Linda McCartney, al igual que Yoko Ono, tenía su reputación antes de convertirse en la esposa de Paul McCartney. Si bien su matrimonio con el Beatle la hizo conocida en todo el mundo, en especial cuando pasó a ser su compañera de banda en Wings, ella se hizo un nombre por derecho propio. Antes de conocer a su marido era una prestigiosa fotógrafa de rock y en sus últimos años de vida fue una referente del activismo animal y una célebre cocinera y empresaria de comida vegetariana. No fue fácil ser la mujer de uno de los músicos más importantes de la historia. Constantemente en el foco de atención pero a su vez eclipsada por su pareja, tuvo una exitosa carrera y ayudó a su esposo a construir un hogar resguardado de los excesos y los escándalos propios del rock and roll.
Un espíritu libre
Linda Eastman nació el 24 de septiembre de 1941 en el pequeño pueblo de Scarsdale, en el estado de Nueva York, a una hora de Manhattan. Era la segunda de cuatro hermanos en una familia judía de clase media alta. Su madre, Louise Lindner, provenía de una adinerada familia de Cleveland dueña de una famosa compañía de indumentaria femenina.
Su padre, Leopold Epstein (tenía el mismo apellido que Brian Epstein, el histórico manager de The Beatles), era un hombre brillante que a pesar de su origen humilde pudo estudiar Derecho en Harvard y, tras cambiar su nombre a Lee Eastman, llegó a ser uno de los abogados especialistas en la industria del entretenimiento más importantes de los Estados Unidos. Entre sus clientes estaban los pintores Willem de Kooning y Mark Rothko –ambos expresionistas abstractos-, los líderes de big bands Sammy Kaye y Tommy Dorsey y los compositores Harold Arlen (célebre por la música de El Mago de Oz, en especial Over the rainbow) y Jack Lawrence, que en 1942 a pedido del letrado escribió Linda, una canción que interpretada por la orquesta de Ray Noble se convirtió en un éxito nacional en 1947.
A pesar de su origen judío, los Eastman llevaban una vida atea más parecida a la de los blancos anglosajones protestantes, como se identificaba a los descendientes de británicos de buena posición social que conformaban la oligarquía norteamericana. Linda, además, con su cabello rubio y su contextura, presentaba todos sus rasgos físicos.
Se veía a sí misma como un alma libre, amante de la naturaleza y los animales, en especial de los caballos. Al terminar el secundario, ingresó a la Universidad de Arizona, en Tucson, para estudiar Historia del Arte, donde su novio, Joseph “Mel” Melville See, hacía un posgrado en Geología y Antropología Cultural. Allí quedó impresionada por las fotos de Walker Evans, Dorothea Lange y Edward Weston y, motivada por los sorprendentes paisajes de su nuevo hogar, adoptó la fotografía como hobby e hizo un curso con la prestigiosa fotógrafa Hazel Larsen Archer, que la incentivó a dejarse llevar por el instinto más que a estudiar la teoría a la perfección, que era lo que le exigía su padre.
En 1962, Louise Eastman murió en un accidente aéreo cuando una falla técnica hizo caer al mar al avión que la llevaba a Los Ángeles apenas despegó del Aeropuerto de Nueva York. El shock, sumando a que Linda quedó embarazada, aceleró su casamiento. A fines de ese año, exactamente el 31 de diciembre, nació su hija Heather. El matrimonio, sin embargo, duró poco. Mientras ella llevaba una vida hogareña, su marido se dedicaba a estudiar, investigar y viajar. En 1963, Mel decidió irse a África, pero Linda se negó a acompañarlo e inició los trámites de divorcio. Años más tarde, Paul McCartney le dedicó la canción Dear boy, en la que le dice al ex de su mujer “Supongo que nunca supiste lo que encontraste” y “Espero que nunca sepas todo lo que te perdiste”.
Como no estaba dispuesta a regresar a la casa de su padre, que se había vuelto a casar, y ser mantenida por la familia, Linda se mudó con su hija a la ciudad de Nueva York a un pequeño departamento en el Upper East Side y buscó trabajo en la prensa gráfica. Encontró un puesto como recepcionista en Town and Country, una publicación en la que los más ricos mostraban sus ostentosas residencias.
La extraordinaria fotógrafa de rock and roll
En 1965 conoció a David Dalton, un fotógrafo de la revista de moda Harper’s Bazaar, con quien inició un noviazgo informal y pronto se convirtió en su mentor. Gracias a un contacto en Atlantic Records, Dalton accedió a la fiesta de una banda llamada The Rascals. Linda lo acompañó entusiasmada, no sólo porque era amante del rock and roll sino porque por primera vez pudo captar con su lente a un conjunto de músico0073. Hasta ese momento, solo había fotografiado paisajes.
David finalmente cumplió su sueño de ser fotógrafo musical cuando entró como editor en la revista especializada Hullaballoo. “El problema de fotografiar grupos eran los grupos mismos. Eran unos mocosos adolescentes detestables y terriblemente cohibidos. Un dolor de cabeza”, recuerda Dalton en la biografía que escribió el periodista Danny Fields (Linda McCartney: A Portrait, Renaissance Books, 2000). “Pero con la adorable Linda, todo esto cambió. Ahora, sus ojos estaban clavados en ella”. Quien la ayudó a dar sus primeros pasos llegó a esta conclusión luego de llevarla a una sesión de la banda británica The Animals en la que ellos, totalmente hipnotizados por su personalidad, hicieron todo lo que ella les pidió, a pesar de que todavía era una fotógrafa amateur.
La gran oportunidad de la futura esposa de Paul McCartney se dio cuando llegó una invitación a la redacción de Town and Country para cubrir un evento de prensa que The Rolling Stones habían organizado en un yate. Como ningún periodista de la revista quería ir, Linda fue con su cámara. Era la única fotógrafa del barco –aparte de los del equipo de comunicación de los ingleses-, por lo que pudo tenerlos en exclusiva. Los Stones eran conocidos por su poca predisposición a las sesiones fotográficas, pero cayeron rendidos a sus pies y, gracias a su magnetismo, siguieron al pie de la letra sus instrucciones. Mick Jagger fue más allá, la invitó a una fiesta y tuvieron un pequeño affaire.
Las fotos que sacó ese día fueron tan impresionantes que salieron en Hullaballoo y en Datebook, que poco antes se había hecho eco de una entrevista a John Lennon a un diario inglés al que había dicho que The Beatles eran “más populares que Jesús”. Sus declaraciones desataron una ola de protestas por parte de la comunidad cristiana estadounidense, que impulsó quemas de discos y merchandising del cuarteto.
Tras el éxito de la sesión con los Stones, Linda se volvió una fotógrafa freelance. “Me di cuenta de que sacar fotos era una gran forma de ganarse la vida y de trabajar”, dijo. Se hizo un nombre en el ambiente del rock y sus fotos se veían en diferentes publicaciones. Además de tener una habilidad natural para la fotografía, sabía cómo hacerse de los contactos necesarios para llegar a donde había que estar. Así, obtuvo acceso irrestricto al escenario más importante del rock neoyorkino, el Fillmore East, donde pudo retratar a Simon and Garfunkel, Janis Joplin, Frank Zappa, Cream, B.B. King, Jimi Hendrix y The Doors, entre otros. Con Jim Morrison, de hecho, tuvo una pequeña aventura. En 1968, fue en la primera mujer en hacer la foto de portada de Rolling Stone, que publicó un retrato de Eric Clapton de su autoría.
Un Beatle rendido a sus pies
Linda había visto a The Beatles en vivo en su primer concierto en el Shea Stadium en 1965 y cubrió el show que dieron allí al año siguiente, en lo que fue la última gira de la historia de los Fab Four. Sin embargo, no conoció a ninguno de los cuatro hasta 1967, cuando viajó a Londres para obtener las fotos que le habían encargado para un libro del periodista musical J. Marks titulado Rock and other four letter words. Le dieron un adelanto de tan solo mil dólares que lo gastó en el pasaje.
En la capital inglesa se encontró con los miembros de The Animals, con quienes había trabado amistad luego de la sesión de fotos, y fue a un club nocturno llamado Bag O’Nails para ver a una banda conocida como Georgie Fame and the Blue Flames. Allí estaba Paul McCartney, que la invitó a sumarse a su grupo para ir a otro club. “Si ella me decía que no, probablemente no hubiera terminado casándome con ella”, admitió Macca en Anthology. La noche terminó en la casa del músico, que llevó a su séquito a ver su colección de obras del pintor surrealista René Magritte.
Para aprovechar al máximo su estadía en Inglaterra, Linda Eastman se dio cuenta de que debía sumar a su portfolio a The Beatles. Danny Fields cuenta en su libro que él fue quien le presentó a Brian Epstein, que había quedado impresionado por las fotos a The Rolling Stones en el yate, en especial la de Brian Jones levantando la entrepierna, que había sido toda una sensación. El manager le dio el teléfono de Peter Brown, su asistente personal, para que se pusiera en contacto con él cuando fuera a Londres para fijar una reunión. Al final, fue Brown quien la recibió y también quedó maravillado por su trabajo. Según develó él mismo en el libro que escribió sobre la banda en coautoría con el periodista Steven Gaines (The love you make: an insider’s story of The Beatles, Macmillan, 1983), ella le regaló una foto de los Stones que le había gustado y él a cambio la incluyó en la selecta lista de fotógrafos que pudieron asistir a la fiesta de lanzamiento de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band en la casa de Epstein. Como siempre, Linda hechizó a sus fotografiados y logró capturarlos en poses relajadas, informales y espontáneas. Por supuesto, Paul la reconoció y ella aprovechó para pasar más tiempo con él.
Casi un año más tarde, el bajista viajó a Nueva York para el lanzamiento de Apple Corps y otra vez Linda estaba allí para cubrir la conferencia de prensa. Ambos pudieron charlar unos minutos y cuando Paul se tuvo que ir le pidió su número de teléfono. El Beatle, con la agenda totalmente ocupada, quería verla, por lo que le propuso que lo acompañara en su limusina al aeropuerto, aunque sea para disfrutar un par de horas de su compañía.
Un mes después, volvió a los Estados Unidos para un evento de Capitol Records, el sello que fabricaba y distribuía los álbumes de The Beatles en Norteamérica. En esa ocasión su destino era Los Ángeles y McCartney le dejó un mensaje a Linda pidiéndole que vaya a verlo. En vez de confirmar la invitación, ella fue para allá directamente. Se presentó en el lujoso bungalow de Beverly Hills donde se alojaba, que por las noches se llenaba de mujeres que deseaban estar con él. Cuando la vio a Linda, canceló todos sus compromisos para quedarse con ella. Tras pasar su primera noche juntos, la pareja permaneció recluida casi todo el día y, en las últimas horas de la tarde, Paul decidió compartir un momento con los fanáticos que estaban en el lugar. Con el torso desnudo, salió con la guitarra, se sentó en las escalinatas del bungaló y tocó “Blackbird”, hasta ese momento inédita, ya que sería registrada en el estudio pocas semanas después. Según escribió Tony Bramwell, vicepresidente de Apple Films, en Magical Mystery Tours: My Life with the Beatles (St. Martin’s Griffin, 2005), ése fue el momento en el que Linda y Paul se enamoraron.
A partir de entonces, entre viajes a Londres y Nueva York, su relación empezó a ser cada vez más seria. Macca terminó su noviazgo con la actriz Jane Asher, con quien se había comprometido, y tras una breve historia con una empleada de Apple, le propuso a Linda que se quedara con él. En octubre de 1968, ella y su hija Heather se mudaron definitivamente a su casa en el Reino Unido.
El 12 de marzo de 1969 se casaron y Paul adoptó a Heather de manera formal. Luego tuvieron tres hijos: Mary, Stella y James. Como señala Philip Norman en Paul McCartney: La biografía (Malpaso, 2017): “Su matrimonio con Linda, que en su momento se consideró un error catastrófico, se convirtió en el más feliz y duradero del pop. A pesar de la inmensidad de su fama y su riqueza, la pareja consiguió mantener una vida familiar relativamente normal”. A lo largo de los años, todos sus allegados coincidieron en que ambos estaban hechos el uno para el otro.
“Quizás estoy sorprendido por la manera en la que me ayudás a cantar mi canción”---
Durante la etapa final de The Beatles, y en especial a partir de que John Lennon anunció a sus compañeros que quería abandonar el grupo, Paul quedó sumido en una profunda depresión. El cuarteto estaba asediado por conflictos internos relativos al manejo de Apple y sus finanzas. De hecho, la primera gran diferencia irreconciliable entre Paul y los demás era que éste quería que los manejaran Lee y John Eastman –su suegro y su cuñado-, mientras que los otros optaron por Allen Klein. Cualquier conflicto de ese tipo podría haber tenido solución, pero la partida de Lennon significaba que la banda había llegado a su fin.
En medio de la crisis, Macca se recluyó con su familia en su granja escocesa y encontró consuelo en el alcohol. Fue Linda quien logró convencerlo de que había vida más allá de The Beatles y lo alentó a escribir nuevas canciones. Así surgió su primer álbum solista, McCartney, grabado en parte en su casa y con él tocando todos los instrumentos, con apenas la asistencia de su esposa en coros. A ella están dedicadas las canciones de amor de ese LP, como la simpática oda de cuarenta y cuatro segundos The Lovely Linda –una grabación casera que hizo como prueba pero que encontró su lugar en el disco-, y la balada Maybe I’m amazed, donde le dice a su mujer: “quizás seas la única mujer que puede ayudarme” y “Quizás estoy sorprendido por la manera en la que estás conmigo todo el tiempo”.
Para su segundo trabajo, Ram (1971), Paul llamó a otros músicos, le dio más participación a Linda, tanto en las voces como en la composición, y acreditó el álbum a nombre de los dos. El ahora ex Beatle luego decidió formar una nueva banda que incluyera a su compañera. Además de las voces, ella se encargaría del teclado, instrumento que el propio McCartney le enseñó a tocar. Así nació Wings, un proyecto que duró una década, editó siete álbumes y cosechó innumerables éxitos, como Band on the run, Live and let die y Junior’s farm.
Para Linda fue todo un aprendizaje incorporarse al mundo de Paul. Dejó de lado su carrera como fotógrafa profesional –aunque se siguió ocupando de las fotos de sus proyectos musicales y retratando la vida familiar y de gira-, para integrar uno de los grupos de rock más populares de los ‘70. Con el tiempo, su talento musical fue mejorando, pero al principio nadie confiaba en sus aptitudes. ATV, la empresa que había adquirido los derechos de las composiciones de John y de Paul, tanto con The Beatles como por separado, demandó al autor de Hey Jude porque alegaba que el hecho de darle coautoría a su esposa en sus nuevas canciones era una estrategia para sustraerles parte de sus ganancias. El argumento era que, según ellos, Linda no era compositora y, por lo tanto, era probable que su marido solo pusiera su nombre para cobrar más regalías. Paul, para demostrar que estaban equivocados, la incentivó a que escribiera una canción por su cuenta. El resultado fue Seaside woman, un reggae que grabó con Wings y que fue editado como simple bajo el seudónimo de Suzy and the Red Stripes. En 1980, el dibujante argentino Oscar Grillo hizo un corto animado de la canción que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
A lo largo de los años, tanto con Wings como en solitario, registró algunas canciones que fueron compiladas de forma póstuma en el álbum Wide Prairie en 1998. Fue una especie de reivindicación tras años de ser vista con desdén por parte de la crítica, a quien le dedicó lo que terminó siendo su última grabación, The light comes from within, donde sin pelos en la lengua canta: “Decís que soy holgazana, decís que soy pajuerana, vos sos un maldito don nadie, estúpido cabrón”.
El vegetarianismo como forma de vida
Como fervientes amantes de la naturaleza, los McCartney se fueron acercando cada vez más al vegetarianismo. La vida que por momentos llevaban en la granja que tenían en Escocia los llevó en esa dirección. En una entrevista con The Guardian en 2007, Paul recordó cómo tomaron la decisión: “Estábamos almorzando y por la ventana podíamos ver a los corderitos corriendo por el campo pasándola realmente bien. Cuando miramos nuestros platos, nos dimos cuenta de que estábamos comiendo pata de cordero. Linda y yo nos miramos y decidimos dejar de comer carne”.
Otra de las pasiones de la tecladista de Wings era cocinar. Era una gran cocinera y elaboró muchas recetas de comida vegetariana que plasmó en diferentes libros que fueron best sellers. Linda McCartney’s Home Cooking, publicado en 1989, es considerado un clásico de la cocina veggie. En 1991 fundó Linda McCartney Foods, su propia línea de productos congelados de consumo masivo destinados a quienes no comían carne. La empresa rápidamente se expandió a muchos países y se convirtió en un gigante de la industria alimenticia gracias a que logró desarrollar salchichas, hamburguesas y otros comestibles con ingredientes sustitutos de la carne. Tras años de vivir bajo la sombra de Paul, Linda se convirtió en una exitosa empresaria con nombre propio.
Promover el vegetarianismo fue una de las formas que encontró para luchar por los derechos de los animales, pero también fue una activista que destinó mucho dinero a salvarlos y la cara visible de innumerables campañas para evitar el maltrato animal y su uso en experimentos. Una forma que ella y Macca encontraron para promover su forma de alimentación fue aparecer en The Simpsons. Prestaron su voz para el capítulo en el que Lisa deja de comer carne poniendo como condición que el personaje mantuviera el hábito a lo largo de toda la serie, algo que los guionistas respetan hasta hoy.
Un legado infinito
En 1995 a Linda le diagnosticaron cáncer de mama. El tumor fue detectado tardíamente, por lo que los tratamientos no tuvieron el efecto esperado y, tras una larga lucha, el 17 de abril de 1998 falleció. Tenía 56 años y estaba acompañada de su marido y sus cuatro hijos en el rancho de la familia en Tucson, su lugar en el mundo. Paul confesó que nunca le contó el tiempo que le quedaba para que no bajara los brazos. De hecho, estuvo activa hasta el final disfrutando de lo que más le gustaba, que era andar a caballo por el paisaje desértico de Arizona. “Estás en tu hermoso corcel Appaloosa. Es un bonito día de primavera. Cabalgamos a través del bosque. Las campanillas están abiertas y el cielo es azul claro”, fueron las últimas palabras que escuchó de su marido antes de partir. Veinticinco años antes, los dos habían sellado su devoción eterna en la canción My love: “Cuando me vaya, mi corazón se quedará con mi amor”.
Linda Eastman fue mucho más que la esposa de un Beatle. Convirtió su hobby por la fotografía en una carrera prominente y logró llegar a los músicos más importantes de la historia para capturar sus mejores imágenes. Conquistó el corazón de Paul McCartney que, además de dedicarle todas sus “tontas canciones de amor” –de Two of us en adelante-, la sumó a un exitoso proyecto musical que duró diez años. De la noche a la mañana, Linda pasó de fotógrafa a ser fotografiada como las estrellas de rock que solía frecuentar (aunque para la tapa de Rolling Stone que compartió con Paul la foto la tomó ella misma y se convirtió en la primera persona en autofotografiarse para la portada de la revista). Cualquiera se hubiera dormido en esos laureles, que no eran para nada desdeñables, pero ella volvió a transformar su pasión en emprendimiento y, para difundir el vegetarianismo, escribió libros de cocina y fundó una empresa de productos alimenticios. Mientras John y Yoko luchaban por la paz, ella y Paul hacían lo suyo por los derechos de los animales.
A pesar de su bajo perfil, su legado sigue en pie. A 80 años de su nacimiento, sus fotos son revisitadas constantemente en publicaciones y exhibiciones alrededor del mundo, sus recetas las produce en masa una corporación multinacional y, sobre todo, la música que hizo con Wings vive eternamente.
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