¿La ejecutaron sin pruebas? Ethel Rosenberg, electrocutada junto a su marido “por robar secretos atómicos para Stalin”

En una reciente biografía, Anne Sebba detalla irregularidades en un juicio influido por la Guerra Fría. Documentos liberados en 2015 muestran que la condena se basó en el falso testimonio de David Greenglass, el hermano de Ethel, para salvarse y salvar a su esposa

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Los Rosenberg se conocieron cuando ella tenía 21 y el 18 años, y vivieron enamorados y leales hasta su muerte, a los 37 y 34 años.
Los Rosenberg se conocieron cuando ella tenía 21 y el 18 años, y vivieron enamorados y leales hasta su muerte, a los 37 y 34 años.

En 1951, cuando Julius y Ethel Rosenberg fueron procesados por “conspiración para realizar espionaje”, ningún civil había recibido la pena de muerte en los Estados Unidos, en tiempos de paz, por ese delito. Ningún juez federal había condenado a morir a una mujer en casi un siglo, ni siquiera por homicidio, el crimen que en ocasiones recibía ese castigo.

Espías famosas durante la Segunda Guerra Mundial —Iva Toguri Aquino, apodada Tokyo Rose; Mildred Elizabeth Gillars, o Axis Sally; Velvalee Dickinson, o Doll Woman— habían sido sentenciadas a prisión, al igual que lo serían otros implicados en el caso Rosenberg, e incluso el espía principal que había desencadenado al investigación, juzgado en el Reino Unido: el científico Klaus Fuchs.

Y sin embargo, el viernes 19 de junio de 1953, a las 8 de la noche, en una silla de madera rentada al Estado de Nueva York, Julius fue ejecutado con tres descargas masivas de electricidad, y apenas se retiró su cuerpo Ethel fue ingresada a la misma sala pequeña de la cárcel de Sing Sing, atada a la misma silla y coronada con el mismo casco con electrodos.

Es difícil exagerar la trascendencia del caso, y quizá por eso la nueva biografía Ethel Rosenberg: An American Tragedy, de Anne Sebba, que argumenta que el verdadero delito fue el juicio —manipulación, perjurio, conspiración: hay de todo—, despertó el interés de los productores de cine y Miramax compró los derechos antes de que fuera publicada en junio.

Anne Sebba, autora de "That Woman," la biografía de Wallis Simpson, investigó el caso Rosenberg durante cinco años.
Anne Sebba, autora de "That Woman," la biografía de Wallis Simpson, investigó el caso Rosenberg durante cinco años.

“La pareja de espías atómicos fue sentenciada a muerte”, tituló The New York Times el 6 de abril de 1951 el resultado del proceso legal que duró sólo 16 días; “Mueren los Rosenberg: el par fue ejecutado por espionaje atómico”, anunció una edición extra de Los Angeles Times el sábado 20 de junio de 1953.

Esa era la construcción que el gobierno y los medios de los Estados Unidos habían hecho: la pareja que robó los secretos de la bomba atómica para dárselos a Stalin.

Encajaba exactamente en la emoción de aquellos años difíciles. La Unión Soviética (URSS) representaba una “amenaza existencial” para el país, recordó el libro, luego de años de oscilaciones en la actitud oficial y la perspectiva del público. Primero Stalin había sido el malo de la película por el pacto Ribbentrop-Molótov con la Alemania nazi; luego había sido el dirigente de una nación cuyo sacrificio heroico hizo posible la derrota de Adolf Hitler.

En 1946, sin embargo, una “cortina de hierro” —como dijo el primer ministro británico, Winston Churchill— había caído sobre Europa y había dividido al mundo en dos áreas de influencia: la comunista y la democrática. Todas las grandes potencias habían buscado la bomba atómica, pero fue Estados Unidos quien la consiguió primero —y pulverizó dos ciudades, Hiroshima y Nagasaki—, una superioridad que ahora Stalin desafiaba: en agosto de 1949 la URSS había hecho su primera explosión nuclear exitosa.

Ethel y Julius Rosenberg eran comunistas y su caso llegó a los tribunales bajo el peso de la plena Guerra Fría.
Ethel y Julius Rosenberg eran comunistas y su caso llegó a los tribunales bajo el peso de la plena Guerra Fría.

Dos meses más tarde, Mao Tsé-Tung había triunfado en China. En junio de 1950 Corea del Norte había atravesado el paralelo 38 y comenzado la guerra en la que pronto combatieron estadounidenses; era difícil separar el crecimiento atómico de la URSS con la invasión del ejército de Kim Il-sung.

Ahora los niños en Nueva York sufrían simulacros de guerra nuclear como parte de sus clases y las principales ciudades estadounidenses construían refugios. Todo por culpa de la pareja que robó los secretos de la bomba atómica para dárselos a Stalin.

Un peón en el juego del FBI

“Era un verano extraño, sofocante, el verano en que electrocutaron a los Rosenberg”: es famosa la primera línea de La campana de cristal, la única novela de la poeta Sylvia Plath. “No tenía nada que ver conmigo, pero no podía evitar preguntarme qué se sentiría al ser quemado vivo de la cabeza a los pies”.

Esa pregunta, confiaba J. Edgar Hoover, titular de la Agencia Federal de Investigaciones (FBI), taladraría la cabeza de Julius Rosenberg hasta que confesara. No había pruebas contra su mujer: suya sería la culpa si la freían, si dejaban huérfanos a sus hijos Michael, de siete años en el momento de la detención de ellos, y Robert, de tres.

El viernes 19 de junio de 1953, después de las 8 de la noche, Ethel y Julius Rosenberg fueron electrocutados, ella a los 37 años y con un caso sin más pruebas que un falso testimonio.
El viernes 19 de junio de 1953, después de las 8 de la noche, Ethel y Julius Rosenberg fueron electrocutados, ella a los 37 años y con un caso sin más pruebas que un falso testimonio.

Esa es la razón por la cual Sebba —autora también de That Woman, la biografía de Wallis Simpson— cree que la historia de Ethel es aun importante: revela “qué puede suceder cuando el miedo, un arma poderosa y burda en manos de la autoridad, se convierte en histeria, y deliberadamente se desprecia a la Justicia”. Ella quiso separar a Ethel de esa idea vaga de “los Rosenberg” y mostrarla no sólo en su humanidad individual sino como objeto deshumanizado de un sistema:

Ethel fue usada como un peón con la esperanza de que la amenaza pendiente sobre ella consiguiera que él confesase. Pero aun en los cincuenta hubiera sido imposible sostener que Ethel, simplemente por compartir los ideales políticos de Julius y por negarse a abandonarlo, fuera cómplice en términos legales. No lo era.

En un momento se analizó a cuál de los dos convenía ejecutar primero. El director de Sing Sing sugirió que comenzaran por Ethel: ante su muerte, Julius se vendría abajo y confesaría. Pero Hoover, que pensaba en el impacto público, se opuso: la pena capital para ella siempre le había parecido una mala idea, pero “nada avergonzaría más a la Agencia que el resultado de una esposa y madre de dos hijos muerta y un esposo sobreviviente”. Sería, escribió en un memo, “una pesadilla para las relaciones públicas”.

El Proyecto Venona y el espía Feklisov

Papeles del Proyecto Venona que nombran a Julius Rosenberg; de Ethel, en cambio, la operación de contraespionaje no mostró pruebas.
Papeles del Proyecto Venona que nombran a Julius Rosenberg; de Ethel, en cambio, la operación de contraespionaje no mostró pruebas.

Así fue como el 19 de junio de 1953, aunque empezaba el Shabbat, Julius fue ejecutado y a continuación Ethel recibió las tres descargas masivas de costumbre. Al colocar su cuerpo sobre una camilla se encontró que el corazón seguía latiendo, probablemente por los malos contactos hechos para cuerpos de hombres, y ella era más bien pequeña. La volvieron a la silla y le descargaron corriente eléctrica otras dos veces. “Tardó cuatro minutos y medio horribles en morir”, escribió Sebba.

En 1995 algunos documentos desclasificados del Proyecto Venona (una operación de contrainteligencia estadounidense que duró de 1943 a 1980) comprobaron que Julius había espiado para la URSS. Incluso había recibido un nombre en clave: Liberal. Como ingeniero en un laboratorio estratégico del ejército en Fort Monmouth, Nueva Jersey, había recogido y transmitido información sobre radares y control de misiles.

Sin embargo, Venona no mostró datos que incriminaran a Ethel. La inteligencia soviética la consideraba, según uno de los cables, “una persona devota” (es decir, de pensamiento comunista) pero eso era todo: “No trabaja”, señalaba otra comunicación (es decir, no era espía). Su opinión había contado, sin embargo, cuando Julius reclutó a su cuñada: “Liberal y su esposa la recomiendan como una muchacha inteligente y despierta”.

La nueva biografía "Ethel Rosenberg: An American Tragedy", de Anne Sebba, argumenta que el verdadero delito se cometió contra ella y fue su juicio injusto.
La nueva biografía "Ethel Rosenberg: An American Tragedy", de Anne Sebba, argumenta que el verdadero delito se cometió contra ella y fue su juicio injusto.

En 1999 Alexander Feklisov, el espía responsable de Julius, publicó sus memorias sobre el caso; Sebba advirtió que “sus recuerdos de los Rosenberg se deben tomar con cautela”. Si bien el libro de Feklisov abunda en detalles sobre Julius, su fe antifascista, por la cual se convenció de espiar para la URSS, su puntualidad en las citas y su aplicación en las lecturas básicas de los clásicos del marxismo, Ethel apenas si aparece, porque no la conoció personalmente, salvo como daño colateral. Lamentó que la URSS no los hubiera reconocido como espías y negociado para salvar sus vidas.

La traición del hermano

Sin pruebas de que hubiera sido espía, el veredicto de culpabilidad del jurado (cuya composición se manipuló, documentó Sebba) se basó, en el caso de ella, en el testimonio de su hermano menor, David Greenglass, quien trabajó como operario en las instalaciones de Los Álamos, donde se desarrolló la bomba atómica. Julius había sumado a David y su esposa, Ruth, al grupo de espías, al conocer su nuevo destino laboral en 1944.

Cuando lo detuvieron, David negó que su hermana hubiera participado en el trasiego de datos. Pero un asistente de la fiscalía de 23 años le dijo:

David Greenglass, el hermano de Ethel, cometió perjurio para salvarse y salvar a su esposa e incriminó a su hermana y a su cuñado. (AP)
David Greenglass, el hermano de Ethel, cometió perjurio para salvarse y salvar a su esposa e incriminó a su hermana y a su cuñado. (AP)

—Sabemos que estás protegiendo a Ethel. A menos que nos digas lo que sabes sobre sus actividades, no podremos garantizarte que Ruth quede a salvo de ser procesada.

David “respondió con presteza” al mensaje, recordó Roy Cohn, aquel joven fiscal. Luego sería el asesor principal del senador Joseph McCarthy durante sus famosas audiencias, colaboraría con Roger Stone en la campaña presidencial de Ronald Reagan y moriría en 1986, inhabilitado para ejercer el Derecho luego de 30 años de haber atendido a una clientela que incluyó a Donald Trump, Aristóteles Onassis, Rupert Murdoch, Carmine Galante, John Gotti y los dueños de Studio 54. Pero en aquel momento su presión sobre Greenglass encarriló el caso contra Ethel.

“De pronto, David y Ruth recordaron una nueva historia que hizo que Ethel apareciera como una participante activa”, escribió Sebba. “Ruth dijo ahora que en septiembre de 1945 Ethel se había sentado ante una máquina de escribir que había puesto sobre una mesa de bridge en la sala y tipeó la información de Los Álamos que David le había dado a Julius”.

—¿Quién lo escribió a máquina, señor Greenglass? —le preguntó Cohn a David en el juicio.

Ethel Rosenberg, el día de su llegada a Sing Sing, donde fue ejecutada. (AP/Marty Lederhandler)
Ethel Rosenberg, el día de su llegada a Sing Sing, donde fue ejecutada. (AP/Marty Lederhandler)

—Ethel lo escribió a máquina y Ruth y Julius y Ethel hicieron la corrección gramatical.

Greenglass —que adornó la historia con muchos otros datos falsos, según Sebba— fue condenado a 15 años de cárcel; Ruth no fue procesada. Cuando él salió de la cárcel, en 1960, se mudó con Ruth a una casa en Queens, con otro nombre. Ella murió en 2008 y él en 2014, a los 92 años.

En 1996 un periodista de The New York Times lo encontró y le preguntó si había mentido. “Cuando les conté la historia la había dejado fuera, ¿verdad? Pero mi esposa la incluyó. Así que, ¿qué voy a hacer? ¿Voy a decir que mi esposa había mentido? Mi esposa es mi esposa. No duermo con mi hermana. Francamente creo que mi esposa lo escribió a máquina, pero no recuerdo”.

Hacia 2001, cuando dio una entrevista en televisión, había olvidado por completo el incidente, no podía precisar quién había hecho el escrito a máquina. “Duermo muy bien”, agregó. “No sacrificaría a mi esposa y a mis hijos por mi hermana. No tenía idea de que le darían la sentencia de muerte”.

David Greenglass en una entrevista de 2001 para 60 Minutes: “Duermo muy bien. No sacrificaría a mi esposa y a mis hijos por mi hermana".
David Greenglass en una entrevista de 2001 para 60 Minutes: “Duermo muy bien. No sacrificaría a mi esposa y a mis hijos por mi hermana".

Comunistas en Nueva York

La idea de que la vida de su hermana valía menos que la de otra gente le fue inculcada en la infancia. La madre de los Greenglass, Tessie, era “una mujer amargada cuyo afecto, tal como era, se dirigía a los chicos de la familia”, la describió Sebba. Crió a sus cuatro hijos —uno del matrimonio anterior del viudo Barney— con claro favoritismo por David, el menor y su favorito.

A Ethel le encantó estudiar artes escénicas en la escuela pública secundaria, pero se graduó cuando la Gran Depresión arrasaba el país, y muy particularmente su barrio de inmigrantes judíos paupérrimos, el Lower East Side. Si toda la vida había rellenado los zapatos con papeles porque no le podían comprar nuevos y había hecho la tarea en casa de sus compañeras de clase porque el frío del invierno no le permitía concentrarse, ahora le tocaba trabajar para que sus hermanos no quedaran en la calle, como tantas familias que veía a diario.

Consiguió un empleo en la empresa naviera National New York Packing and Shipping Company, escribiendo los recibos y escuchando conversaciones que fueron su despertar político. En 1935 participó en una huelga contra los salarios malos y las peores condiciones de trabajo y fue una de los trabajadores que se echaron en la calle frente a la puerta para impedir el ingreso de los camiones. Cuando la despidieron, apeló a la Junta Nacional de Relaciones Laborales y recuperó su empleo y los salarios perdidos.

Si bien distintas pruebas, en el momento y a lo largo de los años, establecieron el espionaje de Julius, el caso contra Ethel Rosenberg se mantiene "ambiguo", según Anne Sebba.
Si bien distintas pruebas, en el momento y a lo largo de los años, establecieron el espionaje de Julius, el caso contra Ethel Rosenberg se mantiene "ambiguo", según Anne Sebba.

En el Lower East Side se juntaban “el fervor social de los judíos inmigrantes”, que llegaban ilusionados con tener una vida mejor, y “el fervor moral de los jóvenes estadounidenses” que, como la joven Eleanor Roosevelt, se acercaban a los barrios de los recién llegados con una idea de servicio. La URSS era contada como un experimento social boyante por el periodista Walter Duranty, premio Pulitzer y corresponsal en Moscú de The New York Times, un habitué del poder que no se enteró de la hambruna de 1932-33 ni, más tarde, de las purgas de Stalin.

“Para estas personas la creencia en el comunismo era también una versión del sueño americano, o una pasión”, agregó Sebba a modo de contexto, y citó a Vivian Gornick, cuyos padres, inmigrantes ucranianos, eran socialistas: “El comunismo era una experiencia metafórica (...) Era la pasión que los convertía, la pasión que los sostenía, la pasión que los levantaba y luego los echaba por tierra”, recordó Gornick.

En ese ambiente social Ethel conoció a Julius cuando ella tenía 21 años y él, 18. Ella había continuado su práctica de canto e incluso había ahorrado para comprarse un piano de segunda mano; cuando a finales de 1936 el Sindicato Internacional de Marineros hizo un festival a beneficio de los combatientes republicanos españoles, ofreció un pequeño número musical. Julius, que la había visto en el barrio, sin atreverse a hablarle, le pidió a un conocido que los presentara.

“La amo desde aquella noche”, escribió luego. “Siempre que la oigo cantar es como la primera vez”.

Ethel y Julius Rosenberg fueron los únicos civiles ejecutados en tiempo de paz por conspiración para cometer espionaje.
Ethel y Julius Rosenberg fueron los únicos civiles ejecutados en tiempo de paz por conspiración para cometer espionaje.

Expediente Nº 65-16985 del FBI

La investigación de Sebba —que se basó en las cartas de los Rosenberg durante sus tres años detenidos, el testimonio de los hijos de la pareja y, sobre todo, los documentos de la audiencia ante el Gran Jurado, liberados en 2015 tras la muerte de David— apuntó a establecer que el caso contra Ethel fue y sigue siendo “ambiguo”.

Eso no es poco, dado que sufrió la pena de muerte. En el momento, ni la Corte Suprema ni los presidentes Harry Truman o Dwight Eisenhower aceptaron los pedidos de clemencia, y en 2016, ante la presentación de estas nuevas evidencias, tampoco Barack Obama accedió a exonerarla, como pidieron los hijos, Michael y Robert.

Uno de esos papeles cita el testimonio original de David: “Lo dije antes y lo vuelvo a decir, honestamente es así: nunca hablé con mi hermana sobre esto”.

Eso era el ovillo que se había desarmado cuando Fuchs, el científico alemán antinazi emigrado al Reino Unido, desde donde había ido en préstamo a Los Álamos para trabajar en el proyecto de la bomba atómica, fue detenido en febrero de 1950. Fuchs confesó haber pasado información a la URSS, gracias a la cual Stalin había logrado su bomba atómica, y dio una serie de nombres, entre ellos el del químico Harry Gold. Cuando la foto de Gold, a quien David le había pasado información, apareció en la portada del Herald Tribune en mayo, Julius comprendió que se acercaba el final.

La investigación del FBI no encontró pruebas contra Ethel Rosenberg, pero la usó para presionar a su esposo, que de todos modos no cooperó.
La investigación del FBI no encontró pruebas contra Ethel Rosenberg, pero la usó para presionar a su esposo, que de todos modos no cooperó.

Gold informó al FBI lo suficiente para que el 15 de junio dos agentes se presentaran en el apartamento de David. Al día siguiente, antes de que se conociera el arresto de su cuñado, Julius se estaba afeitando cuando llegaron a buscarlo.

Poco más de una semana después, Corea del Norte invadió Corea del Sur. “Parece que la Tercera Guerra Mundial está aquí: espero que no, pero debemos enfrentarnos a lo que venga, y lo haremos”, escribió Truman en su diario.

Ethel fue arrestada tres meses más tarde.

Sus tres años en prisión le resultaron agónicos, menos por el aislamiento que por la angustia sobre el destino de sus hijos. Las autoridades los habían dejado con Tessie, la madre de Ethel y David, quien no los quería acaso como una proyección de la furia que tenía contra ella por la detención de su hijo favorito: “Dile al FBI lo que sea para salvarlo. Tú y tu esposo lo están matando, y me están matando a mí”.

Tessie Greenglass, la madre de Ethel, la presionó para que cooperara y salvara a David, su hijo favorito. No fue al entierro de su hija y la describió ante el FBI como "un soldado de Stalin".
Tessie Greenglass, la madre de Ethel, la presionó para que cooperara y salvara a David, su hijo favorito. No fue al entierro de su hija y la describió ante el FBI como "un soldado de Stalin".

Michael y Robert pasaron por un refugio para niños, por el Hebrew Children’s Home, por otros familiares de la rama paterna. Durante el proceso los atendió una psicóloga de menores a la que Ethel había consultado antes: ella se psicoanalizaba y veía a un psiquiatra, Saul Miller; en su preocupación por no ser como su madre, mantuvo hasta su muerte la suscripción a la revista Parents. Finalmente, tras la ejecución, fueron adoptados por Abel Meeropol (el compositor de “Strange Fruit”, que popularizó Billie Holliday) y su esposa Anne, cuyo apellido tomaron en 1957.

Revisionismo de la Guerra Fría

“Hoy existe un reconocimiento generalizado de que Julius pasó información militar a la URSS, aunque también se ve con escepticismo que la pareja haya, según la frase que se usaba entonces, robado ‘los secretos’ de la bomba atómica”, escribió Sebba. Si bien era ingeniero, Julius no tenía el acceso a la información que evidentemente manejaba Fuchs, quien en 1959 fue liberado y se marchó a Alemania Oriental, donde murió —con la Medalla de Honor Karl Marx y un puesto en la Academia de Ciencias— en 1988.

También se admite, agregó la biógrafa, que el juicio que terminó con dos condenas a muerte “contuvo numerosos errores judiciales y que la única ‘prueba’ contra Ethel fue el perjurio de su propio hermano David”. Pero, por encima de todo eso, apuntó la biógrafa, “Ethel fue también la víctima de un gobierno aterrado de mostrar debilidad ante el miedo férreo al comunismo en plena Guerra Fría”, un aparato estatal “que permitió a sabiendas este perjurio”.

Michael y Robert Meeropol, los hijos de Ethel y Julius Rosenberg, reproducen la foto en la que, de niños, fueron a la Casa Blanca a pedir clemencia para sus padres. (The Rosenberg Fund For Children)
Michael y Robert Meeropol, los hijos de Ethel y Julius Rosenberg, reproducen la foto en la que, de niños, fueron a la Casa Blanca a pedir clemencia para sus padres. (The Rosenberg Fund For Children)

En el fondo, Ethel fue juzgada y condenada por ser comunista en un país que se exhibía como ejemplo de la libertad de pensamiento, y por “traición”, una palabra que no está en los cargos formales pero que la fiscalía repitió 18 veces en los 16 días del proceso. Pero el hecho de haber sido una fanática que “seguía la línea del partido de forma acrítica, indiscutida y agresiva”, como la describió una compañera de Sing Sing, no reemplaza a las pruebas nunca halladas de espionaje.

La defensa trastabilló en ocasiones —al jurado no le gustó, por ejemplo, que Julius y Ethel se amparasen en su derecho constitucional de guardar silencio cuando les preguntaron si eran comunistas— y le faltaron testigos de su personalidad socialmente positiva porque se negó —lo mismo hizo Julius— a que citaran a sus amigos para que no sufrieran perjuicios por asociación a ellos. La selección de los jurados se hizo bajo indicaciones inusuales del juez, que permitieron excusar, e incluso descalificar, a aquellos que fueran judíos y de izquierda.

Los acusados tuvieron a la prensa en contra, que se ensañó en particular con el aspecto poco femenino y la inexpresividad de Ethel; la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) se negó a reclamar por ellos. Hasta los cementerios locales rechazaron sus cuerpos, de manera que terminaron enterrados en Long Island.

Años más tarde, Cohn reconoció que el juez del caso, Irving Kaufman, se reunió en secreto con el equipo de la fiscalía —el jefe, Irving Saypol; el segundo, Myles Lane, y los asistentes, James Kilsheimer y él mismo— para pedirles consejo sobre la sentencia, ya que tenía dudas sobre qué decidir con respecto a Ethel. Le dijo:

El juez del caso se reunió en secreto con la fiscalía para pedir consejo sobre la sentencia, entre las irregularidades del juicio que detalló el libro.
El juez del caso se reunió en secreto con la fiscalía para pedir consejo sobre la sentencia, entre las irregularidades del juicio que detalló el libro.

A mi modo de ver, ella es peor que Julius. Ella es la mayor, es la que piensa; reclutó a su hermano menor en la Unión de Jóvenes Comunistas y en la red de espionaje... Ella diseñó todo esto. Ella fue el cerebro de esta conspiración.

No había prueba al respecto, pero la misoginia estándar en los idealizados cincuenta hizo asentir al juez: ¿qué hacía opinando sobre política en lugar de ocuparse del hogar? El mismo Eisenhower, concluyó Sebba, razonó de una manera similar cuando le explicó a su hijo John, quien combatía en Corea, por qué no le concedería su clemencia:

Debo decirte que va contra la naturaleza que se evite interferir cuando una mujer va a sufrir la pena capital. Pero en esta instancia es la mujer la que posee el carácter fuerte y recalcitrante, y el hombre es el débil. Ella obviamente ha sido la líder en todo lo que hizo el grupo de espías.

Hasta la fecha, ningún documento de inteligencia, estadounidense o soviético/ruso, ha sustentado esa afirmación. Ethel Rosenberg murió en la silla eléctrica a los 37 años, minutos después que su esposo, también por un motivo casi práctico, agregó Eisenhower:

Si se conmutara la sentencia de la mujer sin hacerlo también con la del hombre, de ahora en más los soviéticos simplemente reclutarían sus espías entre las mujeres.

Emanuel Bloch, el abogado defensor de la pareja, acompañó a la madre de Julius, Sophie Rosenberg, al entierro en el cementerio de Wellwood, Long Island. (AP)
Emanuel Bloch, el abogado defensor de la pareja, acompañó a la madre de Julius, Sophie Rosenberg, al entierro en el cementerio de Wellwood, Long Island. (AP)

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