La exposición inmersiva Meet Vincent van Gogh comenzó en Madrid el jueves 30 de septiembre, en el Espacio Ibercaja Delicias, para acercar al pintor a través de paneles que se pueden tocar y recrear atmósferas en tres dimensiones, así como calles y escenarios que formaron parte de su vida.
En la presentación de la exposición estuvo Vincent Willem van Gogh, sobrino bisnieto del pintor, quien en una entrevista ha asegurado que “el arte de Van Gogh era democrático y ahí reside su éxito. Pintaba dormitorios, sillas, calles, flores… objetos que todos tenemos cerca; no le interesaba retratar la nobleza, sino lo cotidiano”.
En ese sentido, los visitantes pueden formar parte de la vida y las obras más famosas del pintor holandés a través de diferentes actividades como utilizar un microscopio de mesa para estudiar los materiales; crear un autorretrato y explorar la teoría del color; aprender a utilizar la perspectiva como lo hacía Van Gogh o tomarse una selfie con una recreación en tamaño real del cuadro El dormitorio en Arlés.
La experiencia está dividida en seis espacios que se recorren junto a una audioguía, narrada por el propio pintor y por personas cercanas a él, basada en una colección de cartas personales. En la grabación suena un disparo. Una bandada de pájaros sale volando. Se escucha: “No vislumbro un futuro feliz. Siento que fracasaré”. Es el artista, aunque no su voz. Así empieza el recorrido por la muestra, la única exposición oficial del Museo Van Gogh de Ámsterdam que ya pasó por Lisboa, en 2020 y, Barcelona, en 2019.
La mayor parte de las cartas elegidas para la exposición son las que le escribe a su hermano Theo. Las cartas tienen dos versiones: la de adultos, que no se ahorra los detalles de una vida de arte, pero también de desesperación y desesperanza; de adicciones, dudas y problemas de salud mental. Y la de los niños, “menos cruda”, informan los organizadores de Proactiv, la empresa que colabora con el museo del artista.
Theo van Gogh, cuatro años menor, “fue su confidente y su asesor”, explica Vincent Willem van Gogh, su sobrino bisnieto. Es la otra voz que más se repite al ir recorriendo las distintas salas que alberga la gran carpa elegida para la exposición.
En esta muestra no hay obras originales. Es inmersiva. Es decir, se pasea por espacios sin paredes; las divisiones las marcan grandes pantallas en las que, además de piezas artísticas, aparecen sus paisajes, las ciudades en que vivió, retratos y otros documentos personales.
Se ve en las paredes, se oye por los auriculares y se tocan las reproducciones en tres dimensiones de muchas de sus obras. Hay cuadros en caballetes por los que pasar la mano. Microscopios para observar detalles pictóricos. Lentes de aumento. Además, se han reconstruido los escenarios de sus pinturas. En mitad de la muestra hay un gran bar con mesas con papas, como para sentarse a la mesa junto a Los comedores de papas.
La audioguía funciona sola. Identifica los pasos del visitante y al cruzar el umbral de cada fase de su vida lanza el capítulo. Las voces de los dos hermanos suenan como interpretaciones actorales. El tono se modula con sus emociones, se combina con efectos sonoros, instrumentos que terminan de dotar de dolor o de esperanza sus conversaciones. “La verdadera heroína fue Johanna, la mujer de Theo, que tras su muerte encontró la correspondencia, la recopiló y editó, y así recuperó uno de los capítulos más importantes de la historia del arte”. A Johanna también se la escucha en la muestra, como reconocimiento a la persona que “creó” a un artista que en vida vendió un cuadro.
A los 27 años, cuando Van Gogh abandonó sus aspiraciones evangélicas y se convirtió en artista encontró en su hermano Theo su principal sustento económico y emocional. Fue él quien le financió su icónica casa amarilla, cuya estancia más conocida es la habitación que se recrea en esta muestra a tamaño real. El visitante se puede sentar en la cama, cubierta por una manta roja, al lado la silla y la mesa, y tomarse una foto allí. “Theo fue un marchante de arte que le introdujo en la escena artística parisina del avant garde, gracias a la que pudo conocer a Toulouse Lautrec y Paul Gauguin, entre otros”, continúa el sobrino bisnieto, que recuerda haber visto de pequeño, en el salón de la casa de su abuelo, colgadas en las paredes las pinturas del artista que desde 1960 son parte de la Fundación Vincent van Gogh.
Van Gogh se internó en varias instituciones por voluntad propia. Esta parte de su breve vida tiñe de oscuro la exposición. Suenan tormentas para dar dramatismo al momento. En las paredes aparecen imágenes de hospitales psiquiátricos. Su habilidad para crear una paleta de tonalidades empleando tres colores primarios se ensombrece al final del recorrido. En 1890, Vincent se pega un tiro en Auvers-sur-Oise, en Francia. Su hermano murió seis meses después por enfermedad. Los dos están enterrados juntos, en un epílogo que construyeron desde los cuatro años.
Meet Vincent van Gogh se podrá visitar hasta el 9 de enero y es la única exposición oficial del Museo Van Gogh de Ámsterdam, en colaboración con la Embajada de los Países Bajos.
“Meet Vincent van Gogh” puede visitarse en Madrid hasta el 9 de enero, abonando una entrada de 14 euros.
Fuente: EFE
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