Eduardo Costantini: “El coleccionismo es una adicción”

El fundador y presidente honorario del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, que hoy cumple 20 años, dialogó con Infobae Cultura sobre la historia y el futuro del espacio porteño, como de su pasión por el arte

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Eduardo Costantini y "Abopurú", de
Eduardo Costantini y "Abopurú", de Tarsila do Amaral, la joya del museo

Todo comenzó por un helado. El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) cumple hoy 20 años, pero detrás de todas las grandes muestras y las obras icónicas de artistas de la región, hay un simple alimento que una tarde se le antojó a Eduardo Costantini -fundador y hoy presidente honorario- que lo llevó, por esas cosas del destino, a cruzarse con la primera obra que lo emocionó, “un retrato de Berni”, recordó en este diálogo con Infobae Cultura, en el que además recorrió cómo el espacio está realizando su camino para independizarse “de la familia fundadora”, las muestras que sueña y cuáles son las claves del espacio para el futuro, entre otros temas.

El despacho es austero, minimalista en un punto si no fuera por las fotografías, las carpetas de trabajo y los libros de Xul Solar o Tarsila do Amaral que descansan sobre la coffee table en torno a la cual se produce el encuentro. Detrás de su escritorio, solo un Clorindo Testa se apodera de las paredes, monocromático, presente pero casi invisible, Costantini toma la publicación de Terapia, la exhibición temporaria que ha dejado su lugar Rafael Barradas. Hombre flecha, con la que el museo celebra sus dos décadas.

Y todo por un helado, que devino en una pasión de coleccionista y que con el tiempo formó el acervo fundacional con el que en 2001 el museo abrió sus puertas. Autorretrato con chango y loro, de Frida Kahlo; Manifestación, de Antonio Berni, Retrato de Ramón Gómez de la Serna, de Diego Rivera, El viudo de Fernado Botero, e Ícono de Remedios Varo y tantos más: Emilio Pettoruti, Marta Minujin, Xul Solar, Joaquín Torres-García, Barradas, Wifredo Lam, Roberto Matta, María Martins, Cándido Portinari, Di Cavalcanti. Y las firmas siguen.

“Yo tenía veintipocos años, recién empezaba a trabajar, e iba a una heladería a cuatro cuadras de mi casa. Habían puesto una galería de arte enfrente. Entonces vi una obra de Berni en la vidriera, que era el retrato de un muchacho y me emocionó. Y entonces entré a la galería. No me alcanzaba la plata para comprarme ese Berni y una señora divina, que no recuerdo el nombre, me vendió dos obras en cuotas que eran de (Lepoldo) Presas y (Luis) Barragán. Y entonces así compré mis dos primeras obras, a través de la emoción espontánea. Seguramente me cruzaría con el arte de otra manera, pero en mi familia nadie coleccionaba, y ese día se despertó esa emoción que estaba dentro mío y nunca se detuvo”, relató.

El Malba
El Malba

Antes del surgimiento del Malba en la escena, Costantini, asesorado por su amigo coleccionista y también empresario Ricardo Esteves, comenzó a afinar el ojo para moverse en el océano del coleccionismo, porque “un Picasso del 20 no es lo mismo que uno del ‘70”, aunque su acervo personal, que consta de alrededor de 500 obras más allá de las que donó al museo, está compuesto por artistas de la región.

Así, su colección personal para los ‘90 ya era reconocida internacionalmente, con préstamos y exhibiciones tanto en el país como más allá del Río de la Plata y del Atlántico. Para mitad de la década, se creó la Fundación Costantini y el premio que se presentó durante 4 años en el Bellas Artes. Para el ‘97, con la compra del terreno en Figueroa Alcorta y San Martín de Tours, se anunció la construcción del espacio.

En ese sentido, la aparición del terreno, dio un vuelco en la mirada del filántropo con respecto a su propia colección: “Lo que me invitó a mí a decidirme a hacer un museo es la aparición de un terreno, porque ya existía la colección permanente. La fortaleza del Malba se centra en cinco puntos: la localización; el proyecto arquitectónico, con la definición del uso de los espacios dentro de de la caja y de su diseño, y la colección permanente, que en ese momento ya era una colección considerada y respetada a nivel internacional, con piezas sobre todo del periodo moderno. También fue fundamental haber tenido, durante todo estos años, un equipo profesional y por último, la quinta fortaleza es haber tenido una financiación constante independientemente de los avatares económicos de nuestro país”.

La colección fundacional tiene historias de todo tipo. Manifestación de Berni la adquirió de su hijo, Autorretrato con chango y loro de Frida en un remate en el que también había una obra de Diego Rivera, Baile de Tehuantepec que, paradójicamente, se volvió a cruzar en su camino décadas después.

Junto a Jeff Koons en
Junto a Jeff Koons en la inauguración de su Ballerina en la explanada, en 2016

“De hecho, la obra más importante que compré a posteriori de nacimiento del Malba fue Baile de Tehuantepec. Me llamó la misma persona que estaba en la sala cuando yo compré el Frida. Yo había construido una liquidez, y me llamó y me mató. Fui el primero al que llamó de su lista y no la dejé pasar ni loco, porque esa obra no aparece nunca más. Cuando aparecen esas obras superlativas, yo estoy, o sea por ahí la pierdo digamos, pero estoy totalmente dispuesto a comprarla”.

Cuando Costantini habla de su colección sus ojos se iluminan, un brillo refulge como arrancado de la niñez, caluroso y emotivo. No es un empresario, no es un coleccionista, es una persona fascinada por un mundo que ya conoce, pero que se le presenta nuevo cada vez.

El coleccionismo es una adicción que está incorporada. El coleccionista, siempre busca, mira, compra, es parte de su vida. En mi caso a veces un poco más intenso, menos intenso, pero yo nunca he dejado de mirar arte y de adquirir. Nunca he parado. Doné la colección para el nacimiento del Malba, pero luego he seguido comprando. En este momento mi colección tiene más de 500 obras. Muchas de las cuales están en préstamos al Malba o eventualmente me las pide de acuerdo a su programa curatorial.

- ¿Su coleccioón es solo latinoamericana o se ha permitido darse otros gustos más allá de la región?

- Mi colección es arte latinoamericano, pero me he permitido comprar algunas obras, ahora ya no. He comprado algunas obras internacionales, no significativas, no importantes. La obra más importante que compré fue un Twombly y lo vendí para comprar más arte latinoamericano. Y después tengo una obra de Robert Indiana, un artista pop de los ‘60 de la costa oeste, que es el LOVE: una escultura de dos por dos metros que tengo en mi departamento, y que amo, amo. Pero ya no, yo compro arte de Latinoamérica, esos fueron como permisos que me he dado y que no me doy más porque mi presupuesto está enfocado en seguir fortificando esa colección.

- Imagino que no todas han podido ser victorias, ¿hay alguna obra o algún artista que por alguna razón no pudo comprar en ese momento y hoy todavía lamente?

-Bueno, un Leonora Carrington que dejé pasar. La base eran USD 200.000 y por ahí iban por 600.000 y yo la dejé y era un Carrington fundamental. Pude haber comprado algún otro Frida que me arrepiento, no era el que más me gustaba, pero estaba bien. Un Frida recostada con las raíces en la tierra, y después han habido varias obras capitales que quise comprar y que el propietario no me vendió. Por ejemplo de The Earth Is a Man, que es la obra más importante de Matta. No me lo quiso vender el señor y este americano me dijo que ya estaba donado para el Art Institute of Chicago y la obra está ahí. Cuando aparecen estas obras capitales para mí es un hecho muy relevante, es la prioridad número uno de todas mis actividades, me conmueve.

Frida, Matta y Tarsila: tres
Frida, Matta y Tarsila: tres obras que no pudo conseguir

Después también quise comprar Antropofagia de Tarsila a la esposa de Nemirovsky y también me dijo que no la vendía y que esa iba para la Pinacoteca de San Pablo y efectivamente está ahí. Quise comprar Samba a un gran coleccionista brasileño y me dijo ‘no, esto va para mi hija’. Él ahora falleció hace unos pocos años y se incendió su departamento de Río y se destruyó esa y otras obras. De las que tenía sí pude comprar dos, la pintura Urso de Vicente do Rego Monteiro y la escultura Tocadora de banjo, de Victor Brecheret, una belleza de mármol.

Adquiridas el año pasado en una subasta de Sotheby’s, ambos artistas participaron de la Semana de Arte Moderno del 1922, un momento clave en la renovación del arte de Brasil, pero sin dudas la obra por antonomasia más importante del arte del país vecino que alguna vez pasó por sus manos es Abopurú, de Tarsila, que es hoy la joya del Malba.

Costantini también adquirió la pieza en una subasta. La pieza, a la que historiadora Andrea Giunta, integrante del Comité Científico Artístico del museo, consideró “la obra brasileña más importante del arte del siglo XX” y “la Mona Lisa del arte latinoamericano”, salió en 1995 por USD 1,4 millones y hoy su valor, acorde a los expertos, supera los USD 26 millones.

En aquella noche de puja en Christie’s, Costantini ofertó contra un grupo de brasileños que se habían reunido para quedarse con el cuadro. Para los Juegos Olímpicos de Río, la obra regresó a Brasil en un avión de la fuerza aérea a préstamo. Incluso, surgieron rumores de que habían ofrecido por ella una suma millonaria, aunque nunca estuvo a la venta.

-¿Qué muestra le gustaría que el Malba acoja?, ¿con qué sueña ver en estas paredes?

-Frida, sin dudas, raja la tierra. La gente muere por su historia, fue una artista que no solamente su vida personal es dramática, sino que su biografía la hace a través de la pintura y eso es único. Sus autorretratos, todo, ya de por sí tienen un sello, una creatividad enorme. Además de ser un artista técnicamente excelente, el carisma que pone en la tela, no es una cosa mecánica y a su vez cuenta la historia de ella con el dramatismo que todos conocemos. Está todo a flor de piel y entonces la gente se engancha enormemente.

De internacionales hay miles. Nosotros también exhibimos arte internacional que dialoga bien con latinoamericano. Me gustaría de Lam, no sé si vendría a tanta gente, pero es un artista increíble, o Matta, que también es un súper gran artista. Hemos hecho después de más de 18 años una muy buena muestra de arte mexicano. No habíamos podido entrar a México y lo logramos gracias a un encuentro institucional con el Bellas Artes de allí. También una de Diego Rivera solo traería mucha gente. También hacer una de Van Gogh, de Picasso o de Cezanne, rompería todo, hay muchísimos....

Junto a "Urso" (El oso),
Junto a "Urso" (El oso), de Vicente do Rego Monteiro, una de sus últimas adquisiciones personales

- ¿Tiene algún artista favorito argentino?

- Berni, que es para mi el primer artista argentino. El surrealismo social en Berni. Tiene un cuerpo de obra increíble en la década del 30, pero también en el 60. Esa vigencia es muy difícil de encontrar, como también tiene Picasso, que tiene desde principios de siglo hasta el 40 obras muy buenas. Son por lo menos casi 50 años de vigencia, después siguió vendiendo, pero no es lo mismo un Picasso del ‘20 que uno del ‘70. Pero Berni tiene el realismo social del ‘30, influenciado por el muralismo como en Manifestación, también el surrealismo del ‘30, con obras tal vez un poco menos conocidas, pero muy buena. Acá está La gran tentación o cuando él crea este personaje de Juanito y Ramona, Juanito va a la ciudad, El mundo prometido a Juanito Laguna, son obras de un nivel enorme y después tiene obras intermedias que también están bien. Y aparte él es una persona que capta la necesidad y la realidad de la Argentina, la materialidad de sus obras, que salía a recorrer y traía los materiales de los barrios populares, las villas. Entonces yo diría que sí, que Berni es mi elección. Y después Xul Solar, Pettorutti, León Ferrari, De la Vega me parece muy importante.

-Volviendo al Malba, ¿de qué se siente orgulloso en estos 20 años?

- De que fuimos muy bien acogidos inmediatamente por el público, o sea, en eso estamos más que agradecidos. El Malba se insertó en la vida artística, en el circuito artístico museológico de la ciudad y también en el exterior. Una cosa sumamente emocionante es como el público se ha apropiado del Malba, como nos incorporamos inmediatamente, nos aceptaron. Te emociona cuando se da una muestra que llega a la gente y que permea en otros círculos; o sea, es como una gota, una piedra arrojada al agua que se va expandiendo en círculos concéntricos, más allá del blockbuster que sale en los diarios, en las noticias, que moviliza a la gente. Eso es muy emocionante. O por ahí hacés una muestra de Berni y le llegás a la sociedad a partir de la enorme crisis social que tenemos. O por ahí camuflás la cúpula del Obelisco con Erlich, todas esas cosas son muy emocionantes. A veces cuando hay tanta gente es como que te sobrepasa, ¿no?, pero sobre todo lo que más me gusta es ir enhebrando, cumpliendo una estrategia, que el proyecto vaya creciendo a través del tiempo. Es como las obras. La buena obra, como un buen vino, es favorecida por el tiempo. La obra que no es capolavoro, se cae.

El desafío es que el Malba crezca, y hay que mantenerse atento todos los días, no podés dormirte en los laureles, y cada cosa tiene que cumplir con su requerimiento porque la colección tiene que ser creciendo y con obra buena. El Malba se tiene que aggiornar al Malba virtual, a la nueva economía, a las nuevas costumbres, a los cambios generacionales y sociales que se están dando, que son vertiginosos. Entonces, ¿cómo te adecuas eso no? Y son siempre nuevos desafíos que tienen que mantener viva, latente, a la institución. Yo miro más hacia adelante que hacia atrás.

- ¿Y cómo se mira hacia adelante en una época de cambios constantes?, ¿cómo se rompe con esa imagen del museo como un lugar estático?

-Los museos se han popularizado mucho más. Nos hemos popularizado mucho más como un lugar de culto, de espiritualidad, de emoción. Yo creo que lo virtual va a seguir creciendo enormemente, pero va a convivir con la presencialidad. Los seres humanos somos personas sociales y creo que eso lo tenés que solucionar con el contenido.

Si ofrecés un buen contenido la gente se siente atraída, no siempre lográs el mejor contenido, no podés aspirar siempre a tener un blockbuster. Eso es algo que rompa con todo con todo, no, pero entonces ahí tenemos el Comité de Programación, donde tenés el costo de la obra, tenés la calidad de la hora y después tenés cómo pensás que el público va a reaccionar a la obra. Por ahí pensás que va a ser un blockbuster, pero por ahí sale tan caro o tenés imposibilidad físicas. Si nosotros hiciéramos una exhibición de Frida tendríamos 10 cuadras de cola, no habría forma de satisfacer a todos. Pero bueno, el tema de Frida es que no te prestan las obras, además del costo, pero sobre todo la disponibilidad de las obras. Ella tiene muy poca producción. Bueno, si se puede hacer una muestra de Picasso, también.

Cuando se hizo la muestra de Tarsila do Amaral en el MASP, que tiene 100 años, rompió el récord histórico de público porque Tarsila en Brasil es la artista más icónica y Abapuru fue la pieza central de la exhibición. Entonces hay que trabajar sobre los contenidos, la gente también le gusta la obra interactiva o la obra lúdica. Vos sabés a veces que la muestra es muy buena, pero que no vas a hacer un blockbuster. Por ejemplo, con Erlich, la gente se re enganchó y tuvo un público al máximo porque bueno, porque tiene ese efecto mágico de sus obras, los trucos que hace, pero bueno hay que hacer siempre una combinación. Ahora estamos haciendo una de Barradas, que es un artista que merece tener una muestra, que tiene muchísima calidad. Creo que el público la va a recibir bien, pero no va a ser (Yayoi) Kusama (Ndr: fue la segunda muestra más visitada de la historia con 216.000 personas, detrás de ‘Liminal’ de Erlich, que superó los 140 mil).

- Comentaba antes cuáles eran las cinco fortalezas del Malba, ¿cuál considera que es la debilidad?

-La debilidad fundacional del Malba es no haber sido en su origen un proyecto plural, de muchas familias, sino solamente de una familia fundadora. Y bueno durante estos 20 años fuimos y vamos y estamos construyendo institucionalidad.

-En ese sentido, usted expresó su deseo de que el museo se convirtiera en un espacio público. En este tiempo se han visto esos cambios de despersonalizar el museo, como pasar de ser Fundación Costantini a Fundación Malba, por nombrar uno, o el último, el año pasado, cuando se nombró a Teresa Bulgheroni como presidente y ud. pasó a ser presidente honorario, ¿cómo sigue ese camino?

- Yo empleo el término museo público porque estoy traduciendo del inglés, como que una public foundation, que se sostiene con el aporte de múltiples familias y tiene un consejo que a través de las décadas va rotando y no hay una persona que tenga el control de la Fundación. Para mí, eso es público o sea que al MoMA se le llama public institution porque tiene esta estructura institucional que no es del Estado, lo administra el sector privado, pero tiene un sistema de administración y de consejo que va rotando a través de las décadas y donde participan cientos de familias. Y por ahí también empresas hacen donaciones, artistas, etcétera. Entonces yo visualizo a Malba siendo administrada con la responsabilidad del sector privado, pero multipersonal, plural totalmente, totalmente desprendido de la familia e incluso financieramente. El Malba va a tener un endowment, una donación importante de capital que le va a permitir subsistir durante por ahí 20 años, pero durante esos 20 años, va a necesitar independizarse financieramente, cuando esos fondos vayan disminuyendo a través del tiempo. Eso no es nada nuevo, ha ocurrido, por ejemplo con el con el Guggenheim, con la Whitney Collection y con muchos museos regionales. En ese sentido, desde hace varios años, vamos trazando un camino de la independencia de la familia fundadora, que al día de hoy la institución no logró independizarse financieramente, pero sí en el Consejo, en la presidencia, en el nombre.

- Teniendo en cuenta este punto que recién comentaba sobre proyección, ¿es Argentina un país donde se las puede alcanzar o es más complicado que en otros?

- Es más complicado claramente, por no decir es mucho más complicado, es un desafío por distintos motivos. Hay motivos culturales arraigados en la comunidad latina y en la comunidad argentina, específicamente. Hay motivos impositivos que son también importantes. Y después también hay una ideología donde tenés lo público y lo privado, donde en lo privado hay muchas actividades solidarias y hay instituciones, etcétera, pero no en la medida que hay en la cultura de los sajones. Acá el Estado tiene mayor presencia y el privado de alguna manera otorga esa presencia y no asume tanto una responsabilidad social. Acá, en la cultura latina, por ahí patrimonialmente el deseo natural es cumplir con la familia, digamos, o sea darle el dinero a tus hijos, a tus nietos o a tu esposa. En cambio en la cultura sajona también está la responsabilidad social; o sea, dar a las instituciones en vida y sucesoriamente. Eso está muy arraigado, está reconocido por la sociedad en su conjunto, incluyendo al Estado, y el Estado incentiva fiscalmente a una mayor inversión de familias en los proyectos sociales, llámese hospitales, centros de investigación, colegios, museos, etcétera. Tenés instituciones que decís wow, vas a Houston y tenés 400.000 personas trabajando en la salud y eso tiene toda una red de apoyo del sector privado impresionante. Universidades enteras que son todas privadas como Harvard, la más conocida, la más prestigiosa.

En cambio eso acá falta más, pero si vos vas trazando el camino… Yo estoy convencido que se va a llegar, que Malba va a llegar a ese punto, pero va a llevar más tiempo. Por eso ya está señalado desde hace años ese camino, estando el fundador vivo, yo mismo voy dejando lugar para que la sociedad, ese segmento de la sociedad que puede bancarlo al Malba va viendo hechos contundentes y entonces se va apropiando más, en el buen sentido, del Malba a través del tiempo. Entonces he recorrido un largo camino en ese sentido, para el bien del Malba.

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