Es relativamente poco lo que se sabe de la vida de Dante, si este saber se reduce a las pruebas documentales de archivo; no tan poco, si se tiene en cuenta una tradición que en modo alguno repugnó a la generación del poeta ni a las inmediatamente posteriores; demasiado, si se toman en serio las paradójicas fantasías del historicismo decimonónico. (...)
Dante Alighieri nació en Florencia a finales de marzo del año 1265. Era hijo de Alighiero II di Bellincioni d’Alighiero y de Gabriella, su mujer. Alighiero II pertenecía a una familia burguesa que se preciaba de tener ilustrísimos antepasados, algunos de ellos nobles, si bien su posición social y económica no era, cuando Dante vino al mundo, muy brillante y desahogada. El propio poeta ofrece una pista sobre los orígenes más o menos legendarios, pero que él parecía tomar completamente en serio, de su estirpe cuando, en el canto xv del Paraíso, hace hablar a su tatarabuelo Cacciaguida, quien le informa sobre la idílica Florencia de sus tiempos y le habla de sus dos hermanos, llamados Maranto y Eliseo, personajes a los que todavía se debía de recordar en Florencia en los de Dante. (...)
La Florencia en que Dante nació atravesaba una época mucho más revuelta e inestable que la casi idílica descrita por Cacciaguida en su sede del Paraíso. En febrero de 1248, reinando todavía el emperador Federico, los jefes güelfos fueron expulsados de Florencia, pero lograron regresar en diciembre del mismo año, apoyados por el pueblo llano, la mayoría del cual pertenecía a su facción. A partir de entonces, la gibelina, formada casi exclusivamente por gentes de la nobleza feudal, perdió mucha de su fuerza, lo que comprueba su expulsión de la ciudad en 1258, siete años antes de aquel en que nació Dante.
En 1260, una coalición de gibelinos toscanos y caballeros germánicos derrotó a los güelfos florentinos en la célebre batalla de Montaperti, en la que era fama que la sangre vertida enrojeció las aguas del río Arbia; y parece que fue el traidor Bocca degli Abati el que hizo posible aquella carnicería. ¿Qué de extraño tiene que el poeta le encontrase en los infiernos, según cuenta en el canto xxxii de la primera cantiga de la Comedia, sumergido en el hielo que, en la región llamada Antenora, inmoviliza a los traidores, y se desarrollase entre los dos una tremenda escena? (...)
Poco es lo que se puede decir de su infancia y de su adolescencia. Se sabe que en febrero de 1277 Manetto Donati dotó, por medio de un instrumento notarial, a su hija Gemma, prometida de Dante, cuando éste se hallaba próximo a cumplir los doce años. Desconocemos, en cambio, la fecha de su boda y las del nacimiento de sus hijos, e incluso el número de éstos. (...)
El futuro poeta recibió, o se dio, una educación consonante con su mediana posición social, asistiendo, casi con seguridad, tanto a los estudios de los dominicos como a los de los franciscanos de su ciudad; aprendería con ellos el trivio (gramática, retórica y dialéctica) y el cuadrivio (aritmética, geometría, música y astrología), que eran la base de la educación medieval, y en el primero de los cuales gramática equivalía a lengua y literatura latina. Y no cabe duda de que, desde muy temprano, se sentiría atraído por la poesía en lengua vernácula.
Es posible, y hasta probable, que se interesase seriamente primero por la latina clásica, puesto que el latín se estudiaba con textos seleccionados de los más célebres autores romanos. Así empezaría a conocer y admirar, aunque no a comprender cabalmente, a Virgilio, Horacio, Ovidio, Lucano, Estacio y otros poetas. Sea de ello lo que quiera, del estudio de su obra se desprende que el Dante adolescente debía de encontrase en una situación cultural excepcional, y tal vez no tanto por empeño de su familia, que seguramente le destinaría a la administración de su no muy crecido patrimonio—cuya administración acabó por dejar en manos de su hermano Francisco—y puede que a eventuales operaciones comerciales del estilo de las de su padre.
También parece verosímil la hipótesis de que fuese a Bolonia, quizás hacia 1287 , pero no es posible asegurar que se matriculase en su universidad. En cualquier caso, Bolonia era entonces una ciudad más culta que Florencia, que no empezaría a contarse entre las más letradas de Italia hasta la época de Boccaccio, y gracias, en gran parte, a él; y en Bolonia, si es que estuvo allí, debió de ponerse Dante en contacto con las nuevas corrientes poéticas y, sobre todo, con el ambiente cultural de Guido Guinizelli, que había muerto en el destierro en 1276.
No era, sin embargo, preciso que visitase Bolonia para ponerse al corriente del movimiento poético de su tiempo, puesto que en la misma Florencia, no sólo era costumbre de la juventud acomodada componer versos en lengua vulgar, sino que vivía en la ciudad uno de los más egregios representantes del “dulce estilo nuevo”, Guido Cavalcanti, con el que Dante hizo amistad en su adolescencia, y amistad íntima. (...) Guido, que pertenecía a una clase social más elevada que la de Dante, al que aventajaba en unos quince años de edad, fue decisivo en la vida de éste, si bien ambos amigos terminaron por distanciarse. En todo caso, la iniciación poética de Dante encontró en aquel joven que tenía fama de extravagante y herético, un excelente mentor y compañero. Ambos compartieron su amistad con poetas tan conocidos como Cino da Pistoia, Lapo Gianni, Forese Donati y otros.
También fue maestro de Dante el erudito Brunetto Latino por el que (...) sintió una profunda admiración, de la que ofrece un emocionado testimonio en el canto xv del Infierno, cuando imagina encontrarle víctima de la lluvia de fuego que atormenta a los sodomitas:
Siendo escrutado así por tal pandilla, / uno me conoció y, al punto, asido / a mi manto, exclamó: «¡Qué maravilla!» / Y yo, que vi su brazo a mí tendido, / miré el rostro cocido por completo / sin ser por sus ampollas impedido / de conocer al punto a aquel sujeto; / e, inclinando la mano hacia su frente, / repuse: “¿Estáis aquí; señor Brunetto?”
Maestro y discípulo conversan en la llanura infernal y éste recibe buenos consejos, mezclados con profecías sobre su vida, del que fue uno de sus más admirados y respetados amigos.
¿Quién era este hombre y qué pudo enseñar a Dante? Brunetto Latino (c. 1220 -1293) era notario y llegó a desempeñar en Florencia los cargos de prior y canciller. Habiéndosele encomendado una embajada ante Alfonso X de Castilla, relativa al apoyo que su facción prestaba a las aspiraciones al imperio del hijo de San Fernando, y ya de regreso de ella, decidió quedarse en Francia al conocer la derrota de los güelfos en Montaperti. Allí estuvo de 1260 a 1266 y allí escribió en lengua de oïl el Trésor, libro en el que puso en prosa lo que más importaba del saber de su época a las personas que, sin ser propiamente letradas, deseaban mostrar una cultura civil refinada. Una vez que los gibelinos fueron expulsados de Florencia, volvió a ella Brunetto, y en ella compuso, esta vez en toscano, el Tesoretto. Fue también traductor de Cicerón y no cabe duda de que, si no maestro en el sentido académico y profesional de la palabra, fue consejero de Dante en cuestiones de retórica y su probable introductor a la lectura de Tulio. (...)
También vemos a Dante, durante sus años de formación, participar, todavía no como protagonista, en los asuntos políticos de Florencia. Es muy posible que en 1285 tomase parte en el asedio y saqueo del Poggio di Santa Cecilia, en territorio aretino. Lo que sí puede asegurarse es que el 11 de junio de 1289 fue feritore de a caballo en la batalla de Campaldino, reñida también contra los gibelinos de Arezzo, que fueron derrotados; y pocos meses después iba nuestro poeta entre los cuatrocientos caballeros que, tras un asedio de ocho días, tomaron a los de Pisa el castillo de Caprona.
A partir de 1295, Dante entró de lleno en la vida política de su ciudad, tras haberse inscrito en el gremio de los médicos y especiales, al que también pertenecían los armeros, los boticarios, los libreros, los artistas del cuero o talabarteros, los pintores y los cultivadores de la filosofía. En noviembre de aquel año formó parte del Consejo del Capitán del Pueblo, cargo en el que cesó en abril siguiente, y en diciembre fue uno de los “sabios” consultados para la elección de priores. De mayo a septiembre de 1296 fue miembro del Consejo de los Ciento y en 1298 participó en la sesión celebrada el 29 de diciembre, en la que se firmó la paz con Arezzo. En mayo de 1300 visitó San Gimignano con objeto de negociar el envío a Florencia de compromisarios para la renovación de la Liga Güelfa.
No cabe duda de que las gestiones públicas en que intervino Dante fueron bastantes más que las que nos permite conocer el estado incompleto de los archivos toscanos de la época. Tenemos, sin embargo, la suerte de saber lo suficiente para hacernos una idea clara de las circunstancias que determinaron su exilio y la imposibilidad de su repatriación. (...)
Las proscripciones, pero también las amnistías y los cambios políticos, eran tan frecuentes en la agitada vida de las ciudades italianas de la época que difícilmente podría imaginarse Dante, al principio de su destierro, que nunca más iba a pisar Florencia. Aunque las noticias de los largos años de su exilio son escasas y no siempre dignas de confianza, se puede deducir de ellas, así como de determinados pasajes de su obra, que el poeta nunca renunció a volver a su ciudad.
*Dante, de Alessandro Barbero, en traducción de Marilena de Chiara, publicado por Acantilado.
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