Un hecho cotidiano como ir a trabajar –adonde no se es feliz– puede cambiarte la vida para siempre, como le sucedió a Carola Martínez Arroyo, quien recién llegada a la Argentina desde su Santiago de Chile natal, donde había vivido y estudiado Psicología, buscaba trabajo.
Empezó vendiendo ropa, y de camino al local, entraba a una librería que estaba cerca y charlaba con el librero, recuerda. Cuando la despidieron, pasó a despedirse de él, quien, como obra del destino, le contó que estaba buscando una persona para que se quedara en la librería desde el día siguiente, porque él comenzaría a trabajar en una distribuidora. Así fue que quedó a cargo de un día para el otro. “Era una librería que le vendía mucho a las escuelas y a varias especialistas que me empezaron a formar. Me interesó y comencé a ir a cursos y a talleres. Desde ese momento han pasado veinticuatro años”.
A partir de ahí, Carola se capacitó, se especializó, fue invitada a dictar talleres, capacitaciones, charlas. Inició varios proyectos en blogs, entre los cuales, Donde viven los libros, aún vigente, recibió el premio Pregonero a publicación digital en 2012. Fundó una de las primeras librerías virtuales especializadas en literatura para niños y jóvenes, continuó su formación; editó y edita publicaciones, y en la actualidad es coordinadora del Plan de Lectura BA –dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires–.
En el transcurso de ese recorrido, escribió y publicó las novelas Matilde (Norma, 2016)–finalista del Premio Norma en 2016, seleccionada para el catálogo White Ravens 2017 y Medalla Colibrí (IBBY Chile) en 2019– y Nunca jamás (Norma, 2019) –Medalla Colibrí (IBBY Chile) en 2020– y es flamante nominada para la lista de honor de IBBY Internacional, por IBBY Chile como autora.
—Siendo lectora, si tuvieras que explicarle a alguien lo que es ser lector, ¿cómo lo harías?
—Creo que todos y todas somos lectores y lectoras. Por lo tanto no tendría que explicar nada a nadie. Leer es un acto cotidiano. Lo hacemos todo el tiempo, de mil formas. Somos lectores desde que llegamos al mundo y comenzamos a decodificar el entorno. Las temperaturas, luego los rostros. Ahora, si con lector te referís a una persona que lee literatura, tampoco le explicaría nada, lo pondría cerca de una mesa con libros y dejaría que la persona viva la experiencia.
El arte es experiencial, no es posible explicarlo. Hay que vivirlo.
—¿Existen niños lectores y niños que no lo son? (per se)
—Como te decía antes, todos los niños y todas las niñas son lectores. Si partimos de esa base hay algo que se relaja. Porque entonces lo que tenemos que hacer es trabajar en la disponibilidad, en la accesibilidad, en el acceso a la cultura escrita, a la alfabetización.
Pero nadie es o no es per se, nada, en general, creo. Pueden haber niños y niñas que leen más libros de literatura, niños y niñas que leen más historias en otros soportes, niños o niñas que leen otros géneros. Niños y niñas que por dificultades en el acceso no leen nada, pero que tampoco van al cine, al teatro, a ver danza clásica, escuchar una orquesta. Y no veo al mundo adulto preocupadísimo por el tema.
Creo que cada vez tiendo más a pensar que a los niños y a las niñas hay que dejarlos en paz. Igual que al lector hipotético que hablábamos antes: poner ahí encima de la mesa una pilita de libros en donde estemos: en la casa, la escuela, la biblioteca y observar, como si dejaras un bebedero para un colibrí. Y esperar con paciencia.
Si querés hacer algo más, ponerle un poco de mielcita al bebedero podés, claro. Y ahí funciona superbién, leer vos, leer con ellos, invitarlos a compartir un libro o simplemente que te vean viviendo la experiencia.
—¿Por qué hay niños “más lectores” que otros?
Es una pregunta que me hace pensar lo siguiente, ¿por qué nos preocupa eso y no que haya chicos más corredores que otros o chicas que son más escaladoras, o chicos y chicas más pintores que otros?
Es raro que nos lo preguntemos solo con la lectura.
—¿Cómo se construye la identidad lectora? ¿Es un “hábito” más?
—No sé una identidad lectora. Voy a pensar en Laura Devetach y en su camino lector. Cómo se construye un camino lector. Con canciones, historias, dichos, publicidades de la radio, canciones de cuna, himnos escolares, etcétera, etcétera.
Se construye en las interacciones con los otros, en los libros que nos leen, en los que leemos, en los que dejan huella y en los que olvidamos. Se va construyendo en un continuo. Nunca somos los mismos y las mismas que leemos un libro. Ni aunque sea el mismo libro.
Se va haciendo.
La clave es la disponibilidad, la accesibilidad para poder ir haciéndolo.
Y no, leer no es un hábito. Qué palabra fea ‘hábito’.
No es un hábito, es un constructo social que va cambiando como cambia la sociedad.
—¿Un simple libro podría activar ese hábito?
—Cambiemos hábito por otro término.
Un libro puede cambiarte la vida y cambiarte la forma de leer. Sí, totalmente.
Hay libros que te cambian la vida para siempre.
Que te transforman.
Pienso en la mía y en El niño que enloqueció de amor.
En Rayuela a los 15.
En Claus y Lukas el año pasado.
Te cambia, igual que una relación. Que una amistad.
Son poderosos los libros en su encuentro con lectores y lectoras.
—¿Cómo ves la realidad de la lectura en los niños y en los jóvenes? ¿Leen más, menos o igual de lo que leíamos en nuestras infancias?
—Daniel Goldin decía hace unos días en LIJPE que nunca antes se leyó más. Y es cierto.
Los niños, las niñas, los y las jóvenes nunca leyeron más.
Estamos todo el santo día leyendo.
Nosotros leíamos muchísimo menos. Primero por disponibilidad y segundo porque pasábamos mucho más tiempo en la calle.
Pero otra vez, qué interesante que sea la pregunta que siempre nos hacemos sobre los niños y niñas y su encuentro con los libros. Qué nos pasa ahí. Qué opera en los adultos. Graciela Montes en un artículo que se llama “El espacio social de la lectura” que está en su libro editado por Babar, ella habla sobre la idea social de la lectura, la sensación de la época, las ideas que la sociedad piensa en torno a la lectura. Y estamos un poco como locos con esto. Con la sensación de que no leen, no entienden lo que leen, y en cambio nosotros éramos distintos serios, recatados, tan lectores. Puras mentiras. Éramos iguales. Solo que no nos acordamos. Y no, no leíamos tanto.
—¿Qué es ser promotor de lectura? ¿Es algo ligado a la educación?
—Perdón, odio la palabra promotor. Lo asocio con cuestiones comerciales o con entretenimiento. Usemos facilitador/a de lecturas o formador de lectoras y lectores. Esas dos formas me parecen más adecuadas. ¿Cuál es su tarea? Uh, esta respuesta es difícil, porque no tiene una sola tarea ni cumple una sola función ni hace una sola cosa.
Pero a ver si aventuro una definición:
Una persona adulta que trabaja para formar en los niños y las niñas su relación con los libros mostrándoles el vastísimo universo de los libros para niños y niñas. En esa formación debería incluir las cuestiones estéticas cuando hablamos de literatura, las cuestiones que tienen que ver con la imagen. Lo relativo a cuestiones de género literario. Qué tipos de libros existen. Y qué busca cada lector para poder encontrar el libro que le permita seguir con la construcción de su camino lector.
Un formador de lectores, un facilitador de lectura debería ser alguien observador y escuchador que pueda ir mirando a cada lector por separado y ver qué libro le va mejor. Y elegir también libros que van a gustarles a todos. Puede o no estar ligado a la educación en el sentido en que docentes y bibliotecarios escolares cumplen esa función. Pero son muchos los lugares donde encontramos un facilitador de lectura: bibliotecas públicas y populares, museos, centros culturales, etcétera.
—¿Qué rol cumple el Estado en la promoción de la lectura? ¿Por qué? ¿Hasta dónde llega, o debería, su injerencia?
—El rol del Estado es trabajar con la accesibilidad, la disponibilidad, la inclusión. Esa es su principal tarea. Pensar políticas públicas de lectura y escritura. Sacarle el IVA a los libros fue una política pública muy exitosa. Las entregas de los libros de los planes de lectura que ponen en todas las escuelas los mismos libros a disposición de millones de niños y niñas. Pensar en todos, en que cualquier niño, niña de cualquier parte de un país tenga la posibilidad de tener acceso a un libro. Después que lo lea es otra historia. Pero que acceda es un acto propio de un país democrático.
—¿Creés que es necesario que se amplíe a la escritura, también?
—La lectura y escritura van de la mano siempre. Se habilitan mutuamente. Se construyen a partir del ingreso a la cultura escrita y no se separan. La lectura está todo el tiempo cambiando nuestra escritura y viceversa. Pero no solo con eso, pienso en apropiarse de las reglas del lenguaje, en usar de manera correcta las reglas de la gramática y la ortografía. En cómo te dan palabras para poner afuera lo que pienso, ordenan, habilitan. Es hermoso conocer las reglas y usarlas y después romperlas.
La escritura es fundamental para construirse como un lector. Y también fundamental para convertirse en un ciudadano crítico, consciente.
—De un hogar sin madre ni padre ni familiares lectores, ¿puede surgir un ávido lector?
—De cualquier lugar puede surgir un lector; y no le pongamos el adjetivo ‘ávido’, no es necesario. La avidez no es un requerimiento, de hecho nada es un requerimiento en torno a la lectura.
Lectores y lectoras hay por todos lados, hay que salir a buscarlos y ponerles materiales a disposición. Garantizarles el acceso y esperar.
—¿Te acordás de tu primer recuerdo con libros?
—Mi primer libro...
Una colección de cuentos clásicos de Froebel Kan.
Y ahora, cuarenta años después, los estoy recuperando.
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