Mi fin del mundo ideal: 3 miradas desde la literatura sobre el apocalipsis

Esteban Castromán, Francisco Moulia y Debret Viana participarán hoy en una charla virtual titulada “Imaginarios del fin del mundo”, en el marco de la Feria de Editores. Infobae Cultura dialogó con los tres acerca de los temores y posibilidades de que todo algún día termine

(Foto: Getty Images)

En la serie animada Rick y Morty no hay esperanzas en la humanidad, tampoco un optimismo que alumbre la posibilidad de que las cosas mejoren; sin embargo cada tanto aparecen ráfagas de un claroscuro. Como cuando Morty dice: “Vivir es arriesgarlo todo. De otra forma sólo eres un pedazo inerte de moléculas aleatoriamente ensambladas a la deriva yendo hacia donde el universo sopla”. ¿Y para dónde sopa el universo? Sin dudas, hacia la destrucción, el apocalipsis, el fin del mundo. Hay belleza en ese ocaso, pero ¿qué significa? ¿Cuánto cambió el imaginario del desenlace colectivo y fatal en el nuevo siglo? ¿Y con la pandemia y su incertidumbre, su inexorabilidad, el miedo a que arrase con todo? Hoy comenzó la Feria de Editores y entre las actividades digitales que presenta hay una charla que también se transmitirá hoy: “Imaginarios del fin del mundo”, donde participan los escritores Esteban Castromán, Francisco Moulia y Debret Viana. En sus obras han abordado la pecaminosa idea de que todos juntos nos desintegremos y han coqueteado con el deseo de que eso efectivamente suceda.

“Tengo que confesar que lo que más me interesa del fin del mundo es todo”, dice Debret Viana. “Creo que padezco una obsesión con el tópico. Mi primer novela publicada (Deslinde) termina con un fin del mundo. Luego publiqué un poemario (Ultimas pasiones preapocalípticas) que es sobre la instancia preapocalíptica. Y mi novela nueva está ubicada en el principio de un fin del mundo. Me interesa, no como espectacularidad apocalíptica, sino como la íntima convicción de que el final ya ocurrió en nuestro futuro. y nosotros vamos inevitablemente hacia allá. Me interesa cómo lo pensamos, cómo nos adaptamos, no tanto el fenómeno en sí, sino cómo el fenómeno nos afecta. Creo que hemos visto cómo Hollywood y las artes han hiperrepresentado el final del mundo, por lo menos desde los noventa para acá; yo crecí con eso. Muchas veces se hizo simplemente porque los efectos especiales lo permitían, pero otras veces hemos visto inquietudes legítimas que quizás tengan que ver, con el miedo y con cómo fantasmatizamos ese miedo, y el hecho de no poder verlo lo vuelve mucho más críptico, oscuro, grandioso, inabarcable”, agrega.

“Me gusta el poder arrollador que tiene el fin como proceso paranoico. Es decir, cuando todo termina, termina y ya, ya fue todo. Pero antes, mientras el avión se desploma en picada, las posibilidades narrativas se contaminan de especulaciones y miedo en una realidad que se va apagando”, dice Esteban Castroman, autor de libros como El alúd, La cuarta dimensión del signo, Twin Peaks: fuego alucina conmigo, Las rocas y las bestias, Bailar es revolución en la era del mal y Manual de supervivencia para el fin del mundo, entre otros. Por su parte, Francisco Mouila, que escribió Cortes argentinos, Tácticas de superación personal, Las manos y Los infieles, destaca que la idea del fin del mundo, del apocalipsis inminente como un signo que atraviesa la historia tiene “una capacidad de resignificarse, de tener como un matiz de actualidad independientemente de que se trate de algo que no ocurrió. El hecho de que aborde uno de los problemas filosóficos del ser humano como es el de la muerte, pero no sólo en términos individuales sino como especie, es una amenaza que sentimos a lo largo de la historia”.

Debret Viana, Francisco Moulia y Esteban Castromán

En ese sentido, Mouila tiene una hipótesis: “Que en el siglo XX y en el XXI proliferaron estas obras estéticas sobre el fin del mundo seguramente tiene que ver con que empezamos a tomar un poco de conciencia de nuestra condición de plaga y de nuestra forma irresponsable de habitar”. De todos modos, el concepto del fin del mundo ha mutado a lo largo de la historia. “Del apocalipsis bíblico que se plantea como una amenaza religiosa con ese paisaje mortal de jinetes y trompetas ahora llegamos a una versión mucho más tecnologizada y más sofisticada pero de todas formas es el mismo tópico”, señala Mouila. Tan claro parece estar el final, sin embargo lo que perdura es la incertidumbre. “Es como decía Pasolini: el montaje es al cine lo que la muerte a la vida: un dador de sentido. Siento que estamos embarcados en una travesía que no tiene ningún tipo de sentido; en todo caso podemos inventarlo un rato. Y después se nos acaba y hay que inventar otro. Por eso las esperanzas están colocadas en el final. Quizás cuando este mundo termine podamos comprender qué estuvo pasando todo este tiempo”, agrega Viana.

En ese devenir monótono algo parece haber cambiado: la pandemia nos puso frente a frente con la idea de un exterminio total. Cuenta Castromán que ya venía trabajando este tema desde 2008, cuando con Clase Turista publicaron una edición artesanal —la tapa estaba cubierta de pasto sintético— del Manual de Supervivencia para el fin del mundo, escrito junto Lorena Iglesias e Iván Moiseef. “A partir de la pandemia, el imaginario distópico pareciera ser el nuevo realismo, todas aquellas especulaciones y paranoias que habíamos escrito fueron publicadas de nuevo, el año pasado, por Asunto Impreso en una nueva edición actualizada”, cuenta. Debret Viana sostiene que “la pandemia aceleró cosas que ya estaban operando en el imaginario, en la cultura, en la economía y en la concepción de la política. En una primera instancia cuando vimos imágenes de ciudades vacías, de gente encerrada, todo era tan cinematográfico, y creo que nos dio por primera vez una visión más o menos realista de algo que no podíamos concebir: el mundo detenido más que el fin del mundo”.

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“Todavía estamos demasiado inmersos en el fenómeno —asegura Mouila—, recién estamos terminando de acomodarnos al impacto. Todo el proceso de metabolizacion de lo que fue esta experiencia va a tomar un tiempo. Así y todo tiene que ver con un imaginario del fin del mundo por momentos medieval, donde las pestes representaban un apocalipsis y no había mucho para hacer. Quizás lo que acentúe la pandemia es cierta conciencia de que ni siquiera con todo el nivel de tecnologización pudimos combatir algo tan básico y antiguo como un virus. Eso sí creo que altera el imaginario: nos sentimos muy vulnerables, muy frágiles y esa proyección de lo que podría ser el fin de la especie se vuelve más verosímil”. Viana sostiene que con la pandemia vimos “el detenimiento del sistema capitalismo” y que “muchos pudimos soñar un ratito con la esperanza de que el mundo terminase y comenzase algo nuevo, más interesante. Cuando la pandemia empezó a desacelerar el capitalismo volvió con garras más feroces que antes y a una velocidad más terrible. Y con gente mucho más de acuerdo con el capitalismo que antes”.

“No sé si el fin del mundo es pensable, creo que es soñable, ansiable, esperable. Ese pensamiento se puede dar bien en términos poéticos y literarios. Creo que la literatura fue más lejos”, dice Viana y nombra el libro ¿Hay mundo por venir?, de Déborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro, en la novela La carretera de Cormac McCarthy y agrega dos películas: Melancolía de Lars von Trier y El caballo de Turín de Béla Tarr. Por su parte, Francisco Mouila sostiene que “varios autores de ciencia ficción del siglo XX son emblemáticos del tópico del fin del mundo: Bradbury, Dick. Habitaron el tópico independientemente que no están en todos sus textos mostrándolo aunque sí se muestran las consecuencias, las causas, un futuro posible a raíz de que todo colapsó. En Bradbury, el hecho de tener que ir a Marte es porque en la Tierra ya no se puede estar. Son autores que encontraron en ese tema su hábitat y el hábitat de sus tramas”. Esteban Castromán lo define como el “trans tópico” de esta época.

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Si en el terreno de lo imaginación todo está permitido, ¿hay algún fin del mundo ideal? La literatura todo lo habilita, incluso la muerte masiva como el show final de la belleza. “Por una ansia mía de espectacularidad —dice Viana— me vuelco al asteroide que parte la Tierra en dos. Un final absoluto que no promueva mi permita ningún tipo de postapocalípsis, donde todos seamos reintegrados al polvo de la galaxia y nos permita ser de una vez por todas nada en la eternidad. No sólo me parece ideal sino que me encetaría verlo. Esto quizás tenga que ver con una problemática generacional: al no poder concebir el futuro lo único que podemos hacer es soñar el final. Y ese final me parece ideal. Me encantaría estar retirado, en una cabaña frente a un lago y ver venir un asteroide inmenso que se aproxima lentamente; no tendríamos ningún tipo de salvación, no hay que correr a ninguna parte ni intentar nada salvo asistir a ese instante como si fuera una comunión galáctica y abrazar la nada. Ese final me atrae de sobre manera, pero la NASA dice que por ahora no hay ningún asteroide programado, por lo menos en los próximos años”.

Esteban Castroman lo imagina “como el final de la película The Terminator (James Cameron, 1983), cuando Sarah Connor se detiene en una estación de servicio para cargar nafta y un niño observa hacia el horizonte y dice: ‘Se acerca una gran tormenta hacia acá'. Cuando Sarah retoma la ruta, el horizonte parece una gran proyección en formato Ultra Panavision. Lo espectacular amortigua lo patético del fin”. Francisco Mouila dice “que una de las cuestiones más estéticas es el después, si efectivamente se termina el mundo o si se termina la humanidad. En ese sentido podría ser un virus que solo mate a los seres humanos. Me concentraría mucho en ver qué pasa con los animales con todo lo que dejamos. Estoy viendo este departamento y me lo imagino en x cantidad de tiempo en que no pasa nada a nivel humano: cómo podrían habitar los animales los departamentos, los autos, los restaurantes, los hoteles cinco estrellas, si sería el león el que va a la suite presencial. Todo el aparato humano al servicio de los animales y las plantas es el fin del mundo que, independiente de cómo se daría, me gustaría ver el paisaje de lo que queda”.

* La charla virtual que darán Esteban Castromán, Francisco Moulia y Debret Viana en la Feria de Editores titulada “Imaginarios del fin del mundo” se transmitirá hoy a las 18:30 horas en este link.

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