Tamara Tenenbaum: “Una de las cosas que más disfruto es buscar sentidos a medida que escribo”

Con una obra de teatro en cartel basada en un texto suyo, mientras se rueda una serie inspirada en otro de sus libros, la escritora habla de su oficio y de su rol en el proceso de adaptación a nuevos formatos

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Tamara Tenenbaum (Télam)
Tamara Tenenbaum (Télam)

En El fin del amor, que va por su novena edición en Argentina y por la segunda en España, la escritora Tamara Tenenbaum reflejó los cambios en las relaciones amorosas de la época e interpeló a una generación, a la que intentará convocar nuevamente en la adaptación del ensayo a una serie que producirá Amazon y que protagonizará Lali Espósito, mientras asiste por estos días a las primeras repercusiones de su obra de teatro Una casa llena de agua, que da cuenta de las dinámicas de clases propias de los noventa.

Tenenbaum nació en Buenos Aires en 1989, es licenciada en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y trabaja como docente universitaria, periodista, escritora y guionista. En la sala Enrique Muiño de El Cultural San Martín acaba de estrenar Una casa llena de agua, una obra de teatro de su autoría protagonizada por Violeta Urtizberea y con la dirección de Andrea Garrote. Allí retoma la escena noventista desde la voz de Milena, una estudiante de Biología que empieza a trabajar como niñera en la casa de una familia acomodada y le cuenta a Angie, la bebé que cuida, su praxis y su visión del mundo.

”El trabajo de Andrea y Violeta fue muy comprometido y me sirvió mucho para confiar en el proceso. La primera vez que leímos juntas el texto en voz alta, Violeta lloró. Y a mí me impactó, pensé: ‘qué hace’. Nos dijo que era algo que le pasaba, que no estaba ‘haciendo’ nada. Sentimos las tres ahí que había una conexión real con el material. Fue importante para dejar en claro que la adaptación no era un mero encargo de laburo”, cuenta sobre el detrás de escena de la obra.

Andrea Garrote, Violeta Urtizberea y Tamara Tenenbaum (Foto: Nora Lezano)
Andrea Garrote, Violeta Urtizberea y Tamara Tenenbaum (Foto: Nora Lezano)

—¿Cómo nació la historia de Una casa llena de agua? ¿Qué te interesó de la figura de la niñera?

Una casa llena de agua surge de una historia de mi libro de cuentos Nadie vive tan cerca. Pero ahí no aparecían ni los noventa ni la situación de hablar con un bebé. Aunque sí estaba la voz de la niñera. Y la primera frase del cuento es la frase que abre la obra, densa políticamente. Me interesaba la figura de la niñera, una trabajadora, que se pregunta por su situación. No en términos súper densos, sino desde un planteo más sencillo: el mundo del trabajo, el trabajo dentro de una casa, el trabajo de cuidar a chicos ajenos. En un taller de monólogo de Romina Paula, retomé la escena del cuento para armar un monólogo que en verdad era un diálogo de la niñera con un bebé. Después, trabajé el texto con Mariano Tenconi Blanco, amigo y uno de los mejores dramaturgos, y reaparecieron las acciones y otras cuestiones porque lo que funcionaba en el cuento, una voz y algunas fantasías, no era suficiente, la obra de teatro pide más. Entonces se profundizan los mundos de la protagonista, el real y el de su imaginario.

—¿Por qué decidiste situarla en los 90? ¿A qué te habilitó esta temporalidad?

—Cuando trabajaba con Mariano surgió la duda sobre si situarla en el presente. La mayor cuestión era el uso de celulares porque no quería que apareciera todo lo que implica un celular. Pensé en los noventa porque sí me interesaba que el universo fuera un poco más conservador que el actual, pero no tanto. Como para permitir que la subjetividad de la protagonista fuera verosímil: una chica que tiene sexo, sale y que eso está aceptado. Pero en transición. Los noventa, además, me permitían mostrar su precariedad laboral, un asunto muy presente en toda la obra.

—¿Qué sumó la representación de la obra a tu texto?

—Varias cosas. Cuando Andrea y Violeta lo leyeron, apareció una cuestión alrededor de la perversión que yo no había visto. La niñera, el sexo, el bebé y muchas cosas complejas que se van tejiendo. Y, además, la vulnerabilidad y la fragilidad. Andrea y Violeta lograron mostrar que esa chica, que parece ser elocuente, inteligente, graciosa y con tantos recursos, igual es súper frágil y está sola. Esto está en el texto, pero en la obra aparece mucho más claro.

—¿Cómo fue tu trabajo de autora en la dinámica que implica la puesta en escena?

—En términos del proceso de trabajo, no quise meterme de más, no soy directora. En verdad, tampoco creo que haya que serlo, pero en este momento de mi vida no sé hacerlo. Fui respetuosa del proceso, iba cuando me invitaban y una sola vez Andrea me pidió una modificación porque necesitaba un cambio de tono. Después tuvimos mucho intercambio del tipo “esta palabrita no me suena” y yo siempre habilité a que lo hicieran porque soy poco celosa de eso. Creo que lo colectivo requiere eso, la posibilidad de no enamorarse de tus propias palabras. Además, cuando trabajás con gente lúcida como Andrea y Violeta, es probable que casi siempre tengan razón. Me gustó mucho cómo se dio el ida y vuelta.

Se encuentra en rodaje una serie basada en "El fin del amor", de Tamara Tenenbaum (Crédito: Santiago Saferstein)
Se encuentra en rodaje una serie basada en "El fin del amor", de Tamara Tenenbaum (Crédito: Santiago Saferstein)

El fin del amor, un retrato generacional que se expande y busca nuevos lenguajes

El fin del amor, querer y coger se publicó en 2019 y, con el correr de las reediciones, se convirtió en una suerte de “manual de supervivencia” para pensar lo más coyuntural de las relaciones afectivas. Tenenbaum puso a dialogar clivajes clásicos de la filosofía, escenas de la militancia feminista y conversaciones informales con los grandes debates de la agenda urgente. La autora piensa y repiensa los ghosteos, los vistos clavados, la infidelidad, la maternidad, los mandatos, el deseo y hasta los abusos. Con el valor de la relectura que a veces solo da el tiempo, El fin del amor se convertirá en una serie de Amazon protagonizada por Lali Espósito.

—¿En qué instancia está la realización de la serie? ¿Qué rol asumiste para que un ensayo se convirtiera en serie?

—Está en rodaje. Coescribí los guiones con Érika Halvorsen y también tengo un crédito de productora ejecutiva, que podría ser solo una palabrita, pero que en realidad implica que estoy en muchas más decisiones. Por supuesto que no soy la última palabra. Voy al rodaje los días que trabajan cuestiones del judaísmo, aunque tengo la asesoría de un rabino especialmente para eso, pero también voy a ver cómo va todo porque siempre hay cosas que se tienen que cambiar y siempre se suma en esa instancia. Érika, en cambio, está siempre. No quiero pasar por encima de los directores porque creo que el trabajo colectivo en realidad funciona cuando cada uno entiende y asume su rol, no cuando todos hacen todo. Charlo con los actores para ayudarlos con las escenas o las pronunciaciones en hebreo, pero la referencia siempre es el director.

—Si bien El fin del amor tiene tramos que están “escenificados” a partir de experiencias que narrás, está más cerca del formato ensayo. ¿Cuál es el desafío a la hora de filmar?

—El desafío fue escribir una ficción desde cero, no voy a mentir con esto. Es una adaptación pero también es una obra nueva. Lo transpolamos a una serie pero pensando que lo importante era sostener el espíritu del libro: de búsqueda, de auto-observación y el humor. Había que mantener eso más que el texto. La fidelidad fue al espíritu del libro. Fuimos directo a la ficción y nos zambullimos en ese terreno. El ensayo aparece cuando sirve y suma.

—El libro se reeditó muchas veces, fue muy debatido en redes y ahora llega la serie. Tuviste que enfrentarte con ese texto originario varias veces en este tiempo, reposicionarte. ¿Te gustaría reescribir alguna parte? ¿Sumar? ¿Cambiaste tu percepción sobre alguno de los temas que abordás?

—No reescribiría nada de El fin del amor aun cuando la mayoría de las cosas que están ahí ya no las pienso o las pienso distintas. No siento ningún apego por mis propias ideas. Y justamente por eso creo que no hay que cambiar nada. Los libros son también el documento de un momento. Tanto en la literatura como en el ensayo.

Tamara Tenenbaum y "El fin del amor"
Tamara Tenenbaum y "El fin del amor"

—Tenés una columna en ElDiarioAr. ¿Dónde nacen las ideas de los textos? ¿Qué te gusta de ese espacio periódico?

—De cualquier parte. Tengo a todos mis amigos avisados de que si creen que hay algún tema que tengo que tratar, me avisen. Son un radar aunque no siempre los use porque es realmente difícil encontrar algo interesante todas las semanas. Y de mis lecturas, mis asociaciones, lo que pude leer. A veces, hay cosas de actualidad y otras veces, fuera de agenda. Me gusta mucho el espacio porque me permite construir de a poco una voz literaria, que es lo que más me importa. No una voz pública. Me da gimnasia porque al no tener tiempo, no me rearmo todas las semanas. Es una búsqueda en la que confío en el instrumento que tengo. Siento que hacer una columna semanal se parece a improvisar y a ser sesionista contratado. Hay que resolver la tarea con las herramientas que uno tiene. Y confiar en que eso va a poder hacerse todas las semanas.

—En una de las últimas columnas das cuenta sobre la diferencia entre enamorarse de un hombre y enamorarse de un mundo y advertís que es la forma culturalmente femenina del enamoramiento. Esto pareciera sostenerse a pesar de que las mujeres, década a década, fuimos ganando espacios, mundos. ¿Por qué creés que es así? O mejor: ¿qué hacer con eso?

—No lo sé. Una de las cosas que más disfruto de las columnas y de mi formas de escribir ensayos es buscar sentidos a medida que escribo. Están acabados y revisados, pero trato de preservar lo que no sé, lo inacabado. Realmente no sé por qué esto se da así. Seguimos buscando en los hombres mundos nuevos y, a la vez, ya compartimos todos los mundos. Entonces tal vez estemos explorando o necesitemos nuevas formas de enamorarnos en la paridad. Es difícil porque uno quiere admirar a quien ama… ¿Cómo se construye esa admiración cuando ya no se puede basar en que el otro maneja recursos que una no? No critico ese modo, no está ni bien ni mal, pero estamos en un momento de cambio.

*Una casa llena de agua, de Tamara Tenenbaum. Sala Muiño del Centro Cultural San Martín

Sarmiento 1551, CABA

Octubre: Viernes y sábados 21hs y domingos 19hs.

Última función: Domingo 24 de octubre

Fuente: Télam

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