El sábado último comenzó el ciclo Kurosawa, lado B, organizado por la Fundación Cinemateca Argentina en colaboración con The Japan Foundation y el Centro Cultural e Informativo de la Embajada del Japón en la Argentina. Hasta el 23 de octubre, en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, se exhibirán nueve largometrajes dirigidos por el notable realizador Akira Kurosawa, reconocido por filmes destacados como Los siete samuráis, Vivir, Yojimbo y Rashomon. Se trata en este caso de una gran oportunidad para ver en copias de 35 mm algunas de sus creaciones de la posguerra que no alcanzaron la misma repercusión que sus grandes éxitos, pero que son igual de valiosas.
“Este ciclo tan esperado, nos brinda la oportunidad de descubrir —en una sala de excelentes prestaciones técnicas— ese lado oscuro de la luna, una contracara de Kurosawa que no se adecúa al sesgo de la mirada del mainstream. El público en general podrá expandir su vínculo con Kurosawa y por extensión con el cine japonés, desde otra perspectiva, una segunda lectura compuesta por títulos no tan divulgados, y quizá, encontrar esa perla que anhelaba sin siquiera saberlo”, dice a Infobae Cultura Andrés Duarte Loza, músico, compositor y docente-investigador con fuertes vínculos con la cultura nipona, quien días atrás brindó la charla “La música del cine de Akira Kurosawa” a modo de presentación del ciclo.
Bajo este último aspecto, Duarte Loza destaca la banda sonora de Dodes’ka-den (1970), “tanto por la inclusión de música de Tōru Takemitsu —el compositor japonés de música clásica contemporánea más popular de la segunda mitad del siglo XX— como también por su original tratamiento de los efectos sonoros y la magistral combinación de ambos elementos dentro de la dimensión sonora del film”.
Dodes’ka-den, la primera obra de Kurosawa filmada en color, fue la que abrió esta retrospectiva el fin de semana. Aunque resultó un fracaso comercial que lo llevaría al realizador a un intento de suicidio, estuvo nominada a los Oscar de 1972 como mejor película extranjera y con el tiempo se revalorizó como una pieza fundamental de su filmografía. Serge Daney, el influyente crítico del Cahiers du cinema, afirmó en las páginas de la revista que es “sin discusión su mejor película” y la definió también como “su film más bello”.
Basada en los relatos de Shuguro Yamamoto sobre la vida en los arrabales de Tokio, Dodes’ka-den –onomatopeya del sonido producido por un tranvía en movimiento– lleva sin embargo esas historias a tiempos más actuales. “El impacto con el arrabal, esas pobres casas, esas calles de barro, el tono amarillento predominante, modificaron sensiblemente el modo que había concebido para la dirección de Dodes’ka-den. Como la película no podía expresar los colores ‘reales’ del Japón, yo mismo pinté la realidad: pinté las casas, las calles, e incluso los rostros de los actores, con ciertos tonos peculiares”, dijo Kurosawa sobre este trabajo, que se podrá volver a ver el domingo 17.
“La obra de Kurosawa como director cinematográfico se extiende a través de 50 años, motivo por el cual atravesó distintas consideraciones a lo largo de su trayectoria tanto dentro como fuera de Japón. En ese sentido su obra tiene la virtud de ofrecer, por un lado, lecturas ubicadas en la sociedad de su tiempo y por el otro, lecturas retrospectivas desde un tiempo presente”, comenta Duarte Loza, y agrega que el éxito de Rashomon (1950) les posibilitó a los japoneses repensar su identidad nacional y cultural desde la mirada del cine.
El director de Los siete samuráis, película que influyó en decenas de producciones de Hollywood y que inspiró a George Lucas en su guion de Star Wars, afirmó en su autobiografía que “lo occidental y lo japonés conviven en mi mente sin el menor sentido de conflicto”. No obstante, esa confluencia fue muchas veces incomprendida desde ambos lados. “Se ha destacado largamente el perfil humanístico de la obra de Kurosawa y también su costado universalista, sin embargo, creo que uno de sus grandes aciertos radica en su capacidad de interpelar al espectador desde la complejidad y la tensión existente entre lo universal y lo particular. Las historias de Kurosawa —incluso en sus adaptaciones de obras literarias foráneas— son siempre historias contadas desde una realidad situada sin excepción”, considera Duarte Loza.
Kurosawa, lado B continúa este miércoles 6 con Barbarroja (1965), que tuvo su estreno local a mediados de los 70 bajo el título Bondad humana. También inspirada en relatos de Yamamoto, esta película ambientada en el siglo XIX y definida como “un manual de ética para formar hombres superiores” fue el último trabajo del director junto a Toshiro Mifune, actor con el que conformó a lo largo de 16 películas una de las duplas más prolíficas de la historia del cine. El jueves 7 será el turno de Los bajos fondos (1957), una adaptación de la obra teatral homónima de Máximo Gorki que traslada los ambientes de la Rusia zarista al período Edo de Japón y que tiene a Mifune en su elenco.
Kurosawa, quien recibió de su padre la afición por la literatura rusa, había adaptado previamente El idiota (Hakuchi, 1951) de Dostoievski, que se podrá ver el domingo 10. Sobre este film, que se rodó inicialmente para una versión que alcanzaba las cuatro horas de duración, dijo el director: “Rashomon no les había gustado a los críticos japoneses, lo encontraban oscuro, confuso. Inmediatamente después filmé Hakuchi (...) Fue otro fiasco, porque en Japón ni los críticos sabían quién era Dostoievski y se negaban a comprender ese mundo”.
Kurosawa, lado B, se extiende hasta el sábado 23 de octubre en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avda. Corrientes 1530). Entrada General: $200 (o 4x3: $600) / Jubilados y estudiantes: $100. Se puede consultar la programación en la página del Complejo Teatral de Buenos Aires.
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