En julio de 2019 un cartel sobre la fachada del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) captó la atención de los medios nacionales y, vale decirlo, de los distraídos. El letrero con el VENDE, donde se promocionaban también más de 600 obras de arte, fue el ápice de lo que luego sería Liminal, la muestra de Leandro Erlich que se convertiría en la más visitada de la joven historia del espacio, con más de 420 mil seguidores, con un promedio de 2,500 visitantes por día.
El Malba lo había hecho de nuevo. Con un golpe certero, un poco de ingenio y también bastante de humor, la intervención en el espació privado, con comunicación directa al público, ponía el foco de atención en el museo que luego se vio sustentada en la respuesta masiva de los visitantes.
Y decimos historia joven porque el Malba cumple mañana dos décadas desde que abrió sus puertas, poco si se tiene en cuenta a otros espacios culturales del país como el Nacional de Bellas Artes, que este año sopla 125 velitas, aunque contradiciendo al tango en eso de que ‘20 años no es nada’, mucho ha sucedido en el espacio cultural porteño desde entonces.
Solo con recordar lo acontecido en su explanada, el VENDE es solo parte de una extensa tradición en eso de lanzar mensajes desde el exterior para invitar a conocer el interior. El propio Erlich quizá posee el récord incuantificable de la pieza más vista, cuando en 2015 con La democracia del símbolo hizo desaparecer la punta del Obelisco, que se exhibió a su vez frente al museo, por donde también pasaron la Ballerina de Jeff Koons, como también sitios específicos de León Ferrari, Jesús Soto, Alicia Penalba, David Lamelas o Marta Minujin, entre muchos más, que incluso llegó a festejar en el Malba su boda con el arte en 2013.
Con un promedio anual de 500 mil visitantes al año (pre pandemia) y siendo el 35% turistas extranjeros, no existe guía turística internacional que recorra Buenos Aires que no incluya al Malba como un punto ineludible. Incluso, hace unos años, el New York Times lo consideró uno de los mejores espacios del continente.
El Malba cumple 20 años, pero en sus salas resguarda más de un siglo de historia regional, y también una vibrante propuesta de exhibiciones temporales con grandes hitos y un conjunto de actividades que van más allá de lo pictórico: con encuentros literarios, propuestas educativas y cinéfilas que escapa a las convenciones y tiene un público cautivo.
El embrión del museo comenzó a forjarse en los ‘70, cuando Eduardo F. Costantini, su fundador, inició su propia colección de arte que para los ‘90 era ya una de las más reconocidas de la región, a tal punto que tuvo exhibiciones propias en los museos nacionales de Bellas Artes de Buenos Aires y de Artes Visuales de Montevideo y muchas de sus piezas visitaron el Museu de Arte Moderna de São Paulo, el Museu de Arte Moderna de Río de Janeiro y la Fundación “La Caixa” en Madrid.
A mediados de esa década, se crearon la Fundación Costantini -con el objetivo de realizar obras de carácter cultural, educativo y formativo- y el premio que se presentó entre 1997 y 2000 en el Bellas Artes. En 1996, se anunció la compra de un terreno en Figueroa Alcorta y San Martín de Tours, por un costo de USD 3 millones. El sueño comenzaba a tomar forma.
“Lo que me invitó a mí a decidirme a hacer un museo es la aparición de un terreno, porque ya existía la colección permanente. La fortaleza del Malba se centra en cinco puntos: la localización; el proyecto arquitectónico, con la definición del uso de los espacios dentro de de la caja y de su diseño, y la colección permanente, que en ese momento ya era una colección considerada y respetada a nivel internacional, con piezas sobre todo del periodo moderno” explicó Eduardo Costantini a Infobae Cultura.
Y agregó: “También fue fundamental haber tenido, durante todo estos años, un equipo profesional y por último, una financiación constante independientemente de los avatares económicos de nuestro país”.
En ese sentido, la donación de la colección original, integrada por 223 obras, dio el corpus a la construcción del edificio. Fueron 430 propuestas de 45 países diferentes las que se presentaron tras la convocatoria realizada por la Unión Internacional de Arquitectos dentro de la Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires. Los ganadores fueron tres jóvenes arquitectos argentinos: Gastón Atelman, Martín Fourcade y Alfredo Tapia con su proyecto de estilo deconstructivista, en el que figuras poliédricas revestidas exteriormente con piedra caliza combinada con cristal se yuxtaponían.
La edificación no estuvo exenta de polémicas, cuando en 1999 se pidió a la Legislatura porteña sumarle una terraza techada que aumentaba la superficie. Entonces, un grupo de vecinos se opuso a la construcción del edificio porque no cumplía con la altura y superficie máximas admisibles, entre otras quejas como que afectaría el tránsito. Con el apoyo de la entonces Secretaría de Cultura y Comunicación de la Nación y el aval de la Legislatura, que aprobó dos excepciones al Código de Planeamiento Urbano, se pudieron finalizar las obras.
Así, el 21 de septiembre de 2001, 10 días después del 11-S y en medio de una de las peores crisis sociales, políticas y económicas del país, se inauguraba la organización sin fines de lucro, con el objetivo de preservar y difundir el patrimonio artístico de la región y fomentar el conocimiento y el pensamiento crítico de sus visitantes, donde además de convivir la colección permanente con muestras temporales también se articulan programas públicos de cine, literatura, educación, extensión cultural y publicaciones
La historiadora del arte e investigadora Andrea Giunta, miembro del Comité Científico Artístico, explica sobre la importancia del Malba en la escena global: “El lugar de Malba en el concierto internacional de museos es singular. Por un lado, porque aunque su colección no tiene la dimensión ni la antigüedad de colecciones de otros museos se destaca entre las más importantes del mundo. La excelencia de las obras y su pertenencia a distintos países latinoamericanos marca su excepcionalidad. Si nos centramos en una visión del arte latinoamericano desde la modernidad, la lista sería MoMA, MFAH (Museo de Bellas Artes de Houston), MALBA. Otros museos tienen obra latinoamericana (Pompidou), pero no de tal excelencia en términos de piezas de arte moderno. TATE y Reina Sofía coleccionan principalmente arte latinoamericano contemporáneo”, dijo a Infobae Cultura.
Por su parte, el investigador y director de la maestría Literaturas de América Latina en la UNSAM Gonzalo Aguilar, también miembro del comité, sostuvo: “Además de su dimensión latinoamericanista (muy original para los museos locales), Costantini tuvo el acierto de adquirir obras clásicas del arte en un momento previo a su explosión en las cotizaciones del mercado. Hoy sería impensable poder adquirir el Abopurú de Tarsila do Amaral (la obra brasileña más importante del arte del siglo XX) o armar una colección desde cero con las obras más significativas de Antonio Berni, Lygia Clark, Hélio Oiticica o el Gómez de la Serna de Diego Rivera, por nombrar sólo algunos. Además de las actividades que lleva adelante o alberga (el Malba fue sede del Bafici, el Filba y de muchísimos otros eventos de relevancia), el Malba ha sido fundamental para convertir a Buenos Aires en uno de los meridianos culturales de América Latina”.
“Solo el hecho de tener en la colección Abopurú de Tarsila do Amaral es excepcional. Es la obra central, fundadora, de todo el arte moderno brasileño. Es la Mona Lisa del arte latinoamericano. Por eso en el catálogo de la exposición Verboamérica reproducíamos fragmentos del cuadro en tamaño uno a uno, donde era posible ver la textura de cada pincelada de esa obra icónica del arte”, sumó Giunta, recordando la muestra en la que fue co-curadora junto a Agustín Pérez Rubio en 2018.
Por solo nombrar algunas, otras piezas que hacen al acervo del Malba único son Autorretrato con chango y loro, de Frida Kahlo; Manifestación, de Antonio Berni, Retrato de Ramón Gómez de la Serna y Baile en Tehuantepec, ambos de Diego Rivera, El viudo de Fernado Botero, e Ícono de Remedios Varo.
En 2002, se fundó la Asociación Amigos de Malba; en 2004, el Programa de Adquisiciones, que cuatro años después ya había sumado más de 100 obras al acervo y lo que generó un cambio significativo, el paso de Colección a Fundación Costantini. En 2012, año en que el Museum of Fine Arts, de EEUU, recibe muchas de sus obras esenciales para una muestra, surgió el Comité de Adquisiciones y un año después, en el camino de la despersonalización pensada por Costantini, se cambió la identidad visual del museo y se diseñó una nueva marca: Malba.
En 2015, se fundó el Comité Artístico y dos después se conformó el Consejo Asesor y se cambió el nombre de la Fundación Eduardo F. Costantini a Fundación Malba. El año pasado se produjo el último cambio significativo en el proceso de abrir el espacio, con la reforma del Estatuto y nuevo Consejo de Administración, con la creación de la figura del Presidente Honorario para el fundador del museo y el nombramiento de un Consejo de Administración en el que también participan miembros no familiares, presidido por Teresa Bulgheroni.
“Las visiones del arte latinoamericano han cambiado en los últimos años, la colección también se ha enriquecido. Como parte del comité, y en coincidencia con mis colegas, hemos incorporado obras de artistas imprescindibles. Señalo, rápidamente, lo que recuerdo que se incorporó desde la gestión de Agustín Pérez Rubio, en gran parte por recomendación de comité: Elda Cerrato, Mónica Mayer, Magali Lara, Ana Gallardo, Marcia Schvartz, Lotty Rosenfeld, Teresa Burga, Claudia Andujar, Annemarie Heinrich, Graciela Gutiérrez Marx, Luis Camnitzer, Las Yeguas del Apocalipsis, Beatriz González, Jesús Ruiz Durand, Mirta Dermisache, Kati Horna, Carmen Herrera, Diego Bianchi, Osías Yanov, Raquel Forner, Karin Idelson, Graciela Sacco, Leandro Katz, Teresa Margolles, Mariela Scafati, Eduardo Costa, Luchita Hurtado, Martín Chambi, Graciela Sacco, Maris Bustamante, Hudinilson, Lolo Soldevilla, Los Carpinteros, Cecilia Vicuña... seguramente olvido muchos nombres. En gran parte son artistas mujeres, ellas precisan mejor representación en la colección”, sostuvo Giunta.
“Hubo muchas donaciones que fueron aceptadas por el comité, como una donación de arte de Haití, muy bella, obra de José Antonio da Silva, de Noemí Gerstein, y aunque fue anterior, quiero destacar la donación de la obra extraordinaria de Ricardo Garabito. Es para destacar muy especialmente que, en los últimos años, se incorporó por acción del Comité Artístico, la obra de tres artistas afrobrasileñas: Rosana Paulino, Sonia Gomes y Aline Motta, y también la obra del artista yanomani Sheroanawe Hakihïwe, una forma de poner en evidencia que América Latina no es blanca, y que si más del 50 % de su población desciende de Africa y de los pueblos originarios de América, hay mucho para conocer y apreciar en ese campo”.
Los festejos del 20 aniversario se inauguran con la muestra Rafael Barradas. Hombre Flecha, que reúne más de 130 obras -provenientes de la Colección del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV), cuyo director, Enrique Aguerre es curador, junto a préstamos de colecciones privadas y públicas de Montevideo y de Buenos Aires- y que abarca uno de los períodos más fructíferos en la producción del artista, de 1913 a 1923, durante su estadía en Barcelona y Madrid.
“Es una muestra que hace énfasis en el recorte vanguardista de Barradas, desde que deja Montevideo y hace viajes por Milán y París para después, cuando inicia la Primera Guerra, que se queda en el circuito español hasta más o menos el año 23. Uno de los puntos importantes de su obra es que entre el ‘17 y ‘18 desarrolla este ismo propio, que es el vibracionismo, una fase histórica de las vanguardias, aunque él busca conceptualizarlo como una abordaje propio”, explica María Amalia García, curadora en jefe desde pasado junio, y hoy la máxima referente en cuanto a lo artístico tras la renuncia de Gabriela Rangel en abril como directora artística, que aún no fue reemplazada.
La muestra de Barradas se suma a la lista de temporarias, no siempre latinoamericanas, no siempre modernas, que se organizaron. Si Erlich tuvo la exhibición más visitada de la historia, el segundo lugar lo ocupa la japonesa Yayoi Kusama con su Obsesión infinita (216.000) en 2013 y en tercer lugar, el estadounidense Andy Warhol con Mr America (196.022) en 2009/10. Le siguen el argentino Antonio Berni con Juanito y Ramona (148.000) en 2014/15; el venezolano Carlos Cruz-Diez con El color en el espacio y en el tiempo (140.234) para los festejos de los 15 años, y el peruano Mario Testino con In your face (119.500) en 2014.
“Una cosa sumamente emocionante es como el público se ha apropiado del Malba, como nos incorporamos inmediatamente, nos aceptaron. Te emociona cuando se da una muestra que llega a la gente y que permea en otros círculos; o sea, es como una gota, una piedra arrojada al agua que se va expandiendo en círculos concéntricos, más allá del blockbuster que sale en los diarios, en las noticias, que moviliza a la gente”, dijo Costantini.
También por allí han pasado entre otros argentinos Guillermo Kuitca, Alfredo Guttero, Horacio Coppola, Oscar Bony, Victor Grippo, Julio LeParc, Jorge Macchi, Pablo Suárez, Sara Facio y Ataúlfo Pérez Aznar, y los internacionales Hélio Oiticica, Roy Lichtenstein, David LaChapelle, Douglas Gordon, Féliz Gonzalez Torres, Tracey Emin, Yoko Ono, Cindy Sherman y Richard Prince, Ernesto Neto y Remedios Varo, como también muestras corales como Dadá y surrealismo, Fluxus en Alemania 1962-1994, México Moderno y Terapia, por nombrar algunas.
Cuáles son los próximos pasos del Malba es una de las preguntas inevitables. En noviembre, se presentará Madalena Schwartz: las metamorfosis - Travestis y transformistas en San Pablo de los años 70, que actualmente se está exhibiendo en San Pablo, con cocuradoría de Samuel Titán y Gonzalo Aguilar, quien comentó: “Creo que va a ser una intervención muy interesante del Malba en el tema de la diversidad sexual que se verá reforzado por las actividades que está preparando Programas públicos que está dirigiendo Santiago Villanueva. Pero ahí se mezcla algo personal con lo que se viene en el Malba. Desde el punto de vista de la colección creo que un desafío es cómo incorporar nuevos formatos (la documentación de las performances por ejemplo) y otros formatos no tradiciones, como el video. También otro gran desafío es la ampliación del museo a los jóvenes y, sobre todo, a la integración social. Creo que hubo avances importantes en estos años, pero lo considero uno de los grandes desafíos del museo”.
También en noviembre se presentará en el sitio una mirada hacia Manifestación de Berni que es uno de los ”highlights de museo”, comentó María García. “La idea es un trabajo muy a fondo con la pieza que involucre distintas perspectivas, que irá desde la materialidad de la pieza haciendo un estudio, tratando de determinar, por ejemplo un tema que a los conservadores les interesa que es cuál fue el medio de ese temple, si caseína o clara de huevo, como también distintas cuestiones que tienen que ver con poder tener la palabra o el testimonio especialistas en Berni, en la obra, que puedan ir dando sus perspectivas”, como también “material de archivo vinculado a la obra, las fotografías que hacía Berni o que recopilaba de los diarios de personajes de la calle”.
Por su parte, con respecto al futuro, Costantini finalizó: “Me interesa que el proyecto vaya creciendo a lo largo del tiempo. La buena obra, como un buen vino, es favorecida por el tiempo. El desafío es que el Malba crezca, y hay que mantenerse atento todos los días, no podés dormirte en los laureles, y cada cosa tiene que cumplir con su requerimiento porque la colección tiene que ser creciendo y con obra buena. El Malba se tiene que aggiornar al Malba virtual, a la nueva economía, a las nuevas costumbres, a los cambios generacionales y sociales que se están dando, que son vertiginosos. Entonces, ¿cómo te te adecuas eso no? Y son siempre nuevos desafíos que tienen que mantener viva, latente, a la institución”.
“Lo museos se han popularizado mucho más. Creo que lo virtual va a seguir creciendo enormemente, pero va a convivir con la presencialidad. Los seres humanos somos personas sociales y creo que eso es lo lo tenés que solucionar con el contenido. Si ofrecés un buen contenido que la gente se sienta atraída; no siempre lográs el mejor contenido, no podés aspirar siempre a tener un blockbuster. Hay que trabajar sobre los contenidos”.
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