feria de Editores (rompimos récord histórico de ventas) demuestra que siguen existiendo lectores hambrientos que con mayor o menor esfuerzo se hacen a un lado unos pesos para gastar en objetos de lectura. Eso alivia. Más de doscientas editoriales reunidas, una expansión que parece no tener límite, y una feria que demuestra una vez más que agruparse es elemental”.
Andrea Robles subraya que “hay una clara pérdida del poder adquisitivo y eso impacta en los libros sensiblemente. Nosotros como editorial independiente y socialista priorizamos cuestiones vinculadas a la llegada o al alcance de los libros más que a la ganancia que obtengamos. Eso nos permite apelar a otros recursos que revierten la clásica fórmula de suba de precios frente a los momentos de crisis. Desde antes de la pandemia, bajamos los precios. También pasamos el catálogo a ebooks, liberamos textos para el acceso libre, etc. Junto con ello, también buscamos enriquecer las colecciones con nuevas apuestas en traducciones y en publicaciones reconocidas, como la de Trotsky de Isaac Deutscher, que fue muy bien recibida el año pasado. Nuestro objetivo es que las ideas marxistas y de transformación social que contienen nuestros libros se lean e inspiren a quienes buscan una salida alternativa al capitalismo desde la izquierda”.
“Hay que ser bastante cautos”, dice Víctor Malumián, y agrega: “Me quedo con el Premio a la Librería del Año, que lo ganó El Gran Pez, una librería de Mar del Plata: $350 mil para comprar libros en la feria a mitad de precio, un golazo para ellos y también para nosotros. Ojalá se pueda repetir. Me quedo con la feria como lugar de encuentro, que es algo que nos dijeron muchos, volver a encontrarse y entre libros. La FED intenta ser eso. Después, de cara al mercado, esto es muy reciente como para sacar un análisis. Se achicaron las novedades, eso es innegable, están los números. Los más beneficiados fueron librerías y editoriales que venían trabajando sus medios digitales. Además, al lado de lo que le pasó al cine y a la música, al sector del libro la pandemia le pegó menos fuerte. No digo que fue una fiesta, pero le pegó menos fuerte. El ejemplo es el delivery de las librerías, estuvieron un tiempo cerradas pero enseguida le buscaron la vuelta”.
Santiago Kahn suscribe y comenta: “En nuestro país, el editorial fue uno de los pocos sectores de las industrias culturales que se mantuvo y en algunos casos creció. Las restricciones a la circulación condicionaron mucho a espacios como el teatro, que tuvieron cierres o aforo muy limitado cuando se abrió, o el caso del cine que empezó este año, con lo cual me parece que hubo mucha gente que se volcó en su tiempo libre, porque no podía salir, al libro. Y ahí el libro recuperó un lugar. Las librerías se organizaron muy bien con la venta online y fueron nuestras grandes aliadas. Con esta vuelta a la normalidad, con esta apertura en espacios abiertos, van a empezar o ya están empezando a haber distintas ferias en provincias, después de casi dos años. Las ferias no solamente movilizan compradores, también dinamizan la llegada de editoriales a ciudades a las que no se llega de manera regular. Está bueno que el libro siga teniendo esta vigencia: una tecnología que vence al tiempo”.
“Creo que estamos atravesando un momento económico difícil a nivel país”, afirma Camila Chenlo y agrega que “la industria editorial, de todos modos, contra viento y marea logra sostenerse y transformarse con la nueva realidad que nos toca vivir. Nuestros amigos libreros siguieron poniendo el cuerpo para continuar con las ventas de libros. Desde nuestro lugar aprovechamos todo lo posible los soportes digitales para poder seguir difundiendo la lectura y el libro como objeto, que fue una gran compañía en los tiempos de aislamiento social. Pero volver a participar de ferias nos ayuda muchísimo para remontar”. Para Marcos Almada es momento de potenciar cierto espíritu que habita en la Feria de Editores: “Me parece que hace falta, hablo del sector independiente, más trabajo conjunto entre librerías y editoriales. Es algo que se viene dando, pero es un buen momento para acelerarlo, independientemente de lo que haga el Estado”.
La pospandemia dibujada en el horizonte
Volver a la Feria de Editores, caminar entre escritores, todos con los barbijos puestos, el clima primaveral, el sol de la tarde o la envoltura de la noche porteña, es un estado emocional que parecía lejano, oculto en el más recóndito pasado. Pero no, de a poco el mundo se vuelve a acomodar y el futuro no es un lugar tan incierto. “Es todo incierto”, dice Víctor Malumián. “Esta feria se organizó cuando estaba empezando la segunda ola y cuando cruzábamos mails con algunos editores era todo muy ridículo. No se sabía cómo iba a terminar el esquema de vacunación, por ejemplo. No digo que sea un milagro pero se juntaron muchos factores para que se hiciera la feria y por eso tuvo un tinte emotivo. La variante Delta no fue tan terrible, podían haber llovido los tres días, podíamos haber fallado nosotros con cosas de la organización. Que haya salido todo bien fue la suma de todos esos factores”.
“Con una mirada positiva creemos que el tiempo suspendido ayudó a recobrar la lectura como espacio de disfrute. Seguimos con las ganas intactas de seguir registrando libros que generen movimientos en las emociones del público y dejen huella también sobre el escenario pandémico en la historia de la humanidad, para que nos ayude a repensar y transformarnos en una sociedad más consciente”, dice Camila Chenlo, mientras que Inés Ripari sostiene que “el colapso de las redes sociales de este 4 de octubre nos enseña que en lo virtual no deja de habitar una fragilidad enorme. Y ahí están los libros, el papel, lo que se palpa por fuera de los bits. Siempre que se dispara el dólar, lo hace también el precio del papel, y ahí la cosa se pone cuesta arriba. Solo espero que nunca dejen de existir les lectores, porque siempre que lo hagan, habrá libros”.
“La pandemia reconfiguró la situación en que veníamos previamente —reflexiona Santiago Kahn—, pero el escenario es auspicioso porque sigue habiendo gente que lee, gente que compra libros. Hay una tarea ahí de apuntalar y mantener al sector promoviendo la bibliodiversidad y que haya ediciones de libros de otros países de Latinoamérica, que para mí es una de las pequeñas deudas nuestro país, que se lee muy poco de literatura latinoamericana”. También insta a “romper un poco el modelo tradicional de importación de libros de saldo de España” y subraya que “siempre nos queda la deuda, que hay que seguir trabajando, de exportar los libros y que lleguen a más países. Argentina tiene una producción gigantesca en literatura, ensayo, historieta. Para que las editoriales argentinas crezcan es necesario llegar incluso a más ciudades del país, a librerías donde tienen muy poco de todo todo lo que estaba disponible en la FED”.
“Si bien puede haber expectativas en que la situación mejore en la industria editorial, la realidad no va a tender a cambiar mucho en tanto continúe el plan económico de ajuste y la hoja de ruta trazada por el FMI”, sostiene Andrea Robles. “Ante los escenarios de lucha de clases y de polarización, el debate de ideas tiene un lugar importante. Desde Ediciones IPS, buscamos aportar con elaboraciones y debates desde el marxismo y la izquierda, en las peleas por el medio ambiente, contra la precarización y el ataque a los derechos laborales, por los derechos humanos, por tierra y vivienda. Ante las consecuencias decadentes que viene demostrando el capitalismo es urgente la lucha por un sistema social que no esté basado en la ganancia sino en las necesidades sociales”.
Marcos Almada, por suparte, ve “muchísimo optimismo en nosotros y en la gente que participó yendo a la FED o conectada en las redes. Lo que no nos permitió la pandemia fue planificar porque no sabías si dentro de dos semanas lo ibas a poder hacer. En un ecosistema endeble que todo el tiempo está pegado a los avatares de la economía y del dólar, este tipo de espaldarazos es importante porque podés empezar a planificar. Anímicamente es muy fuerte y también lo es el resultado: en el scouting boca en boca que uno hace con los colegas se ve que todos vendieron muy bien y eso te da cierto respiro económicamente. Hay una necesidad de que el sector se relacione un poco más. Y eso es lo que ofrece la feria: trabajar alianzas. Uno espera las palabras mágicas de ‘políticas públicas’ pero para cuando eso llegue uno tiene que estar organizando. ¿Cómo ayudás a un grupo de editoriales o librerías que está disgregado?”.
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