Cómo se construye un lector: Graciela Bialet

Escritores, editores, mediadores de lectura y expertos en literatura responden preguntas acerca de un tema clave para la formación y la felicidad de los más chicos

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Graciela Bialet, docente, escritora, formadora
Graciela Bialet, docente, escritora, formadora y mediadora (Foto: Gentileza de Graciela Bialet)

Hay un poema, “Los imprescindibles”, que se le adjudica a Bertolt Brecht y que condensa en él la calidad de los compromisos asumidos. Graciela Bialet estaría alcanzada por esa definición. Se compromete, y se ha comprometido, en todos sus roles.

Se formó como profesora de Enseñanza Primaria, estudió Comunicación Social y la licenciatura en Educación; además es Máster en Promoción de la Lectura y Literatura Infantil. Integró desde sus inicios la Comisión de Programación de la Feria del Libro de Córdoba, y fue parte de la organización de las Jornadas de Educación y para estudiantes de todos los niveles escolares con modelos lectores e intercambios autor-lector, desde 1985.

Ejerció la docencia en nivel primario y en el terciario en la Maestría en Literatura Infantil del Instituto Superior Simón Bolívar; y coordinó talleres literarios para niños .

Su pasión por los libros y la lectura la condujeron por dos caminos: por un lado, a participar de planes y programas de promoción lectora, y, por otro, al de la escritura para niños y jóvenes. El programa Volver a leer –que creó y coordinó entre 1993 y 2007–, destinado a las escuelas de todos los niveles del Ministerio de Educación de la provincia de Córdoba, recibió en 2005 el reconocimiento internacional por la Organización de Estados Iberoamericanos y la CERLARC, y en 2007, el Premio Pregonero Institucional, de la Fundación El Libro de Buenos Aires.

"Si tu signo es cáncer"
"Si tu signo es cáncer" (Norma Argentina, 2004), reconocido con el premio Destacado ALIJA 2004; (Norma México, 2005), reconocido con el Favorito A leer IBBY México, 2008

Cuenta con más de cincuenta obras publicadas, entre libros de su autoría, participaciones en antologías y en publicaciones especializadas. Ha recibido varias distinciones: por textos pedagógicos, por su obra literaria y por la labor en promoción lectora.

—Habiendo sido maestra y dedicándose ahora a otros aspectos de la lectura y la literatura, ¿cuál cree que es o debería ser el rol de los docentes en la mediación de la lectura?

—La docencia es una profesión de lectores, y la alfabetización (en el amplio sentido cultural), su razón social y laboral. Por lo tanto, el trabajo del docente es precisamente dar de leer, formar lectores, estimular la apetencia por leer. Un docente que no lee, que no le gusta leer y, por ende, no da de leer con entusiasmo (que es el modo de alentar a ser lectores), se ha equivocado de profesión.

Imaginemos: ¿Qué tal si a un cirujano no le gustara ver sangre? Un herido llega a la sala de emergencias y el médico le dice: “Ay… disculpe, pero no me gusta ver sangre…”. El herido está herido y ha concurrido a un hospital... ¿Quién es el que está fuera de esta foto? No sería descabellado decir que ese doctor se equivocó de profesión.

La mejor estrategia docente es leer en voz alta, todos los días, buenos textos. Con pasión y con ternura, sabiendo que dar de leer es el acto cultural más significativo para la mente, la imaginación y la inteligencia emocional humana.

Preguntar por la idea principal o las secundarias no suelen ser estrategias factibles para la puesta en común posterior a la lectura, sobre todo si es literaria, porque cada lector carga el texto con sus propias imágenes, sus prioridades, sus ideas del mundo, sus emociones, sus gustos. Por ello siempre es mejor cotejar opiniones, compartir versiones, sin imponer modos unívocos de análisis. Cada lector es, como el propio texto leído, un universo con sus millones de constelaciones en movimiento.

"Rap de gato multicolor" (Norma)
"Rap de gato multicolor" (Norma)

—Y siendo escritora, este bagaje de lecturas, experiencias y conocimientos, ¿la interpela a la hora de escribir para niños y jóvenes?

—Sí. En mis libros siempre aparece lo que he leído y lo que he vivido. Y es que las experiencias y lo que aprendemos van grabando, como con pintura o con una gubia, cada capa de nuestra existencia, cual mamushkas, esas muñecas rusas que se encastran una adentro de la otra. Una no abandona nunca la infancia, ni la adolescencia, ni la juventud ni el paso a la adultez. Va acumulando capa sobre capa, junto con los kilos que va adquiriendo. Y entonces cuando yo escribo, lo hago a la niña que aún quiere escuchar ese cuento, o la novela que la joven Graciela esperaba. Y en ese diálogo, ensimismado y también polifónico, aparecen todas las otras infancias y juventudes que me confrontan y con las que convivo, en contexto y espacio, en mi tiempo de vida.

—¿Cómo se construye la identidad lectora? ¿Un simple libro podría activar o estimular las ganas de acercarse o de interesarse por la lectura?

—Por lo general, quienes son lectores refieren a sus primeras experiencias lectoras como tiernos encuentros estimulados por padres, abuelos e incluso docentes a quienes veían leer con pasión, revisar bibliotecas y/o visitar librerías. Pero están también quienes el encuentro con un texto que le leyó un enamorado o una preceptora en tiempo libre de clase les llevó a apetecer más lecturas. Una portada, un título pueden ser cautivantes detonadores.

Comentar y opinar voluntariamente y de modo no coercitivo sobre las experiencias de lecturas puede formar parte de la actividad de repensar entre lo que antes se creía y ahora se adopta como nueva versión de la realidad explorada o sentida. Cómo guiar estos espacios de reflexión donde todos participen libremente es el desafío del docente mediador.

Una verdad inevitable: Una buena lectura lleva siempre a otra lectura.

—Participó de diferentes instancias de planes de lecturas, ¿cuál creé que es el rol que cumple del Estado en la promoción de la lectura? ¿Por qué? ¿Hasta dónde llega, o debería, su injerencia?

—En Francia, hasta antes de la globalización neoliberal, hubo un Ministerio de Lectura Pública… imaginate… como si hablaran de ¡salud pública! Y es que la lectura es así de importante.

Cuando comparamos los pueblos que leen con los que no lo hacen, se puede verificar que el desmejoramiento de los comportamientos lectores de la población tiene un correlato proyectivo con las utopías pedagógicas vigentes en una determinada época y su correspondencia en los diseños curriculares para la enseñanza de la lectura en la escuela. Yo he escrito bastante sobre este tema en el libro Prohibido leer de Aique.

Prohibido leer: Reflexiones en torno
Prohibido leer: Reflexiones en torno a la lectura, literatura y aculturación (Aique, 2018)

En nuestro país, hubo tres leyes de educación fijando contenidos desde su consolidación como Nación Argentina (y otras cuatro leyes de corte administrativo). En la Ley 1420, la primera, la palabra lectura aparece dos veces; la palabra libros, siete; y la palabra bibliotecas, diez. Cien años después, estas palabras no formaron parte del texto de la lamentable Ley Federal de Educación de 1993. Solo en su cap. 3, inciso d) se planteaba propiciar el “dominio instrumental” de la “comunicación verbal y escrita”… Se suponía que ahí estaría involucrada la lectura. En 2006 se sanciona la Ley de Educación Nacional (la 26.206). En esta, reaparecen las palabras buscadas: lectura, dos veces; libros, una; bibliotecas, dos y surge en cinco ocasiones el concepto de nuevos modos digitales de lectura. Pero en su artículo 91 explicita: “El Ministerio de Educación, en acuerdo con el Consejo Federal, fortalecerá las bibliotecas escolares existentes y asegurará su creación y adecuado funcionamiento en aquellos establecimientos que carezcan de las mismas. Asimismo, implementará planes y programas permanentes de promoción del libro y la lectura”.

Yo creo que el Estado debe ser beneficioso (o benefactor) con su pueblo, para entonces, garantizar que todos tengan acceso al derecho a la lectura, que es el derecho legítimo al conocimiento, es una tarea indelegable. Para muchas infancias la escuela es EL espacio de lo público donde hacerse ciudadano y aprender con pares y adultos significativos; también el lugar donde comer, el espacio donde desarrollar empatía social y comunitaria. La escuela es el único lugar para acceder a la lectura para millones de niños. Es como, como decía antes, una cuestión de vida plena, de salud para la inteligencia y las emociones. El Estado debe ser, a través de los planes de lecturas, las bibliotecas y docentes, quien garantice este derecho a la vida plena. La lectura es un bien cultural esencial.

—¿Cree que es necesario que se amplíe a la escritura, también?

—Sí, claro.

Pero hoy, aunque distinto, se lee y se escribe más. Antes de las pantallas, escribíamos solamente en la primaria y en la secundaria. ¿Quiénes? Los que estábamos escolarizados, claro; pero en la vida cotidiana, ¿cuántas veces escribíamos? Pocas.

Hoy, en cambio, todo el mundo escribe en sus teléfonos. Hay mucha gente, semianalfabeta incluso, que escribe precariamente, con algunas letras, emoticones, de una forma particular, pero está escribiendo en celulares y en redes, por ejemplo. Y escribe para que alguien, un destinatario lo lea. Por eso, es preciso observar que necesitamos una nueva manera de entender este proceso de leer y escribir. Sobre todo en la escuela.

"Los sapos de la memoria"
"Los sapos de la memoria" (CB ediciones, 1996) Lleva más de 25 reimpresiones hasta la fecha

—¿Se acuerda de su primer recuerdo con libros?

—Mi abuelo Issa, palestino, cada sábado cuando yo lo visitaba, sabia y regularmente, luego de narrarme alguna maravillosa historia de Las mil y una noches (leía de un minilibro escrito de atrás para adelante en árabe, que muchos años después supe que era un capítulo del Corán), me llevaba a su escritorio, nos parábamos frente a su biblioteca y mientras me prestaba un libro como quien presta lo más preciado, se ocupaba insidiosamente de mostrarme cuáles eran los libros “prohibidos”, los que yo NO debía leer, bajo ningún pretexto, porque era pequeña, porque relataban escenas que yo no comprendería aún, porque eran para mayores… “Para mayores”, pensaba yo mordida por la serpiente de la curiosidad. Me daba una golosina, que yo devoraba mientras se iba a dormir su siesta, y esos malvados libros que continuaban ahí en el estante, en lo alto, cual manzanas, me llamaban. Así leí novelas como Un bolsillo lleno de vodka, de Archibald Joseph Cronin y Por quien doblan las campanas, de Ernest Hemingway, delinquiendo, robándole libros a mi abuelo. ¡Ese sí que era un buen tentador de lecturas!

—Siendo lectora, si tuviera que explicarle a alguien lo que es ser lector, ¿cómo lo haría?

—Leyendo, seguramente poesía. Por ejemplo, líneas de “El amenazado”, de Borges: Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. /Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera / y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. /El nombre de una mujer me delata./ Me duele una mujer en todo el cuerpo.

O me viene a la cabeza “El silencio”, de Glauce Baldovin: El silencio es la violencia. / Pero más violencia es mezclar las palabras / confundirlas / trastocarlas / para que el silencio se vuelva error / y creamos que la paloma se transformará en dragón /y que aquel que se alimentó con nuestra sangre es el cordero.

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